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Enrique Navarro

Los fallos de Rusia en la guerra de Ucrania

Las pérdidas rusas triplican a las ucranianas, ha perdido tanto terreno como el que conquistó y ni siquiera ha asegurado el Dombás, después de un año.

Las pérdidas rusas triplican a las ucranianas, ha perdido tanto terreno como el que conquistó y ni siquiera ha asegurado el Dombás, después de un año.
Soldados del ejército ruso, a bordo de un vehículo blindado. | EFE

Hace un año, doscientos mil soldados rusos rodeaban Ucrania después de meses de supuesto entrenamiento con miles de carros de combate y armas ofensivas dispuestas a lanzarse a lo que ellos creían un paseo militar. Durante meses de asedio y presión política, Moscú intentó debilitar y atemorizar al gobierno de Ucrania para que desistiera de continuar con su integración en la alianza de la paz y la democracia y retornara al lado oscuro. En este sentido, no olvidemos las presiones y acciones subversivas rusas anteriores a 2014 para conseguir una involución política en Ucrania. Moscú no ha podido digerir todavía la pérdida del Telón de Acero y del imperio y mucho menos que todos, por razones obvias, salieran corriendo para echarse en manos de los países libres. Pues a esta huida muchos lo llaman la expansión de la OTAN al este, como si se hubiera producido contra la voluntad de polacos, checos o rumanos.

Como parte de su estrategia, y como suele ser habitual, construyó un argumentario para justificar sus acciones, tampoco es nuevo, hasta Gengis Khan tenía el suyo, y comenzó una campaña en todos los países, tanto de su órbita cercana como lejana, a través de una subversiva campaña de captación de voceros y partidos extremistas, muchos de los cuales habían recibido dinero de sangre para demostrar que los hechos son exactamente lo contrario de lo que son. Y hay que admitir que los resultados no han sido menores. También conviene recordar las probadas incursiones rusas en los procesos electorales de Estados Unidos y de Europa, con el fin de torcer la voluntad popular.

Sobre lo que ha pasado en este año de guerra estamos bastante enterados. Bastan unas líneas para comprender dónde estamos: las pérdidas rusas triplican a las ucranianas, el agresor ha perdido tanto terreno como el que conquistó y ni siquiera ha asegurado el Dombás, después de un año, lo que contradice el argumentario de que las regiones prorrusas estaban sometidas a un holocausto. Ucrania subsiste y cada día es más fuerte y Rusia todo lo contrario.

En el discurso del aniversario del comienzo de la agresión, a un aburrido y desconectado auditorio que ni siquiera aplaudía las parsimoniosas declaraciones del líder, Putin fue incapaz de decir nada sobre la guerra, ni sobre la victoria, ni sobre las decenas de miles de muertos, ni nada que dé a entender que tiene una estrategia. La congelación del acuerdo nuevo START, que de hecho lleva congelado años, es pura palabrería. Rusia no tiene dinero ni para alcanzar el mínimo de misiles nucleares que se establecía en dicho acuerdo e incluso Putin abandonó la teoría esbozada hace dos años de un ataque nuclear preventivo, solo dijo que harían pruebas si las efectuaba Estados Unidos antes. En definitiva, un discurso derrotista con frases ampulosas que nadie se cree y que recordaba a aquel de que el Reich duraría mil años. No fue capaz de transmitir nada de sus planes, que seguramente a estas alturas ya no tiene, y este es el gran problema de Putin y de todos nosotros, que no tiene una estrategia de salida.

Los fallos cometidos por Rusia son de libro y se han repetido con insistencia en la historia de las guerras, quizás eso sea lo que más llama la atención y lo que mejor explica hasta ahora su derrota en el campo de batalla.

El primero, subestimar al enemigo, hasta el punto de creerse sus propio argumentario. Ucrania tiene una férrea voluntad de supervivencia y ha conocido en unos pocos años las ventajas de los derechos individuales, de la economía de mercado manejada por empresas privadas y no por mafiosos, de la libertad, y está dispuesta a morir por ello.

El segundo error fue subestimar a Occidente. Esto me genera más dudas, ya que existe una evidente contradicción entre el hecho de que Occidente quiera destruir a Rusia y a la vez pensar que nunca los países de la OTAN se unirían para defenderse de los supuestos enemigos. Si fuera verdad la primera acepción no debería haber sorprendido la segunda. Lo cierto es que Rusia creyó que la corrompida Europa y el abuelete Biden no tendrían nada que hacer frente a su quinta columna. No entiende lo que el ser humano está dispuesto a hacer por defender su libertad y el marco que la garantiza. Atacar militarmente otro país supone la más aberrante agresión que se puede hacer contra los principios que rigen el concierto entre las naciones. También debemos tener claro que no ha habido ninguna invasión en la historia de la humanidad que no se planteara como una defensa ante un supuesto ataque.

Un error que a mi juicio es único en la historia reciente, al menos eso creo, es marchar a la guerra sin una alianza sólida y previa. Ha debido construirla a medida que la guerra se enfangaba y eso al final tiene unos costes enormes. La factura para la economía y la política exterior rusa del apoyo de Irán o China excederá con mucho de los posibles beneficios de una victoria en Ucrania.

Desde el punto de vista militar, también se han producido enormes errores tácticos, entre ellos los más notables serían:

Preparar la logística para una guerra de cuatro semanas cuando invadir un países que es dos veces más grande que España, en el mejor de los casos llevaría meses. No había ni acopio de municiones, ni suficientes medios actualizados, ni sistemas de transporte, ni una adecuada atención sanitaria en el frente. Han enviado a sus tropas al matadero, sin medios y sin capacidad de resistencia a la tensión del combate.

En segundo lugar, no comenzar las operaciones con la destrucción de la capacidad aérea de Ucrania y de sus sistemas de defensa antiaérea y radares, especialmente en el oeste. Un año después, el espacio aéreo ucraniano no tiene dueño y eso en una ofensiva es un pecado capital. Lejos de ataques quirúrgicos que permitieran una conquista rápida, ha primado el interés por eliminar moral y físicamente al país, el ansia de destrucción y muerte por encima de la estrategia, algo que los rusos llevan practicando en todas las guerras desde Catalina la Grande y que siguen repitiendo, mostrando una enorme incapacidad.

En tercer lugar, abordar un frente amplio con un número insuficiente de tropas y medios; pretender invadir Ucrania desde tres frentes hubiera requerido de quinientos mil efectivos, con dominio del aire y con una enorme capacidad de fuego. La retirada apresurada del norte, marcó el principio del fin. El objetivo principal, que era la caída del régimen ucraniano con un rápido avance sobre la capital acabó en una deshonrosa retirada; en ese momento la guerra cambió de bando y solo era cuestión de tiempo que las tornas cambiasen.

Una pésima preparación de las tropas ha sido otro de los elementos más significativos de esta guerra. Jóvenes sin experiencia en combate, sin disciplina y sin organización, han mostrado la cruda realidad de la guerra. Sin buenos sueldos, con condiciones de vida pésimas y sin moral, un ejército estará derrotado siempre. Una corrupta red de mandos militares que viven ampulosamente a costa de la rapiña que hacen de los presupuestos militares ha generado unas fuerzas armadas incapaces de luchar. Que el peso de las operaciones recaiga en mercenarios y presos, que incluso abandonan el frente, es la prueba definitiva de que el ejército ruso con una enorme maquinaria de guerra no existe.

Haber dejado que la estructura logística ucraniana funcione con gran normalidad, aprovechando que controla una enorme porción de su territorio en el oeste. Rusia ha sido incapaz de evitar que las armas de Occidente lleguen al frente. Se entienden las quejas de Prigozhin, el dueño de Wagner, de que es imposible luchar contra un ejército bien avituallado en las primeras líneas cuando ellos carecen de todo.

Que Rusia tardara meses en utilizar sus mejores armas nos lleva a la conclusión de que estas no existían, y que por tanto la capacidad industrial ha debido ponerse en marcha durante la guerra con un embargo de equipos imprescindibles y con una economía muy dañada por las sanciones. La hecatombe económica a la que se aboca Rusia, debido al empeño de Putin de mantener artificialmente una economía, puede recordar la Alemania de la posguerra en 1920.

Todos estos fallos no hubieran implicado la derrota si no fuera porque Ucrania ha ejecutado todas las operaciones, teniendo en cuenta sus limitaciones, con una gran precisión. Cada una de sus acciones, organización, adaptación al campo de batalla, rápida formación en el uso de nuevas armas, han sido casi perfectas. Pocos errores militares se le pueden achacar, y esta es la gran diferencia.

Pero de esta situación no debemos extraer la conclusión de que esto se va a acabar pronto y que está resuelto. Los aliados de Rusia no van a permitir que esta caiga derrotada y China hará todo lo que esté en su mano para mantener a Putin, al igual que otros aliados del Eje. Rusia es un país enorme con grandes recursos todavía y Ucrania lleva un año sufriendo en su territorio el peso de la guerra, y esta circunstancia puede ser la que más pese en el futuro. La guerra cansa, pero cuando ocurre en tu casa te deja exhausto. Pero no parece que Ucrania se vaya a rendir por mucho daño que le infrinja Rusia, así que lamentablemente terminaremos el año, si nada extraordinario acontece, con las posiciones no muy diferentes de las actuales.

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