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Santiago Navajas

La banalidad del bien

La universidad está traicionando su misión en el mundo anglosajón y, lamentablemente, el cáncer ideológico está llegando a nuestras universidades europeas.

La universidad está traicionando su misión en el mundo anglosajón y, lamentablemente, el cáncer ideológico está llegando a nuestras universidades europeas.
Activistas. | Archivo

La censura moral y el acoso político, por parte de la izquierda académica, que se está cebando en las universidades de los EE. UU. de Joe Biden sirve para ilustrar una viñeta de El Roto en El País en la que Hannah Arendt nos advierte de que también existe la banalidad del bien. Como es sabido, la filósofa alemana acuñó la expresión "banalidad del mal" para explicar cómo era posible que el mal emergiese a través de la manipulación de la mente y la conducta usando expresiones manidas, clichés, retórica hueca. Pero puede darse el mismo proceso también para fenómenos que aparentan estar en el lado correcto de la historia, actitudes presuntamente progresistas y pretendidamente hegemónicas en la virtud.

En el caso de España, ha sido paradigmático el borrado de Alfonso Pérez como denominación del estadio municipal de Getafe por sus declaraciones acerca de la disparidad de salarios entre hombres y mujeres en el deporte profesional por cuestiones de mercado, no de heteropatriarcado. La sinrazón de la censura es la prueba de que el exfutbolista tiene razón. Algo insoportable dentro de una cultura de mentiras. En una cultura de la libertad, Pérez sería criticado y debatido, pero no borrado y sometido a una orwelliana sesión de dos minutos de odio por parte de tertulianos a sueldo del simplismo y el sectarismo, amén de la habitual turba en las redes sociales. Solo se silencia aquel al que se teme dialécticamente. Tiene suerte Pérez, vivimos una época de "progresismo" y ya solo borran tu nombre, en lugar de eliminarte literalmente de la existencia.

En España dominan el campo cultural el PSOE, el mundo académico y las grandes empresas en colusión con el Estado. Algo similar a lo que ocurre en EE. UU. con el Partido Demócrata, las grandes empresas tecnológicas y el mundo universitario. Como la academia está escorada hacia la superstición ideológica, incluso en las ciencias "duras", se ha de autoproteger mediante la censura y la intimidación. La astrología y la teología salieron por la ventana del sistema universitario ilustrado, pero en su lugar entraron por la puerta los estudios de género, la teoría racial crítica y en Nueva Zelanda la cosmovisión maorí como equivalente de la mecánica cuántica. Antes te podían matar por negar la Santísima Trinidad cristiana, ahora tenemos una Santísima Trinidad laica conformada por la diversidad, la equidad y la inclusión ante la que tienen que hacer penitencia y constricción aquellos marcados por los pecados originales del "privilegio blanco", el "racismo sistémico" y el "patriarcado". Pecados que configuran un sistema de castas en las que se dan puntos según sea la raza, el sexo, la creencia religiosa y la orientación sexual. Si es usted blanco, hombre, ateo, heterosexual y "rico" sepa que está usted el último en la escala social y el primero a la hora de pedir perdón por crímenes que no ha cometido usted, pero que se adjudican a su clasificación social "woke". Si no se arrodilla el hombre-blanco-cristiano-heterosexual-acomodado ante los sacerdotes y sacerdotisas de la secta identitaria será excomulgado, digo cancelado.

Les dejó por aquí algunos de los últimos sucesos desde la Unión de Repúblicas Woke de América (antes, EE. UU.):

1. Las sociedades científicas de antropología de Estados Unidos y Canadá censuran un panel de debate de su congreso anual a propósito del sexo biológico en la investigación antropológica. Hablar de sexo, genes, hormonas y gametos se considera ahora "transfóbico" por la ciencia "establecida", un eufemismo para lo hegemónico por parte del activismo políticamente correcto disfrazado de método científico. El dogma de la pseudociencia "progre", que intenta imponerse como el lysenkismo en la URSS mediante la violencia y la intimidación, es que "no existe un estándar biológico único mediante el cual todos los humanos puedan clasificarse de manera confiable en un binario masculino/femenino". Para imponer este dogma tienen que prohibir que se hable de genes y gametos, no vaya a ser que alguien pretenda afirmar que la hierba es verde, la nieve es blanca y otras evidencias a deconstruir.

2. Tyler J. VanderWeele ha sido profesor de la Escuela de Salud Pública T. H. Chan de Harvard durante casi veinte años. Pero ha sido en 2023 cuando ha sido puesto en la picota por parte de estudiantes que ha pedido el despido. ¿Cuál es su delito? Plantear perspectivas sobre el aborto, la identidad de los jóvenes y el matrimonio que no son las dominantes en la izquierda "woke", un cóctel de racismo inverso de la "teoría racial crítica", el identitarismo del constructo social y el feminismo de género. ¿Qué es lo que ofende a estos estudiantes censores? Por ejemplo, que VanderWeele plantee si a los niños en el jardín de infancia es conveniente plantearles cuestiones de identidad de género que confundirían al mismísimo Heráclito y harían bostezar incluso a Simone de Beauvoir. Tampoco es que fuese antiaborto ni partidario acérrimo de la familia tradicional ni mucho menos, sino que planteaba que constitucionalmente son cuestiones estatales, no federal (algo que asume cualquiera que sepa leer y se moleste en abrir la Constitución). Al principio, la Escuela defendió su libertad académica, pero tras la presión de los estudiantes de la izquierda "progre" también la Escuela le dio la espalda.

En Estados Unidos tienen una institución que haría palidecer de envidia a la inquisición de Calvino en Ginebra. Se llama "Diversidad, Inclusión y Pertenencia" y los profesores son cada vez más obligados a jurar lealtad con los principios de la ortodoxia woke como sucedía a los docentes durante la Revolución Cultural de Mao. En este caso, a Tyler VanderWeele le plantearon que hicieran encuentros (los llaman "prácticas restaurativas") con los estudiantes que lo denunciaban sobre las siguientes cuestiones: ¿Qué ocurrió? ¿En qué pensabas en ese momento? ¿En qué has pensado desde entonces? ¿Qué impacto ha tenido este incidente en ti? ¿Qué ha sido lo más duro para ti? ¿Qué crees que puede arreglar las cosas?

Lo que se deduce del caso de acoso académico al profesor Tyler VanderWeele es que en Estados Unidos se está produciendo un cambio de paradigma desde la Ilustración, el conocimiento y la razón a otro donde impera el romanticismo más sensiblero, irracionalista y moralista. Pretendían echar al profesor porque sus opiniones tan discutibles como razonables "causan un profundo dolor, socavan la cultura de pertenencia y hacen que otros miembros de la comunidad se sientan menos libres y menos seguros". En aras del dolor, la pertenencia y la seguridad, en Harvard están a un paso de prohibir a Shakespeare y Dostoievski. Cuando Zamiatin escribió Nosotros para advertirnos de la dictadura del colectivismo y la negación del individuo en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas no se podía imaginar que un día se aplicaría a los entonces libres y antitotalitarios Estados Unidos de América.

3. Elon Musk compró Twitter con el objetivo de deshacer los sesgos izquierdistas de la más importante red social. Recordemos cómo Twitter interfirió en las elecciones norteamericanas silenciando la cuenta del New York Post, el único entre los periódicos de más tirada que apoyaba a Trump e informaba sobre los asuntos sucios del hijo de Joe Biden. Sin duda, la red social ha equilibrado sus perfiles entre la izquierda y la derecha, incluyendo la vuelta a la red social de Donald Trump, cuya cuenta también quedó desactivada por los anteriores propietarios "progres".

Podría ser una casualidad, pero desde que Musk equilibró el terreno de juego en Twitter se han lanzado una serie de acusaciones por parte del gobierno de Biden contra el empresario sudafricano que incluyen desde discriminación racial en Tesla hasta obligar al empresario a testificar en la investigación sobre su compra de Twitter. En suma, hacer todo lo que sea posible jurídicamente y más para que Twitter vuelva al estado en el que estaba cuando Biden consiguió la presidencia con todos los periódicos y redes sociales relevantes a su favor.

4. La creación de la revista Journal of Controversial Ideas por parte del filósofo Peter Singer en 2021 obedece a la necesidad por parte de aquellos que todavía respetan la misión universitaria de buscar la verdad en un entorno de libertad. La revista permite publicar de forma anónima, lo que es un índice de la brutalidad del acoso académico que sufren aquellos que plantean ideas heterodoxas respecto al consenso, el establishment y el statu quo. Claro, al ser anónimo no le sirve a los protagonistas para su carrera académica, pero al menos sí para tener la conciencia tranquila y saber que sus ideas circulan aunque no sean reconocidas. Porque, por supuesto, nadie se atreverá a citar dichos artículos porque le alcanzaría el estigma de la heterodoxia.

Esta revista es una respuesta al rechazo que sufren muchos artículos académicos por su falta de "idoneidad" ideológica con los parámetros DEI, el relato "woke" y los intereses de los grupos que soslayan el mérito intelectual para en su lugar destacar la raza, el sexo, la orientación sexual y cualquier otra identidad social, cultural o racial que les permita compensar su inferioridad estrictamente académica. Aunque el Tribunal Supremo ha declarado inconstitucional la selección de alumnos basándose en la raza, en las universidades de la Ivy League se las apañan para sortear la prohibición e inconstitucionalmente tomar decisiones de admisión basadas en las identidades en lugar de las calificaciones, discriminando así a judíos, asiáticos y blancos.

La situación en las universidades forma parte de un fenómeno cultural más amplio, a saber, el triunfo del wokeísmo como religión de la clase dominante y la purga de los disidentes de todas las instituciones dominantes.

5. Eric Kauffman era un profesor de ciencias políticas en la Universidad de Londres, pero ha optado por crear un centro de ciencias sociales heterodoxas en otra Universidad, Buckingham, harto de la cultura de la cancelación en la que era su universidad. En 2019 publicó Whiteshift: Populism, Immigration, and the Future of White Majorities en el que explicaba el movimiento de pánico identitario que llevó a la elección de Trump o el Brexit. Pero acusaron a Kauffman de defender a los "blancos", recordemos que para la izquierda identitaria ya no hay "personas" sino gente en categorías étnico-sexuales, y lo sometieron a un acoso sistemático y violento. Kauffman ha denunciado la indefensión a la que fue sometido por su propia universidad y, en consecuencia, el debilitamiento de la libertad académica en la academia británica. Por ejemplo, solo el 20% de los profesores de Humanidades que votaron a favor del Brexit se atrevieron a revelar su voto.

Toda Universidad que se precie debería comprometerse con los principios de John Stuart Mill sobre la libertad de expresión, de pensamiento y, en consecuencia, académica. También deberían tener una política de tolerancia cero con los intolerantes violentos, expulsándoles de la Universidad en cuanto cancelasen, boicoteasen y, por supuesto, agredieran a cualquier académico o estudiante en el uso de la palabra. Debería promover el pensamiento heterodoxo como su misión más auténtica, porque a favor de la ortodoxia, el consenso y el statu quo ya están los medios de comunicación de masas, mientras que la Academia debería ser intrínsecamente elitista en lo intelectual, lo que quiere decir a contracorriente. La universidad actual está traicionando su misión en el mundo anglosajón y, lamentablemente, el cáncer ideológico de nuestro tiempo está llegando a nuestras universidades europeas.

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