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Agapito Maestre

El retroceso moral del sanchismo

La amnistía sanchista es más grave, muchísimo más peligrosa, que la concedida por el Frente Popular en el 36. Debemos hablar de regresión inmoral.

La amnistía sanchista es más grave, muchísimo más peligrosa, que la concedida por el Frente Popular en el 36. Debemos hablar de regresión inmoral.
Pedro Sánchez. | Flickr/CC/Partido Socialista

Desconfíen de la idea de progreso moral, sobre todo si va asociada con la de progreso técnico, aunque aún es peor vinculada a la de avance político. Pongamos como caso de estudio la evolución moral de las políticas del PSOE. Elijamos dos fechas: febrero del 36 del siglo pasado y noviembre de 2023. Me parece que si comparamos al PSOE del ayer con el de hoy, a pesar de sus múltiples parecidos, gana en inmoralidad el sanchismo a las políticas del Frente Popular. Comparemos, por ejemplo, la amnistía del 36 con la propuesta ahora por Sánchez. Varios autores han seguido esa estrategia para evaluar la moralidad de los líderes de este partido. Mario Garcés ha mantenido que la amnistía sanchista, una réplica anafórica de la medida de gracia aprobada en 1936 por el Frente Popular, se vende como un alivio de la pena bajo el auspicio inmoral de la utilidad pública. No puedo estar más de acuerdo con la segunda parte de este juicio vertido en un artículo brillante publicado por este periódico (El nacimiento de una nación).

El análisis crítico del proyecto de amnistía sanchista llevado a cabo por Garcés es ajustado al "derecho de los derechos", que yo me atrevería a denominarlo derecho consuetudinario, ese derecho obvio y elemental que nadie pone en duda ninguna de sus "normas" y "matices; en efecto, el derecho consuetudinario de España considera un delito la amnistía sanchista a los golpistas catalanes. Y, por supuesto, el rechazo de la amnistía también es acorde con los criterios éticos de los individuos que viven en una sociedad democrática mínimamente desarrollada, es decir, ningún individuo desarrollado moral y políticamente en España pide la amnistía para los golpistas catalanes. Tanto desde el punto de vista jurídico como ético, dicho de modo llano, resulta insoportable para cualquier persona con un poco de sentido común escuchar que Sánchez da la amnistía a los golpistas para evitar males mayores, o sea por "utilidad pública". Ni el orden constitucional admite de buen grado la amnistía ni el ámbito de la moral puede justificarlo. Se trata de hacer pasar la amnistía, una decisión "política", por algo "legal", cuando no hace otra cosa que poner patas arriba el entero orden constitucional y, por supuesto, las bases morales y jurídicas del Estado democrático de derecho. Es obvio que el Tribunal Constitucional, ya tradicionalmente bastante deslegitimado, saldrá aún más tocado de todo este proceso. Es absolutamente falso que la Constitución admita la amnistía y, sobre todo, es inmoral: ¡Quien esconde sus intereses privados y partidistas detrás de la expresión "por la utilidad pública", debe ser descalificado por inmoral!

Sánchez es doblemente inmoral: miente a los españoles y se miente a sí mismo. Sin duda alguna, la inmoralidad de este sujeto es algo que ya nadie discute en este país. Nadie, ni siquiera los propios socialistas, separatistas y comunistas, ponen en cuestión que Sánchez da la amnistía a los golpistas catalanes para comprar siete votos del partido de Puigdemont. Cualquier otro intento de "razonamiento", "argumento", o "apelación" al cambio de contexto político postelectoral del 23 de julio, para justificar esa compra descarada de votos, resulta ideológico, falso, tanto a los ojos de cualquier analista político riguroso como de cualquier honrado ciudadano.

La inmoralidad sanchista puede atacarse por múltiples flancos, pero, desde luego, el más inmediato y obvio es la mentira. Sánchez y todos sus ministros siempre dijeron que la amnistía era imposible en el marco constitucional español. Por eso, precisamente, es menester reiterar que el Gobierno miente, miente y miente sin límite alguno. Su medida de gracia a los golpistas es absolutamente arbitraria, inmoral y egoísta. Mentía antes de tomar la decisión y mienten después, dejando en vilo todas las instituciones del sistema democrático: el Parlamento, el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Supremo, el Tribunal de Cuentas y todos los demás organismos del Estados… Está, pues, muy acertado el amigo Garcés al decir que la amnistía se vende bajo el auspicio inmoral de "utilidad pública", pues que salvo Sánchez y los golpistas ninguna institución ni ciudadano demandaba ni demanda la amnistía. La única utilidad de esa medida política, como el mundo entero sabe, es que el golpista Puigdemont pueda regresar a España, mientras deja que Sánchez presida un Gobierno que él, junto a otros separatistas y comunistas, controlan en la sombra. Perfecto.

La inmoralidad de Sánchez es obvia en el análisis de Garcés. Sin embargo, no comparto su comparación entre el proyecto de amnistía sanchista y las medidas de gracia que concedió el gobierno del Frente Popular, en el año 36, a los revolucionarios que se levantaron en el 34 contra la Segunda República. Si la amnistía sanchista fuera una "réplica anafórica" de la del Gobierno del Frente Popular, jamás podríamos afearle a Sánchez y sus compinches su principal debilidad: la inmoralidad, el engaño y la mentira a todos los españoles. Las novedades de esta amnistía son múltiples y diversas respecto a la del 36. Y, seguramente, todas ellas sitúan el proceso histórico de nuestra democracia ante una alternativa trágica.

Pero, de momento, valgan estas líneas para mostrar un factor de novedad de la amnistía sanchista con respecto a la del Frente Popular. Es difícil aceptar que esto, el rollo de la amnistía sanchista, sea una réplica anafórica de la medida de gracia aprobada por el Gobierno del Frente Popular salido de las elecciones de febrero del 36. No veo la anáfora por parte alguna, porque no hay repetición de un comienzo. No obstante, siendo legítima la comparación de épocas históricas, creo que ésta carece de sentido y de significado. Es falsa. Se trata de una comparación odiosa, torpe y bárbara. La amnistía sanchista es más grave, muchísimo más peligrosa, que la concedida por el Frente Popular en el 36. Porque uno puede estar en desacuerdo absoluto con la amnistía de ese Gobierno frentista y, naturalmente, criticarlo por múltiples motivos, razones y circunstancias históricas que, posteriormente, se demostraron como nefastas y nos llevaron a la guerra civil. Podemos ser muy críticos con ese gobierno de la Segunda República, porque se excedió en el número amnistiados por haber sido condenados por delitos políticos y a veces comunes relacionados con la revolución de 1934; en fin, uno puede rechazar todo lo que hizo el gobierno del Frente Popular durante la Segunda República. Sin embargo, hay una cosa, solo una, que no podemos afearle al Frente Popular: que no hiciera lo que dijo. Nadie podrá acusar jamás al gobierno del Frente Popular de faltar a la verdad, de mentir como un vulgar ladronzuelo, o un psicópata de libro, a sus votantes en particular y a los españoles en general, que es lo que está haciendo Pedro Sánchez Pérez-Castejón.

He ahí la gran diferencia moral entre el PSOE de entonces, partido fundamental en aquel Frente Popular, y el de ahora, que es la base de otro gobierno Frankestein: la inmoralidad. Más que de progreso moral, de avance de la verdad, debemos hablar de regresión inmoral. La mentira es todo para Sánchez. Es menester, pues, señalar la diferencia clave entre la amnistía del 36 y la que prepara Sánchez. El Frente Popular no mentía y Sánchez miente como un bellaco. Sí, sí, el programa político con el que se presentó a las elecciones del 36 el Frente Popular llevaba en su primer artículo la concesión de una ley de amnistía, de una amplia amnistía, se decía textualmente, de los delitos políticos sociales cometidos posteriormente a noviembre de 1933, aunque no hubieran sido considerados como tales por los Tribunales. He ahí la gran diferencia. La gran estafa de Sánchez. ¿En que parte del programa político del PSOE para las elecciones del 23 de julio, aparecía la amnistía para los golpistas catalanes?

El Frente Popular tenía legitimidad para conceder esa medida de gracia. No engañaba a sus electores. Era fiel a sus principios políticos y morales, mientras que Sánchez carece de cualquier asidero moral, jurídico y político. Lo hace por su real gana. Y, encima, hay analistas políticos que discuten entre ellos sobre sobre cómo calificar a Sánchez y el régimen político que soportamos los españoles. Que más da que ahora le llamemos autócrata o dictador, autoritario o totalitario… Lo decisivo es que la amnistía es una decisión política de tal inmoralidad que pone al sistema democrático al borde del abismo. La amnistía no tiene legitimidad moral, entre otras razones, porque Sánchez la despreció; no tiene justificación legal, porque nadie con cabeza en el mundo jurídico, o sea no contaminado por la ideología sanchista, ha dado un argumento a su favor; y, además, ningún partido constitucionalista la respalda, algo que no sucedió en el 36, que hasta la CEDA prestó sus votos para que el Frente Popular aprobase la amnistía…

A la luz de este proceso de degradación moral del socialismo español, que va de la amnistía del 36 a la de hoy, nadie en su sano juicio puede confiar en la ilustrada noción de progreso moral. La inmoralidad de Sánchez pone en evidencia que este gobierno no tiene legitimidad de origen ni de ejercicio. Ha vendido a la nación por siete votos de un partido dirigido por un delincuente. ¿Es eso progreso moral?

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