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Pedro de Tena

La luminosa visión anti-tiranocrática y éticocrática de Ignacio Gómez de Liaño


Notas para la hoja de ruta que impida 'El eclipse de la civilización' democrática
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Notas para la hoja de ruta que impida 'El eclipse de la civilización' democrática
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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (de espaldas), interviene durante la sesión de control celebrada, este miércoles, en el Congreso de los Diputados. | EFE

Ignacio Gómez de Liaño es un pensador español de largo recorrido e intensas búsquedas plurales. Nacido en 1946, desde la reflexión filosófica pura a las aventuras exquisitas de la poesía experimental, su obra es ingente y densa. Incluso, para dar idea de la diversidad de sus vocaciones sucesivas, donó materiales varios para la exposición Abandonar la escritura, organizada en 2020 por el Departamento de Colecciones del Museo Reina Sofía.

Recordar brevemente algunas de sus obras más decisivas puede ser necesario para quienes no lo hayan conocido. Casi cronológicamente, Giordano Bruno: Mundo, magia, memoria (1973), El idioma de la imaginación. Ensayos sobre la memoria, la imaginación y el tiempo (1983), Athanasius Kircher: itinerario del éxtasis o las imágenes de un saber universal (1985), Gómez de Liaño. Poemas (1989), Paisajes del placer y de la culpa (1990), El círculo de la sabiduría (1998), Filósofos griegos, videntes judíos (2000), Iluminaciones filosóficas (2001), El camino de Dalí (diario personal 1978-1989) (2004), Recuperar la democracia (2008), En la red del tiempo 1972-1977 (2013) y Libro de los artistas (2016), entre otras. Entre ellos se esconden algunos más, pero es suficiente lo expuesto como invitación.

Estamos ante la irrupción pública de su libro, El eclipse de la civilización, editada y publicada por la Esfera de los Libros en 2023. Es la continuación más definida del anterior Recuperar la democracia. Es un libro valiente y claro, implacable con los enemigos de la democracia como forma superior de convivencia y civilización y bien concreto a la hora de señalar los caminos que no deben transitarse si se quiere evitar el "eclipse" de nuestra civilización y las decisiones que deben adoptarse si se quiere que tal desgracia no se produzca.

Naturalmente, estudia en sus primeras páginas el sentido de esas dos palabras que lo titulan, "civilización" y "eclipse". Prefiere considerar que por civilización hay que entender el conjunto de costumbres, ideas, creencias, cultura y conocimientos científicos y técnicos que caracterizan a un grupo humano en un momento de su evolución y precisa que esta palabra viene de civis, ciudadano, por lo que ese conjunto de saberes y artes nos "enseñan" los deberes y derechos de tal condición cuando "urbanizan" nuestra conducta y "diseñan" el plano de nuestra psique. Esto es, la civilización cultiva a la persona como ser de cultura.

En cuanto al eclipse, se trata de la ocultación transitoria de unos valores, o de su ensombrecimiento o, incluso, de su desaparición definitiva. El desarrollo de este libro permite deducir que, en verdad, Gómez de Liaño mantiene la esperanza en que el eclipse momentáneo de la civilización, que podemos llamar democrática, no sea sino temporal. Pero para que lo sea hay que analizar las raíces del problema y concretar cómo se defiende activamente su continuidad.

Para lo primero, resume en tres personajes clásicos originales el contenido de la más alta civilización que, con el paso de los siglos, ha dado origen a las democracias. Se trata de Cicerón, de Séneca y de Pablo de Tarso. Igualmente, agrupa en otras tres personalidades la configuración del cuerpo de ideas que está ensombreciendo y amenazando la civilización occidental y la democracia. Elige a Mahoma, Marx y Hitler.

La oposición de ambos cuerpos culturales los enuncia ya en las primeras páginas. Adelantemos algunos detalles que pueden servir como pistas de los civilizadores. La tríada Cicerón, Séneca y Pablo ve a la humanidad como "un conjunto de seres a los que la naturaleza ha hecho esencialmente iguales y que solo se diferencian, en el fondo, por los valores morales e intelectuales que ponen en práctica. Los tres defienden los valores de la solidaridad y la fraternidad, de la libertad y la igualdad ante la ley, de la participación en la vida pública y la práctica de las virtudes, empezando por las cuatro platónicas o cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza".

Frente a esto, Mahoma, Marx o Hitler ensalzan la "colectividad" bajo la forma de "islam, el proletariado o la raza que se han de imponer a los individuos, discriminando o sacrificando a los que no comulgan con la idea. En segundo lugar, en la guerra, que se ha de hacer a los enemigos de las ideologías colectivistas, a los infieles, los burgueses o los judíos, y por la utilización de la coerción y el miedo para controlar a la gente" y reservar el infierno para sus enemigos.

A lo largo de cuatro capítulos y casi 170 páginas, Ignacio Gómez de Liaño desmenuza las ideas fundamentales de los componentes de las tríadas enfrentadas por su visión del ser humano. Y resume sus descripciones y análisis en el capítulo titulado "Mahoma, Marx y Hitler frente a Cicerón, Séneca y san Pablo". Una de sus conclusiones, valga como ejemplo de las demás, es:

En la tríada del eclipse ha de hacerse la guerra a infieles, burgueses, judíos o a cualquier otro grupo que se oponga a la ideología colectivista. Si se alcanza el poder absoluto, hay que eliminarlos o someterlos, y no podrán gozar de los mismos derechos que los nuevos amos. Las víctimas pueden sufrir la persecución o adoptar los nuevos dogmas si quieren sobrevivir.

En el caso de Cicerón, Séneca y San Pablo la guerra solo es justa cuando con ella se hace frente a la agresión de un país o se dirime una injusticia que no puede resolverse por medios pacíficos. Hay que evitar la guerra en la medida de lo posible. En las confrontaciones han de emplearse medios proporcionados y evitar todo acto agresivo injusto o desproporcionado.

Su contenido es mucho más rico de lo que puede resumirse aquí. Por ejemplo, la relación que establece entre el hitlerianismo y el nacionalismo periférico español. No pueden perderse las referencias intencionadas a la figura de Sabino Arana sin la más mínima represión intelectual y con la máxima claridad.

Quiero dedicar el resto de esta breve referencia al último capítulo titulado "Tiranocracia frente a éticocracia. Variaciones de la democracia", un ejemplo de análisis libre, desacomplejado y desinhibido muy ajustado a la realidad española del momento. Gómez de Liaño destaca el carácter "espectacular" de la política de hoy en día en la que más que ofrecerse programas concretos se desarrollan puestas en escena sin consistencia real. Entre las ideologías y tendencias contrarias a la civilización destaca el economicismo consumista y la sacralización de la riqueza.

Afea el pensamiento "sombrío" de Schopenhauer, Nietzsche y Freud, por ser "causa causarum" de la irracionalidad y de la imposición por la fuerza que hoy se extiende y los encuentra responsables, con otros, de la "religiosidad" acrítica y de saldo de nuestra época que convierte temas y tramas en falsos dioses con los que ocupar las conciencias ciudadanas. "El calentamiento global, ahora cambio climático; la libre orientación sexual, ahora negocio LGTBIQ; los migrantes, o sea, en buena parte las mafias que viven de ese tráfico; el multiculturalismo, camuflaje del multinculturalismo imperante gracias a los medios de comunicación de masas", son algunas de las que se exhiben bajo lemas hipócritas o demagógicos.

Lo esencial y civilizatorio, explica Gómez de Liaño, no es titularse "democracias", nombre pervertido por sus usos en las "democracias populares" comunistas, sino ser "éticocracias" fundamentadas en el Derecho. Hasta tal punto es consecuente nuestro autor que defiende que no deben legalizarse opciones políticas que nieguen la soberanía de los ciudadanos de toda una nación. Tampoco puede consentirse el privilegio de regiones, como los consumados de los cupos vasco y navarro.

Los valores de la éticocracia residen en la defensa de derechos esenciales, como la integridad personal (que los terroristas no respetan), la seguridad jurídica y la igualdad ante la ley (que exige jueces independientes del poder político y no nombrados por éste), la propiedad y las libertades propias de los ciudadanos desde su nacimiento y muchos otros.

Respecto a los partidos políticos, clarifica: "…hay que impedir que sus intereses se impongan a los del Estado que encarna la soberanía ciudadana. Debe impedirse que utilicen los medios públicos de comunicación y los recursos del Estado para conservar el poder; que compren los medios privados con el camuflaje del mecenazgo y la filantropía; o que creen empresas —miles son las creadas en España en distintos ámbitos de la administración— para colocar a sus partidarios y clientes. Sobre todo debe impedirse la consolidación de oligarquías que den lugar a dos rangos de ciudadanos, comparables a los de la época feudal".

Cuando los políticos gozan de privilegios que no tiene el ciudadano común, la democracia se daña, sentencia el autor. Eso ya es un mal de las democracias española y europea donde los políticos han podido sentar las bases de una tiranocracia mediante diversos instrumentos y medios, desde el control de las Cajas de Ahorro y desde ellas a todo el sistema financiero al control de medios de comunicación incontrolables por los ciudadanos, pasando por el de la Administración de Justicia o el de facilitar el desguace de la nación. Y así hasta 18 reflexiones concatenadas sobre la degeneración democrática de España.

Urge regenerar y regenerarnos políticamente para eludir el eclipse de la mejor civilización que se ha sido capaz de alumbrar en el mundo: la democrática. Pero no es suficiente. Para evitar la catástrofe hay que reexaminar las trayectorias de Cicerón, Séneca y san Pablo, que conducen al derecho, a la razón y a la ciudadanía moral en libertad y en comunidad y alejarse de la sumisión, el culto al enfrentamiento y a la lucha y a la superioridad racial o moral de la tríada que está ensombreciendo el futuro.

Estamos ante un libro valiente, documentado y descarnado que no teme decir que quien no acepta las reglas de la democracia no puede ser aceptado en ella porque hará lo posible para debilitarla y llevarla al eclipse total. Tampoco duda en señalar que "el alumbramiento de la civilización, de una sociedad civilizada, no es posible sin el florecimiento de minorías bien formadas moral e intelectualmente" que se deban a la verdad, como quería Ortega, y a la ejemplaridad. Algo bien lejano del vigente sistema educativo español. ¿Utópico? Nada se hace si su ideal no se anticipa de algún modo.

En definitiva, el libro de Ignacio Gómez de Liaño arroja un cañón de luz sobre la actual situación de la civilización occidental y, muy especialmente, de la democracia española a la que defiende ardorosamente. Lamentable resulta tener que concentrar sus fogonazos y sus claridades en tan pocas líneas. Si se ha logrado, al menos, despertar el interés por su llamada de atención ante el peligro de la degeneración que vivimos, habrá valido la pena.

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