La infamia es un hecho moral, y, por ello, humano. Félix Salten, autor de Bambi (del italiano bambino) hace que el tierno corzo (o cervatillo, según las traducciones) pregunte a su madre: "¿Qué es la infamia?". Y la corza madre le responde: "No sé." Y así es. Los animales no pueden ser infames. Un león no perpetra una infamia cuando caza a un búfalo o a una gacela. Sólo los hombres (y las mujeres) podemos ser infames.
Por eso, toda historia universal de la infamia es estrictamente humana, sea la de Jorge Luis Borges o la de Michel Foucault, que estudió algunas vidas infames, como conducta individual o considerada como pena social[i] en una doble y clamorosa significación. En el caso de Borges, que se centra en las conductas personales, su "universalidad" estriba en narrarla en varias civilizaciones. No es exhaustiva, pero es eficaz.
Si se quiere conocer literariamente a Borges, del que se han cumplido 125 años de su nacimiento el pasado agosto, uno de los libros que debe leerse forzosamente es su Historia universal de la infamia (1935). No es más que el primer Borges, cierto, pero está en él todo Borges, incluso el poeta.