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Leandro Fleischer

La alegría es solo kirchnerista

Los kirchneristas han exhibido algo que nadie, aunque lo intente, puede lograr: festejan los rotundos fracasos sin que se les mueva una pestaña.

Los kirchneristas han exhibido algo que nadie, aunque lo intente, puede lograr: festejan los rotundos fracasos sin que se les mueva una pestaña.
Alberto Fernández y Cristina Kirchner. | EFE

Hay una frase muy popular en Argentina tomada de una canción del famoso músico Charly García que expresa: "La alegría no es solo brasilera". Se refiere, claramente, a la felicidad que suelen expresar los brasileños en general con bailes y cantos. Sí, sin dudas, es un pueblo extrovertido y alegre. Sinceramente, lo envidio y admiro. Sin embargo, se ha topado con un contrincante en el vecino del sur que los ha superado: me refiero al kirchnerismo.

Los kirchneristas han exhibido una vez más una virtud impresionante, algo que nadie, aunque lo intente, puede lograr: festejan los rotundos fracasos sin que se les mueva una pestaña. Es una habilidad que pocos tienen, pero nadie lo hace como ellos; nadie puede practicar este deporte con tanto descaro. Generalmente, la vergüenza es algo que detiene a la mayoría de los seres, pero los kirchneristas, aparentemente, no saben lo que la vergüenza significa. Sin duda alguna, merecerían un premio por ello.

Todos saben, incluso los partidarios del kirchnerismo, que Argentina no está gobernada por Alberto Fernández, quien solo en los papeles es el presidente del país. En realidad, la que maneja los hilos –sí, también los de la marioneta conocida como Albertítere– es Cristina Kirchner, su vice (énfasis en las cursivas). Se trata de una mujer que sigue dominando en las esferas más altas del poder, porque ya vimos lo que sucedió con quien se animó a enfrentarla seriamente, como el fiscal Alberto Nisman: murió asesinado misteriosamente en su departamento. Pero ya se escribió mucho, demasiado sobre ese asunto. Y así como la causa AMIA que él investigaba, su asesinato quedó impune y no hay ningún detenido ni acusado. Todo quedó en los papeles, como la presidencia de Alberto.

En fin, volvamos al kirchnerismo. ¡Pero qué gente feliz! ¡Cuán extrovertida y cuánta autoestima tiene esa gente! Ahí tienen, los brasileños, para que aprendan, señores. ¿Se hubiera animado la torcida brasilera a festejar la derrota por 7 a 1 en la semifinal del Mundial 2014? Bueno, el kirchnerismo hubiera hecho un gran festejo con fuegos artificiales y una multitud de gente coreando los nombres del portero y los defensas. Es más, también se hubieran burlado de los rivales de una forma agresiva y sarcástica.

Los argentinos sufrieron la cuarentena más larga del mundo, ya que un mes después de que la pandemia llegara al país Alberto dijo: "Prefiero tener un 10% más de pobres y no 100.000 muertos". Sin embargo, el país del tango también es hoy uno de los países del covid-19; la cantidad de fallecidos se está acercando a los 100.000 y la economía está absolutamente destruida. Está en el puesto 7 del índice de miseria, pero bueno, detrás de países prósperos como Venezuela, Sudán, Zimbabue, Líbano, Surinam y Libia. Un gran logro, claro. ¡A festejar se ha dicho! Supuestamente, Alberto (o Cristina, ya no sé) eligió "la salud por encima de la economía", pero en Argentina no hay ninguna de las cosas. Mientras tanto, la celebración en el oficialismo continúa.

Luego llegó el asunto de las vacunas. Por algún motivo, tal vez por un pedido de soborno, tal vez por una logística inaceptable, tal vez por ambas (aún no está claro el tema), no se pudieron comprar las dosis de Pfizer, la farmacéutica que había hecho pruebas en el país. Por lo tanto, el Gobierno acordó con los rusos y después con los chinos. Todas las negociaciones y las adquisiciones son manejadas por las autoridades, las cuales decidieron monopolizar forzosamente las vacunas para que no haya desigualdad, claro. No vaya a ser cosa que los privados compren dosis y, de esa manera, se reduzca la cantidad de personas que el Estado debe vacunar o el costo de las dosis. No, lo importante es que nadie tenga su vacuna a tiempo; después de todo, siempre hay que igualar… para abajo. Y el objetivo fue alcanzado. Por lo tanto, ¡a seguir festejando!

El primer avión que partió a buscar las dosis a Rusia fue celebrado como la llegada a la Luna. Un periodista oficialista, Víctor Hugo Morales, un ex relator de fútbol, comentó el despegue del avión con más emoción de lo que lo hizo con un gol en toda su vida. Bueno, esto es comprensible, ya que, dada la situación en la que se encuentra Argentina, tal vez sea todo un logro que un avión despegue. Cierto es que, de haber contratado a una empresa privada, el vuelo hubiera sido significativamente más económico, pero se habría perdido el toque romántico y emocionante que le da a todo esto la aerolínea de bandera. ¡Qué orgullo, qué honor, a festejar!

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Según las promesas realizadas por el Gobierno, aproximadamente la mitad de los argentinos deberían estar vacunados, pero al momento de escribir estas líneas solo el 2% de la población ha recibido las dos dosis. Y, como no podía ser de otra manera, el presidente y todo el Gobierno se jactan de tener un éxito rotundo y se ríen de aquellos que los critican en las redes sociales. De hecho, el mandatario retuitea publicaciones con ese tono de burla. Una de ellas mostraba a un gorila (el animal con el que los peronistas identifican despectivamente a los antiperonistas) siendo vacunado en el trasero por Alberto y el presidente ruso, Vladimir Putin.

Al comienzo de su mandato, el presidente argentino había dicho que este iba a ser un Gobierno de científicos, pero hasta ahora ha demostrado que es más que nada un Gobierno de retuiteros. Pero, eso sí, ¡los mejores retuiteros del mundo! ¡Vamos, Argentina!

No olvidemos el escándalo del Ministerio de Salud, que vacunó a varios funcionarios, militantes y periodistas amigos del Gobierno antes que a ancianos, miembros del personal sanitario y docentes. No obstante, todo quedó como una simple anécdota, salvo por el hecho de que el ministro de Salud, Ginés González García, debió abandonar su cargo cuando el asunto fue ampliamente difundido. Para continuar con la analogía del fútbol, fue casi como una falta de poca trascendencia en un partido. El presidente Fernández le restó importancia. "¡Terminemos con la payasada!", dijo. "No hay ningún tipo penal en Argentina que diga 'será castigado el que vacune a otro que se adelantó en la fila'", agregó.

Es interesante que haya calificado de "payasada" las críticas, ya que podríamos armar un circo, un cirCovid, con varios funcionarios del Gobierno.

La dueña, desde ya, sería Cristina, quien a su vez sería la ventrílocua del espectáculo, y hablaría a través de su títere, Alberto, con una habilidad impresionante. También tendríamos al hombre bala, el ex ministro de Salud y responsable principal del escándalo, quien salió disparado después del caso del vacunatorio VIP. Pero, como todo buen peronista, siempre caería bien parado, claro. Otro artista del circo sería el malabarista Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires, quien sigue haciendo malabares para tapar los altísimos índices de pobreza e indigencia en la región que gobierna. Su estrategia favorita es responsabilizar al Gobierno anterior y a la ciudad de Buenos Aires, donde gobierna la oposición, de todos los males del país. Sin embargo, parece ser un malabarista amateur y las bolas se le siguen cayendo.

Y, bueno, por supuesto, como en todo circo, no pueden faltar los payasos, y hay varios en el Gabinete; y cada uno de ellos hace reír a su manera.

Claro que la culpa de los males del país nunca es del peronismo. El presidente supo responsabilizar al personal médico que "se relajó" porque no prestaba toda la atención que requiere al coronavirus. Los muy inescrupulosos y holgazanes estaban las 24 horas expuestos al virus para atender a pacientes que necesitaban alguna cirugía del corazón o tonterías por el estilo; no como los funcionarios que siguen cobrando hasta el último centavo de sus jugosos salarios de aquellos a los que no se les permite trabajar, o se les imponen asfixiantes restricciones. Y si no alcanza, ¿cuál es el problema? Se emite dinero. De todos modos, siempre se puede culpar a los empresarios por la inflación, imponer más controles y, desde ya, seguir festejando.

Ya lo dijo el ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires para justificar sus restricciones. "El hombre es bueno, pero si se lo controla es mejor". Se entiende perfectamente, porque el kirchnerismo es realmente de otro planeta, y nadie es superior para mejorar al ser humano que un ministro marciano.

Pero hay que seguir festejando, como recientemente lo hizo la ministra de Salud, Carla Vizzotti, esa que "no sabía nada", pero nada, eh, del vacunatorio VIP cuando su predecesor, Ginés González García, estaba al frente del ministerio. Para la funcionaria, hay motivo para festejar incluso después de 63.000 muertes, como las que había al momento en que decidió publicar un tuit en el que manifestó su alegría porque Argentina había alcanzado las 10 millones de vacunas después de que llegara un cargamento con 1 millón de dosis de la Sputnik V. Eso sí que es enfrentar la vida (o la muerte, mejor dicho) con la mejor cara. Envidiable.

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