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Santiago Navajas

Zamiatin y Ayn Rand contra el colectivismo

Toda la literatura distópica y antiutópica del siglo XX gira alrededor de Nosotros (1920) del escritor ruso Yevgeni Zamiatin.

Toda la literatura distópica y antiutópica del siglo XX gira alrededor de Nosotros (1920) del escritor ruso Yevgeni Zamiatin.
Flickr/CC/charco de eslavonia

Toda la literatura distópica y antiutópica del siglo XX gira alrededor de Nosotros (1920), del escritor ruso Yevgeni Zamiatin. Están inspiradas en la novela del ruso tanto Un mundo feliz (1932) de Huxley como 1984 (1948) de Orwell, que cuando escribió sobre la novela del autor ruso defendió su influencia sobre Huxley, aunque después no reconoció lo mismo sobre su propia obra. Orwell creía que no se refería directamente al régimen leninista, y que su sátira se dirigía más bien a la era industrial general, el taylorismo y tal. Pero también es posible que Zamiatin fuese el primero en revelar la naturaleza totalitaria del régimen soviético antes de Stalin. Los dirigentes del Estado colectivista descrito por Zamiatin son unos tecnócratas que planifican de manera centralizada, rigiéndolo todo por las matemáticas y la ciencia, con los seres humanos reducidos a máquinas.

También sigue a Nosotros, incluso descaradamente, Himno (1938) de Ayn Rand, que en realidad es una versión de la obra de Zamiatin. Aunque lo que en Zamiatin es una tenebrosa distopía, en Rand es una feroz antiutopía. Zamiatin todavía cree en la utopía, aunque no en la concreción de la "descarriada" comunista soviética; Rand destroza el mismo concepto de utopía, de posibilidad de una sociedad perfecta. Las similitudes son notorias, pero ello no quiere decir que la de Rand sea una copia, más bien al contrario dado que son evidentes los paralelismos: el protagonista tiene alma de científico, ya que desea la verdad y cuestiona el statu quo, que narra la historia a través de un diario secreto en el que relata el estado colectivista en el que vive, habiendo anulado su identidad personal. El Estado es el dueño de todo, tanto de las cosas como de las personas, ocupándose de la crianza de los niños y el destino individual que se oculta tras denominaciones numéricas y la desaparición del pronombre personal "yo". En ambos casos, el enamoramiento de una mujer desencadena la rebelión contra la situación colectivista y el deseo de conectar con un pasado en el que había un rango mayor de libertad personal.

En la distopía de Zamiatin los protagonistas son el hombre D-503 y la mujer I-330. En la antiutopía de Rand, Eternity 7-252 y Liberty 5-3000 respectivamente. Siempre el gran enemigo es Platón y la utopía colectivista trazada en la República, que en Zamiatin se denomina "Estado Único" y en Rand, "La Ciudad". Pero hay dos sustanciales diferencias, una en la forma y otra en el fondo. Respecto a la forma, Zamiatin adopta una estrategia formalista y de vanguardia, en consonancia con el espíritu de la época artística que lo emparenta con Kandinsky en la pintura y Vertov en el cine. El estilo de Rand es mucho más prosaico, una especie de realismo individualista que resulta más fácil de leer, también menos inspirado. Respecto al fondo, el Estado Benefactor de Zamiatin es un prodigio de la técnica y las matemáticas, habiendo reducido el espíritu humano a una serie de ecuaciones y coordenadas. En el caso de Rand, por el contrario, la falta de libertad, autonomía y creatividad les ha llevado a una etapa de atraso científico y tecnológico que hace que miren la tecnología con recelo y animadversión.

Paradójicamente, siendo antiplatónicos en la política, son platónicos respecto al amor y la atracción sexual. Tanto D-503 como Eternity 7-252 van a descubrir su individualidad personal y su fuerza de resistencia como productos de sus enamoramientos respectivos por I-330 y Liberty 5-3000, siguiendo el modelo de Platón de los andróginos representados en El Banquete. El amor y el sexo como fuerzas primigenias opuestas al poder y la tecnocracia, alardes románticos en mundos utilitarios y despóticos. La naturaleza como raíz de la autenticidad frente a la artificialidad de las comidas sintéticas. La vida en los bosques como contrapartida a la huida hacia otros planetas. No del romanticismo banal, cursi e idiota tipo Amélie y Pretty Woman, sino en el sentido de la apología de la propiedad privada. llevada a su máxima expresión de celos, familia y otras "perturbaciones" individualistas y egoístas del orden colectivizado.

Decía Zamiatin que literatura, lo que se dice literatura, es cosa de herejes y rebeldes. No hay duda de que Ayn Rand era una hereje rebelde. En su versión de Nosotros, cambia por completo la perspectiva de la obra. Aunque imite algunos signos y peripecias, lo que en Zamiatin termina siendo triste y pesimista, en Rand es positivo y triunfante. La relectura de Rand del novelista ruso transforma un apocalipsis sombrío en una exultante victoria.

El pasaje inicial de Himno muestra la actualidad de esta oda a la resistencia contra el colectivismo y la censura, es decir, este himno al individuo y la parresía, el valor de hablar aquello que se piensa.

Es un pecado escribir esto. Es un pecado pensar palabras que otros no piensan y escribirlas en un papel que otros no pueden ver. Es vil y malvado. Es como si estuviéramos hablando a solas, solo a nuestros oídos. Y sabemos bien que no hay transgresión más negra que hacer o pensar a solas. Hemos quebrantado las leyes. Las leyes dicen que los hombres no pueden escribir a menos que el Consejo de Vocaciones se los ordene. ¡Que se nos perdone!

La noción de pecado está muy presente en ambas novelas. Zamiatin vincula el colectivismo al cristianismo, a la religión del rebaño. Rand, por otra parte, vincula el pensamiento creativo al pecado (original). En ambos casos resuena en ambos la advertencia nietzscheana de que el cristianismo no es sino platonismo, el gran enemigo de cualquier distópico y antiutópico, para el pueblo.

Tanto en Nosotros como en Himno, los protagonistas se refieren a sí mismos en primera persona del plural, ya que el individualismo es un crimen y decir "yo", la peor de las blasfemias. En una época como la nuestra donde se cree que el autor ha muerto, salvo para cobrar los derechos de ídem, está más vigente que nunca la advertencia de Zamiatin que debería estar en el frontispicio de toda escuela de escritura que se precie, y de cualquier escritor de raza.

La verdadera literatura solo puede existir cuando es creada, no por funcionarios diligentes y confiables, sino por locos, ermitaños, herejes, soñadores, rebeldes y escépticos.

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