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Santiago Navajas

Hannah Arendt: ¿Israel en la UE?

La entrada de Israel en la UE implicaría un respaldo cargado de simbolismo, una respuesta al pasado antisemitismo europeo que exige ahora un mayor compromiso.

La entrada de Israel en la UE implicaría un respaldo cargado de simbolismo, una respuesta al pasado antisemitismo europeo que exige ahora un mayor compromiso.
La presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, durante la concentración por Israel. | EFE

Hannah Arendt era una mujer peculiar. Alemana y judía, exiliada en EE. UU. cuando los nazis, tenía un talento único para irritar a alemanes, judíos y estadounidenses. No se llega a ser uno de los filósofos políticos más influyentes del siglo XX diciendo banalidades sobre el bien y el mal. Estudiante de filosofía con Martin Heidegger, filósofo supremo aunque él mismo nazi, Arendt tenía por costumbre seguir la regla de su inspiración máxima, Aristóteles, cuando decía que cabía ser amigo de Platón, pero más todavía de la verdad. También aprendió de Heidegger que el pensamiento es una actividad solitaria (aunque el filósofo de Friburgo no se aplicó la máxima a sí mismo cuando decidió incorporarse a las manadas hitlerianas).

En la película Hannah Arendt, de Margarethe von Trotta, la filósofa tiene discusiones sobre todo con judíos. En particular, con los sionistas Kurt Blumenfeld y Hans Jonas, que eran muy amigos de ella en su época alemana. La película se centra en el período en el que Arendt se desplazó a Jerusalén para escribir unos artículos para New Yorker sobre el juicio al jerarca nazi Eichmann, que había sido secuestrado en Argentina por el gobierno de Ben Gurion. Pero Arendt se comportó como lo que era, una filósofa y presentó dos tesis novedosas y, para sus amigos judíos y sionistas, escandalosas. La primera, que Eichmann no era un monstruo moral, sino un tipo completamente normal que se había dejado abducir por la banalidad de unos clichés y arrastrar por una burocracia infernal. La segunda, que los líderes judíos alemanes habían podido emprender un camino intermedio entre una resistencia heroica, pero suicida, y un colaboracionismo sumiso. En una secuencia de la película, Blumenfeld la acusa de no amar a su pueblo, a lo que Arendt responde que solo ama a sus amigos, no a los judíos (entendidos como una abstracción). En otra secuencia le inquieren por qué ha tratado el genocidio judío como un crimen contra la humanidad y no precisamente contra los judíos, a lo que responde que lo que pretendían negar justamente los nazis era la humanidad de los judíos.

El caso es que Arendt compartía con los sionistas el rechazo a la asimilación dentro de los existentes Estados. Como había tenido ocasión de probar en sus carnes germanas, la muy civilizada Alemania y su maestro más amado a las primeras de cambio habían traicionado a los judíos. Si los judíos seguían siendo una minoría sin Estado estarían sin protección, por lo que siempre serían susceptibles de ser expulsados y masacrados. Para Arendt, más una cuestión de supervivencia biológica que de necesidad étnica, justicia histórica o de destino religioso. Pero Arendt advertía de que un Estado étnico-religioso judío también sería una amenaza para los judíos por las tensiones implícitas de estar rodeados de naciones musulmanas que interpretarían la llegada de judíos como una invasión colonizadora.

La solución propuesta por Arendt la podríamos denominar sionismo cosmopolita y europeo-federalista. Del mismo modo que los judíos habían prosperado en EE. UU., es decir, dentro de una federación de Estados en los que no había una etnia y una religión hegemónicas, lo que estimulaba la tolerancia hacia la diferencia, así en Europa cabría reproducir dicho momento federal para que los judíos estuvieran a salvo por ser una minoría más en el vasto sistema de una federación de Estados que han dejado de pivotar sobre una religión, una lengua, una etnia…

Nuestro destino no tiene por qué estar ligado a nuestra condición de minoría. Nuestro destino solo puede estar ligado al de otros pequeños pueblos europeos. La noción de que las naciones se constituyen mediante el asentamiento dentro de las fronteras y están protegidas por su territorio está sufriendo una corrección crucial.

Puede que pronto llegue un momento en que la idea de pertenecer a un territorio sea sustituida por la idea de pertenecer a una mancomunidad de naciones cuya política esté determinada únicamente por la mancomunidad en su conjunto. Es decir, una política europea, manteniendo al mismo tiempo todas las nacionalidades.

La Segunda Guerra Mundial podía ser contemplada como una lucha entre Estados étnicos (Alemania, Japón, Italia) y Federaciones multiétnicas (Estados Unidos, Reino Unido, URSS). En estas últimas, los judíos parecían haber encontrado un entorno en el que florecer y estar seguros (las purgas antisemitas de Stalin no serían conocidas hasta más tarde).

A Arendt no le satisfacía ni la propuesta de un Estado esencialmente judío ni el de un Estado binacional formado por árabes y judíos. El primero sería demasiado frágil; el segundo, demasiado inestable. Aunque Israel ha demostrado una fortaleza a prueba de invasiones y terrorismo, ha sido en gran parte gracias a esa Commonwealth judía por todo el mundo, en particular de la comunidad judía que tiene tanto éxito en la federación de los EE. UU. Por otro lado, un Estado en el que conviviesen en paz, libertad y justicia tanto judíos como musulmanes no es contemplado ni siquiera en Imagine de John Lennon. Para Arendt, la salvación de los judíos pasaba por desacreditar y eliminar el antisemitismo, lo que se conseguiría mejor dentro de una estructura federal de diversas minorías en equilibrio, mientras que un Estado sionista no haría sino incentivar el antisemitismo, por un parte, además de que los haría más vulnerable a un ataque coordinado.

¿Cómo articular la visión de Arendt hoy? Una vez que el Estado de Israel está consolidado, pero está en peligro por la amenaza constante de los regímenes que patrocinan a los grupos terroristas palestinos, como Catar e Irán, cabe plantear a Israel que se incorpore a las federaciones ya existentes, en particular la OTAN y la UE. En la OTAN pasando de ser socio a ser miembro, lo que significaría que un ataque a Israel sería un ataque a todos los países que integran el Club de Defensa. Por otra parte, la entrada de Israel en la UE implicaría un respaldo definitivo cargado de simbolismo (además de lógica económica) por el que Europa se compromete significativamente con Israel, en respuesta también al pasado antisemitismo europeo que exige ahora un mayor compromiso. Aunque no pertenece geográficamente a Europa, Israel sí pertenece histórica y culturalmente a ésta, ya que está ampliamente aceptado que las raíces de Europa son judeocristianas.

La inclusión de Israel en la UE y la OTAN mejoraría también a estas organizaciones federales en el espíritu de Arendt, no el de un universalismo que pretenda "superar" las versiones particulares de las naciones que la constituyen, sino desde el pluralismo cosmopolita que surge a partir de analogías reflexivas, no de un racionalismo desenraizado.

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