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Agapito Maestre

Un clásico en el discurso de Milei: Adam Smith

'La Riqueza de las naciones' preconizó el triunfo de la revolución industrial y sentenció a muerte el modelo mercantilista.

'La Riqueza de las naciones' preconizó el triunfo de la revolución industrial y sentenció a muerte el modelo mercantilista.
El presidente electo de Argentina, Javier Milei, sale al balcón de la Casa Rosada para saludar a simpatizantes. | EFE

Quien tenga el buen gusto de escuchar y ver los vídeos de Milei antes y después de llegar a la Presidencia de Argentina, observará con entusiasmo la coherencia del discurso de este gran tribuno de la política hispanoamericana. También percibirá con nitidez que conoce muy bien no sólo la Escuela Austriaca de economía, sino también la Escuela de Chicago; se diría que la idea clave de Hayek, a saber, la abolición del mercado constituiría un camino hacia la servidumbre de la humanidad, complementada por la teoría monetarista, cuyo eje central es considerar la inflación sólo y exclusivamente como un fenómeno monetario, no tienen secretos para Milei. He ahí los centros del pensamiento crítico de Milei contra el intervencionismo, casi siempre totalitario, de la la obra de Keynes. Además, Milei lo explica tan bien y lo hace todo tan accesible para el común de los mortales que nadie negará su sabiduría. Esto no es palabrería de papagayo hispanoamericano. Es sabiduría, a veces contante y sonante, o sea matemática. Sí, Milei es antes matemático, sobre todo estadístico, que economista. Nadie, pues, podrá acusarle de que se dedica a la economía por que fracasó en el campo de las matemáticas.

Pero, sobre todos esos saberes, quien siga los vídeos y los libros de Milei, pronto descubrirá su extraordinario trato con los grandes clásicos del pensamiento económico y moral de la Escuela de Salamanca, especialmente su teoría de los precios, y de la Ilustración británica. Destaca, dentro de la tradición británica, la brillantez expositiva de Milei de la obra de Adam Smith: Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones —más conocida por La Riqueza de las Naciones—, publicada en 1776, el mismo año que fue firmada la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América. Quizá sea el libro de economía más importante, según los grandes economistas, que se haya escrito nunca. Mil son los campos donde esta obra ha dejado su influjo. Su huella en el ámbito del comercio internacional sigue siendo fructífera e imprescindible para el desarrollo de las economías nacionales. Milei tendrá que recurrir a ella, entre otras doctrinas del sabio escocés, para sacar a Argentina del pozo del populismo regulatorio e intervencionista.

Smith demostró con solvencia inusitada en su época, y creo que todavía valida en nuestro tiempo, que el comercio internacional es muy parecido al comercio nacional. Por el contrario, la tradición mercantilista y, hasta cierto punto nacionalista, siempre consideró que las relaciones comerciales entre los diferentes países era algo así como un juego de suma cero, o sea lo que uno gana representa necesariamente la pérdida del otro. Falso. Según Adam Smith, la regla de vender nuestros productos u ofrecer nuestros servicios allí donde estos sean mejor apreciados y remunerados, y comprar lo que necesitamos en los lugares en que nos ofrecen mejor calidad y precio, no tiene por qué quebrarse por el simple hecho de que las empresas que venden nuestros productos a precios bajos estén situadas en otro país.

En otras palabras, la protección aduanera y arancelaria antes que hacer crecer la riqueza de la nación es uno de sus más graves obstáculos hacia su prosperidad. Aunque Smith era un hombre de profundas convicciones intelectuales y, por eso, defendió toda su vida sus críticas tesis sobre las aduanas, aceptó parodójicamente el nombramiento de Comisario de Aduanas de Escocia, porque sabía de la dificultad de llevarla a cabo en ese momento en Gran Bretaña. Triunfaba entonces el modelo mercantilista. Prefirió una buena gestión de aduanas antes que aplicar a rajatabla sus ideas. Sin embargo, siete décadas después de su muerte, sus propuestas sobre la supresión de las leyes protectoras, especialmente en el ámbito de la agricultura, fueron el fundamento de la prosperidad británica de la segunda mitad del siglo XIX. La Riqueza de las naciones preconizó el triunfo de la revolución industrial y sentenció a muerte el modelo mercantilista. Pocos autores, en su época y quizá en la nuestra, estudiaron tan bien como Smith el modelo industrial de la economía; baste recordar tres hitos de esta obra aún hoy vigentes, sí, la obra de Smith es inolvidable desde las primeras páginas de La riqueza de las naciones con el bellísimo ejemplo de la fábrica de alfileres hasta los malos efectos del monopolio en España y Portugal, en el libro IV de esta genial obra, pasando por el primer capítulo del libro tercero donde se narra magistralmente el progreso en las distintas naciones al hilo de la conocida epopeya de las cuatro etapas de creciente grado de civilización: cazadores, pastores, agricultores y comerciantes; por cierto, en este capítulo del libro tercero titulado "Del progreso natural de la riqueza" (también podría traducirse del "Del progreso natural a la opulencia") muestra, creo que mejor que en otros apartados de su obra, que el factor preponderante de ese progreso es la propiedad .

Los grandes principios de Smith, como es sabido, fueron la defensa del libre comercio internacional y la aplicación cosmopolita del principio liberal del laissez faire, pero a los que nunca dejó de mostrar sus límites. En efecto, estudió con inteligencia política aristotélica, o sea con prudencia, las consecuencias perversas de un uso irrestricto del principio liberal. El último libro de La riqueza de las naciones es todo un tratado, aún hoy vigente, sobre las obligaciones irrenunciables de todo gobierno: defensa del reino (la nación), la aplicación de la justicia y prestar toda la atención a los servicios públicos, con especial dedicación a la educación, única manera de atajar o, al menos, contrarrestar las desgracias que acarrea la pobreza. Son las bases clave a las que recurre todo buen gobierno y a las que Milei se refiere siempre en todos sus discursos.

Por otro lado, nunca el Presidente de Argentina ha dejado de asumir con criterios de auténtico filósofo moral, o sea racionales, que las reflexiones de Smith no son sólo de orden económico sino morales. Si la noción de división del trabajo es vital en su obra económica no lo es menos, la tesis absolutamente revolucionaria para su época acerca de la función primordial que desempeña el interés egoísta en el crecimiento de la riqueza, es decir, en el desarrollo de la economía. Smith tuvo la honestidad y el coraje moral de enfrentarse a la hipócrita tesis de prescribir un falso altruismo en las relaciones de mercado. Por el contrario, otra vez, mostró el extraordinario valor del egoísmo individual en esas relaciones para la creación de riqueza. Para entender en toda su profundidad el valor moral y económico del sentimiento de egoísmo debemos recurrir al tratado de ética del propio Smith, publicado en 1759, titulado La teoría de los sentimientos morales, fundamentado en el sentimiento de simpatía, el origen de esta idea está en la ética de su amigo y maestro David Hume.

La simpatía es la base de todo el universo moral de Smith. Frente a quienes consideraron que hay una incongruencia en el pensamiento de Smith, porque estaría fundamentando, por un lado, su ética en un sentimiento altruista, como es la simpatía, frente a la idea de que el hombre es, por otro lado, en primer lugar egoísta en el ámbito económico, es menester reconocer que son sentimientos complementarios. El interés egoísta es sobre todo un motivo de acción, casi un "instinto social", como dirá más tarde Darwin, mientras que la simpatía es un principio de compresión del otro, un resorte capaz de disparar nuestra imaginación para ponernos en la piel del otro para aprobar o reprobar su conducta… El interés egoísta genera riqueza y la simpatía es manantial de comprensión social. Economía y moral se complementan. Como ha dicho con acierto Carlos Rodríguez Braun: "Están equivocados quienes piensan que la economía y la moral están necesariamente desvinculadas. No cabe atribuir tal deficiencia a Adam Smith. Quien se acerque, entonces, a La teoría de los sentimientos morales hallará un complemento a La riqueza de las naciones. Encontrará un fino retrato de la psicología humana y un excelente manual de moral práctica y secular, plagado de sugerencias para acometer digna y hasta felizmente la magnífica y misteriosa empresa de vivir".

Una empresa, sí, la vivir a la que Milei ha añadido la alegría, según se percibe en sus videos y libros. Sí, Milei debe tanto a Smith como a su especial genio de entender la vida al modo argentino, hispánico, o sea universal. Quizá esa alegría de vivir no sea suficiente para vencer las resistencias de la casta política de su país, pero es imprescindible para captar la simpatía hacia su proyecto político de regeneración de la vida democrática, es decir, de conquista de la libertad de sus compatriotas argentinos. Es menester ser muy alegre, e incluso optimista, para mantener que él, el profesor Milei, no ha llegado a la Presidencia de Argentina para dirigir corderos sino para despertar leones. Ojalá ese estro sea la base para superar lo que dejó dicho el propio Milei al comienzo del mensaje que dirigió a todos los argentinos con motivo del fin de año: "El cambio de raíz respecto a este modelo empobrecedor es un compromiso innegociable que asumí con todos los argentinos. Sin embargo, el problema heredado es demasiado profundo. Hablamos de una economía con 15 puntos de déficit consolidado, con una emisión monetaria de 20 puntos del PIB en los últimos cuatro años, con precios pisados artificialmente en energía y transporte por hasta 1/5 de su valor real, con un banco central sin reservas y con una inflación que en las últimas semanas alcanzó el 1,2% diario que anualizado implicaría alrededor del 7.500% anual. Una herencia que condena a la mitad de los argentinos a la pobreza y en particular golpeando a siete de cada diez de nuestros chicos. Se trata de una situación inicial peor que la del año 2001/2002, que fue la peor crisis de nuestra historia. Estamos, por tanto, frente a una situación de emergencia nacional que requiere que actuemos de forma inmediata y contundente con la mayor cantidad de instrumentos posibles. Quiero ser claro en esto: a menos que hagamos lo necesario, nos dirigimos a una catástrofe económica de una magnitud desconocida para cualquier argentino vivo".

Si Milei consiguiera parar ese deterioro hacia la catástrofe de Argentina, creo que estaríamos autorizado para decir que el economista Milei habría convertido la economía, ciencia lúgubre por excelencia, en un saber alegre para una gran nación.

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