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Agapito Maestre

Pensar la hispanidad

Hay una nueva generación de hispanoamericanos admiradores de su pasado hispánico que no está dispuesta a ceder con las malas historias nacionalistas.

Hay una nueva generación de hispanoamericanos admiradores de su pasado hispánico que no está dispuesta a ceder con las malas historias nacionalistas.
Estatua de Cristóbal Colón. | Archivo

Siento vergüenza de los compatriotas que se avergüenza de ser españoles. Los hay de todos los colores y orígenes, pero quizá sean los peores quienes se niegan a utilizar el término hispanidad para referirse a una comunidad naciones que llamamos Hispanoamérica. Asocian Hispanidad sólo a España, sin percatarse de que tanta Hispanidad hay en la Patagonia como en los Campos de Níjar, en México como en Chile. Hispanidad no es, obviamente, españolidad, aunque eso crean algunos nuevos redentores cristianos de la pobreza indigenista que no de los indígenas. Sí, tanta hispanidad aporta un paisano de Zacatecas como otro nacido en Llerena. Estas dos ciudades son tan lejanas en la geografía como próximas en la historia. Las dos son ciudades de la hispanidad. ¿Quién se atrevería a renunciar a la hispanidad de una en favor de la otra? Nadie con un poco de sentido común, o sea hispano, se atrevería a decir que Llerena está por encima de Zacatecas o viceversa.

Quizá por eso sea tan importante en este contexto, o mejor, circunstancia sobre el significado de la nueva hispanidad, recordar que a un mexicano, o a cualquier paisano de la América española, que no viaja a España, como a un español que no viaja a Hispanoamérica, siempre les faltara algo, y ese algo tiene que ver con una idea cabal de la Historia de México o del país que se refiera, y, naturalmente, de España. Cantemos, pues, la grandeza de la Hispanidad tal y como la concibiera Camoens o como más tarde la sintieron, pensaron y poetizaron los grandes, entre los grandes escritores americanos, o sea hispanidad a lo Rubén Dario, o a lo Vasconcelos, o a Lo Neruda, porque para hablar de sus miserias ya están los creadores de la Leyenda Negra o los bobos hispanos que se la creen.

Nadie se asuste del nombre Hispanidad, y menos todavía se achique ante quienes lo rechazan por un quítame esas pajas, gente generalmente procedente de ciertas áreas nacionalistas de quienes hablan nuestra lengua en América. Tampoco resulta del todo grato el término hispanidad a quienes se mueven en la órbita luso-brasileña, cuyas literaturas, como sabían bien nuestros grandes historiadores de la literatura, coincidieron con la estrictamente española en determinados momentos históricos; son recelos en mi opinión absolutamente injustificados si aceptamos, entre otros con el brasileño Gilberto Freyre, que es imprescindible este término para referirse a un ideal que va más allá de todo nacionalismo. No nos vengamos abajo por que algún indocumentado frunza el ceño por el uso del bello nombre de Hispanidad. Esta palabra, sí, sólo es equiparable, como nos enseñara el sabio Giménez Caballero, a la noción de Romanidad surgida para referirse a todas las literaturas, lenguas y "culturas" de la "Madre Roma"… En fin.

Mil argumentos existen, y todos ellos legítimos, para pensarnos a nosotros mismos, como hispanos sin importarnos demasiado que vivamos en Nueva York o en el Puente de Vallecas, en República Dominicana o en Chile, entre Cuatro Caminos y Plaza Castilla en Madrid, o en Sierra Madre en México… Demos puerta a esos falsos recelos sobre la hispanidad, porque nutren una ideología barata que estaría luchando, según ellos, contra un neoimperialismo hispánico que sólo existe en sus mentes torturadas. En resolución, quien cuestiona y rechaza hoy el término hispanidad, sin duda alguna, se niega a contemplar el pasado con mirada limpia y el futuro con alegría. La hispanidad existe hasta en el humor, o sea, igual que existe un British Humour también existe un humor hispánico. Alejémonos, definitivamente, de quienes se niegan a utilizar la noción de hispanidad por identificarla con españolidad, porque perderemos el tiempo discutiendo con mentes estrechas.

Y porque el tiempo es el bien más preciado del ser humano, Res Hispánica, el canal de YouTube, dedicado a descubrir las mil formas contemporáneas de hispanidad, procura no discutir con esa gente que niega la evidencia de la hispanidad, aunque a veces no tengamos más remedio que demostrarla; es la tragedia política que aún arrastramos los defensores de la hispanidad: justificar y dar razones de lo obvio. Por fortuna, las jornadas dedicadas por Res Hispánica, en El Escorial, a pensar la idea de hispanidad para un mundo globalizado han sido altamente fructíferas, porque no perdimos el tiempo ocultando un problema a través de "etimologías" sobre la hispanidad, aunque todos los participantes en el Encuentro consideramos que las vinculaciones entre España y la América española siguen teñidas de tópicos y nociones estereotipadas, la mayoría de las veces surgidas tanto de las ideologías independentistas como de las falsificaciones neoimperialistas. Ninguna de esas actitudes serán aptas para releer el pasado común, mientras no se percaten de que es la cooperación entre todos los países de Hispanoamérica el signo de nuestro futuro. Es menester reconocer sin ambages que España y América estuvieron políticamente unidas, pero esa unión quedó rota tras la Independencia. Tratar de reunir desde el saber, sea cual sea el tipo de saber, lo que la historia ha separado se me antoja imposible. Falso.

Pero la sabiduría, sea histórica, económica, política, demográfica, jurídica, etcétera, tiene la obligación de vincular y relacionar esas naciones que comparten multitud de elementos en común tanto en el pasado como en el presente. La cooperación, sí, entre las naciones hispanoamericanas, incluida España como una nación más de Hispanoamérica, sigue siendo el eje central de toda empresa intelectual que tenga por objetivo estudiar la idea de hispanidad, no de España, como argamasa para recuperar la conciencia de un destino común hispanoamericano, que se perdió después de la consolidación de las independencias. Pensarnos a nosotros mismos, insisto, para superar los complejos de inferioridad impuesto por las potencias económicas y políticas dominantes en el siglo XX y actual contra la hispanidad, fue uno de los hilos conductores de estas jornadas de Res Hispánica.

Entre la variedad de perspectivas intelectuales, quizá sería mejor hablar de estrategias teóricas, ensayadas en este Encuentro sobre la hispanidad, desearía destacar hoy tres de ellas que, sin duda alguna, marcarán el devenir de este proyecto cultural en YouTube. La primera estuvo representada por Laureano Márquez, actor cómico y politólogo, que se encargó de dar la bienvenida a los participantes. Aparte del reconocimiento y, por supuesto, orgullo de sentirse hispanos, o formando parte de una alta civilización llamada hispanidad, quienes allí nos encontramos teníamos el firme propósito, insistió Laureano Márquez, de indagar sobre nosotros mismo, o sea, de repensar la hispanidad. Levantaba acta el inteligente Laureano Márquez de que todos los participantes en el canal estábamos convencidos de que la hispanidad es un estro, un estimulo necesario, para pensar una civilización. La hispanidad es, sí, una lengua común, un clima espiritual y una fuerza creativa extraordinaria en lo cultural, pero, sobre todo, es una energía decisiva para poner en común todo eso. Es cada día más urgente en un mundo globalizado, por decirlo brevemente, repensarnos para asumir los fracasos pasados y marcar nuevas tareas. Es menester conocernos mejor para actuar en común. La agenda cultural abierta por Laureano Márquez convirtió el proyecto en un designio. Un destino. O asumimos el destino de la hispanidad o seguiremos vagando por los andurriales de un cosmopolitismo tan abstracto como determinado por los poderosos de la Agenda 2030.

El escritor Alfredo Arias, famoso por su trilogía sobre El eterno femenino, reflexionó sobre la hispanidad, en la mesa redonda dirigida por Pedro de Tena, a partir de una asociación libre, o mejor dicho, libérrima sobre determinados vocablos que empiezan por h como hispanidad. Hermandad, humanidad, herencia, habla, honra, honrilla y, por supuesto, hermosura, son palabras que empiezan por h y están estrechamente vinculadas al concepto de Hispanidad. Ser hispánico no es sólo amar el propio lugar, sino ser capaz de trascenderlo. Amamos lo local, pero no nos quedamos sólo con él… Queremos hacerlo aún mas libre y holgado. Universal. No hay hispanidad sin universalidad. Tampoco existe universalidad sin hispanidad. Posible o real. En fin, de lo que se ama, como era el caso de la hispanidad, se habla más bien que mal. Arias justificó con creces, y muchas felices metáforas, porque tenía para sí como un tesoro la hispanidad, ese atreverse con todo, ese no darse nunca por vencido, esa aspiración a lo absoluto de don Quijote.

Sí, la hispanidad es algo que se escapa de las manos, que cambia y se renueva sin dejar de serlo, "golpear a la hispanidad es como dar palmadas en el mar". Inútil. La hispanidad está ahí. Nos acoge con simpatía y alegría. Exactamente eso es lo que demostraron los jóvenes youtubers hispanoamericanos que participaron en el Encuentro. Son personas de orígenes nacionales diferentes, por ejemplo, mexicanos, venezolanos y colombianos, que expresan con entusiasmo que la historia que les han "enseñado", o mejor, adoctrinado, no se corresponde con la realidad. Sin el pasado español, o mejor, sin la hispanidad de sus países es imposible comprenderse. Sentirse.

En efecto, hay toda una nueva generación de hispanoamericanos admiradores de su pasado hispánico que no están dispuestos a ceder un milímetro con las malas historias nacionalistas, y con una sencillez y entusiasmo, dignos de mejores causas, nos muestran qué sea la hispanidad en las calles de Madrid, o paseando por Valencia, o contándonos, desde México o San Diego, quién era Bernardo de Gálvez en los vídeos elaborados para sus canales de YouTube. Adrián Rodríguez, Emilio Zapata, Eugenia Coban, Andrea H. y Antonio El Coto, como puede verse en el canal de Res Hispánica, nos dieron a todos los asistentes al Encuentro una lección práctica de Hispanidad, la mayoría de ellos conocían mejor España que los propios españoles, y, por supuesto, hicieron mejores defensas de Hispanoamérica y España que la media de los españoles. Algo nos quedó muy claro: los jóvenes youtubers hispanoamericanos cuestionaban la historia que les cuentan sus gobernantes y, además, cantan con tanto entusiasmo el agua que sale de los grifos de Madrid como desprecio sienten por la basura de la leyenda negra.

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