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Pedro de Tena

En memoria de Milada Horáková, ahorcada por el gobierno estalinista

75 años después del Golpe de Praga el comunismo es admirado por muchos, mientras que la vida ejemplar de esta demócrata es desconocida para la mayoría

75 años después del Golpe de Praga el comunismo es admirado por muchos, mientras que la vida ejemplar de esta demócrata es desconocida para la mayoría
Milada Horáková durante el juicio. | Archivo

Pocos lectores habrán oído hablar de esta abogada demócrata social y patriota checoslovaca, combinación poco habitual, especialmente en España, debido a las leyendas negras asumidas sin rigor y a la ensoñación internacionalista hábilmente manejada por la Komintern dirigida por Stalin. Tras el golpe de Praga de finales de febrero de 1948, hace 75 años, esta defensora de la democracia y opositora del régimen usurpador comunista que acabó con ella, fue juzgada y condenada a muerte a pesar de la protesta de algunos intelectuales europeos. Moscú no quería permitir la más mínima quiebra del botín conquistado tan sorprendentemente tras la Segunda Guerra Mundial: un imperio soviético gigantesco.

La defensora de los derechos humanos que era Milada Horáková había sido represaliada por los nazis. El historiador argentino Ricardo López Göttig publicó en Buenos Aires en 2020 un libro titulado Milada Horáková. Defensora de los Derechos Humanos y víctima de los totalitarismos. No sé si existe otro en español sobre esta mujer. El libro estuvo apadrinado por la Fundación Konrad Adenauer y viene a ser una sucinta biografía de su trayectoria hasta su ejecución el 27 de junio de 1950, tras la instauración de la dictadura soviética.

Antes del golpe de Praga consumado desde el 21 al 25 de febrero de 1948, que derribó la democracia checoslovaca dando paso al gobierno títere de Moscú, Milada Horáková ya se había caracterizado como una firme resistente ante el nazismo. Ya antes de su pacto con Stalin en 1939, Hitler procedió a penetrar en las naciones centroeuropeas que le interesaban con varias excusas, sobre todo la de defender a los alemanes residentes en ciertos territorios (los Sudetes). En 1934, Klement Gottwald, el dirigente comunista que firmó su sentencia de muerte, defendía aún que el nazismo era un bulo propagado por los fascistas checos para alzarse con el poder. Pronto recibiría la consigna de apoyar, un "frente popular" contra Hitler que defendiera la república "burguesa" de la mano con los liberales, católicos y socialdemócratas.

La presión de Hitler y sus partidos aliados hizo que miles de refugiados procedentes de los Sudetes llegaran al territorio checoslovaco aún independiente. Allí destacó Milada Horáková brindando ayuda y organizando la asistencia a los refugiados. "Había allí checos, judíos y alemanes, puesto que no pocos germanoparlantes eran francamente antinazis", se dice en el libro mencionado arriba. Horáková empleó sus conocimientos legales y prácticos para hallar hogares a quienes escapaban de la inminente invasión nazi.

En marzo de 1939, Hitler anexionó Bohemia y Moravia, muy desarrollados industrialmente y necesarios para la guerra. Estas dos zonas eran lo que quedaba de Checoslovaquia y su primera república democrática surgida tras la primera guerra mundial en 1918. Cuando nadie lo esperaba, Stalin firmó un pacto con Hitler para apropiarse de parte de Polonia, dejando en manos de la Alemania nazi la "germanización" de la población checoslovaca. Milada participó activamente en los núcleos de la resistencia, tanto estudiantiles, que fueron ferozmente reprimidos, como femeninos (era secretaria del Consejo Nacional de Mujeres que enviaba víveres, noticias y ayuda a los perseguidos), muchas veces desde su propia casa familiar.

El 2 de agosto de 1940, mientras se hallaban de vacaciones, Milada y su marido Bohuslav fueron detenidos. Ella fue enviada a la prisión de Pankrác, en Praga, y su marido a un centro de detención en Pardubice. Su hija Jana estuvo junto a sus abuelos paternos, que residieron en Praga hasta el final de la guerra. La Gestapo descubrió los nexos de Horáková con la resistencia checa. Luego fue enviada al campo de concentración de Terezín donde fue torturada hasta el límite (le clavaban agujas para ver si seguía viva). Fue condenada a muerte, pero finalmente, tras su apelación, su pena se redujo a ocho años de trabajos forzados. Tras ser liberada por las tropas estadounidenses, llegó a Praga en 1945. Pero lo que no hicieron los nazis, lo harían después los estalinistas instalados en el gobierno checoslovaco tras el golpe de Praga.

Este golpe de estado comunista está considerado una maniobra casi perfecta. El expresidente del país en el exilio, Edvard Beneš, sentía la presión soviética tras el final de la guerra, pero estaba reorganizando una segunda república democrática checoslovaca tras la victoria ruso-occidental sobre Alemania. Stalin dio el primer aviso y obligó a Beneš a rechazar el Plan Marshall que le fue ofrecido a Checoslovaquia. Ya estaba en marcha la culminación de un imperio soviético para lo que sólo faltaba que el Kremlin pusiera sus botas en Praga. Aunque simuló no querer apoderarse del país, fue lo que hizo.

Milada era del partido social nacional checo, el mismo de Beneš. Este político miope creyó en su influencia personal y política para un entendimiento europeo-soviético, pero fue obligado por Stalin (con el silencio de Truman) a aceptar un gobierno de coalición presidido por él mismo, pero en cuyo seno el Partido Comunista dirigido por Klement Gottwald se quedaba con Interior, Defensa, Agricultura y Comunicaciones (parece calcado de lo que quiso hacer Pablo Iglesias en un gobierno de Pedro Sánchez). Los demás partidos, incluso el del presidente, tenían menos poder e influencia.

Milada Horáková asumió el liderazgo del Consejo Nacional de Mujeres, por haber sido ejecutadas muchas de sus dirigentes en los campos de concentración nazis, y fue vicepresidenta de la Unión de Presos Políticos Liberados, cuyo propósito era recordar a los detenidos y caídos en los años del régimen hitleriano. En 1946 fue elegida diputada de la Asamblea Nacional Constituyente de la nueva República Checoslovaca, elecciones en las que el Partido Comunista obtuvo un apoyo asombroso del 38 por ciento de los votantes frente al 24 por ciento logrado por el partido de Milada. Ocupada en política exterior, quiso llevarse bien con la URSS y con Occidente. Pero el presidente del gobierno fue el comunista Gottwald.

Como era ya costumbre, los comunistas comenzaron una campaña de desprestigio de los demás partidos y sus líderes, lo que fue denunciado por Milada. Incluso criticaron el exilio de Beneš en Londres durante el dominio nazi. El PCCh distribuía bienes y riqueza desde su cartera de Agricultura y Milada se afianzaba como defensora de la democracia ante las maniobras comunistas. Una de ellas, los tribunales "populares" usados contra los adversarios políticos acusados de amigos del nazismo, no podía ser utilizado contra ella, figura señera de la resistencia. Por eso, Milada resultaba incómoda para los comunistas.

Poco a poco, los que se enfrentaban a los abusos comunistas eran removidos de sus cargos, como lo fue el periodista católico Pavel Tigrid. El sistema de purgas, usado durante el estalinismo, se apoderó de Checoslovaquia. Se organizaban juicios "para deshacerse de supuestos colaboracionistas con el régimen nazi, un poderoso instrumento de propaganda y de purga contra todas las expresiones" no comunistas. Y Horáková "fue alzando la voz contra estos atropellos ilegales, ya que los comunistas fabricaban documentación para expulsar o condenar a prisión a rivales políticos", resume López Göttig.

Poco a poco, el comunismo se hacía con el poder real en el país. Cuando iban a celebrarse las elecciones generales de 1948, sus expectativas de voto eran mucho menores que dos años antes. Por ello, el PC checoslovaco dio el "Golpe de Praga". Antes le ofrecieron a Milada ser miembro del partido por su prestigio, pero ella se negó. Curiosamente, fue el "honor" político de los partidos no comunistas, que dimitieron en bloque por desacuerdo con las políticas persecutorias, el que dejó el campo abierto al estalinista Klement Gottwald que sumó el poder oficial al poder real ya conseguido gracias a la ingenuidad de los demócratas. Tras cubrir las vacantes de los altos cargos "reaccionarios", algunos asesinados, sólo quedaba el presidente Beneš, que murió en septiembre de 1948.

Comenzaba así la caza y captura de los "enemigos del pueblo". Milada Horáková fue expulsada del Consejo Nacional de Mujeres y su correspondencia confiscada, pero mantuvo su relación con los demás demócratas checos. Objetivo esencial para los comunistas, esta defensora de la democracia y de su país no quiso exiliarse porque, dijo, tenía derecho a su familia y a su patria. Incluso participó en la redacción de un manifiesto democrático que decía:

No se permitan ser engañados, a tal punto de no poder reconocer qué es la libertad y qué es la tiranía, qué está bien y qué está mal. En su pensamiento, sean hombres libres. Eduquen a sus hijos para ser ciudadanos honestos. Enséñenles, y ustedes nunca olviden, a distinguir entre el bien y el mal. Si el carácter de la nación es preservado, todo lo demás podrá ser restaurado.

Poco a poco, el servicio secreto checoslovaco instruido desde Moscú fue devastando el país. Incluso acabaron con héroes militares que lucharon con Estados Unidos contra Hitler. Pronto comenzó la persecución de Milada. "En la tarde del 27 de septiembre (de 1949), dos policías se presentaron en la casa de Milada Horáková. Ella no estaba, pero sí su marido, su hija Jana y el ama de llaves, a quien llamaban Maruška y consideraban como un miembro más de la familia. En un momento de distracción de los agentes, Bohuslav Horák logró escapar por el jardín de la casa e intentó advertir a su mujer para que no retornara, pero fue tarde", se cuenta en el libro ya citado.

Milada fue trasladada a la prisión de Pankrác, en Praga, donde ya había estado detenida por los nazis en 1940. Interminables interrogatorios plenos de vejaciones y torturas y de estrategias de destrucción de la personalidad, no la quebraron. Su teatral y policíaco juicio, en unión de otras doce víctimas, no tuvo cobertura radiofónica, como era habitual para hacer pedagogía comunista, por miedo a su popularidad. Fue acusada de conspirar "junto a otros doce detenidos, para derrocar al régimen socialista en complicidad con el imperialismo de los Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, y restablecer el sistema capitalista y burgués en Checoslovaquia, tras la tercera guerra mundial".

Para combatir la simpatía que despertaba entre los trabajadores y las mujeres, se coordinó la propaganda del juicio hasta en el nivel local. En sus mensajes, los acusados fueron calificados de "agentes subversivos", "traidores al pueblo trabajador", "monstruos" y "espías cínicos". Además, se presentaban miles de firmas, seguramente falsas o inducidas, exigiendo su condena. No deja de ser curioso que se prestaran muchos sacerdotes católicos a esta farsa cuando la persecución contra ellos ya había comenzado.

Extendido el odio creado contra su figura, ya sólo quedaba matarla. De nada sirvieron las peticiones de Albert Einstein y Eleanor Roosevelt, entre otras, para salvar la vida de estos demócratas. En la sesión del juicio celebrada el 8 de junio de 1950, finalmente, se dio a conocer la sentencia: cuatro de los acusados fueron condenados a morir en la horca, entre ellos Milada Horáková. Poco antes había dicho en el juicio: "Quiero decir esto: a nadie, en este país, se le debe hacer morir por sus creencias. Y nadie debe ir a prisión por ellas".

Antes de la muerte, le secuestraron la correspondencia que quiso enviar a su familia y le impidieron abrazar a su hija Jana que, años después, recibió la última de sus cartas conservada de manos del gran demócrata checo Vaclav Havel. 75 años después del "Golpe de Praga", el comunismo, que llevó a la horca a esta gran mujer y a tantos millones de personas, sigue siendo admirado por muchos mientras que la vida ejemplar de esta demócrata es desconocida para la inmensa mayoría. Sirvan estas líneas de reconocimiento y de recuerdo. También de advertencia para los que creen que la democracia se defiende sola. No. Como decía el admirable Vaclav Havel, su defensa es la defensa de la verdad y de la vida en la verdad.

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