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Pedro de Tena

Exhumación de actos y textos antifranquistas de Gonzalo Queipo de Llano: para una antología

Muchos lo acusan de asesino despiadado, altanero y desafiante, pero muy pocos saben realmente quién fue y cuáles fueron sus relaciones con Franco.

Muchos lo acusan de asesino despiadado, altanero y desafiante, pero muy pocos saben realmente quién fue y cuáles fueron sus relaciones con Franco.
Queipo de Llano, junto a Franco | Cordon Press

La recentísima moción de censura ha vuelto a regurgitar la Guerra Civil en la figura de Largo Caballero, como alguien que la provocó. No hace tanto, se reavivó la figura de Gonzalo Queipo de Llano con motivo de su exhumación de la Basílica de la Macarena de Sevilla. Parece que estamos condenados a no superar la tragedia que sufrimos hace 87 años, casi un siglo. En el caso del "general del Sur", muchos lo acusan de asesino despiadado, altanero y desafiante[i], pero muy pocos saben realmente quién fue y cuáles fueron sus relaciones con Franco. Vaya una muestra.

Puede leerse en El último virrey, de Manuel Barrios: "Enemigo del dictador Primo de Rivera (desde 1926); enemigo de Alfonso XIII (pero no de la monarquía, dijo en 1950); enemigo de la República (pero no en un principio, que conspiró para instaurarla); enemigo de Franco (al que aceptó pero al que despreciaba)". O sea.

En el mismo libro: "Conquistada Sevilla para el 28 de julio, en pleno disfrute de su Virreinato, la idea obsesiva será la Laureada (de San Fernando) que cree merecer. Tan ardorosa es esta pasión que le supondrá, en un envite último al rencor del Caudillo Franco, el destierro y, quizá con el destierro, la muerte: ‘Yo no me Ia otorgué (escribe al Centinela de Occidente) cuando, siendo jefe autónomo del Ejército del Sur, podía hacerlo. No sé si todos habrán hecho lo mismo que yo’".

Sigue Barrios: "Cuando Queipo emprende la Gran Aventura, aún faltan 36 horas para que el general Franco se incorpore a la sublevación. Realizado el vuelo de Canarias a Tetuán con toda suerte de precauciones, el futuro Caudillo incluso se afeita el bigote para no ser reconocido. (...). Años más tarde, Don Gonzalo no se morderá la lengua al decir, a todo riesgo: ‘El único sacrificio que hizo Franco por la causa nacional fue cortarse el bigote’".

Cuenta el gran escritor andaluz de San Fernando (Cádiz) que Queipo acompañó a otro enemigo de Franco, el cardenal Segura, quien en 1945 "truena en la Catedral sevillana: ‘Caudillo es sinónimo de Demonio; y no lo digo yo, lo dice San Ignacio de Loyola en su libro Ejercicios espirituales; no creo que vayan a contradecir al Santo de Loyola’".

Los desplantes de Queipo a Franco eran frecuentes. Anota Barrios: "Por estos días de agosto de 1936, Queipo anda más ocupado —creo— en eludir la presencia de Franco en Sevilla que en señalar nombres para el sacrificio. Como el 9 va a llegar el Caudillo, Don Gonzalo viaja a Cádiz y Jerez: ‘Salí para Cádiz, pensando descansar un día del trabajo que aquí tengo, y os aseguro que las emociones que he sentido me han agotado muchísimo más que un gran día de trabajo aquí’, reconoció".

"A Queipo —confía Franco a su primo y secretario, Franco Salgado-Araujo— le gustaba que le dejaran libertad para el nombramiento de todo el personal civil y militar, para poder intervenir en todos los asuntos de la región. Yo le dije un día que dejase el mando militar de aquel ejército, que se podía encargar del gobierno civil de la provincia. De no ser así, deseando intervenir en todo, parecía un virrey sevillano". Está en el libro de Manuel Barrios.

Franco sabe que el General del Sur es su enemigo desde la primera hora, y el caso es que Queipo no ha hecho nada por disimularlo, como quedaría patente en el solemne acto de recuperar la bandera roja y gualda, el 15 de agosto de 1936:

Para presidir el magno acontecimiento vinieron a Sevilla el Caudillo y Millán Astray. Las autoridades, con el cardenal Ilundain al frente, fuimos a recibir al Caudillo. Queipo se negó a ir diciendo: 'Si Franco quiere verme, ya sabe dónde estoy’. Al llegar (al Ayuntamiento), Queipo no se encontraba allí. La situación era violentísima...

Otro ejemplo de Barrios: "Consejo de guerra sumarísimo contra el general Campins, que mandaba la plaza de Granada en el momento de iniciarse el movimiento salvador de España. Verdaderamente no se comprende cómo hasta ahora no se ha relacionado el encubierto antagonismo Franco-Queipo con la condena de Campins, íntimo amigo del Caudillo, quien, según testimonio de Franco Salgado-Araujo, suplicó a don Gonzalo la conmutación de la pena. Queipo se negó siempre a dicha petición, diciendo que Campins pagaría su traición…".

En los textos escritos por el propio Queipo de Llano que se incluyen en sus Memorias, ordenadas por Jorge Fernández-Coppel, dice el general: "El general Franco, que empezó la campaña con todos los camiones de Marruecos y los que yo requisé para él, llegó a adquirir 18.000 camiones; pero no sólo no se me destinó ninguna unidad, más que eventualmente y por poco tiempo, para alguna operación necesaria, sino que se retenían en aquel Ejército del Centro los que me veía obligado a enviar, por necesidades de algún convoy".

En este libro hay dos capítulos que se titulan: "Los inicios de la guerra y mis primeras divergencias con Franco" y "Mis diferencias con Franco en el modo de conducir la guerra". Y dice en un momento: "…he de escribir sobre el Movimiento salvador de España, sus antecedentes y su desarrollo; o sea, sobre el origen de aquél, sobre la manera de proceder de los que en aquél tomaron parte; sobre la forma en que tuvo lugar la designación del general Franco para Generalísimo y sobre aquella en que dirigió la campaña, así como la que empleó para nombrarse jefe del Estado; sobre las circunstancias que me indujeron a aceptarlo como tal, aunque lo conocía… Fui siempre tan ingenuo, que creí que el honor que le hacíamos le obligaría a proceder siempre como yo lo hubiera hecho…".

Más adelante escribe: "Como dato curioso, que quiero dejar consignado, diré que el coronel March[ii], amigo íntimo del general Franco, fue reclamado por éste para que se le enviase a Marruecos, no para aplicarle la sanción semejante a otras que se habían aplicado por motivos más pequeños, sino para darle un destino en aquel territorio para que pudiese ‘capear’ un poco el temporal que había producido con su comportamiento".

Queipo tuvo la necesidad de salir "a la defensa de mi decoro profesional contra el que se atentó con la complicidad de malvados, necios o inconscientes, al presentarme como ‘el general de la radio’, para que se esfumase y para hacer palidecer mi actuación en la guerra en sí, con cuyo objeto se me restaron siempre toda clase de elementos y se procuró dar la sensación de que, en los frentes del sur de España, aquélla había carecido de importancia, y que mi actuación había tenido importancia, solamente, como speaker".

El propio Mola se lo reconoció, que no Franco: "La primera vez que nos vimos en la finca en que celebramos las primeras reuniones de la Junta Militar, que era de Antonio Pérez Tabernero, me dijo Mola ante todos los generales que componíamos aquélla:

—Mi general, si ganamos la guerra, a nadie se le debería más que a usted. Aislado en Pamplona y sin otras noticias que las de las radios gubernamentales que presentaban el Movimiento como fracasado… creí que todo estaba perdido y, por ello, preparé mi marcha a Francia en la noche del 19 al 20, pero una casualidad hizo que le escuchara a usted y, entonces, al comprender que usted se sostenía en Sevilla y que, por lo tanto, aún había esperanzas, decidí quedarme".

La conquista de Sevilla "la Roja", que todos los generales, Franco incluso, creían que era imposible y esperaban que fracasara, le hizo deducir su estrategia a la luz del propio Clausewitz. En momentos así, era necesario acostumbrarse al pensamiento de morir por honor. "Ése es el pensamiento que dominaba en nuestro espíritu y por eso llevamos adelante nuestros propósitos. Si ese pensamiento hubiera dominado siempre en los encargados de dirigir la campaña, cuánta sangre, cuánto dinero y cuántos males se hubieran evitado". Es evidente a quién se refería.

Franco no compraba fusiles para los hombres de Queipo. Y dice éste: "Su apatía era extraordinaria y cuando ¡al fin! se decidió a comprar fusiles, encargó 5.000 al mismo tiempo que Indalecio (se refiere a Prieto, ministro de Defensa de la República y viejo conocido suyo de sus tiempos conspirativos republicanos) encargaba 200.000".

"La aviación fue concentrada bajo el mando del general Kindelán, y éste, a las órdenes directas de Franco. Jamás pude disponer de ella, como no fuese en periodos de calma de los otros ejércitos, y esto por tiempo limitadísimo. A veces me privaron de ella en los momentos en que me era más precisa su colaboración, como aquella de Cabeza de Buey en la que nos dejaron a merced de la aviación enemiga", continúa su cartografía detallada de Franco.

Cuando la División 21 huyó cobardemente, abandonando la mayor parte de su material, supe, con sorpresa, que había perdido más ametralladoras que las reglamentarias. Hecha la información correspondiente, resultó que se le habían entregado, reservadamente, 24 máquinas, mientras se me habían negado las que se necesitaban para varios batallones que no las tenían… ¡Ah, pero era íntimo amigo del general Franco (el jefe de la división), motivo suficiente para que éste procediese con aquella deslealtad hacia mí!". Lo mismo pasó con los carros de combate. Queipo recuperó tanques rusos y los arregló para el combate. Enterado Franco, se los quitó.

Su desdén por la preparación militar de Franco era llamativa. Propuso Queipo "ocupar toda la línea del ferrocarril desde Peñarroya a Almochou y desde este punto hasta Mérida. Pero el general Franco no daba importancia a esto, probablemente, porque era una sugerencia mía. Desconocía que un tren militar sustituye con ventaja al servicio de 150 camiones, y que el rendimiento de éstos, cuando la distancia pasa de 150 kilómetros, en relación al del ferrocarril, es casi nulo".

E insiste: "Como se ve, las ideas del Generalísimo sobre esas cosas no tenían, en general, gran consistencia. Eran fruto de la improvisación que con tanta frecuencia puso de manifiesto. Pero no voy a citar todos los casos semejantes demostrativos de su incapacidad para el mando, de su espíritu siempre negligente, que debe ser antagónica con el ejercicio de aquél".

"Porque no podíamos abrigar la menor duda sobre la actitud del mando contra mí, sobre todo a partir del éxito de resonancia mundial que alcancé en Málaga. Con ser esto demasiado, debió ser una traca más desagradable aún para el general Franco la lectura de los párrafos a que he hecho referencia, del libro de Curio Montano[iii], que llegó a España por aquellos días y uno de cuyos ejemplares, con respetuosa dedicatoria, llegó a manos de aquél. Para la pequeñez del alma de Franco, eso no podía decirse sin que le causase gran mella y esto era llover sobre mojado, porque entre él y yo había cuentas pendientes que yo casi había olvidado, pero que subsistían vivas en su alma, que nunca supo olvidar y, menos, perdonar", subraya.

Más contundente aún es Queipo cuando se refiere al papel de Franco en la sublevación de julio: "Ignoro la razón por la que se llegó a creer en mi subordinación con respecto a Franco, y en folletos, en artículos, en libros y en la prensa se llegó a afirmar con inexactitud hija de la ignorancia o la mala fe, que Franco había sido el organizador del Movimiento salvador, lo que, después de todo, no puede extrañarme, porque varias veces le escuché con calma y sin protestar —en aras de la armonía— la forma en que Franco contaba cómo había iniciado y organizado el Movimiento. Claro que ya había muerto Mola, con cuyo testimonio él y otros han contado… porque no puede desmentirlos".

"A los cuatro días de muerto Sanjurjo, publicó un ‘decreto’ por el que disponía que él sería general jefe del Ejército del Norte —siendo general de Brigada y teniendo a sus órdenes a otros generales de superior categoría—, y el general Franco general jefe del Ejército de Marruecos y del Sur de España, sin contar, tampoco, con que yo era más antiguo que Franco, ni con que yo me había apoderado de Sevilla y de sus fábricas militares…". Pero Franco lo "exilió" a Italia unos años.

Queipo se rio del marquesado de Queipo de Llano que Franco le otorgó: "Haremos caso omiso del marquesado. Yo creo que el general Queipo de Llano vale tanto, por lo menos, como el marqués de Queipo de Llano, título que, pasados los años, podría ser confundido con el de cualquier marqués de Casa López".

Hasta después de muerto, repudia los honores militares que autorizó Franco. "Por expresa voluntad testamentaria del finado, no fueron tributados al caber honores militares, pues aunque concedidos por el Jefe del Estado, se ha respetado el deseo del laureado general".

En fin, y podría seguirse más allá del desentierro de esta antología del desencuentro. Es lo que tienen las exhumaciones. Las tumbas se abren pero no siempre sale de ellas lo que los sectarios esperan. En este caso, el exhumado fue uno de los primeros antifranquistas —Paca la Culona llegó a llamar al caudillo de El Pardo—, al que la nueva ley sanchista condena a revivir sin disponer siquiera de un turno para la defensa, aunque fuese de oficio.


[i] Pocos consideran asesinos a los que, según Gerald Brenan, arrojaron por el tajo de Ronda a 512 hombres y mujeres simpatizantes del bando nacional antes de que Queipo de Llano tomara Málaga en 1937. El doble rasero, incluso cuando se trataba de una guerra, es mortificante para el sentido común y el equilibro moral.

[ii] March López del Castillo, Emilio. Coronel de Infantería. Nació el 23 de enero de

1878. Ingresó en el servicio el 30 de junio de 1896. Pertenecía a la misma promoción

que el coronel Allanegui.

[iii] No he encontrado este libro en ninguna parte.

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