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Agapito Maestre

Ludwig von Mises y Javier Milei contra la mentalidad anticapitalista

Tanto o más que sus teorías sobre el dinero y el crédito fue el espíritu combativo, el aliento moral y el estilo de pensamiento de Mises lo que ha calado en Milei.

Tanto o más que sus teorías sobre el dinero y el crédito fue el espíritu combativo, el aliento moral y el estilo de pensamiento de Mises lo que ha calado en Milei.
Ludwig von Mises. | Archivo

Un tratado extraordinario de teoría económica, titulado La teoría del dinero y el crédito1, escrito por Ludwig von Mises, influyó de modo decisivo en la formación económica de Milei. Más tarde, esta obra fue convertida en una pieza fundamental para desmontar la Teoría general del empleo, el interés y el dinero2, de Keynes, un texto económico fundamental, no exento de ideología, de todas las teorías intervencionistas del siglo pasado y el nuestro. Milei cuestiona, según sus palabras, los pobres argumentos de Keynes sobre "el mercado del dinero y destrucción de la teoría del capital" gracias a Mises, quien demostró con brillantez que la moneda es una mercancía que sirve como medio general de intercambio y, por ende, su utilización penetra en todo el sistema económico. Asunto capital al que Keynes no prestó la atención debida, dicho sea sin acritud, si es que no lo desatendió por completo.3

Mas no es la obra teórica de Mises, por relevante que sea para su crítica a Keynes, la que mayor influencia ha ejercido sobre la faceta divulgadora de Milei, defensor incansable de sus ideas económicas en la plaza pública y en sus conferencias académicas. Creo que tanto o más que sus teorías sobre el dinero y el crédito fue el espíritu combativo, el aliento moral y el estilo de pensamiento de Mises, lo que ha calado en Milei. El estilo distendido a la hora de hablar de economía es común a Mises y Milei. El argentino se toma siempre muy en serio el humor de Mises, especialmente cuando el austriaco interpelaba a sus alumnos para que hicieran preguntas sobre ciencia económica sin importarles sus pocos conocimientos: "No teman", escribe Rothbard en Lo esencial de Ludwig von Mises, "cualquier disparate que pudieran llegar a decir, ya habrá habido algún economista que lo haya dicho a lo largo de la historía."4 Si Mises les decía a sus alumnos no teman, hablen y pregunten, Milei no ha tenido que recurrir a esa estrategia, porque los platós de televisión, donde él ha hablado incansablemente de economía, estaban llenos de personajes estúpidos con preguntas ridículas y disparatadas sobre el saber económico.

Milei ha soportado, como en el pasado le sucediera a Mises en su país, con estoicismo senequista y, a veces, con resignación cristiana todo tipo de preguntas absurdas sobre economía. Pero siempre respondió con inteligencia, dicho sea de paso, no exenta de cierto histrionismo; era la mejor manera de soportar a sus disparatados interlocutores. Hay miles pruebas de la labor pedagógica e ilustrada de Milei para hacer llegar la ciencia económica a todos los ciudadanos, otros dirían que nunca abandonó la tarea de "desasnar" a sus interlocutores por estultos que fueran. Gracias a YouTube puede comprobarse el grado de veracidad de mis afirmaciones. Por su espíritu ilustrado y combativo Mises siempre ha estado presente en la trayectoria vital de Milei, quien nunca ha dejado de valorar su oposición radical a la dictadura nazi, al racismo, a la falta de democracia y a la censura contra la libertad de expresión en Austria y Alemania. Mises criticó el sistema económico hitleriano por intervencionista y, naturalmente, por no permitir la asignación de recursos mediante el sistema de precios. Es obvio que la crítica al intervencionismo estatalista hitleriano lo extendió al régimen comunista, porque no era nada más que una de sus variantes. Hay otro detalle de la obra de Mises capital para entender a Milei, a saber, la crítica severa del primero a los principios de agregación en que se basan los conceptos macroeconómicos, o sea, sin microeconomía no hay conceptos macroeconómicos. En efecto, una de las contribuciones fundamentales de la Segunda Generación de la Escuela Austríaca5 de Economía, especialmente de Ludwig von Mises, es la imposibilidad de entender el proceso económico sin hacerse cargo del análisis del comportamiento de los individuos, es decir, de la microeconomía. No es necesario insistir en que Milei ha sido durante mucho tiempo profesor de universidad en la asignatura de Microeconomía. Eso significa que para él, como para toda la tradición austriaca, defensora del individualismo metodológico, los conceptos macroeconómicos que no estén fundamentados en bases sólidas microeconómicas tendrán que ser rechazados.

Todos sus análisis económicos, o mejor dicho, la investigación económica, fundamentada en categorías praxeológicas, especialmente las que se refieren a la ciencia del intercambio en el mercado libre o cataláctica, se fundamenta en la teoría subjetiva del valor. La única razón de la producción y el intercambio mercantil está en las apetencias o gustos de los consumidores —la demanda—. El individuo, movido por sus personales deseos y preferencias, de acuerdo con su propia escala de valoraciones, se convierte en el agente fundamental del mundo económico. La producción se orienta a dar satisfacción a los deseos de los consumidores. Una vez producida una mercancía su valor surgirá de las apreciaciones subjetivas de los individuos. El consumidor desempeña un rol clave en todo el proceso económico, porque orienta la producción y premia con ganancias, o castiga con pérdidas, al empresario o productor6. En esta perspectiva, aunque sobre decirlo, toda la construcción de Mises está en las antípodas de la teoría del valor trabajo de los mercantilistas clásicos ingleses y de Marx. Lo relevante, pues, en la formación del valor y de los precios en la economía es la demanda, el consumidor.

Por encima del capitalista, cuya función esencial es ahorrar y aumentar su interés, y del empresario, que arriesga para ganar más él y la nación entera, el auténtico soberano en el sistema capitalista es el consumidor. Sin los mandatos del consumidor, este es el eje central de la doctrina de Mises, los capitalistas y los empresarios no son nada. El consumo de un bien o su abstención de consumir son las verdaderas ordenanzas que recibe el empresario. Sin ellas el empresario nada sabe sobre cuáles son los bienes y las cantidades que deberá producir. Los empresarios y los capitalistas no se mandan a sí mismos sin la intervención del consumidor. Si el gobierno interviene, o mejor dicho, interfiere en la actividad de los empresarios, entonces está impidiendo que éstos cumplan la función esencial a la que están sometidos en una economía de libre mercado, a saber, dar satisfacción al consumidor proporcionándole los bienes que éste desea. El verdadero problema surge cuando el gobierno "media" para decirle al consumidor cuáles son los mejores medios para alcanzar fines. Ahí es donde, dice Mises, las intervenciones gubernamentales obtienen resultados distintos y aún opuestos a los que pretenden y proclaman.

Las críticas al intervencionismo de Mises son siempre actuales, aunque nadie crea que es lo más excelente de su obra. Me parece que es aún mejor su entera obra crítica contra la llamada por él mentalidad anticapitalista7. La amplísima obra de Mises podría dividirse en tres grandes apartados: los estudios de la teoría del dinero y del ciclo económico, los trabajos sobre metodología económica y todos los análisis referidos al funcionamiento de los mercados. Creo que este último apartado es decisivo, en mi opinión, para hacerse cargo de la concepción política y económica de Milei. Es indudable que para Mises y Milei el sistema más eficiente para elevar el nivel de vida de la población sería el de los mercados libres, no interferidos ni por la acción gubernamental ni por la acción de los sindicatos. De ahí se deriva, obviamente, su crítica a la planificación socialista y, por supuesto, al intervencionismo keynesiano.

Merece la pena que nos detengamos en la crítica Mises a las diversas modalidades del intervencionismo estatal, entre otras razones, porque son referentes intelectuales ineludibles de la obra de Milei y, seguramente, de la entera reforma política que propone el presidente de la Argentina. La capacidad analítica de Mises es de tal entidad que algunos de sus estudios parecen no pasar de moda, especialmente los que se refieren al salario mínimo, impuesto sobre la renta, alquileres urbanos y fijación de precios básicos a productos de primera necesidad. Baste citar tres de esos estudios imperecederos de Mises. La crítica al salario mínimo, o mejor, a la pretensión de subir el salario mínimo con el propósito de elevar el nivel de vida de los trabajadores, sigue siendo actual: cuando el salario mínimo impuesto es superior al del mercado, acaba provocando un estancamiento de la economía y, por supuesto, generando desempleo de la fuerza laboral. A los gobiernos les cuesta entender que la única forma de elevar el nivel de vida de los trabajadores, insiste Mises, es la de contar con una mayor cuota de capital per cápita que eleve la productividad marginal del trabajo que hace, obviamente, mejorar su salario real y elevar el nivel de vida. También el establecimiento de un impuesto progresivo a la renta, con el objetivo de disminuir las diferencias entre las personas de ingresos altos con los de ingresos bajos, al ser recolectadas por el gobierno no se destinará al ahorro y la inversión sino a su gasto corriente, y para pagar, dicho de paso, a la casta política… En fin, al haber menor ahorro e inversión, se desacelera el ritmo de crecimiento de la cuota de capital per cápita, que provoca la disminución del ritmo del aumento de la productividad del trabajo, la reducción de los crecimientos de los salarios reales y el nivel de vida de la población.

Hay un tercer asunto que puede considerarse central para que Mises se percatarse ya en su juventud de los horrores del intervencionismo. Me refiero a la regulación del gobierno sobre los alquileres urbanos y precios de la vivienda. Lo relata con gran naturalidad el propio Mises en su Autobiografía, un libro escrito entre 1940 y 1942, en New Jersey, cuando estaba en sus horas más bajas desde el punto de vista moral, según nos cuenta su esposa en la advertencia que precede al prólogo que le hizo Hayek. Pasados más de treinta años, después de su muerte, fue publicada esta autobiografía intelectual. Es una joya crítica sobre la intelligentsia centro-europea de un hombre en plena madurez intelectual. Este texto muestra con gran finura crítica su recorrido intelectual hasta su llegada a los EE.UU a la par que traza el plan de trabajo del resto de su vida. Pues bien, en este imprescindible libro de Mises aparece expuesto con extrema claridad uno de los problemas que le llevaron, desde muy joven, a la crítica del intervencionismo estatal, especialmente en el ámbito microeconómico, o sea, el que se ubica en el contexto de un mercado o una industria en particular:

Las primeras dudas sobre las excelencias del intervencionismo las tuve cuando, durante el quinto semestre de mis estudios universitarios, por sugerencia del profesor Philippovich, tuve que hacer una investigación sobre la situación de la vivienda, y luego, en el semestre siguiente, otra investigación para el seminario del profesor Löffler sobre las transformaciones de las normas que regulaban el trabajo doméstico, en relación con el derecho del amo (vigente aún en aquella época) de propinar castigos corporales a los sirvientes. Empecé entonces a comprender claramente que todo lo que realmente había contribuido a elevar la condición de las clases trabajadoras se debía al capitalismo y que las leyes de política social a menudo provocaban lo contrario de lo que el legislador pretendía conseguir con ellas (…). Sólo el estudio de la economía política me permitió conocer la verdadera naturaleza del intervencionismo. En 1908 entré a formar parte de la Zentralstelle für Wohnungsreform (Centro para la reforma de la vivienda), una asociación de quienes querían trabajar para la mejora de la situación de la construcción residencial austriaca, entonces muy precaria. Muy pronto se me encargó, como sucesor del profesor Robert Mayer, nombrado ministro de Hacienda, de redactar el informe para la proyectada reforma de los impuestos sobre las construcciones.

Las pésimas condiciones de la vivienda en Austria se debían a una circunstancia concreta: el hecho de que la legislación fiscal hacía imposible que el gran capital y los empresarios invirtieran en el sector de la construcción de viviendas. Austria era un país que no conocía la especulación inmobiliaria. Los exorbitantes impuestos sobre las sociedades anónimas y la elevada incidencia de los impuestos sobre la compraventa de inmuebles impedía a quienes tuvieran capitales que invertir entrar en el mercado de la vivienda y contribuir así a satisfacer la demanda en el sector. La única manera de remediar esta situación era comenzar a revisar el impuesto sobre las sociedades anónimas y sobre la compraventa de viviendas. Pero nadie estaba dispuesto a hacerlo. El odio contra el gran capital y contra la especulación estaba demasiado arraigado.8

La crítica de Mises al intervencionismo gubernamental no es, pues, coyuntural sino permanente y radical, entre otras razones, porque considera que una vez iniciado el proceso intervencionista es difícil, por no decir imposible, pararlo. El intervencionismo tiene un poder retroalimentador de carácter demoníaco, que culmina cuando el gobierno pone bajo su control todos los precios. O sea el régimen socialista-comunista. No hay, según Mises, terceras vías entre el capitalismo y el socialismo. En efecto, una vez comenzado el proceso intervencionista, e impulsado por los desaciertos que provoca, las protestas e inconformidad de la población, el gobierno se siente obligado a intervenir en el proceso de formación de los precios… Cuando el gobierno no halla otra solución que seguir controlando precios llegará más tarde o más temprano a una situación límite: primero serán los precios de los productos básicos, más tarde los de los bienes de lujo, las tasas salariales y hasta las tasas de interés. Esta situación límite es llamada por Mises: socialismo. Intervención, primero, de la vida económica, y después regulación de todos los aspectos políticos, culturales y sociales.

En resumen, todo puede ir a peor en un proceso intervencionista, porque cada control de precios impuesto por el gobierno trae consecuencias no deseadas, por no decir contrarias a las intenciones propuestas, tales como desabastecimiento de productos e inconformidad de la mayoría de los supuestos beneficiarios, se trata de resolverlo mediante más controles de precios y más amplios cada vez. En fin, socialismo en "estado puro", aunque Mises se refiere a dos tipos de socialismo: el primero, suprime el mercado libre de golpe; y, el segundo, se produce por un intervencionismo estatal creciente que, aunque mantenga de boquilla los términos precios, intereses, salarios y ganancias, acaba suprimiendo el proceso del mercado.

Keynes es, en el ámbito de la teoría económica, el principal oponente de la crítica de Mises a la actividad intervencionista de los gobiernos en el ámbito macroeconómico. Demoledora y apasionada es su crítica a Keynes, en su famoso artículo Stones into Bread, the Keynesian Miracle, donde le dedica al británico algunos adjetivos inolvidables. Algunos de ellos son repetidos con mucha más gracias por Milei. Keynes aparece descrito como el nuevo profeta del inflacionismo. Es el hombre que adoptó toda la jerga de la literatura inflacionista y la puso en documentos oficiales. Para Mises es el único economista que se atrevió a poner en negro sobre blanco la descabellada idea de que la "expansión crediticia hacia el milagro de convertir las piedras en panes".

Detrás de todo el ataque de Mises a Keynes, estaba la defensa de la ley de los mercado de J. B. Say, que mantiene la imposibilidad de una sobreproducción generalizada de mercancías, porque cada bien producido representa una demanda de otros bienes, sirviendo el dinero simplemente como medio de cambio. Keynes, en su Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, creyó haber refutado esa ley: la demanda agregada podría ser insuficiente o excesiva, respecto del nivel necesario para lograr el pleno empleo. A partir de ahí Keynes consideraba que había justificado racionalmente la necesidad de que el gobierno gestionara activamente el nivel de su gasto, aumentándolo en la recesión y reduciéndolo en el auge. Mises, por el contrario, consideraba la ley de Say acertada, pues que puede suceder que en mercados particulares se dé un exceso de oferta, simultáneamente con situaciones de exceso de demanda en los restantes mercados, pero en ese caso la solución la dan los propios mercados libres modificando los precios relativos de los distintos bienes: a la baja donde exista exceso de oferta y al alza donde exista exceso de demanda. No existe, pues, necesidad alguna de que el gobierno, según Mises, modifique su nivel de gasto para "ajustar" la economía, y su intervención en ese ámbito sólo puede traer resultados indeseables, entre los que destacaba la elevación de impuestos para financiar un mayor gasto del gobierno no es más nocivo que las ventajas que se esperan obtener del mismo… Por otro lado, si el gobierno expandiera la cantidad de dinero para financiar su mayor gasto, el resultado sería un proceso inflacionario. Esto no significa que Mises acepte la subida de los precios en la misma proporción; por el contrario, para Mises el dinero no es nunca neutral en la economía, ni en el corto ni en el largo plazo. De ahí que sea el gobierno, o mejor dicho, la expansión monetaria que acompaña a todo aumento del gasto gubernamental, lo que modificará los precios y generará inflación, además de favorecer a unos grupos a costa de otros y promover inversiones inadecuadas y, a la postre, una reducción del montante de capital.

En tres ámbitos, por decirlo brevemente, se percibe la influencia de Mises sobre Milei. En primer lugar, en la esfera económica, Milei ha llevado a cabo una nueva y sincera valoración de la teoría económica de Mises. El argentino ha aprendido de verdad del viejo maestro algo clave para el desarrollo de la vida de una nación, a saber, no existe otro motor mejor para crear crecimiento económico y elevar el nivel de vida de los pueblos que la acumulación del capital, o mejor, que la acumulación del capital sea a un ritmo mayor que el crecimiento de la población. En el ámbito político, Milei, como ha repetido en su campaña electoral, se ha tomado muy en serio la obsesión del austriaco por limitar todas las tareas del gobierno a "producir seguridad". Y, en tercer lugar, el espíritu de lucha cultural contra la "mentalidad anticapitalista" desplegado por Mises, durante toda su vida, parece que lo ha heredado Milei. Quien desee profundizar en este último punto no me queda sino exhortarle a leer el bello libro de Mises citado más arriba, La mentalidad anticapitalista9 , y a ver algunos vídeos de Milei; en ambos casos se lleva a cabo una indagación psicológica y, a veces, filosófica de los individuos, del comportamiento de los individuos mejor asentados en la sociedad, a través del estudio del cine, la novela social, especialmente la policiaca, que dejan en mantilla a los estudios clásicos sobre la envidia y el resentimiento de Nietzsche y Freud.


1 MISES, L. v.: La teoría de la moneda y el crédito. Unión Editorial, Madrid, 2012.

2 KEYNES, J. M.: Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero. F.C.E., México, 1976.

3 Cfr. MILEI, J. G.: Desenmascarando la mentira keynesiana. Unión Editorial, Madrid, 2021, pág. 62 y ss.

4 ROTHBARD, MURRAY N.: Lo esencial de Ludwig von Mises. Unión Editorial, Madrid, 1985, pág. 15 y ss.

5 Ludwig von Mises, Hayek y Rothbard son los principales representantes de la segunda generación de la Escuela Austriaca, aunque floreciera y desarrollará en los ámbitos anglosajones del pasado siglo. Menger, Wieser y Böhm-Bawerk fueron los tres grandes economistas de la Primera Escuela Austriaca de Economía. Brillaron en la Viena de finales del siglo XIX y se les reconoce, junto al francés Walras y el británico Marshall, su decisiva contribución a la creación de la teoría económica objetiva, científica y matematizable.

6 MISES, L. v: La acción humana. Unión Editorial, Madrid, 1980, págs. 501-502.

7 MISES, L. v.: La mentalidad anticapitalita. Fundación Canovas del Castillo. Madrid, 1956. Este libro es sólo una muestra de su trabajo crítico contra el espíritu anticapitalista que ha dominado y domina nuestro tiempo.

8 MISES, L. VON: Autobiografía de un liberal. La gran Viena contra el estatalismo, trad. de Juan Marcos de la Fuente. Leviatan, 1978, apartado 2 dedicado al estatalismo.

9 MISES, L.v.: La mentalidad anticapitalista, op. cit.

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