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Santiago Navajas

Para los progres, Jerry Seinfeld ya no es gracioso

Malos tiempos para los judíos que no se pliegan a los dogmas políticamente correctos del wokismo antisemita.

Malos tiempos para los judíos que no se pliegan a los dogmas políticamente correctos del wokismo antisemita.
Jerry Seinfeld. | Archivo

En los años 90 las dos series de televisión por antonomasia eran Friends y Seinfeld. Ambas transcurrían en los típicos apartamentos neoyorquinos con cocina americana y ambas trataban de las relaciones entre grupos de amigos que dirimían sus diferencias de carácter mediante el humor. Friends era de un humor más blanco y con protagonistas guapos, y Seinfeld, más sardónico y con protagonistas, bueno, no tan guapos. A los conservadores les encantaba Friends por el glamour de sus personajes; a los progresistas, Seinfeld, por sus bromas intelectuales. Sin embargo, los progres han puesto recientemente al cómico Jerry Seinfeld en su lista negra. Malos tiempos para los judíos que no se pliegan a los dogmas políticamente correctos del wokismo antisemita.

Hace una semana, Jerry Seinfeld dio el discurso de graduación en la Universidad de Duke que fue un prodigio de inteligencia, prudencia y buenos consejos, alejados tanto del buenismo infantiloide como de la condescendencia paternalista. Un discurso que no pudo ser disfrutado por un grupo de estudiantes (30 de 70.000, pocos dirán, pero desde Lenin y Trotski sabemos que una minoría organizada y sectaria puede vandalizar a una mayoría desorganizada y tolerante) que ostensiblemente se levantaron para ignorar al cómico. ¿Qué tenían contra el humorista judío? Que decían ser partidarios de Palestina. Que es como declararse fan del País Vasco ondeando una ikurriña y la foto de Otegi. Con alguno ondeando como quien no quiere la cosa una serpiente enroscada en un hacha. En realidad, estos estudiantes con sus protestas muestran la típica intolerancia de los sectarios en su cruzada contra el humor. Hamás pone las balas y las violaciones, los estudiantes de Harvard, Duke, Yale, Madrid... las justificaciones y los cánticos (cuando cantan "Palestina Libre" quieren decir orwellianamente "Gora Hamás").

Como si se hubiese olido la tostada, Seinfeld les alabó el sentido de la justicia y les recriminó los modos inquisitoriales:

Admiro totalmente las ambiciones de tu generación por crear una sociedad más justa e integradora. También me parece maravilloso que os preocupéis tanto por no herir los sentimientos de los demás y unas maneras en que todos lo hacemos. Lo que tengo que decirte como comediante: no pierdas el sentido del humor. No puedes tener ni idea en este momento de tu vida de lo mucho que lo vas a necesitar para salir adelante. La vida no tiene suficiente sentido como para que puedas sobrevivir a ella sin humor.

Pero lo que de verdad les ha dolido a los progres de Jerry Seinfeld no es que sea judío y, por tanto, ser sospechoso de apoyar a Israel. Lo que les ha sacado de quicio es que ha rechazado en varias entrevistas el paradigma "woke" que lleva a la cháchara de género, el racismo antiblanco, el hembrismo andrófobo y, en general, la cultura de la cancelación contra la Ilustración. Esta izquierda reaccionaria que lleva a hablar contra el esfuerzo, la excelencia y el patriotismo, valores que una vez fueron considerando transversales a izquierda y derecha, pero de los que abomina hoy el habitual progre, que es al progresismo lo que el autodenominado "profe" a profesor. Imaginen el horror que habrá sentido el pedagogo progre de guardia que hace leyes como la LOGSE ayer y hoy la LOMLOE al escuchar a Seinfeld decirles a los jóvenes estudiantes de Duke y el mundo:

Te daré mis tres verdaderas claves de la vida. Sin bromas en esta parte, ¿vale? Son la número uno. Rómpete el culo. Número dos. Presta atención. Número tres. Enamórate.

Lo que viene a decir Seinfeld es que solo hay un camino a la vida auténtica: el ahorro, el trabajo duro, la perspectiva inteligente y el establecimiento de relaciones afectivas significativas. O dicho de otro modo, en contra de la plaga de la autoayuda y los "pensamientos positivos", centrarse más en el exterior que en la introspección, en la construcción de un mundo que en la deconstrucción del sujeto. No hay mejor terapia que la recomendación de Seinfeld de romperse el culo, es decir, renunciar a la satisfacción inmediata de los impulsos primarios, buscando la gratificación por otras vías menos directas, más acordes con las condiciones y limitaciones que impone las circunstancias sociales. Todo esta cultura del esfuerzo y la excelencia está en las antípodas del victimismo y la antimeritocracia que anega el mundillo progre, ese paraíso del neuroticismo psicológico, el resentimiento vital y la debacle político-social.

¿Qué ha sucedido para que el cómico idolatrado por la izquierda ahora sea criticado por hacer bromas? Que los progres se han vuelto puritanos, intolerantes y sin sentido del humor. En el faro de la progresía, The Guardian, el mismo periódico que patrocina el alarmismo climático, dos recientes artículos de Stuart Heritage y Arwa Mahdawi critican a Seinfeld porque se ha atrevido a decir lo que Chesterton nos advirtió que llegaría a ser considerado una herejía: que la hierba es verde. O más literalmente, que la extrema izquierda está tratando de matar la comedia y que el hembrismo ha iniciado una cruzada contra los hombres bajo la excusa de deconstruir la "masculinidad".

En el fondo, de lo que se trata es de la mutación que está sucediendo en la izquierda desde una cultura de la libertad (rozando el libertinaje) a una cultura de la conformidad (entrando de lleno en lo dogmático). Por otro lado, mientras que antes la izquierda se orientaba al debate, ahora ha virado hacia la persecución de expresiones que considera peligrosas o simplemente ofensivas. En esta pinza de conformidad y evitación de lo supuestamente ofensivo, no hay lugar para el humor, salvo el domesticado, ni para la crítica, exceptuando la banal. Malos tiempos para la lírica, el pensamiento y, claro, el humor.

Visto hoy día, los conservadores siguen disfrutando de las bromas de Friends, pero los progres no podrían volver a Seinfeld sin avergonzarse de las bromas sobre mujeres. Pero eso no dice nada malo de la serie, que no se ha movido de su sitio, sino de los progres, que han convertido la susceptibilidad espuria y el puritanismo moral en la marca de la casa. La verdad es que tanto Friends como Seinfeld no me entusiasmaban mucho por esa costumbre de los programas televisivos norteamericanos de las risas enlatadas. He comprobado que cuanto más se ríen, menos gracias tienen las bromas. Y que hay risas cada treinta segundos. Internet es una maravilla, las plataformas televisivas donde ver series como Friends (Max) y Seinfeld (Netflix) son fantásticas, pero, vaya, no han habilitado la posibilidad de ver estas series eliminando las malditas risas enlatadas. Igual si pudiéramos hacerlo descubriríamos que bajo la apariencia de comedia se esconde un cúmulo de desgraciados sin gracia en una ciudad alienante que los pone al borde del ataque de nervios y al filo de la miseria. Quizás sea por eso mismo.

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