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Jorge Soley

El Papa y el Gran Imán en Al Azhar

En cuestiones de comunicación, poco importan nuestras intenciones: lo que queda es la impresión causada en los receptores.

En cuestiones de comunicación, poco importan nuestras intenciones: lo que queda es la impresión causada en los receptores.
EFE

A menudo, cuando analizamos los grandes gestos o discursos, nos quedamos en la visión de una de las partes, sin atender en el impacto producido en la otra. Por ejemplo, sabemos bien lo que supuso el discurso de Obama en El Cairo y cómo influyó en el nuevo rumbo que tomó la política exterior estadounidense, pero hemos dedicado poca atención a la recepción del mismo dentro del mundo islámico. ¿Cuáles fueron las reacciones? ¿Cómo fue percibido? ¿Como muestra de sabiduría y comprensión o como confesión de debilidad?

Otro tanto podemos decir de la reciente visita del Papa a Al Azhar. Sabemos bien, porque los medios han informado abundantemente, lo que dijo el Papa, cuál era su intención y el mensaje que quería lanzar. Pero ¿cómo ha sido acogido por aquellos a quienes iba dirigido?

Una primera puntualización es necesaria. Aunque cuando los líderes internacionales visitan Al Azhar parecen dar a entender que se están dirigiendo al Islam en su conjunto, hay que tener en cuenta que la mayoría de los musulmanes no se siente representada por la llamada Universidad Al Azhar (la denominación de universidad es otra libertad que nos tomamos, pues lo cierto es que se trata de un centro de formación de imanes, muy alejado de nuestra idea de lo que es una universidad). El mundo musulmán es enorme y está, siempre lo ha estado, muy fragmentado. Cualquier referencia a un papa del Islam, a un interlocutor único, es sencillamente falsa.

En cualquier caso, sí podemos afirmar que las palabras del Papa iban dirigidas, como mínimo, al gran imán Ahmad al Tayib, la máxima autoridad de Al Azhar. Vale la pena detenerse en las palabras que éste dirigió al Papa el pasado 28 de abril durante el encuentro que allí tuvo lugar.

En su discurso, encontramos los siguientes elementos:

– Un llamamiento a trabajar por la paz, que Al Tayib vincula a los refugiados y a las muertes de quienes intentan llegar a Europa cruzando el Mediterráneo. Se habla de "los cuerpos y restos humanos en las playas" y se califica esta situación como una "tragedia humana sin precedentes a lo largo de la historia humana". Llama la atención que Al Tayib no haga ni una referencia al terror y la guerra desatados por el Estado Islámico, el Frente al Nusra o cualquier otro grupo islamista. A la hora de luchar por la paz, se centra en el drama de los refugiados, sin mencionar la guerra que provoca precisamente ese éxodo. Resulta realmente curioso. Como también resulta chocante la calificación de "tragedia sin precedentes en la historia de la humanidad". Parece que en Al Azhar no han leído acerca de la Shoá, ni del Gulag, ni del genocidio cometido por Turquía sobre los armenios ni… La lista de precedentes para esta "tragedia sin precedentes" es tan larga que, por desgracia, llenaría páginas y más páginas.

– Sigue el discurso de Al Tayib identificando al culpable de estas tragedias:

Es el comercio y el marketing de armas lo que asegura la continua operación de las plantas de la muerte y el extraordinario enriquecimiento resultante de acuerdos sospechosos apoyados por insensatas resoluciones internacionales.

Al Tayib reconoce la existencia de tensiones religiosas, raciales y sectarias, pero éstas parecen ser inocuas y solo se inflaman y provocan situaciones negativas por culpa de los malvados traficantes de armas. No se trata de negar responsabilidades, pero cargar todas las culpas en el comercio de armas, presentando a los grupos yihadistas como exaltados a quienes los traficantes han excitado (de otro modo estarían tranquilitos, porque en el fondo son buenos chicos), es cuando menos una visión sesgada y poco creíble de los conflictos que azotan la región.

– Continúa el discurso con una crítica a la modernidad, que promete paz y progreso pero que fracasa debido a que da la espalda a Alá. La "única solución es restaurar el conocimiento de la religión revelada por el cielo". Resulta obvio y previsible, pero es interesante notar que Al Tayib no habla en plural de religiones, ni siquiera habla de quienes son religiosos o de quienes creen en Alá, sino de la "religión revelada por el cielo", que en su boca es el islam, que nos revela la sharia, la ley islámica que debe regular hasta el último detalle de la vida de los hombres y que es, en su opinión, la única solución. Cualquier otra solución, incluyendo la propuesta por el Papa (que, obviamente, no considera la extensión universal de la sharia), no es más que un impotente intento condenado al fracaso.

– Sigue el discurso con una cita del Corán, la sura 17:70, que parece afirmar el respeto por todas las personas. Al Tayib afirma que el Corán "declara simplemente" que

es cierto que hemos honrado a los hijos de Adam. Los llevamos por la tierra y por el mar, les damos cosas buenas como provisión y les hemos favorecido con gran preferencia por encima de muchas de las criaturas.

El problema es que también "declara simplemente" la sura 8:12: "Infundiré el terror en los corazones de quienes no crean. ¡Cortadles del cuello, pegadles en todos los dedos!"; o la 2:191: "Matadlos donde quiera que los encontréis y expulsadlos de donde os hayan expulsado. La oposición [a vuestra creencia] es más grave que matar"; o la 9:5: "Y cuando hayan pasado los meses inviolables, matad a los asociadores dondequiera que los halléis. Capturadlos, sitiadlos y tendedles toda clase de emboscadas".

Pero claro, esta parte no es mencionada por Al Tayib, a pesar de que sabe perfectamente que existe y que está, como no podría ser de otro modo, plenamente vigente.

– En el último bloque del discurso, Al Tayib proclama y argumenta que el islam no tiene nada que ver con el terrorismo y la violencia. Como no puede negar que el islam ha recurrido a estos medios desde el propio Mahoma, basa su argumentación en que el cristianismo no es una religión de terrorismo porque hayan existido cruzados ni el judaísmo porque haya judíos que hayan ocupado las tierras de los palestinos y expulsado de ellas a quienes "tienen los derechos originales sobre esta tierra". La endeblez del argumento salta a la vista: no es lo mismo los excesos y desviaciones que no encuentran justificación en los textos sagrados de cada religión, que acciones que encuentran su justificación en el cumplimiento estricto de lo que ordena un texto sagrado. El comentario sobre Israel es, además, claramente sesgado: incluso si alguien considera una injusticia la creación del Estado de Israel o los resultados de la guerra de 1967, no es lo mismo una invasión militar y posterior ocupación, por muy injusta y atroz que la considere, que un acto estrictamente terrorista, como la bomba del aeropuerto de Bruselas o el camión de Niza. Amalgamar estos actos de naturaleza diversa es una trampa y un ataque a la lógica. Sobre lo de los derechos originales a la tierra habría también mucho que hablar (¿sabe Al Tayib quiénes eran los poseedores de esas tierras hace más de 2.000 años?).

– El discurso, antes de acabar con las habituales proclamas de buena voluntad, llamadas a la cooperación y al diálogo y el compromiso con los más débiles de rigor, se dirige, y es la única ocasión en que lo hace explícitamente, al Papa para agradecerle "su declaración en apoyo de la verdad y defensa del islam contra las acusaciones de violencia y terrorismo".

Como señalábamos al principio, resulta legítimo preguntarse por la visión de la mayoría de los musulmanes sobre el encuentro. De igual modo que los cristianos sabemos más o menos lo que dijo el Papa, si no por haber leído su discurso, al menos por los titulares de la prensa, pero casi nadie se ha tomado la molestia de analizar lo que dijo el gran Imán Al Tayib, a la mayoría de los musulmanes les ocurre exactamente al contrario.

¿Y qué han sacado en claro del encuentro entre el Papa y el gran Imán Al Tayib?

Básicamente, la versión del imán de Al Azhar: que los musulmanes son inocentes. Que los culpables son los países occidentales que producen y trafican con armas. Que la única solución para el mundo pasa por abrazar el islam y someterse a Alá a través de la sharia. Que quienes tildan de violento o terrorista al islam no solo están equivocados, sino que son unos hipócritas. Y que el Papa, el jefe de los cristianos, está de acuerdo.

Sí, ya sé que todo esto es un enorme disparate, pero es lo que la inmensa mayoría de los musulmanes piensa. En cuestiones de comunicación, poco importan nuestras intenciones: lo que queda es la impresión causada en los receptores.

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