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Agapito Maestre

Friedman en la obra de Milei

Si dejamos fuera a Samuelson, cuyo manual de Economía general es conocido mundialmente, Friedman es, seguramente, el economista más famoso del siglo pasado.

Si dejamos fuera a Samuelson, cuyo manual de Economía general es conocido mundialmente, Friedman es, seguramente, el economista más famoso del siglo pasado.
Milton Friedman 1981. | Cordon Press

El apriorismo de la Escuela Austriaca, según Milei, debería ser complementado con la teoría monetarista de Milton Friedman. Este economista de origen judío, nacido en Nueva York, conocido por ser el fundador y jefe de la llamada Escuela de Chicago. Asesoró a Nixon, Reagan y Thatcher. Fue considerado por The Economist como "el economista más influyente de la segunda mitad del siglo XX (… ), probablemente de todo el siglo XX". En España el profesor Carlos Rodríguez Braun, en su Diccionario políticamente incorrecto, le dedica una irónica entrada: "Friedman, Milton. Premio Nobel de Economía. Personaje miserable, unánimemente condenado por haber aconsejado a la dictadura de Pinochet. En resumen, y tal y como lo testimonia una carta incluida en su reciente autobiografía, lo que le dijo al dictador chileno fue que debía contener la inflación, reducir el gasto público y abrir los mercados. Desde entonces es cordialmente detestado por los progresistas. Tiempo después viajó a China y aconsejó a los dictadores comunistas exactamente lo mismo que había recomendado al déspota chileno. Jamás nadie se lo reprochó. Es más, nadie lo sabe y a nadie le importa".

Si dejamos fuera a Samuelson, cuyo manual de Economía general es conocido mundialmente, Friedman es, seguramente, el economista más famoso del siglo pasado. Buena parte de esa fama se debe al debate sobre economía que, durante más de cinco décadas, mantuvieron semanalmente en la revista Newsweek estos dos extraordinarios hombres de ciencia, amigos personales y adversarios intelectuales irreconciliables en lo fundamental. Según Wapshott, en su extraordinaria reconstrucción de esa polémica, ninguno de los dos cayó a la lona: "Friemand era una especie de luchador callejero cuyos derechazos estaban concebidos tanto para sumar puntos como para persuadir a su siempre escéptico rival. La intención de Friedman era política, alterar los acontecimientos mientras se estaban produciendo con ayuda de la razón y la defensa. Samuelson se inclinaba por un enfoque a largo plazo y más amplio, y era reacio a involucrarse fácilmente en cada controversia superficial". La oferta de dinero en una economía está directamente relacionada con la inflación. Ésta es la premisa básica de la teoría monetarista de Friedman que Milei hace suya en sus trabajos científicos y en la divulgación de sus ideas. A partir de los años sesenta, cuando se incrementó de modo pronunciado la inflación, Friedman tendió a simplificar sus mensajes en todas sus declaraciones públicas: el dinero era siempre la clave. En el año 1962, en su libro Capitalismo y libertad, afirmaba que "la historia ofrece una amplia evidencia para concluir sabiendo que lo que determina el nivel promedio de precios y salarios es la cantidad de dinero en la economía, y no la codicia de los empresarios o de los trabajadores". Aún va más lejos, en 1970, en su famoso texto The Counter-Revolution in Monetary Theory: "La inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario en el sentido de que es y puede ser producida sólo por un aumento más rápido de la cantidad de dinero que del rendimiento económico".

Este pensamiento fundamental de Friedman es, sin duda alguna, el punto de partida decisivo de Milei, quien no escatima elogios a la personalidad y obra entera de Friedman: "Ha sido un individuo cuyo trabajo tanto en el campo científico como en la promoción de las ideas de la libertad han sido increíbles. Sus desarrollos teóricos son relevantes, son trascendentes, son por sobre todas las cosas actuales". Es obvio que una parte decisiva de la tarea de Milei ha consistido en actualizar la llamada "contrarrevolución monetarista" de Friedman, pero, por si alguien necesitase más información sobre el particular, reléase su libro contra Keynes. Tres grandes obras de Friedman son permanentes referencias de sentido intelectual para Milei: Capitalismo y libertad (1962), Libertad de elegir (1979), que contaron con la colaboración de su esposa Rose D. Friedman, y la tercera, La historia monetaria de los Estados Unidos (1867-1960)6, que fue escrito, en 1963, junto a su alumna de la Universidad de Columbia, a quien dirigió su tesis de doctorado, Anna Jacobson Schwartz. Esta última obra es para Milei "no sólo uno de los documentos más influyentes en el campo de la teoría monetaria, sino que a la luz del debate con los keynesianos, puesto en términos futbolísticos, el capítulo séptimo que trata sobre ´La Gran Contracción de 1929-1933' es una paliza equivalente a la que le propinó Alemania a Brasil durante el primer tiempo del partido de semifinales del reciente mundial" .

En efecto, hasta que no se publicó la obra Friedman y Schwartz, la explicación de la Gran Depresión del 29 del siglo pasado era de corte keynesiano: se estaba convencido de que sus causas estaban unidas a factores como el colapso de la confianza de los inversores y los consumidores y unos tipos de interés excesivamente altos. Friedman y Schwartz intentaron y, a ojos de Milei, consiguieron probar lo contrario. La Gran Depresión no fue en modo alguno consecuencia de una euforia exagerada del mercado, sino que se desencadenó por la incapacidad de la Reserva Federal de inyectar suficientes dólares en el sistema a través de préstamos a bajos tipos de interés para evitar, naturalmente, la falta crónica de liquidez que, al final, acabó provocando la quiebra de muchos bancos y empresas. Probaron que tres subidas de tipos de interés de la Reserva Federal, correspondientes a 1920, 1931 y 1937, se correlacionaban de modo exacto con los tres descensos más bruscos de la oferta monetaria en casi un siglo, y las subidas de tipo coincidían a su vez con el hundimiento espectacular de la producción industrial. De ahí que la Gran Depresión, según Friedman, debería llamarse la Gran Contracción, porque reflejaba mucho mejor el origen del problema, a saber, la oferta monetaria.

Las malas decisiones políticas de la Reserva Federal y su fracaso en actuar como prestamista de última instancia contribuyeron significativamente a la severidad y duración de la Gran Depresión. El banco central podría haber evitado, pues, las crisis bancarias y el colapso posterior del suministro de dinero al proporcionar liquidez al sistema bancario. Las ideas de este capítulo séptimo de La historia monetaria de los Estados Unidos (1867-1960) han tenido gran influencia en las políticas monetarias de muchos países y en las políticas de la banca central moderna. Según el presidente de la Argentina, este extraordinario capítulo demuestra muchas cosas; para empezar, queda claro que el dinero desempeña un papel fundamental, contra la opinión generalizada de los keynesianos, aún durante la contracción. Demuestra que la drástica caída de la cantidad de dinero, durante esos años y el pánico bancario, no fue ajeno al diseño de la política monetaria sino todo lo contrario. En resolución, Friedman demostró que los datos arrojaban evidencia sobre la importancia, o mejor, la potencia monetaria durante la Gran Contracción.

Al contrario de lo que sostenían los keynesianos, los precios y los salarios no resultaron ser inflexibles a la baja, ni tampoco la inversión se derrumbó por culpa del humor de los empresarios. Más aún, la vigencia de ese trabajo se ha demostrado para atajar la crisis económica de la pasada década. Sí, gracias a lo aportado por Friedman y Schwartz, el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos pudo hacer frente a la reciente gran crisis: "La contracción monetaria en simultáneo con la caída de la velocidad de circulación del dinero (aumento de la demanda de dinero) generó presiones deflacionarias que afectaron negativamente al desempeño de la economía en su conjunto. De hecho, con este episodio, el Profesor Friedman no sólo volvió a reconciliar la teoría económica con los datos, sino que brindó los fundamentos analíticos utilizados por Benjamin Shalom Bernanke para enfrentar la reciente gran crisis".

Friedman, por fortuna, ha influido de modo decisivo para el bien de la humanidad, según Milei, en el que fuera responsable de la Reserva Federal de Estados Unidos, Benjamin Shalom Bernanke. Milei recoge unas palabras certeras de este heredero directo del gran legado de Friedman. Fueron pronunciadas en la Universidad de Chicago en Honor a Milton Friedman. Merecen la pena ser releídas, entre otros motivos, porque forman parte del patrimonio sentimental de Milei:

The brilliance of Friedman an Schwartz´s work on the Great Depression is not simply the texture of the discusion or the coherence of the point of view. Their work was among the first to use history to address seriosuly the issues of cause and effect in a complex economic system, the problem of identification… For practical central bankers, among which I now count myself, Friedman an Schwartz´s analysis leaves many lessons. Wat I take from their work is the idea that monetary forces, particularly if unleashed in a destabilizing direction, can be extremely powerful. The best thing that central bankers can do for the world is to avoid such crises by providin the economy with, in Milton Friedma´s words, a ´stable monetary background' -for example as reflected in low and stable inflation. Let me end my talk by abusing slightly my status as an official reperesentative of the Federal Reserve. I would like to say to Milton an Anna:

Regarding the Great Depression. You´re right, we did it. We´re very sorry. But thanks to you, we won´t do it again.

Milei no tiene duda alguna sobre quién es el economista más importante de nuestro tiempo. Friedman es su héroe, porque sus enorme contribuciones "no sólo hacen que hoy todo el mundo (salvo algunos renegados) disfrute de menores tasas de inflación, sino que una mejor comprensión de la Gran Contracción de 1929-1933 evitó que la humanidad tuviera que volver a padecer una situación de dolor extremo".

Nadie podrá decir que la batalla de las ideas y de la educación dada por Milei a favor de Friedman en Argentina no haya tenido influencia en un grupo de la población, pero sería una temeridad afirmar que su llegada al poder se ha debido a un triunfo apoteótico de sus ideas contra sus detractores intervencionistas. Tiendo a pensar que no ha sido la transformación cultural lo que ha llevado a Milei a la presidencia de Argentina, sino la situación de catástrofe económica que vive este país. También en esto Friedman tiene razón: las crisis económicas son la oportunidad perfecta para que triunfen las ideas extravagantes de los economistas en favor del mercado y la libertad. Eso es lo que pretende Milei: llevar las ideas de los libros a la realidad. Sí, las ideas, supuestamente irreales, que buscan promover el crecimiento y el progreso a través de la liberalización económica, la privatización de empresas estatales, la liberalización de los precios, y una moneda estable tienen su gran oportunidad.

La defensa de la libertad y del mercado de Milei va, sin embargo, un poco más allá de Friedman, especialmente a la hora de defender a los empresarios, frente a los "empresaurios" ("empresas" que viven de las subvenciones de los gobiernos), como auténticos héroes de nuestro tiempo. Siempre que tiene ocasión Milei, después de aceptar el dictum de Friedman, sobre la función esencial del empresario, a saber, "hacer dinero", añade que eso no es suficiente. Una parte de su inversión debería incluirse en defender los ideales de libertad, "para que los socialistas no puedan avanzar más". "Y si no lo hacen", dice Milei, "los socialistas entrarán en el Estado, y utilizarán el Estado para imponer una agenda a largo plazo que destruirá todo lo que toque. Así que necesitamos un compromiso de todos los que crean riqueza, para luchar contra el socialismo, para luchar contra el estatismo, y para entender que si no lo hacen, los socialistas seguirán dominando".

He ahí un llamamiento a los empresarios para defender la libertad y, sobre todo, para combatir a las almas bellas que se les llena la boca con la expresión "responsabilidad social corporativa". Pero este asunto, sin duda alguna, de carácter filosófico-moral, ya no es incumbencia de esta tribuna que solo pretendía acercarse a otro de los maestros de Javier Gerardo Milei

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