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Santiago Navajas

Los diez dogmas del progre que le llevan al filoterrorismo

La izquierda ha apoyado los movimientos terroristas en todo el mundo, llamándolos "guerrilleros", "insurgentes", "luchadores de la libertad" y "milicianos".

La izquierda ha apoyado los movimientos terroristas en todo el mundo, llamándolos "guerrilleros", "insurgentes", "luchadores de la libertad" y "milicianos".
Manifestación propalestina en Madrid. | Europa Press

Martin Varsavsky, empresario hispano-argentino de ascendencia judía, ha tuiteado recientemente que:

Después del 7 de octubre dejé de ser progresista. Es sencillo. La gente a la que apoyé toda mi vida quiere ver a mi gente muerta.

Lo que me recordó que tras los atentados del 11-S, Andrew Anthony, periodista progre, abandonó el izquierdismo al ver tantos en su tribu política culpaban a los EE. UU. de la masacre en las Torres Gemelas y comprendía a los islamistas. Ahora "despierta" Varsavsky de su ensoñación ideológica. ¿Cuántos atentados más harán falta para que acabe la impostura progre?

Martin Varsavsky no es el único judío que se ha caído del guindo "progresista". El historiador israelí Yuval Noah Harari ha atacado la indiferencia de progres occidentales hacia las atrocidades de Hamás. Pero resulta hipócrita por su parte acusar a la izquierda de traicionar su política, dado que la izquierda sistemáticamente ha apoyado los movimientos terroristas en todo el mundo, llamándolos "guerrilleros", "insurgentes", "luchadores de la libertad" y "milicianos". Que estos intelectuales progresistas judíos descubran ahora la maldad intrínseca en sus compañeros progres es un buen indicador de la ceguera general con la que los progres se juzgan a sí mismos, considerándose en el lado correcto de la historia y henchidos de superioridad moral. Hasta que, ay, les tocan a ellos mismos sufrir la vileza que antes padecieron hispanoamericanos, españoles, estadounidenses, franceses, alemanes, italianos…

Otros intelectuales progres israelís han escrito una carta en la que denuncian que:

Nunca imaginamos que individuos de izquierda, defensores de la igualdad, la libertad, la justicia y el bienestar, revelaran una insensibilidad moral y una temeridad política tan extremas.

En serio, ¿nunca? No sería de extrañar que los intelectuales judíos progres hagan como el resto de intelectuales progres y solo lean a intelectuales progres. Por lo que solo son capaces de escapar de su burbuja de aislamiento y ensoñación cuando la realidad viene a visitarlos en forma de crímenes contra sus seres más queridos. Así que no debieron leer el mencionado libro de Andrew Anthony, llamado Desencanto. Porque en ese libro Anthony explicaba cómo dejó de ser un progre justamente tras unos atentados terroristas, aunque no habían sido en Jerusalén, sino en Nueva York.

Los medios de comunicación de izquierdas se han caracterizado por no querer llamar "terroristas" a los terroristas. En su lugar, los han tratado de "milicianos". La BBC se solía referir a ETA como "grupo separatista vasco". Lo bueno es que no han tenido que cambiar mucho su forma de hablar para referirse ahora a Bildu… Cuando empezaron a circular rumores sobre la caída de un artefacto en un hospital de Gaza, inmediatamente culparon a Israel y hablaron de cientos de muertos. Tras la masacre de los terroristas de Hamás sobre la población civil israelí (recuerden, para el New York Times y la CNN, entre los privados, y la BBC y RTVE entre los estatales, "milicianos"), rápidamente empezaron a dar cobijo a opinadores que hablaba de un genocidio de palestinos perpetrado por judíos. En las redes proliferaban quienes trataban de disolver la acusación de antisemitas, cuyo significado en todos los diccionarios es de judeofobia, matizando la semántica de "semitas". No solo los medios culparon sin pruebas a Israel del ataque al hospital de Gaza, sino que se percibía una satisfacción en tertulianos y reporteros por poder ajusticiar a los judíos con el estigma habitual del antisemitismo europeo que los tilda de sanguinarios, crueles y narcisistas psicópatas.

La clave es que la izquierda blanquea a Hamás y ataca a Israel no porque ame a los árabes y musulmanes, a los que secretamente desprecia y usa sin escrúpulos como carne de cañón, sino porque, además de antisemita, también es antioccidental y antiliberal. Para la izquierda, Estados Unidos e Israel son siempre culpables. Este es un axioma convertido en dogma de la cosmovisión progre. Tiene su expresión paradigmática en Zapatero sentado mientras desfila la bandera de los Estados Unidos y en el gesto arrobado de los turistas del ideal europeos cuando escuchan cómo en México corean gritos de muerte contra los gringos o en Teherán llaman a la guerra santa contra los yanquis.

El mecanismo mental por el que la izquierda se pone de facto de parte de los terroristas es apelando al "contexto". Cualquier crimen ideológico, cualquier acto terrorista, tratan de justificarlo a través de una torticera "comprensión" del "marco general". El último representante de esta justificación del terrorismo vía contextualización ha sido el Secretario General de la ONU, el portugués Antonio Guterres, que mientras escribo sigue liderando la cada vez más desprestigiada organización internacional que acoge tanto a democracias al estilo de Israel como a dictaduras a mayor gloria de Irán. Cuando le señalas los niños destripados, las mujeres violadas, los soldados quemados vivos, se ponen intelectuales, dicen que lo sienten mucho, pero te mandan a que estudies historia (por supuesto, de historiadores afines, Fontana entre los españoles, Eric Hobsbawm entre los extranjeros). Recordemos que el "progre" se considera ante todo un intelectual, un ciudadano pensante, alguien que es capaz de justificarte con referencias bibliográficas en tres idiomas que "el terrorismo es el amanecer de la verdadera revolución". El autor de esta sentencia, el filósofo italiano de extrema izquierda Toni Negri, justificaba el terrorismo como una respuesta legítima a la violencia social que sería estructural al capitalismo, el Estado de Derecho y las sociedades liberal-constitucionales. El terrorismo, por tanto, sería un acto de defensa propia, de resistencia, frente a la violencia ya existente, no haciendo más que proyectarla contra sus autores manifiestos.

Por supuesto, un izquierdista declarará que los actos terroristas, de "resistencia miliciana", son terribles, pero… Siendo el "pero" un compendio de falacias cutres, pedanterías simplonas y regodeo sádico en la sangre derramada. Gracias al "pero" sabemos que la culpa es siempre de Estados Unidos, Israel y, en general, Occidente. El antisemitismo es la dimensión más tenebrosa del antiestadounidense, a su vez, una variante del antioccidentalismo. El "terrorismo" (son maestros del entrecomillado) está mal, PERO Estados Unidos, Israel y los occidentales tenemos siempre la culpa por nuestros privilegios heredados y de los que no podemos librar. No hay bautismo ideológico que purgue nuestros pecados.

La visión de la izquierda es intrínsecamente maniquea. La historia es una lucha entre buenos y malos. Los malos son los opresores, los buenos son los oprimidos. Por definición, los buenos hacen cosas buenas. Así que si los oprimidos matan, secuestran, torturan y violan lo hacen en defensa propia. Luego están justificados. A proferir estas simplezas lo llaman "politología". Como se consideran intelectuales, incluso el más cutre de los tertulianos progresistas borrarán a las víctimas concretas para subrayar cualquier entelequia borrosamente abstracta tras la denominación de "conflicto". Se regocijan tanto en una verborrea pretendidamente técnica y equidistante que no logran ocultar la satisfacción que les produce la acusación contra los opresores por encima de la compasión con el dolor de los oprimidos.

Invirtiendo la relación causa-efecto, la izquierda culpa de los atentados contra Estados Unidos, Europa e Israel a las propias víctimas. No es que la mente "progre" crea que algo habrán hecho, sino que está convencida de que han hecho algo, explotar y alienar a los oprimidos, por lo que todo cuanto hagan estos está bendecido por la "memoria histórica" y la "justicia social". Recuerden que ni en la BBC ni en la RTVE llaman terroristas a los terroristas sino milicianos mientras entonan la Bella Ciao, símbolo de la resistencia contra los nazis. Es por esto que algunos tuiteros como Guillermo Fesser, antes humorista irónico y ahora esperpento trágico, tilde a Netanyahu de "nazi" sin que le tiemble el pulso no solo por banalizar el Holocausto, sino por justificar implícitamente la violencia contra los israelíes y los judíos. Fesser sabe perfectamente, presume de vivir en Nueva York, de que en EE. UU. se justifica en la extrema izquierda las agresiones contra los nazis. Ergo, siguiendo la repulsiva analogía de Fesser, también contra Netanyahu y el resto de la sociedad judía.

Del mismo modo que en el 11-S el gran culpable era George W. Bush y el 11-M lo fue Aznar, en los atentados de Israel el responsable máximo resulta ser Netanyahu. Entre dirigentes conservadores elegidos democráticos y bandas de talibanes, yihadistas y demás milicianos de Alá, el izquierdista habitual no tiene sombra de duda sobre a quién hay que criticar. Por supuesto, todos están en el No a la guerra, aunque nunca especifican lo que hay que hacer para frenar a los terroristas salvo los mantras usuales sobre el diálogo, la búsqueda de la paz a cualquier precio y, por supuesto, la alianza de civilizaciones con tipos tan recomendables como Tayip Erdoğan. Todo por el apaciguamiento, sobre todo cuando se trata de censurar imágenes sobre la barbarie terrorista que podrían hacer que el ciudadano medio occidental conociera lo que realmente hacen los matarifes sanguinarios islamistas.

Cualquier respuesta a la violencia resulta otro mantra: genocidio. Según los izquierdistas de guardia, los occidentales, los estadounidenses y los israelíes hemos cometido un genocidio, por activa o por pasiva, contra los afganos, los pueblos originarios, los palestinos, los armenios… En realidad, no están sino transfiriendo su propio desprecio por las vidas humanas, aquí y ahora, en aras de ideas más o menos rimbombantes. Nadie más lejos que el típico "progre" de la advertencia de François Truffaut: ​​"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan".

Los diez dogmas del progre que les llevan al filoterrorismo son:

  1. Los males sociales son producto de la desigualdad económica, racial, sexual…
  2. No hay delincuentes propiamente dichos sino pobres e ignorantes (nada que no se arregle con una subvención y un curso de formación).
  3. Ser un patriota occidental es un delito moral. Hay que avergonzarse de ser español, francés, inglés… aunque no hay nada peor que ser estadounidense (con la posible excepción de israelí).
  4. Ser blanco no es una cuestión genética, sino un pecado original político.
  5. Todas las culturas son iguales, salvo la occidental que es intrínsecamente racista, genocida y heteropatriarcal desde Platón al menos.
  6. Hay un lado correcto de la historia. Que lleva a la superioridad moral. Ambos coinciden punto por punto con las opciones de la izquierda, encantada de autodenominarse "progresista" aunque haya asesinado a cientos de millones de personas.
  7. Los progres siempre deben pedir perdón por ser blancos, occidentales, de clase media… A los que no son progres, y, por tanto, no están tan dispuestos a pedir perdón, se les obligará a pedir perdón.
  8. Mujeres, gais, negros… ahora palestinos (en general, las comunidades de marginados, aunque la marginación sea más ilusoria que real) con inocentes por definición, hagan lo que hagan. Las mujeres nunca mienten, los gais nunca discriminan, los negros nunca explotan… los palestinos jamás cometen atrocidades.
  9. Los valores universales de la libertad individual, la honestidad intelectual y la responsabilidad personal son en realidad privilegios de la clase económica burguesa, de la raza opresora blanca, del sexo masculino y orientación heterosexual.
  10. La realidad es un constructo social. Fascista, por supuesto. Por lo que ignorar la realidad no es solo deseable, sino un deber político. El día que Chesterton pronosticó como aquel en el que sería un delito afirmar que la hierba es verde ha llegado. Ahora la hierba es multicolor arcoíris o blanco y negro de pañuelo palestino.

Hace ahora cien años, Orwell nos advirtió contra el progresismo que atraía "con fuerza magnética a todo bebedor de zumo de frutas, nudista, maniaco sexual, cuáquero, curandero naturista, pacifista y feminista de Inglaterra". Pues no solo no hemos mejorado, sino que ahora también se nos ha hecho irremediablemente progres los musulmanes salafistas, los independentistas de su pueblo, las influencers de moda, el Papa de Roma, las futbolistas españolas, los indies y los que se tatúan desde la coronilla hasta los dedos gordos de los pies. Todos ellos creen estar militando en la Resistencia contra el Mal cuando únicamente se miran a sí mismos, regodeándose en su bondad y su belleza sin advertir que en el envés se está creando, como en el caso del retrato de Dorian Gray, un monstruo de pústulas morales y agusanamiento político. Lo que Alain Finkielkraut denominó "narcisismo penitencial" y que podríamos traducir para el vulgo como que les duele la cara de ser tan buenos como sacrificados por la felicidad común.

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