Menú
Alicia Delibes

"Luces y sombras" de un dictador

La dictadura de Fidel Castro debería servir para vacunarnos contra todo mesías revolucionario que venda utopías irrealizables.

George Orwell, seudónimo con el que siempre firmó sus libros Eric Blair, terminó de escribir Rebelión en la granja a finales de 1943. Como recordará el lector, esta fábula de Orwell cuenta cómo los animales de la granja de los Jones preparan una sublevación contra la tiranía de los dueños para hacerse con la propiedad. Una vez tomado el poder, los cerdos, dirigidos por el más fuerte de ellos, Napoleón, se hacen con el dominio de las bestias rebeldes y empiezan a gobernar la granja ejerciendo un poder que acaba siendo mucho más tiránico que el del indolente señor Jones.

El libro fue rechazado por cuatro editoriales antes de ser publicado en agosto de 1945 por Secker & Warburg. El propio Orwell dio a conocer un extracto de la carta que recibió de un editor que, tras consultar con el Ministerio de Información, decidió no publicar el libro:

Si la fábula tratase de los dictadores y las dictaduras en general no habría problemas para su publicación, pero, tal como lo veo ahora, sigue de un modo tan exacto el progreso de los rusos soviéticos y de sus dos dictadores que solo puede aplicarse a Rusia y no a las demás dictaduras. Resultaría menos ofensivo si la casta dominante en la fábula no fuesen los cerdos. Creo que la elección de los cerdos como casta dominante ofenderá sin duda a mucha gente, y en particular a cualquiera que sea un poco susceptible, como sin duda lo son los rusos.

Aquellas dificultades que tuvo la edición del libro inspiraron a Orwell un texto, "La libertad de prensa", que apareció en 1971 entre los papeles de la editorial que finalmente publicó dicho libro. A partir de entonces, "La libertad de prensa" figura como prólogo de las incontables ediciones que se han hecho de Rebelión en la granja.

En ese prólogo Orwell relata los avatares de su parodia de la revolución bolchevique y ataca duramente a los intelectuales y periodistas de los primeros años cuarenta por su corrección política, por la autocensura que se imponen y por su cobardía al no querer decir aquello que está mal visto o que la mayoría de la gente prefiere no oír.

En este país la cobardía intelectual es el peor enemigo al que tiene que enfrentarse un escritor o periodista. Lo siniestro de la censura literaria en Inglaterra es que en su mayor parte es voluntaria. Las ideas impopulares pueden silenciarse, y los hechos inconvenientes mantenerse en la oscuridad, sin necesidad de prohibición oficial.

La rebelión de los animales de la granja, su posterior entrega al poder absoluto del desaprensivo jefe de los cerdos y la filosofía política con la que éste reina sobre todos ellos, era una parodia extraordinaria de la revolución bolchevique como también podría serlo de la revolución cubana y de su líder, Fidel Castro.

No parece inocente la intención de Raúl Castro al hacer desfilar a miles de cubanos ante la fotografía del líder de la vieja revolución en vez de hacerlo ante el féretro del cadáver del dictador. Quienes pretenden heredar su poder necesitan hacer olvidar a los cubanos que las viejas promesas de libertad, igualdad y justicia social se tornaron en esclavitud, pobreza y tiranía cuando el dictador se sintió firmemente asentado en el poder. Por eso quieren transmitir el mensaje de que la revolución no ha muerto, de que Fidel sigue, como becerro de oro, dirigiendo a su pueblo.

En España, la reacción de los medios de comunicación ante el fallecimiento del tirano de Cuba ha sido asombrosamente parecida a la que, según Orwell, tenían los ingleses en aquellos años cuarenta. Natural era que el líder español del socialismo del siglo XXI, Pablo Iglesias, hablara de las "luces y sombras" de Fidel. Natural es que Alberto Garzón y demás comunistas quisieran rendir homenaje al viejo camarada. Pero ¿y el resto? ¿Cómo es posible que desde tantos periódicos y medios de comunicación se haya hablado de luces y sombras para calificar la dictadura comunista de Cuba? ¿Cómo es posible que, según algunos, la educación sea una de esas luces del gobierno de Fidel, cuando es de sobra sabido, o debería serlo, que todo proyecto totalitario comienza por apoderarse de la educación? ¿No vio todo el mundo la transformación en fiel soldado de Fidel de aquel pequeño Eliancito que perdió a su madre al naufragar en las costas de Florida cuando huía de la tiranía?

La dictadura de Fidel Castro debería servir para vacunarnos contra todo mesías revolucionario que venda utopías irrealizables, que pretenda hacer de este imperfecto mundo un paraíso terrenal. Pero para eso hace falta que se diga siempre la verdad. El respeto a la verdad debería ser el principio irrenunciable de los intelectuales, de los políticos, de los medios de comunicación, de los maestros, de los profesores y de todos aquellos que, de una manera u otra, tienen influencia sobre la opinión de la gente.

La verdad es que sólo sombras pueden verse en los cincuenta y ocho años de gobierno de un dictador que deja un país arruinado, miles de personas fusiladas, más de dos millones de exiliados y una sociedad sin ilusión por el futuro.

Temas

0
comentarios