
La chatarra política de Pedro Sánchez se ha hecho bien famosa en estos días. Se olía su hedor a desecho oxi-tóxico podrido desde hace años. Incluso en el PSOE la husmearon. La culpa de este incremento de popularidad la tiene un artículo de Juan Luis Cebrián, Janli para los cercanos, en El País. Se tituló Disculpa a la traición; miedo a la culpa, título que destaca un verso del Sermón estoico de censura moral del Francisco de Quevedo, triste por mirar los muros de la patria suya si un tiempo fuertes ya desmoronados.
Bien podría haber recogido otros versos del poeta dedicados tal vez proféticamente a jueces mercaderías fácilmente reconocibles como Cándido Conde-Pumpido que, en estos días, pretenden constitucionalizarlo todo aunque hace menos de una semana toda la plana mayor del socialismo patrio defendía que la amnistía no cabía en la Constitución. Ha sido tan evidente la chatarra jurídica producida que puede subrayarse de su comportamiento: