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Pedro de Tena

El sueño fugaz de una Hispanidad que pudo ser y que tal vez será

La falta de visión de Simón Bolívar y Fernando VII condujeron al fracaso de la integración hispanoamericana y al dominio anglosajón.

La falta de visión de Simón Bolívar y Fernando VII condujeron al fracaso de la integración hispanoamericana y al dominio anglosajón.
Retrato de Fernando VII, retratado por Francisco de Goya

La "partida de bautismo" de la Hispanidad como hecho histórico

La apropiación de la figura, discutida y discutible de Simón Bolívar, no permite a veces considerar algunas de sus propuestas de conciliación con España, una de las cuales incluía el reconocimiento de una monarquía hispánica democrática en régimen de federación con los nuevos estados emergentes de los procesos de independencia americana.

Se ha resumido aquella fabulosa propuesta de 1820 de este modo:

— España reconocería la independencia de las naciones hispanoamericanas constituidas en Repúblicas.

— Las Repúblicas hispanoamericanas y la Monarquía española formarían un Imperio federal.

— El Imperio hispano-criollo contaría con una Dieta confederal o supremo Parlamento.

— Se impondría un zollverain aduanero (unión aduanera) con mercado nacional único.

— Los americanos en España y los españoles en América gozarían de idénticos derechos.

— En caso de guerra con terceros, funcionaría el auxilio recíproco.[i]

Dado el carácter de secreto de Estado de los contactos que condujeron a este proyecto de reconciliación, no se conoció mucho más porque el Rey Fernando VII, sin haber tomado nota completa de la iniciativa, la rechazó al incluirse desde el principio y de modo irrenunciable la palabra "independencia" y lo que ello significaba. Las Cortes, ya liberales de 1820, rechazaron el ofrecimiento no se sabe con cuanta información y posteriormente Bolívar dio a entender que la misma había tenido lugar sin su consentimiento y contra su voluntad, cosa que no es creíble.

No lo es porque el todavía más que desconocido Proyecto de Decreto sobre la emancipación de la América y su confederación con España formando un grande imperio federal fue entregado con toda discreción y confianza al Duque de Frías, Bernardino Fernández de Velasco, hijo de afrancesado y, por aquel tiempo, embajador de España en Londres. En la capilla del palacio del Duque se había casado Simón Bolívar, lo que da idea segura de su relación y confianza.

Por otra parte, el portador del designio no era otro que el muy amigo y alto cargo de Bolívar, además de científico y humanista educado en España de donde fue director del Jardín Botánico, Francisco Antonio de Zea. Fue comisionado por el propio Bolívar para desarrollar las negociaciones que fuesen necesarias para alcanzar la paz con España. Otra cosa es que fuera un engaño, un ardid bolivariano o una maniobra de distracción. De lo que no cabe duda es de la inspiración bolivariana, tal vez porque no sabía cómo salir del sufrimiento generado por la guerra por la independencia y de la hostilidad a su mando único.

No cabe duda de que el sueño de una América unida ya está en su Carta de Jamaica (1815): "Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un sólo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse". Pero en los comienzos, todos los proyectos de integración política y económica contaban con la Madre Patria, España.

No era el primer proyecto de reconciliación y encauzamiento de las aspiraciones americanas y tampoco fue, y creo que no será, el último cuando los sectarios, los mentirosos y los negrolegendarios dejen paso a la Hispanidad que hasta el propio Bolívar tenía en la cabeza, aunque ahora sólo se destaquen unas cosas y se entierren las que no convienen.

Antes de su propuesta reconciliadora, el Conde Aranda presentó un proyecto razonado en 1783. Tras un siglo en el que vieron la luz nuevos planes de integración con diferentes destinos, ya en el siglo XX el argentino Manuel Ugarte, ante la posibilidad de la expansión de la América del Norte, decidió impulsar una nueva estrategia de unidad de la América de habla, costumbres, religión e historia hispana. Los títulos de sus libros, publicados desde 1911, dan idea de por dónde iban sus deseos El porvenir de la América española, Mi campaña hispanoamericana, El destino de un continente y La Patria Grande.

En estas líneas, tratemos de examinar el proyecto inspirado por Bolívar y transmitido por de Zea, fuese o no sincero. En Francisco Antonio Zea pareció sincero porque ya dos años antes había escrito su Mediación entre España y América, cierto es que también a instancias de Bolívar. Proponía en ese escrito publicado en agosto de 1818 su receta para el engrandecimiento de España:

Gobierno representativo y alianza con América, ¿de qué otra cosa necesita ella para levantarse de ese lecho de muerte, y elevarse a un grado de poder y de prosperidad a que jamás hubiera osado aspirar sin nuestra Independencia? No es por cierto la estéril dominación de un Mundo; es su comercio lo que importa a la Nación y aun al Rey mismo.[ii]

El proyecto concreto y definido entregado al Duque de Frías en agosto de 1829, que rechazó sin más el felón Fernando VII con el apoyo de unas Cortes liberales en 1820, sin más, ha sido estudiado por diferentes autores. Por empezar por el muy actual argentino Marcelo Gulló, que acaba de publicar otra andanada contra la leyenda negra, trató este intento reconciliatorio en su libro:

"Francisco Antonio Zea, consciente de la importancia histórica de la misión que le había encomendado el Libertador, enfatizó que la motivación última de la propuesta era la de construir un imperio democrático con capital en Madrid que salvara la unidad de España y el Nuevo Mundo. En este sentido, Zea le dijo a Frías:

Se trata nada menos que de sustituir el espíritu de repulsión y de divergencia que va separando de la monarquía a tantos pueblos y que acabará por separarlos a todos, por otro espíritu de atracción y de convergencia que, concentrándolos en la metrópolis, constituya un fuerte y poderoso Imperio federal sobre un principio idéntico al que fue constituido el universo para conservarse inalterable.

Es más. Hay quien, como el embajador de Ecuador en España en 1967, Miguel Aspiazu Carbo, considera que el proyecto presentado por Bolívar y Zea al duque de Frías es signo inequívoco de la intención de desarrollar un nuevo concepto de "hispanidad", incluso de hegemonía española. Tanto es sí que considera tal propuesta como "partida de bautismo" de la Hispanidad, cuya autoría atribuye a Bolívar sin tener en cuenta que éste negociaba simultáneamente con Inglaterra para obtener la independencia americana.

De hecho, repasa las ventajas de la propuesta. De una parte, acababa con la guerra con la condición de la soberanía de los nuevos Estados como Colombia (entonces formada por Ecuador, Colombia, Panamá y Venezuela); Chile y las repúblicas del Río de la Plata (Argentina, Uruguay y Paraguay) así como otras provincias que pudieran unirse en nuevos estados.

Se aceptaba la vuelta a casa de los combatientes, la indemnización por las armas cedidas, la formación de una especie de OTAN hispánica, ("que se estableciera una alianza en la que los amigos o enemigos de un país serían tenidos por amigos o enemigos del otro") y, en caso de guerra, respuesta conjunta del bloque. Era una asociación "bajo la presidencia de la monarquía constitucional".

No se quedaba ahí sino que se invitaba a la doble nacionalidad y se pactaba la existencia de un mercado común en el que los productos tanto agrícolas como industriales no pagarían más tasas de puerto a puerto que las impuestas en su propio país, siendo España el centro comercial de la alianza la que canalizara el comercio hispánico en Europa.

"Este documento genial, a no dudarlo, es la partida bautismo de la Hispanidad y contiene las directivas fundamentales para que, aprovechando el altivo sesgo de la hidalguía que el prepotente ancestro común ibérico pone como blasón imborrable a todos los pueblos que hablan el mismo idioma, profesan la misma fe, viven con las mismas costumbres, tienen parecida idiosincrasia y por todo ello forman un mismo sistema humano, de cuya creciente unión depende un grandioso porvenir", radiografía.

Una tercera visión es la de Lautaro Ovalle que, en su conferencia sobre este proyecto de integración consensuada, duda de que Bolívar estuviese en sintonía con Francisco Antonio de Zea en la propuesta que se presenta a España y la considera, con Salvador de Madariaga, una oferta absolutamente utópica desde el principio, si bien lo caracterizó como un proyecto análogo al de la Commonwealth, que fracasó ''porque entonces no pasaba de ser una idea sin cuerpo histórico que la encarnara''.

El rechazo de Fernando VII al plan estratégico de Zea se debió, más que otra cosa, a su propósito de acabar con los liberales, dentro y fuera de la península ibérica. Uno de estos liberales era el propio Duque de Frías, intermediario de estos contactos de Estado, que no veía otro modo de integración que la aceptación de la Constitución de 1812 por todos, algo que, sin embargo, reconocía como imposible a esas alturas.

El clima internacional en que se desarrollaron las negociaciones no pudo ser más impropio: "Los principales Estados de Europa admiten agentes de los rebeldes y se apresuran a tratar con ellos para formar si no más relaciones esencialmente diplomáticas, al menos ajustar secretos de comercio. Los buques ingleses, franceses, holandeses, suecos , etc. trafican descaradamente aun en objetos de equipo militar con los puertos sublevados de América y en natural reciprocidad los pabellones insurgentes son respetados en el mar como si estuviese ya solemnemente reconocida la independencia de los gobiernos a que pertenecen", escribe Ovalle.

Se ha escrito que la historia es lo que fue y también lo que pudo ser. Por ello subraya Ovalle que aunque "conocemos lo que ha sido nuestra historia, veamos un proyecto que apuntaba otra salida". Este y otros proyectos fundamentan una leyenda de la Hispanidad que no está en el pasado, sino en el presente y posiblemente en el futuro. Ahora que Hispanoamérica está cayendo en manos del indigenismo más empobrecedor y falsario que sólo sirve a quienes temen su potencialidad, bueno es que se rescaten del olvido los grandes proyectos que se gestaron para que el hecho jurídico, moral, cultural, social y económico de la Hispanidad adquiera alguna vez la potencia política capaz de influir en el devenir del siglo XXI.

Francisco Antonio Zea lo expresó en 1810 de modo admirable y recomienda a la corona de España: "Dar la libertad a grandes y numerosos pueblos que sólo independientes pueden llegar a la alta prosperidad, conciliarse por este acto su amistad y su gratitud: unirlos y unirse a ellos por los lazos indisolubles de la utilidad y el interés recíproco: formar en fin una firme, y fuerte, y poderosa confederación y colocarse a la cabeza de ella" .

La falta de visión de Simón Bolívar y Fernando VII, por señalar a las dos cabezas principales, condujeron al fracaso de la integración hispanoamericana y al dominio anglosajón, interesado en indigenizar y dividir cada vez más los restos de aquella América que pudo ser. Por ahora, porque los sueños nunca se disipan del todo.


[i] El resumen puede leerse en María de las Nieves Pinillos, Los proyectos de integración iberoamericana (siglo XIX), en Cuadernos de Estrategia del Ministerio de Defensa, número 92, 1997

[ii] Correo del Orinoco, nº 7. Angostura, sábado 8 de agosto de 1818

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