
La disputa entre partidarios del libre albedrío y el determinismo es una de las que atraviesan la filosofía desde los primeros tiempos hasta nuestros días, tomando diferentes formas en diferentes épocas. Durante la Reforma, Erasmo de Róterdam se enfrentó a la predestinación de Lutero. Algo más tarde, la batalla fue entre los libertarios jesuitas, con Luis de Molina a la cabeza, y el rígido determinista Hobbes (por cierto, el inglés también creyó haber demostrado la cuadratura del círculo, criatura). Para Descartes, los seres vivos son máquinas, así que están dominados por el determinismo; sin embargo, los seres humanos serían radicalmente diferentes porque tendrían una entidad diferente, el alma, que no se rige por la relación causal mecanicista del mundo físico. El planteamiento de Descartes lleva a plantear otros dos posibles escenarios: o bien el ser humano también es una máquina, o bien todos los seres vivos tienen algún grado de libre albedrío en cuanto tienen una migaja de esa cosa llamada mente. Spinoza va a estar en el equipo de los negacionistas absolutos del libre albedrío en el mundo físico. También negaba que el azar existiese en la naturaleza. Sobre esto último se encargará la mecánica cuántica de poner en su sitio al pulidor holandés de lentes; sobre el libre albedrío, ya veremos.