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Agapito Maestre

El segundo exilio de Segundo Serrano Poncela

La figura de Segundo Serrano Poncela irá siempre asociada, guste a unos y disguste a otros, a uno de los mayores horrores de la Guerra Civil española.

La figura de Segundo Serrano Poncela irá siempre asociada, guste a unos y disguste a otros, a uno de los mayores horrores de la Guerra Civil española.
Segundo Serrano Poncela. | Archivo

Octubre, 2023. Madrid. Feria del Libro Antiguo y de Ocasión. Paseo de Recoletos. Camino de la Biblioteca Nacional me paro en todas las casetas y pregunto: ¿tienen algún libro de Segundo Serrano Poncela? Los libreros me miran extrañados. Es como si les preguntara por un extraterrestre. Desconocen al autor. A algunos les suena su nombre. Hallo, al fin, una librera que vendió el año pasado uno de sus libros publicado por Losada. Es imposible encontrar una sola de sus obras. Es entonces, sí, cuando me percato de los tesoros que guardo en mi biblioteca de este extraordinario escritor. Sólo por su libro sobre El pensamiento de Unamuno (1953), sin duda alguna la mejor síntesis que se ha escrito hasta hoy sobre el filósofo español, debería figurar en los anaqueles principales de todas las bibliotecas de España. La filosofía de la existencia de Unamuno nadie la he explicado mejor que Serrano Poncela: "La conciencia de existir, en el hombre, no necesita para Unamuno razón de ser, porque está por encima de todas las razones. Es una categoría esencial: la existencia posee su propia esencia: ´No hace falta probar la existencia de aquello que se tiene conciencia inmediata'". (1953, 101)

Nadie ha superado a Serrano Poncela a la hora de demostrar que Unamuno es, sobre todo, "un filósofo para quien las formas literarias —los géneros, como tradicionalmente se dice— no son otra cosa que instrumentos expresivos".(1959, 195). Tampoco hallaremos otro autor en la historia de la filosofía y la literatura españolas que haya influido tanto como Unamuno en la obra y, sobre todo, en la propia vida de Serrano Poncela. La vitalidad unamuniana, su deseo de inmortalidad, es su espejo: " Al margen y sólo a título de confesión, añadiré que su lectura vino a ser para mí como una contemplación en el espejo encantado: miré mi rostro y encontréme otro. Habían pasado los años y las ideas, porque las ideas le traspasan a uno, pero también le pasan, y después caen como las hojas muertas. (…). Unamuno me ha acompañado largos años y creo que me acompañará todavía. Porque se trata de uno de esos raros pensamientos hechos sound and fury; zumbido y frenesí, cuya característica no menos excitante consiste en estar cambiando conforme cambia la perspectiva de su acompañante lector. Más bien diría que se trata de una energía en movimiento que se hace a sí misma en virtud de la dialéctica de sus contradicciones".

A ese "pequeño" gran libro sobre Unamuno, que hubiera escrito de otro modo pasados unos años, le siguió, en 1954, otro no menos relevante que el anterior para ahondar en el significado de la "obra entera" de Antonio Machado; "por entera" entiendo el estudio de la prosa y la propia vida del poeta, concebida como una obra de arte, para hacerse cargo de los motivos principales de la estructura metafísica de su lírica. El método de exégesis utilizado por Serrano, una genial combinación de filosofía, historia y estilística, tiene por objetivo principal el estudio de su lírica, cuyo sentido último, y es la gran aportación de esta obra, es inaccesible sin pasar por su prosa y su vida. Me parece que el Antonio Machado, su mundo y su obra, de Serrano Poncela, sigue siendo una obra vigente. Actual. Llena de filosofía y buen gusto. Han pasado casi setenta años de su primera edición y parece escrita ayer. Es más que una obra de consulta. Se trata de un texto para una relectura placentera, abrase el libro al azar y a las pocas líneas uno se sentirá feliz, enganchado, en su interior. Ya no detendrá su lectura: "Pío Baroja tuvo para Machado la atracción de la identidad vital. Hay en ellos muchas coincidencias: un mismo tono escéptico y socarrón ante la existencia y los humanos que trata de ocultar la angustia permanente por la falta de sentido del vivir y ciertos aspectos desapacibles de la condición del hombre; temperamento lírico semejante para lo humilde y lo oscuro: la mosca, el trapo, el callejón, o destartalado. Y una sinceridad personal, huraña y agresiva en ocasiones. Juan de Mairena pudiera ser un personaje barojiano por su corte polemista, sofístico y burlón. Lo que más complace a Machado, al recordar la silueta de Baroja pasando los años, es haber descubierto en él la posesión del taedium vitae y nos lo describe, en un breve poema, paseando con las manos enlazadas a la espalda, inclinado hacia la tierra, pesado y aburrido, exactamente como Machado debía pasear por las callejuelas de Baeza y Segovia". (1954, 36).

Por cierto, y a propósito de Baroja, pocos han visto con la agudeza de Serrano Poncela el "retorno" a la españolidad, a la historia de la nación española, de varias generaciones, naturalmente, empezando por la de Baroja: "Es la tónica de sus últimas obras, principalmente en sus Memorias, donde la vieja manía europeizante se le ofrece como algo sobremanera ridículo, siguiendo con ello la ruta de Unamuno y Azorín". Varias son las citas de Baroja recogidas por Serrano Poncela para justificar su defensa de la nación española, recojo la última de su estudio sobre La novela de Baroja, perteneciente al monólogo del protagonista de El amor, el dandysmo y la intriga: "Mi sensibilidad patriótica fue un hecho nuevo que surgió con la lectura en que se denigraba constantemente España. En España no se podía vivir una vida relativamente civilizada, ni comer, ni dormir. España era un país imposible. Los españoles, al parecer, éramos una excepción en el mundo: malos, crueles, sanguinarios, incultos, indisciplinados, de color negro y cobardes. Sin embargo, cuando fui leyendo biografías, encontré que los tipos históricos españoles valían lo que los de otros países y que muchas veces los superaban".

¡Ay, querido lector, hay tanta y tan certera reflexión, pensamiento y genuina filosofía sobre España, sobre la nación española, en la obra de Serrano Poncela que duele, ya lo creo que duele, no hallar una sola de sus obras en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión del Paseo de Recoletos! Un segundo exilio. ¡Quién sabe si definitivo! Quizá eso sea una prueba de la insensibilidad de los españoles sobre la importancia de nuestro pasado nacional, o peor, el triunfo más descarado y arrogante del primitivismo "plurinacionalista" de los separatismos catalán y vasco que han conseguido, como en el 36, estar bien acompañados por los socialistas y los comunistas. La democracia española parece haber fracasado estrepitosamente, al menos, en el ámbito de la cultura. Ni siquiera ha servido para recuperar una historia común de los españoles, reivindicada por nuestros viejos maestros laicos y republicanos, por ejemplo, Américo Castro y Sánchez Albornoz, y por casi todos los exiliados del 39, entre los que se cuenta Serrano Poncela. La democracia se ha convertido, como bien escribiera mi anhelado César Alonso de los Ríos, en el "mero negativo de las fórmulas de la dictadura. Si ésta exaltaba una determinada idea de España, los educadores de la democracia han resuelto el pleito negando sencillamente la existencia de la propia España". (1999, 106).

Espero que, después de esta presentación de Serrano Poncela, no me pregunte usted, querido lector, por qué saco aquí hoy a este autor; pero, si alguien necesitase más explicación, diré que el personaje tiene detrás una historia negra. Mitad inventada, falsa, y otra, seguramente, real y verdadera. Serrano Poncela fue un genuino hombre de su tiempo. Las palabras de Max Aub son exactas para describir a Serrano Poncela:

Si un hombre se empeña en no ser hombre de su tiempo, sin vuelo necesario para serlo de todos, ni es hombre ni es escritor.

Participó, sin duda alguna, cuando tenía veinticuatro años en un acontecimiento trágico que aún sigue conmoviendo al mundo civilizado: Paracuellos de Jarama. Hemos de ser piadosos, sin duda alguna, con la lectura de ese pasado, pero es menester hacerla para entender el presente y diseñar el futuro. Debemos atrevernos a traspasar, por decirlo con el título de una de sus mejores obras de creación, La raya oscura, una novela corta o un cuento largo que narra magistralmente los amores de un madrileño y una caribeña. La figura de Segundo Serrano Poncela irá siempre asociada, guste a unos y disguste a otros, a uno de los mayores horrores de la Guerra Civil española. Pasa por ser el primer culpable de los asesinatos en masas de Paracuellos de Jarama.

Su firma, autorizando a sacar de las cárceles de Madrid a millares de inocentes, que fueron sacrificados entre noviembre y diciembre de 1936, es la prueba de su delito. El episodio, sin embargo, dista de haber sido aclarado, porque habría muchos otros testimonios, investigaciones y libros, entre los que destacan los de Ricardo de la Cierva, que muestran a Santiago Carrillo como principal ejecutor de una orden emanada de personajes como Galarza y Muñoz Martínez, que a su vez habrían estado recibiendo órdenes del entero gobierno de la República. Sea como fuere, cuesta creer que una masacre de esa envergadura tuviera un único responsable. Más bien, como dice los castizos, había que "cargarle el marrón" a alguien, y la izquierda en general, y el Partido Comunista de España en particular, no encontraron otro personaje mejor que Segundo Serrano Poncela, un tipo inteligente, culto y con una excelente preparación cultural. Algo de lo que carecían casi todos los que le rodeaban, empezando por su superior jerárquico en la Junta de Defensa de Madrid, Santiago Carrillo Solares, quien durante toda su vida trató de eludir sus responsabilidades en esa masacre a la par que acusó, casi siempre de modo tácito, enrevesado y malicioso, a Serrano Poncela del crimen colectivo de Paracuellos de Jarama.

Sin ánimo de blanquear las responsabilidades criminales en que pudiera haber caído Serrano Poncela, no parece sensato creer que la aniquilación de varios miles de víctimas hubiera sido diseñada y ejecutada por una sola persona. La compleja organización, que supone una matanza de esas proporciones, y la celeridad con la que fue ejecutada, nos ponen en guardia sobre las mentiras del Gobierno de la República para eludir sus responsabilidades. Tampoco deja en buen lugar a los "historiadores" que han preferido antes dar "explicaciones" de carácter personal, e incluso de psicología colectiva del pueblo español, que ahondar en las clave de un gobierno revolucionario al servicio de una potencia extranjera, la URSS. Pero, más allá de estas disquisiciones sobre las "responsabilidades colectivas" o "individuales" sobre un crimen colectivo de tal entidad, nadie podrá negar que Segundo Serrano Poncela estuvo implicado en el asunto.

Su exilio tuvo que ser para este hombre una pesadilla. Pocos dejaron de recordarle su culpa. Durante su estancia de casi diez años en Puerto Rico, cuando escribió los libros sobre Unamuno y Machado, tuvo que sufrir más de un desplante, especialmente a raíz de la publicación en un periódico de la isla sobre sus responsabilidades en la matanza de Paracuellos. Verdugo rojo en la Universidad de Puerto Rico. Fue el titular del periódico. Ya habrá ocasión de contar este suceso con más tranquilidad y dialogar con la narración que nos ofreció del asunto Francisco Ayala, en su Autobiografía(s), pero quede aquí constancia de la herida que causó el escándalo en otros residentes españoles en la isla. Ahí va la cita de Zenobia Camprubi, en sus Diarios, que me pasa Pedro de Tena con la precisión que le caracteriza: "Me es muy difícil relacionarme con mi jefe inmediato superior (Segundo Serrano Poncela), a quien Juan Ramón no le da la mano. A mí tampoco me gusta el trato cotidiano amable con una persona acusada de asesinato y que no se defiende del cargo. Al final del curso pasado, este señor se sale de su trato académico para tratar de conseguir que yo sea puente de paz entre Juan Ramón y él".

El escándalo del verdugo rojo nunca se pudo sofocar y, a pesar de ser un protegido del rector de la Universidad de Puerto Rico, Ríos Piedra, acabó abandonando la isla. Gracias a la ayuda de Ferrater Mora y Américo Castro, Serrano Poncela terminó instalándose en Venezuela donde fue profesor en la Universidad Nacional de Caracas. Poco antes de su muerte, en 1976, hizo alguna gestión para regresar a España, pero Martín Villa, entonces ministro de la Gobernación, le dijo a su mediador: "¡Serrano Poncela! No". Desconozco la verdad de este asunto. Cuento solo el rumor. Lejos de toda duda está, sin embargo, la especial persecución que hiciera de este hombre el PCE, nada más acabar guerra civil, porque él lo ha contando en una carta memorable que aquí públicamos (adjunto). Tampoco es dudoso que Carrillo acusó directamente a Serrano Poncela, en conversación con Gibson, de haber sido el principal responsable de Paracuellos. Menos aún son dudosas las palabras de Carrillo en sus Memorias. Ese hombre esquinado, que se creía superior y más inteligente que todos sus adversarios, escribió sin el menor pudor: "Se formó un consejo que presidía Serrano Poncela (…) que decidía quién pasaba a disposición de los Tribunales Populares y quién debía ser puesto en libertad (…). Yo, que había depositado mi confianza en Serrano Poncela, no participé ni en una sola de las reuniones de dicho consejo y, que recuerde, incluso no conocía personalmente a la mayor parte de los que lo componían, designados por sus organizaciones. Las únicas detenciones que yo decidí personalmente fueron las de un control, aparentemente anarquista que actuaba en la salida de las Ventas". Rubor y vergüenza ajena causan leer estas páginas de quien ocupara la máxima responsabilidad de la Consejería de Orden Público, cuando se cometió uno de los mayores crímenes de masas de la historia de la humanidad.

Quizá a la memoria de Serrano Poncela le perseguirá siempre la sombra de muerte en Paracuellos, pero ese hombre jamás cayó en la desvergüenza e indignidad de quien niega lo obvio. Además, Serrano Poncela nos ha dejado una gran obra, una meditación seria y profunda sobre una de las guerras más bárbaras de todo el siglo veinte. Su voluntad literaria, o mejor, filosófica, no admite parangón en la actual literatura española. Quizá por eso sufra un segundo exilio. En fin, les exhorto a leer su novela sobre la guerra civil, publicada póstumamente en 1979, se titula La viña de Nabot. Podrán entonces enjuiciar la validez o no de la palabras que le dedicó Max Aub: es el novelista del exilio, "porque nadie como él ha sabido expresar la tristeza fundamental del hombre que pisa tierra extraña", al mismo tiempo que nos ha dejado "la imagen valedera del emigrado político español de su tiempo sin recurrir a facilidades de la historia".

Carta de Segundo Serrano Poncela

AL COMITÉ CENTRAL DEL PCE Y A SU ORGANIZACIÓN JUVENIL LAS JUVENTUDES SOCIALISTAS UNIFICADAS EN PARIS.

Me llamo SEGUNDO SERRANO PONCELA, tengo 27 años; soy abogado y periodista. He pertenecido al PSOE desde los 17 años hasta el mes de noviembre de 1936 en que fui ingresado en el Partido Comunista por SANTIAGO CARRILLO, entonces socialista ya entregado a servir los intereses del Clan de ustedes. He sido pues, "a forcieri" y amedrentado, un comunista no muy ortodoxo durante dos años. De esta falta de ortodoxia y convencimiento ustedes tienen abundantes pruebas; las mismas que sin duda les han llevado a crearme la situación actual. Hoy me encuentro en Francia, viviendo a cuenta de algunos amigos y de las cosas más íntimas de mi esposa y de mi hogar, que he vendido a la espera de poder machar a cualquier parte donde trabajando pueda rehacer mi vida tan profundamente rota por ustedes.

Hace dos días estuve en París. Yo no puedo ir con frecuencia a esa capital ni permanecer viviendo en ella porque no tengo los medios económicos que ustedes y mis antiguos compañeros de la Comisión Ejecutiva de las JSU. Desde el día 5 de febrero a las seis de la tarde, en que cruce la frontera no me había vuelto a preocupar de ustedes, tan profundo era el asco que me suscitaba mi pasado. Estaba entregado a meditar mis tragedias familiares que son muchas, y a malvivir. Hasta que hace dos días, yendo a París con la esperanza de recoger el pasaporte firmado por el SERE (Servicio de Evacuación de Republicanos Españoles) supe lo siguiente: Primero, que me estaba impedido ir a México porque el organismo de evacuación de los republicanos españoles donde lícitamente tenía puestas todas mis esperanzas por considerarme justificadamente emigrable, había decidido a propuesta del Partido Comunista, impedir el visado de mi pasaporte. Segundo, que posiblemente no podría ir a ningún otro lugar porque este veto existía en todas partes donde hubiese comunistas o simpatizantes. Tercero, que mi vida sería perseguida, acorralada, deshecha por todos los resortes internacionales que los comunistas tienen. Cuarto, que yo había salido de España en posesión de la fabulosa suma de 200000 francos, ilícitamente adquiridos.

No reflexionado sobre los motivos por los cuales podían ustedes hacer afirmaciones tan calumniosas y persecución tan despreciable. He buscado ese oculto secreto que les incita por su extraordinaria importancia a condenarme a esta persecución innoble que comienza en mi vida pública y que no dude terminará cualquier día en mi casa. Confieso que no he encontrado más que esto: HABERME SEPARADO DEL PARTIDO COMUNISTA Y HABER DIMITIDO MI CARGO EN LA COMISIÓN EJECUTIVA DE SU APÉNDICE JUVENIL, aprovechando que en tierras francesas no es fácil hacer desaparecer a los heterodoxos bajo cualquiera de los motes que ustedes tan fértilmente saben emplear: trostskista, provocador, etc.. Y llevarme al marchar DEMASIADAS COSAS DENTRO DE MI QUE USTEDES NO QUERRÍAN QUE SE SUPIERAN. Nada más. Pienso ahora que ustedes saben estimar a los enemigos, y que me han sabido estimar a mí. El elogio es gratuito. La gravedad de la calumnia está siempre en relación con la importancia del calumniado.

De todas formas, me obligan ustedes a escribir una carta que no pensaba hacer ahora, tan grande es el asco que tengo y las ganas de olvido que me envuelven. Pero es necesario defenderse y por encima de mi deseo de no hablar cuando las llagas de todo están recientes, hablo.

Yo no he sido nunca comunista. Ni la educación recibida en el hogar de mis padres –antiguo militante de más de treinta años dentro del PSOE hoy desaparecido dolorosamente en Madrid—, ni mi temperamento ni mi vocación intelectual me permitían entregarme a ese iluminismo ciego e infradotado que reacciona violentamente ante la evolución humana y fía todo a la panacea de unas consignas aplicadas con modelo. Acaso se recuerde alguien que, a los veinte años, dentro del PSOE daba voces reclamando la revolución social. Bien. Pero esto no es ser comunista. El comunismo no es ni una forma de Gobierno ni una táctica. Es toda una doctrina y unos métodos. Mejor aún, toda una Teología, un sistema religioso con su liturgia, sus premios y sus castigos. Y al mismo tiempo una orden terrible en la que se formulan los cuatro votos y de la que no se sale más que a costa de terribles puniciones.

Esto, que sabían por intuición, lo he aprendido después en la carne propia. Se puede, no ser comunista y estar dentro del Partido, sobre todo cuando se está como yo estuve. Como se puede no tener vocación de soldado y estar en el Ejército; no ser fascista y estar en sus organizaciones. Estas cosas se hacen; la entrada por ingenuidad o por ignorancia; la permanencia después, por hambre o por miedo. Yo lo he hecho por la segunda y he entrado por exceso de lealtad hacia un hombre modelo de perfidia: Santiago Carrillo, desde hace cerca de diez años mi único amigo. Él "me ingresó". Después ya no se podía salir. Una vez intenté rebelarme: estuve a punto de desaparecer en el Ejército del Ebro, pregunten a dos de sus mejores funcionarios: Muñoz Arcenada Y Clemente Ruiz que se sentían con vocación de verdugos. Otra vez, cuando lo hice, me salvó de morir pegado a la pared como mueren los perros, un teniente coronel socialista: Enrique Puente, a quien deberé siempre eterna gratitud.

Yo he sido siempre socialista; un socialista humanista –mas hoy todavía, porque el Infierno que hemos dejado atrás maduró mis concepciones— que ama la perfección social a través de la elevación del hombre como agente. No puedo concebir una sociedad donde para vivir sea necesario eliminar a la mitad de ella. Jamás he visto torturar a un enfermo para curarle. Este socialismo mío es materialista en última instancia; sabe que no ha sido la idea quien ha hecho al hombre, sino éste a la idea. Y sabe además que la vida es un continuo devenir donde las cosas nacen, crecen y mueren.

Mi dialéctica es hegeliana. Ahora bien, lo que no puedo admitir es que el socialismo eminentemente evolutivo, transformador, pacífico, que eleva el valor humano y lo cuida sobre todas las cosas se convierta en un instrumento de muerte que precisamente por su brusquedad y su andar a saltos es lo más antidialéctico que cabe. A ese falso socialismo lo coloco al nivel del fascismo y aún digo más, aunque a ustedes pueda parecerle una herejía: el fascismo es una reacción biológica contra el falso socialismo, el socialismo violento que se ha dado en llamar no se por qué, comunismo. Lo que sucede cuando se inocula virus a un cobaya. Inevitablemente las células agredidas se aprestan a la defensa y reaccionan violentamente. Unas veces, el animalito muere. Otras se salvan después de atroces sufrimientos. Pero la reacción se produce siempre. Yo he comprobado esta verdad biológica, desgraciadamente para todos, en el cuerpo de España.

Ustedes y los fascistas han creado un mesianismo universal, cada vez mas polarizado en extremos que arrastra las conciencias hacia paraísos artificiales a cambio de entregarles la libertad para pensar por cuenta propia. En la historia humana se han producido movimientos análogos; sin embargo, yo creo que jamás alcanza esta sístole y diástole permanente del corazón de los pueblos; extremos tan acelerados como los actuales. Ambos, cada uno de su lado, y bajo su bandera, crean una muchedumbre entusiasta y fanática. Los vientos que mueven las hoces literios y martillo y la hoz, entrechocan estas masas periódicamente. Entonces todo adquiere características de seísmo; la convulsión atenaza, rompe, hiende, desgarra,toma proporciones fuera del cálculo humano. Se hunden periodos históricos, las ciudades reniegan de su hermandad, los hijos de sus padres, los padres de sus hijos. Todo marcha al abismo envuelto en fanfarrias y colorines. En España, su aliento internacional nos ha hecho vivir así cerca de tres años. Porque España, como todo el mundo a partir de 1919 viene educándose en esta escuela de odio abstracto, casi científico, que tiene sus reglas, su estado y hasta su metafísica, Consiste en cerrar a todo evento el sentido crítico y elevar el concepto de la Fe. Hay un grupo de verdades inmutables, sobre las que no se puede opinar: EL DOGMA. Y estas son las que llevan adelante, las que descargan la catástrofe sobre los hombres y los pueblos, es el "Mein Kampf" y "Los fundamentos de leninismo".

En la noche, al alba, un buen día, cualquier pueblo se ha separado sin querer de sus conceptos más puros; el hogar, la aldea, la patria, para arrastrarse dentro de la densa muchedumbre sin color ni fronteras, que marcha entonando himnos religiosos. Es pues un "apólide", hambre sin tierra ni lar. El límite de su tragedia se colma cuando este MELOCH insaciable hace tomar las armas para defenderle o alimentarle. Esto ha pasado en nuestra Patria. Ahora estamos entregados a las cosas pequeñas. Esta demasiado cerca la derrota militar. Franco asesina demasiadas gentes; se busca sobre todo resolver el problema de la vida individual. Pero algún día sonará la hora de reflexionar lo que ha sucedido en España. Reflexionar en bloque: por qué se produjo la guerra y quiénes fueron las fauteres de ellas; que estalle en España como pudo ser en Francia o mañana pueda ser en otro lugar donde ustedes operen.

Cuando se reflexiona sobre nuestra inmensa tragedia, esta gente que ahora por ejemplo se para a escucharles cuando dicen que alguien tiene 200000 francos, o que alguien ha sido traidor, etc., meditará en los grandes problemas que han lanzado a medio pueblo español fuera de su casa a sufrir la suerte de los parias por el mundo. A un dedo acusador se alzará contra ustedes, sus dogmas y sus doctrinas. Yo quiero levantarle ya. No ignoro que van a combatirme mas aún sus potencias oscuras, que intentaran sembrar con mas cieno los campos limpios de mis palabras; que emplearan nuevos instrumentos para calumniarme, para insultarme, jóvenes españoles mutilados o muertos y además de veinte millones de españoles que han sufrido tanto como yo, no perdonaran nunca. Porque han sido ustedes los fautores de la guerra desde un plano universal. Porque su bandera siniestra ha creado la otra; fascista. Porque la han engordado y enfurecido con sus pancartas y sus consignas: con sus gritos de barullo y su extraña unidad frente a todo y contra todo; unidad la más absurda que he visto. Porque frías del KOMINTERN, el calor vital y humano de la Patria. Porque con sus "Frentes Populares" y sus fórmulas fabricadas lejos de nosotros, en el seno de la I.C. en un pueblo que no tiene derecho para pretender el dominio sobre los demás, revuelven, irritan, apasionan y lanzan al asesinato a centenares de miles de hombres que ustedes azuzan, engañan y después cuando han engordado bien su bandera, abandonan.

Yo les pregunto cómo preguntan casi todos los españoles desgraciados que ahora estamos aquí: ¿cuándo nos abre sus puertas la Unión Soviética? ¿No darán metro de su gran suelo a cada ciudadano español? Esto es lo que hay que responder y estos problemas hay que tratar. Al lado de ellos ¡que pequeñas quedan las infamias silenciosas como las que se cometen conmigo!. ¿Qué les importa a ustedes haber sacrificado a un pueblo a su religión si llevan sus trazas de sacrificar el Mundo y levantarle en armas como MAHOMA, detrás de un paraíso fingido? Porque ustedes, su Clan Internacional ha llegado a ser no ya una metafísica, sino una teología religiosa. Cuando contemplo esas muchedumbres iluminadas, analfabetas y sedientas que pasan de puntillas y con el brazo en alto entre el féretro de Lenín en la Plaza Roja de Moscú, me doy cuenta del nacimiento de esta nueva Teología y esta nueva religión que dentro de poco tendrá sus patriarcas, sus popes, su libro de misa y sus santos. No dudo mañana de ver ante el santuario de LENIN DIOS muchedumbres arrodilladas escuchando con fervor la lectura cantada de sus obras completas. Por servirles a ustedes, en España hemos estado combatiendo casi tres años.

Es posible que sus iluminados y sus fanáticos no le vean todavía así. Muchas víctimas de la secta y muchos iluminados del dogma consideraran estas palabras como una herejía. Mañana será la hora de pensar en frío y las vendas vendrán al suelo como ha venido ya la mía, Porque la realidad es que ustedes nos han tenido combatiendo hasta desgarrarnos las entrañas. Porque ninguna diferencia; ninguna diversidad por fuerte y profunda que sea podrá serlo tanto como la sima sembrada de alambre espinoso, metralla y carne malbaratada que ha hecho de un solo pueblo dos enemigos irreconciliables. Ahí está el país después de la tragedia: más de dos millones de muertos, centenares de pueblos barridos por la metralla; el sudor y la angustia de generaciones, aventado; ciudades maltrechas, obras de ciencia desaparecidas, padres que asesinaron a sus hijos, hijos a sus padres; la industria arruinada, el campo yermo. Ustedes han roto nuestra unidad patriota porque ustedes carecen de Patria.

Ustedes desataron con su política universal la calamidad que hoy nos separa de la tierra propia. Esta amarga verdad la he venido rumiando durante meses y meses bajo el ruido de la metralla, dentro de ustedes mismos, conviviendo a todas horas con ustedes, oyéndolos pensar y hablar, entregarse a los de "fuera", a sus consignas y sus direcciones. Sacrificándose a todos. Yo saco conclusiones universales que justifiquen mi forma de obrar y mi renuncia honrada. Los casos y ejemplos de los cuales salen estas conclusiones universales no hacen falta ahora porque están demasiado recientes las enconaduras de todos. Pero no los olvidaré nunca. Aparte de ello yo no espero como ustedes sobre las pequeñas cosas mezquinas. Sin embargo hay dos ejemplos, tomados del azar de ellos para justificar mis ideas generales.

La batalla del Ebro ha sido el comienzo de esta ópera fastuosa y sombría que culmina en el cruce de la frontera y que acaba definitivamente con una guerra que se hacía demasiado larga. Posiblemente nadie se haya atrevido a decir lo que voy a decir yo. Antes de comenzar esta operación estábamos en condiciones de hacer una paz relativamente honrosa. Teníamos un ejército poderoso y entrenado: gestiones del lado del Frente para últimas. El pueblo, fatigado y hambriento. Querían la paz todos los patriotas de ambos lados, todos pesaba demasiado la aventura, Pues bien, este ejército fuerte y apto para sostener la negociación, estas gestiones que podían realizarse, las últimas reservas vitales del pueblo, se agotaron como una traca de fuegos artificiales solamente por una razón: porque el Ejército del Ebro al servicio de ustedes necesitaba desarrollar esta operación militar solo por intereses de Partido, allí estuve yo, ustedes me enviaron sin tener nada que hacer en aquella operación.

Se lo agradezco por lo que pude observar. Tres meses permaneció dentro de una balsa, juzgada militarmente imposible una parte del ejército republicano, deshaciéndose y quedando imposibilitado de operar en el futuro. Su bandera engorda de héroes, pero la guerra de España se perdía definitivamente. La retirada del Ebro es el comienzo de nuestra derrota y cuando se pasan el rio los últimos soldados vencidos lo cruza el ejército de FRANCO y comienza nuestra retirada hacia los montes Pirineos. Sobre este sugestivo tema que yo apunté y que habrá de discernirse en su día para estudiar todas sus responsabilidades, debieran meditar ustedes y todos sus cuadros en vez de andar hozando en la triste vida privada de un hombre que no ha cometido otro delito que ver demasiado tarde.

El día 24 de enero a las 4 de la madrugada, el jefe de las últimas tropas que defendían estrechamente la entrada del enemigo en Barcelona, dijo "no hay nada que hacer". Este jefe se llama TAGUENA y es militante del PC. El gobierno y las organizaciones políticas habían evacuado y habían dado orden de evacuación a sus militantes, Porque es bien sabido el proceder de Franco con los afiliados a organizaciones, especialmente obreras. Nadie quedaba allí y era un crimen que nadie quedase. El PC y la organización a su dictado, la JSU quedaron hasta después de evacuar las tropas. ¿A defender Barcelona? No, porque el propio técnico militar lo reputaba imposible.

¿A morir dentro como numantinos? No, porque los "cuadros salieron". ¿A qué pues? Yo lo vi claramente con el corazón angustiado. A engordar con la sangre de varios millares de comunistas y jóvenes especialistas unificados una bandera internacional que pasearía después orgullosa por todas las plataformas extranjeras el hecho de haber permanecido hasta última hora en una ciudad reputada militarmente muerta. En efecto, así sucedió. Los jefes apolíticos salieron; los militantes, no. Se había preparado deliberadamente esto, no se me niegue. Yo he asistido en lo que respecta a la JSU a una contraorden dada a las cuatro de la madrugada cuando el EM del XV Cuerpo abandonaba Barcelona, en virtud de la cual se obligaba a los militantes a quedarse allí; se los arengaba con discursos falsos y se les enviaba a levantar mezquinas fortificaciones sin picos ni palas. Yo estuve en Barcelona hasta última hora. Yo he visto cruzar primero, un coche donde iba el BURÓ. Después dos coches donde iba el BURÓ de la J.S.U. Yo me he quedado abandonado en la carretera reflexionando amargamente aquel crimen. Sobre esto habrá que hablar también y no sobre las menudencias que ustedes quieran. Sobre esto podremos hablar y no sobre insidias personales. Pero hablar de tales cosas cuando las llagas sangran es muy comprometido. Vale más eliminar a los que pudieran hacerlo por su cuenta.

Hay muchos ejemplos de esto. Toda la guerra en ejemplo. A través de ellos yo he fortalecido mi incompatibilidad con ustedes. A través de la defensa de Madrid, a través de la caída del Gobierno LARGO CABALLERO y de INDALECIO PRIETO, que ha sido el único jefe político que de verdad ha tenido España y el único que pudo haber liquidado la guerra con el máximo de beneficios. A través de su política en el ejercito; a través de su elevación y anulación de "cuadros"; a través de su trabajo dentro de todos los organismos del Estado. A través de la JSU que era un despreciable espejo de ustedes. A través en fin de dos años que yo he sufrido, humillado, vejado, perseguido, insultado sordamente por ustedes. Reducido al silencio, a las tareas de menos interés dentro de la organización; proscrito y enseñado a los pobres "cuadros" como una bestia nefanda.

¡Que poco inteligentes han sido! Enviado como un muñeco de paja al ejército con la vaga esperanza de eliminarme en cualquier accidente "imprevisto". Tengo testigos que hablaran en su día. En fin, situado en un complejo de recelo, odio y miedo que me mantuvo atado hasta la fecha del 24 de enero antes expresada en que recobré mi libertad. ¿Se ha hecho pública mi carta de dimisión al lado de la fabulosa historia de los 200000? Me parece que no. Yo había callado todo esto. Ahora lo digo. Por encima de la infame calumnia que por ahí circula queda todo esto como el principio de una formidable acusación universal que al tiempo y la reflexión amarga irán encontrando. He dicho todo lo que tenía que decir por el momento y ahora me quedo vacío. Hablo además en público, más honestamente que ustedes. Porque ustedes, sin comprobar siquiera, sin buscarme en Francia, han lanzado la calumnia en especie.

De esta carta abierta remito ejemplares a todo el que me quiera oír. Ansío que me conozca la grandeza de mi soledad perseguida. También quiero decirles que conozco y respeto las leyes de este país hospitalario que nos acoge; (¿Cuándo se lleva la Unión Soviética el medio millón de españoles que hoy comemos sobre el suelo de Francia?). ¿Por qué no se hace una encuesta sobre este bonito tema entre los españoles aquí hoy? ¡Qué amargas deducciones se desprenden de este simple hecho!). Estoy a la expectativa de toparme con alguien manifestando concretamente esta calumniosa especie que me cierra las puertas de una Embajada, me prepara nuevas desesperanzas y me encierra en la miseria más absoluta para intervenir ante los tribunales franceses por el delito de injuria. Digan a esos funcionarios que no hable, que callen la boca. Yo vivo en DOUE un pueblo de Seine et Marne y mi casa es de cristal y de pobreza para cuantos quieran venir a ella. Ustedes no, porque no tengo en su lealtad ninguna confianza. También les anuncio que con esta carta no he terminado de defenderme. Y que mi voz van a escucharla hasta las piedras porque es la voz de toda una generación joven desaparecida en la tierra de España, engañada y maltrecha por ustedes y sus amos. Envenenada para siempre, quizás, por sus permisos artificiales, sus mentiras, sus folletos, sus consignas y sus pancartas.

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