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Santiago Navajas

¿Pueden los científicos creer en Dios?

Desde Platón hasta Einstein, los científicos y filósofos que han creído de una u otra forma en la existencia de Dios resulta imbatible.

Desde Platón hasta Einstein, los científicos y filósofos que han creído de una u otra forma en la existencia de Dios resulta imbatible.
Cordon Press

"Pregunta. ¿Ciencia y Dios son incompatibles?". La obsesión en El País con Dios es digna de estudio. En cuanto se topan con un científico no solo le preguntan por Dios, venga o no a cuento, sino que el titular se lo dedican a lo que haya dicho sobre teología. Que es como si en una entrevista a un jugador de fútbol el titular fuese sobre cuál es su película favorita. Por ejemplo, con el descubridor del primer exoplaneta titularon: "No hay sitio para Dios en el universo". Parafraseando a Hamlet, podríamos responder a Michael Mayor, el físico laureado con el Nobel por los exoplanetas, que hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que han sido soñadas en su Física.

Respecto a la pregunta inicial, la neuróloga Carmen Estrada respondió, con esa contundencia que solo da la ignorancia pseudoilustrada combinada con la fe del carbonero, que "no pueden coexistir. Hay científicos que dicen que son creyentes, pero o no son creyentes o no son científicos". Con lo que de un plumazo elimina de la ecuación científica al 90 % de los Premios Nobel que eran creyentes en Dios en algún u otro sentido (véase la investigación de Baruch Aba Shalev de 2003 La religión de los premios Nobel). De los creyentes religiosos (teístas) a los creyentes filosóficos (deístas). En realidad, hay muchos más creyentes en el ateísmo entre los Nobeles de Literatura que entre los de Física. Lo que, como veremos, tiene su lógica porque es en Física donde se enfrenta la pregunta onto-teológica suprema: ¿por qué hay ser y no más bien nada?

La pregunta puede parecer absurda, pero solo si se plantea en un marco político liberal en el que las creencias, sean del tipo que sean, no son perseguidas por el poder político. No pasaba así en los regímenes comunistas, oficialmente ateos, que imponían la persecución e incluso el asesinato para los científicos que se atreviesen a declararse creyentes religiosos. En El nombre del infinito. Un relato verídico de misticismo religioso y creatividad matemática, Graham y Kantor narran el acoso hasta la muerte que sufrieron los matemáticos rusos que investigaban la noción de infinito a partir de sus intuiciones mítico-religiosas. Demasiado para los revolucionarios soviéticos que sostenían una versión del ateísmo que defendían que era científica y materialista. Para los marxista-leninistas, no solo la religión tenía que desaparecer por ser presuntamente el opio del pueblo, como defendieron Marx en Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, sino que también la ciencia que denominaban "burguesa" (es decir, el método hipotético-deductivo clásico) tenía que ser sustituido por la ciencia proletaria que seguiría los postulados del materialismo dialéctico de Engels.

Hay multitud de filósofos y científicos que no solo han compatibilizado sus creencias ontológicas y físicas, epistemológicas y éticas, con las religiosas sino que, en realidad, han hecho mucho más que eso, siendo el espíritu religioso y el incentivo divino los que les han hecho enfrentarse a los problemas específicos de su especialidad profesional. Desde Platón hasta Einstein, los científicos y filósofos que han creído de una u otra forma en la existencia de Dios resulta imbatible: Aristóteles, Averroes, Maimónides, Descartes, Kant, Spinoza, Gödel, Lemaître, Copérnico, Galileo, Newton, Mendel, Schrödinger, Wittgenstein, Heidegger. No les planteo a los ateos cerriles que lo superen, solo que intenten igualarlo.

El caso de Einstein es paradigmático. Aunque no profesaba ninguna religión, siendo étnica y culturalmente judío, negaba ser ateo porque era un creyente en el Dios de Spinoza, una concepción del universo animado por el espíritu divino. Alejado, por tanto, de una concepción cosmológica materialista y nihilista.

Los habituales ateos simplistas tienen un postureo de superioridad intelectual sobre los creyentes religiosos porque en los círculos progres es un síntoma de modernez. Algo así como estar a favor de la educación y la sanidad pública. Lo que sucede es que del mismo modo que en cuanto ganan suficiente dinero llevan a sus hijos a las escuelas privadas, en cuanto tienen un problema existencial grave, y su terapeuta freudiano-lacaniano-argentino los ha vuelto más locos y más pobres, se echan en brazos del primer sacerdote de la primera religión que les pilla más a mano.

En realidad, ser ateo es muy difícil, por lo que si uno es prudente y no sabe mucho de filosofía lo más prudente es declararse agnóstico, suspendiendo el juicio sobre la existencia o no de Dios, y dedicarse a cosas más fáciles, de la mecánica cuántica a pronosticar el campeón de la Champions. Ante un ateo con ínfulas de inquisidor laico hay que hacerle dos sencillas pero complejas preguntas: cómo explica el orden físico, por un lado, y la estructura moral, por otro, del mundo. John von Neumann (nacido judío, convertido al catolicismo para poder casarse, pero que en su lecho de muerte llamó a un sacerdote católico para confesarse) le explicó a su madre: "Probablemente tiene que haber un Dios. Muchas cosas son más fáciles de explicar si lo hay que si no lo hay". Von Neumann hace aquí una síntesis de la navaja de Occam y el argumento de Pascal sobre la racionalidad de la creencia en Dios. Defendía el matemático francés que era más racional creer que Dios existe porque si crees y no existe, no pierdes nada, mientras que si crees y existe, ganas mucho (teoría de juegos aplicada a las creencias metafísico-religiosas). Volvamos a las dos cuestiones ontológicas y éticas fundamentales: cómo es que hay orden físico en el universo y cómo es que hay un orden moral. Por supuesto, puede ser uno un nihilista y creer que tan bueno es ayudar a un ciego a cruzar la calle como empujarlo bajo un camión. No voy a discutir ahora la moralidad de la acción solidaria sobre la asesina, pero incluso la mayoría de los ateos estará de acuerdo en defender la primera. Ahora bien, ¿cómo el ateo justifica éticamente su solidaridad sin recurrir a la existencia de un dios que ha ordenado "no matarás"? Concedo que son posibles argumentaciones deontológicas sin necesidad de recurrir a dios, pero también es cierto que la mayor parte de los ateos no han oído hablar de Kant en su vida, el cual por cierto, era tanto teísta como deísta.

Acaba de publicar Cambridge University Press, una de las editoriales universitarias más prestigiosas del mundo, el libro Knowledge and God sobre la posibilidad del conocimiento de Dios. A lo largo de la historia, hay buenas demostraciones de la existencia de Dios, de Aristóteles a Gödel pasando por Descartes y Hegel. Por supuesto, cabe discutirlas, pero lo que es de recibo intelectual es que ateos dogmáticos las ignoren como si no fuesen relevantes. Hay un cierto tipo de ateísmo, el condescendiente hacia las creencias religiosas y teológicas, que no es más que infatuación y un secreto temor a no poder fundamentar una moral y una política tan consensuada como frágil. Muchos ateos y agnósticos en el terreno de la ciencia son simplemente pasotas epistemológicos e incompetentes ontólogos. Eso en el mejor de los casos, porque en el peor confunden la ontología con la odontología.

De todo lo anterior no se sigue que el ateísmo sea absurdo. De hecho, soy ateo. Pero es peor que absurdo, irracional por limitado, reduccionista y, en el fondo, intolerante, sostener que hay una incompatibilidad entre ser científico y tener creencias religiosas y teológicas. Wittgenstein, un creyente místico de un modo sui generis, decía que de lo que no se puede hablar, mejor es callar. Lo que en su sentido más sencillo obliga a que los científicos, tan dados a callar la boca a los que no son expertos en su campo, cierren la suya sobre lo que no saben y no quieren entender. Dios es demasiado importante para dejar que los obispos se lo apropien y los científicos lo rechacen.

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