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Santiago Navajas

Una biografía de Arístocles de Atenas

El libro del traductor de referencia al inglés de los diálogos de Platón es un brillante ejercicio de divulgación filosófica que merece estar al lado de clásicos.

El libro del traductor de referencia al inglés de los diálogos de Platón es un brillante ejercicio de divulgación filosófica que merece estar al lado de clásicos.
Platón y Aristóteles en el fresco 'La escuela de Atenas' (1509), de Rafael. | Archivo
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Cuando Whitehead dijo que toda la filosofía occidental era una nota a pie de página de Platón, no solo estaba señalando que a partir de él la filosofía ha sido un comentario a sus diálogos, sino que Arístocles de Atenas, como realmente se llamaba, es tan contemporáneo nuestro como lo fue de Protágoras, Sócrates y Demócrito. Wittgenstein poco menos que presumía de no leer a otros filósofos, pero hacía una excepción con Platón. La obra filosófica más famosa del siglo XX, Ser y tiempo, de Heidegger, se abre con una cita de Platón (en realidad, todo el libro del filósofo nazi es un comentario a dicha cita). Y más que a Maquiavelo, es a Platón a quien hay que leer, sobre todo Político y Las Leyes, para entender lo que está pasando en Rusia y China cabalgadas por Putin y Xi Jinping.

Por eso resulta tan relevante la nueva biografía que ha escrito Robin Waterfield sobre el discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles. Capaz de transmitir la complejidad del pensamiento platónico en un lenguaje sencillo, el libro del traductor de referencia al inglés de los diálogos de Platón es un brillante ejercicio de divulgación filosófica que merece estar al lado de clásicos de la biografía filosófica como el Wittgenstein de Ray Monk y el Heidegger de Safranski.

Como estoy sumergido en la lectura de los diálogos críticos de madurez de Platón (Teeteto, Sofista, Político), el libro de Waterfield me ha venido como anillo al dedo para tener una visión más ordenada y diáfana de estos años tan convulsos como fundamentales en la vida y obra del filósofo. Son años que, sin embargo, pasan un tanto desapercibidos, pues vienen tras sus obras más famosas y comentadas, República, Fedón, Banquete. Se supone que la teoría intrínsecamente platónica es la que se muestra en estas últimas, pero es en su madurez cuando Platón se deconstruyó, por usar un término filosófico de moda, a sí mismo e introdujo reformas ontológicas y políticas cruciales. Platón también es una nota a pie de página de sí mismo. El más filósofo de los filósofos fue también el más sofista de los sofistas y el más activista de los activistas. Ningún otro gran filósofo estuvo tan involucrado como él en la aplicación práctica de sus teorías. Mucho antes que Marx, y con más coraje que él, Platón evidenció en su vida que no había venido al mundo solo para interpretarlo sino también para transformarlo.

El libro de Waterfield es una lectura complementaria básica para leer los diálogos de Platón, ya que pocos filósofos han estado tan al tanto de la realidad que le rodeaba, filosófica y políticamente, como él. Por ejemplo, la reconsideración radical en Político de la visión utópica que plantea en República vino inmediatamente después de uno de los viajes que hizo a Siracusa para tratar de convertir al tirano dogmático en un gobernante ilustrado (siempre autoritario, claro. Si hay una palabra que le provocaba sarpullidos a Platón, esa era "democracia"). Hay que leer la crónica de Waterfield sobre lo que le aconteció en el reino de Dionisio II, una mezcla de Juego de tronos y El ala oeste de la Casa Blanca, para comprender las sutilezas filosóficas y literarias que Platón despliega con su inigualable talento artístico, una combinación del drama de Shakespeare con el hermetismo hermenéutico de Kafka, envuelta en la sofisticación literaria de ambos.

Platón, como también sucedió luego con Shakespeare y Kafka, amaba ocultarse a sí mismo. Jamás aparece como un personaje en sus propios diálogos y no es mencionado por fuentes oficiales atenienses. La misma cronología de sus obras es discutida, por no hablar de la interpretación de las mismas. Suponemos que expresaba sus ideas a través de sus personajes, pero ¿con cuáles de ellos se identificaba? No siempre con Sócrates, que de todos modos va cambiando de opinión a través de los diversos diálogos, y siempre envuelto en ese aire de ironía, a veces doble como también sucede de vez en cuando al arcoíris. En ese laberinto platónico, Waterfield resulta un guía extraordinario porque es capaz de vehiculizar su vasto conocimiento de la obra y vida de Platón de una manera tan clara como amena. En particular me han gustado sus traducciones de fragmentos de los diálogos, que suenan tan naturales y sencillos como debieron de serlo para un griego del siglo IV a. C. Al fin y cabo, dichas obras fueron escritas pensando en un público general, a diferencia de los escritos para los alumnos de su Academia que se han perdido.

Nada hay más de actualidad que leer a Platón. La frase anterior pudo haber sido escrita en cualquier época, aunque dependiendo de diversos motivos. Platón lo mismo te sirve para la ontología de las matemáticas (era un pitagórico) que para la estética del arte contemporáneo (tan olvidadizo de la Idea de Belleza). Para echar unas risas sobre el poliamor (véase a Alcibíades en El Banquete). Para lo que nos ocupa, por el declive de las democracias liberales y la emergencia de imperios liderados por tiranos aspirantes a filósofos-reyes. El libro de Waterfield es una extraordinaria introducción tanto a su vida como su obra, una biografía intelectual que ilumina sus ideas desde sus vivencias. Si, como decía Ortega y Gasset, cada hombres es él mismo y sus circunstancias, Waterfiel nos ha mostrado a Arístocles de Atenas, el hombre de carne y hueso que no vivía en un ideal mundo de abstracciones sino en esa caverna fascinante en la que se movió y que llenaba el espacio que iba de Atenas a Egipto y Siracusa. Si Platón nos animaba a salir de la caverna de la oscuridad de la ignorancia y salir al aire libre de las ideas puras, Waterfield, por el contrario, nos ayuda a entrar en el cuarto oscuro de las pasiones más íntimas y vivencias más intensas del hombre más decisivo de la historia del mundo. Porque todos somos discípulos, aunque estemos en sus antípodas filosóficas, de Platón, ya que fue el que trazó el marco de referencia del pensamiento y las coordenadas de cualquier travesía vivencial y filosófica. Podemos pensar a favor y en contra de Platón, pero jamás obviarlo. Por ello es tan necesario que conozcamos en profundidad al hombre tras la máscara, Arístocles de Atenas. Algo de lo que estamos más cerca tras la lectura del libro de Waterfield.

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