44 minutos y 40,3 kilómetros separan Ceuta y Tetuán. Los minutos sin contar con las colas en la frontera, en las que tranquilamente te puedes tragar cinco horas de bocinazos, perros olfateando tus asientos a la búsqueda de alijos de droga y/o dinero y una mezcla entre cansancio y altanería por parte de la policía. A los ceutíes a veces se les escapa que están en Europa, y espiritualmente lo están aunque en tierra africana.
Porque más allá de los minutos y los kilómetros, lo que separa a Ceuta y Tetuán es una distancia civilizatoria. Un paseo por la antigua ciudad española, en la que Mariano Bertuchi es mucho más conocido que en su Granada natal, y salta a la vista que los marroquíes están secuestrados por una triple casta, la política, la religiosa y la comercial. Y eso que seguramente es el más adelantado de los países islámicos. El palacio real, uno de tantos, del multimillonario Mohamed VI, flanquea un mercado laberíntico de gentes pobres y humildes, plagado de mezquitas de las que salen, tras los preceptivos cinco rezos diarios, muchos hombres y pocas mujeres. Estas, casi siempre veladas de los pies a la coronilla, trabajan poco, solo las más humildes, porque se prefiere que estén en la casa que en la calle. Por eso entran a hurtadillas y por puertas secundarias en las mezquitas, donde las estabulan en el más apartado lugar. El regateo en los comercios queda en manos de hombres que con la mejor de sus sonrisas falsas tratan de engañarte en precio y calidad. A los turistas del exotismo impostado les divierte el tira y afloja —ofrecer un tercio para terminar pagando la mitad— pero es una práctica que crea inseguridad, desconfianza y, por tanto, hace disminuir el flujo comercial. En suma, un país cuyas castas políticas, religiosas y económicas ejercen unas prácticas que discriminan a la mitad de la población por el hecho de ser mujeres, esquilma a los más vulnerables bajo la coartada religiosa e implanta una política comercial basada en la picaresca. Una receta para no salir jamás del subdesarrollo político, religioso y económico. Es en este contexto de falta de perspectivas económicas, sumisión religiosa e irrelevancia política que hay que contemplar el asalto de magrebíes a las fronteras europeas, teniendo en cuenta que los que vengan no son tablas rasas, sino hombres y (algunas) mujeres a los que han obligado a vivir como siervos una casta extractiva y a la que hay que reconvertir en ciudadanos democráticos. La dificultad de la tarea se muestra en que no lo hemos conseguido con gran parte de los propios españoles después de cincuenta años de democracia.
Por esto Sánchez da la razón ahora a Vox, a Le Pen, a Meloni, a Orban, a Trump, y se alinea con los "cambios de opinión" sobre la inmigración que han hecho otros socialdemócratas como Trudeau en Canadá y Scholz en Alemania. A la fuerza ahorcan. Bienvenido a la racionalidad y al principio de realidad. Nada nuevo de todos modos. Obama se convirtió en el "deportador en jefe" con más devoluciones de inmigrantes de toda la historia estadounidense. Si lo mismo hubiese hecho Trump lo tildarían de genocida los mismos que aplauden a Obama por ser un estadista.
La cuestión es por qué Sánchez ha dado este nuevo volantazo ideológico que, a diferencia de la amnistía y Puigdemont, no le va a servir para mantenerse en el poder. Para ello hemos de conocer, además del contexto socio-cultural, algo de la microhistoria íntima de Ceuta, la plaza española (todavía) donde no estamos jugando nuestro ser como nación y como Estado de derecho, tan acuciante sino más que en Cataluña aunque sin tantos focos de medios. Para comprender a Sánchez tenemos que saber quiénes son Abderramán, Abdelnasir, Abdelasil y Juan Jesús Vivas.
Abderramán, Abdelnasir y Abdelasil podrían ser descendientes de Abenamar –el moro de la morería que por haber nacido bajo grandes señales, la mar estaba en calma y la luna estaba crecida, no debía decir mentira– por lo que podemos confiar en su palabra. Relatan los tres adolescentes cómo tomaron conjuntamente un taxi desde Tetuán hasta Castillejos, se embutieron en un neopreno y se adosaron unas aletas y a nadar hacia Ceuta. A veces, son los mismos militares marroquíes los que les venden los neoprenos para posteriormente detenerlos en la frontera, pegarles y despojarles de los trajes para así volver a venderlos. Duermen en las calles ceutíes por miedo a que presentándose ante la policía o los sanitarios serían deportados.
Juan Jesús Vivas es el presidente autonómico más importante de España, junto a Juan José Imbroda. Sin embargo, pocos son los españoles que podrían decir qué comunidades dirigen. Vivimos en un país en el que para hacerse famoso hace falta dar golpes de Estado, mientras que si estás sentado sobre un polvorín por la culpa de otros ni conocen tu rostro. Vivas e Imbroda son los presidentes de Ceuta y Melilla, ciudades autónomas. Ceuta fue durante un tiempo de la provincia de Cádiz y sus facultades están adscritas a la Universidad de Granada. Es tan andaluza de espíritu como puedan serlo Sevilla y Almería, sin embargo, el paraguas de la comunidad andaluza no las protege y tienen que lidiar, pequeñas y aisladas de la península, contra la inmigración ilegal, los prejuicios geográficos y la ignorancia histórica. Pedro Sánchez no se digna hablar con Vivas desde 2022 y, por supuesto, no tiene ni idea de quiénes son Abderramán, Abdelnasir y Abdelasil.
La medina de Tetuán es, como decía, un laberinto verdiblanco en el que se venden chilabas a 30 euros, alfombras bereberes a 250 y todo tipo de derivados del aceite de argán. Las mujeres del Rif con sus sombreros de borlas de colores venden queso blanco y pan recién horneado y en las carnicerías las cabezas despellejadas de corderos atraen a moscas iridiscentes. Las llamadas al rezo desde los minaretes sobre las doce del mediodía hace que muchos hombres se dirijan al rezo, no tantas mujeres porque se dicta que su puesto está en la cocina y cuidando de los críos. De todos modos, tienen una puerta lateral para ellas y un pequeño espacio cerrado y periférico para no molestar el rezo de los hombres. Uno de los factores decisivos en el atraso de las sociedades islámicas es la minusvaloración de las mujeres, lo que implica dejar fuera del capital humano a la mitad de la población. Casi todas van con un velo por las calles, lo que es un reflejo del tradicionalismo y machismo latente, solo desafiado por unas valientes que se atreven a ir con el cabello rebeldemente al aire y sin vestimentas que ocultan su figura emparedadas en una especie de tonel andante. Los chavales marroquíes, enfundados en camisetas del Real Madrid, del Barcelona e incluso de la selección española, sueñan con el trabajo, la prosperidad y también, por qué no, con la libertad que ven desarrollarse en España (24, 8,07, puesto y calificación en el Índice de Democracia de The Economist) y que les falta en su país (93, 5,04). Los jóvenes marroquíes ven que la vida se les escapa en ese pozo de mediocridad, corrupción y retraso que es su país, pero en lugar de luchar por mejorarlo, lo que les llevaría a tener que enfrentarse a Mohamed VI en cuanto que líder supremo político y religioso de un país que considera su cortijo particular, viajan al supuesto paraíso de que vende la Liga y Tiktok.
Vivas, a pesar de todo, es optimista. Tras hablar con la ministra Robles y el ministro Marlaska confiaba en que Pedro Sánchez tomara medidas para frenar el asalto continuo a Ceuta por parte de adolescentes, a razón de veinte al día. Y aunque no es sorprendente que Sánchez cambie de opinión, sí que lo es que el cambio de orientación sea para mejor, pensando en el bien común y a la contra de lo que defienden sus aliados de la ultraizquierda en el gobierno. En un artículo anterior, me referí al problema de la integración. Pero comenté que había otro relacionado, el de la inmigración irregular. Según los progres, la inmigración no se debe regular siendo la propuesta opuesta poco menos que "fascista" Pero entre abrir las fronteras indiscriminadamente, insostenible y peligroso, y cerrarlas a cal y canto, insostenible y racista, hay una tercera vía de regulación y visados.
Una aclaración sobre el tema de la inmigración. Esta es fundamental para el desarrollo económico de España, desde los futbolistas a los médicos pasando por cuidadores de personas ancianas o jornaleros del campo. Por tanto, es hipócrita y absurdo recordar que en España el paro es muy alto por lo que los trabajos deberían ir primero a los españoles. Que es como pedir que el Real Madrid despida a la mitad de su plantilla para que alinee únicamente a nacidos entre Leganés y El Escorial. Una vez que tenemos claro que la inmigración es positiva como fenómeno, hemos de establecer cómo regularlo para que sea lo más positiva para todas las partes. Por ejemplo, La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) sostiene que los ‘negocios étnicos’ y el espíritu emprendedor de los migrantes contribuyen al crecimiento económico. Claro que habrá conflictos, como en el caso de los italianos en EE. UU., ya que no es igual la influencia de Al Capone que la de Martin Scorsese. Como resultado neto es innegable que los negocios étnicos italoamericanos ha sido positivos para los EE. UU. Pero ello solo se puede conseguir eliminando de raíz la inmigración ilegal y potenciando los visados selectivos acompañados de un gasto público que no sea gasto sino inversión. Todo esto le ha explotado en la cabeza finalmente a Pedro Sánchez que, aunque testarudo y tramposo, ha sabido reconocer que el problema africano no cabe afrontarlo como el catalanista regalando prebendas, amnistías y esperanzas de un próximo referéndum, sino con firmeza en las medidas, inteligencia en la estrategia y una combinación no frecuente entre solidaridad y eficiencia.
Como coda, un pronóstico. Contra la paranoia de los que postulan que hay un plan para sustituir el cristianismo por el islamismo en Europa, creo que se producirá en Europa una revitalización del Islam asumiendo los postulados ilustrados occidentales, lo que hará que sean los países actualmente islámicos los que se occidentalicen. Para ello no hay que confiar en una dinámica historicista, sino ayudar, por ejemplo, a las mujeres musulmanes que abren en París y Berlín mezquitas "feministas", además de denunciar a los que blanquean las dictaduras islamistas, de Guardiola a Cristiano Ronaldo.