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Julián Schvindlerman

La 'fake news' más perdurable de la historia: 120 años de 'Los Protocolos de los Sabios de Sion'

¿Qué hace inmortal a esta calumnia? ¿Qué la separa de otras conocidas obras antijudías que han caído en desuso?

¿Qué hace inmortal a esta calumnia? ¿Qué la separa de otras conocidas obras antijudías que han caído en desuso?
El antisemitismo no sólo es común en posturas de extrema derecha, Stalin hizo suya también esta máxima. | Archivo

El debut

En 1903 apareció por primera vez el panfleto conocido como Los Protocolos de los Sabios de Sion, cuando fue publicado en partes, en formato de serie, entre el 29 de agosto y el 7 de septiembre, en el periódico ruso de San Petersburgo Znamya ("La pancarta"). Aunque teóricamente exponía un complot espectacular diseñado por un grupo de judíos para tomar el control del mundo entero y el destino de la humanidad, apenas fue notado. Conforme señala el académico estadounidense Ronald S. Green en su artículo Académicos que luchan contra la ideología delirante: historiadores, tradiciones antisemitas y "los protocolos", Znamya era publicado por Pavolachi Krushevan, instigador del pogromo de la Pascua de 1903 en Kishinev que mató a cuarenta y cinco judíos. Otras cuatro ediciones le sucedieron entre 1905-1907, editadas por un colega suyo, G. V. Butmi, ligado a la agrupación virulentamente antisemita Centurias Negras. Pero fue el místico ruso Sergei Aleksandrovich Nilus quién impulsó la divulgación de aquel texto conspirativo antijudío con la inclusión de Los Protocolos como un apéndice de su libro, Lo Grande en lo Pequeño: el anticristo considerado como una posibilidad política inminente. A partir de ese momento, esta calumnia inició su verdadero camino hacia el estrellato editorial, hasta convertirse en un gran delirio de masas.

En su ensayo Sergei Nilus y la lectura apocalíptica de los protocolos de los sabios de Sion, el catedrático alemán Michael Hagemeister ofrece una biografía de este personaje. Nilus era un abogado de ascendencia noble, un hombre laico que hacia fines del siglo XIX fue cautivado por el sentimiento apocalíptico y abrazó la mística religiosa. Se hizo famoso al descubrir y publicar las obras del santo ruso, Serafim de Sarov. Se inició como escritor con la obra Lo grande en lo pequeño: notas de un creyente ortodoxo, cuyo subtítulo modificará con la nueva edición de 1905, la cual incorporará Los Protocolos. Nuevas ediciones serán publicadas en 1911 y 1912 con títulos diferentes hasta su edición final, en 1917 con un título oscuro: Está cerca, aún en las puertas: sobre aquello que el pueblo no quiere creer y que está tan cerca. Presentó a Los Protocolos como las minutas que el fundador del sionismo político, Theodor Herzl, expuso ante el Primer Congreso Sionista, llevado a cabo en Basilea en 1897. Aún un siglo más tarde, Nilus es venerado en Rusia en círculos nacionalistas religiosos: peregrinos visitan su tumba, seminarios son organizados regularmente —"Las conferencias Nilus"— y se creó el "Premio Sergei Nilus" para promover la espiritualidad de los rusos.

El origen

Aunque no ha sido fehacientemente establecida la autoría de este tracto judeófobo, el consenso académico señala a Pyotr Rachovsky, jefe de la rama extranjera de la policía secreta rusa (Ojrana) en París, y a su subalterno, Matvei Golovinskii, como los creadores, en el período 1897-99. Estudios diversos señalaron que se nutrieron de —o más bien, plagiaron— varias obras preexistentes, especialmente el texto del satírico político francés Maurice Joly, Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, de 1864. El libro de Joly, que está centrado en la figura de Napoleón Bonaparte y no menciona a los judíos, contiene 25 diálogos; Los Protocolos, 24. Aproximadamente 160 pasajes, dos quintas partes del texto de Los Protocolos, fueron tomados del Dialogo en el infierno. Otra referencia citada data de 1868, la novela Biarritz del escritor prusiano Hermann Goedsche, la cual incluye un capítulo en el que enviados de las doce tribus de Israel se reúnen en secreto en el cementerio judío de Praga para urdir su plan de dominación global junto con el diablo. Cinco años después, este capítulo ficcional será transformado en un acontecimiento verídico en forma de libro en idioma ruso: Los judíos, maestros del mundo, firmado por Sir John Retcliffe, seudónimo de Goedsche.

También es mencionada la obra El judío, el judaísmo y la judaización de los pueblos cristianos (1869) del francés Gougenot des Mousseaux; autor al que el notorio antisemita Edward Drumont copió, sin dar crédito, en su libro infame La Francia judía (1886). A su vez son indicados como posible fuente de ideas para Los Protocolos, dos textos de Osman-Bey de mediados de la década de 1870: Conquista mundial por los judíos y Divulgaciones sobre el asesinato del zar Alejandro II en los cuales acusó a la Alliance Israelite Universelle de llevar adelante un complot de control global. Por su parte, el pensador italiano Umberto Eco apuntó a las novelas de Eugene Sue —El judío errante (1844) y Los misterios del pueblo (1849)— como otras dos fuentes de inspiración posible para el armado de Los Protocolos.

La difusión

En 1920, Los Protocolos ya estaban siendo publicados en Europa y los Estados Unidos. Pronto se expandieron hacia otros países. Con el correr de los años, llegarán a América Latina, a Asia y al Medio Oriente.

En Alemania, fueron publicados por el editor Ludwig Müller, con el seudónimo de Gottfried zur Beek. Vendió rápidamente más de 100.000 ejemplares. Para cuando Hitler llegó al poder en 1933, se habían publicado treinta y tres ediciones. El Museo Conmemorativo del Holocausto de Estados Unidos brinda en su sitio online las reacciones de nazis importantes ante la aparición de este volumen. En 1924, Joseph Goebbels, quién más tarde será ministro de propaganda nazi, escribió en su diario: "Creo que Los Protocolos de los Sabios de Sion son una falsificación… [Sin embargo,] creo en la verdad intrínseca pero no fáctica de Los Protocolos". En su tratado Mi lucha (1925-1926), Adolf Hitler anotó: "Hasta qué punto toda la existencia de este pueblo se basa en una mentira continua, lo muestran Los Protocolos de los Sabios de Sion, tan infinitamente odiados por los judíos… Porque una vez que este libro se haya convertido en propiedad común de un pueblo, la amenaza judía puede considerarse rota".

En Inglaterra, George Shanks brindó la primera traducción al inglés de Los Protocolos. El libro fue publicado en febrero de 1920, pero sólo captó el interés público en mayo, cuando The Times indagó sobre su veracidad por medio de un editorial titulado "El peligro judío: un panfleto inquietante. Llamado a la investigación". Una semana después, The Spectator caracterizó a Los Protocolos de ser "brillantes en [su] perversidad moral y depravación intelectual" y "una de las producciones más notables de su tipo". La prensa establecida dio amplio eco al debate. The Morning Post publicó una serie de dieciocho artículos durante julio de 1920. Su corresponsal en Rusia, Victor Marsden, ese mismo año realizó una segunda traducción de Los Protocolos, la cual se erigió en la versión estándar en inglés.

La introducción a Francia de los Protocolos fue impulsada por el sacerdote Ernst Jouin, un exponente del antisemitismo local. En 1912 había creado el Jornal Internacional de Sociedades Secretas y en 1913 fundó la Liga Franco-Católica de la que fue presidente de por vida. También promovió a Los Protocolos en Francia Roger Lambedin, un nacionalista antisemita al mando del diario Le Correspondant. Tan sólo en 1925 fueron publicadas 16 ediciones y fueron un éxito de ventas hasta 1939.

En Italia, uno de los más entusiastas divulgadores de esta fantasía antisemita fue un exsacerdote llamado Giovanni Preziosi, ideólogo líder del antisemitismo italiano, cuyos argumentos fueron luego adoptados por periódicos fascistas. Tal como anotó el profesor israelí Sergio Minerbi, Preziosi publicó en agosto de 1920 una nota sobre la "Internacional Judía" y al año siguiente editó una traducción al italiano de los Protocolos. Otro gran difusor de los Protocolos en Italia fue el monseñor Umberto Benigni, quien en 1920 comenzó a editar el Bollettino antisemita y luego se sumó al jornal Fede e Ragione que había sido fundado en 1919 por el cura Paolo De Töth. Benigni publicó la primera edición en italiano de los Protocolos en 1921, como una serie de suplementos en Fede e Ragione y al año siguiente en un volumen pequeño titulado Los Documentos de la Conquista Judía del Mundo.

En Estados Unidos, en 1920 el diario The Dearborn Independent, del fabricante de automóviles Henry Ford, publicó El judío internacional, una versión americanizada de Los Protocolos. No tardará en ser traducido a más de una docena de idiomas. En 1927, Ford admite que Los Protocolos son falsos, emite una disculpa pública por haberlos difundido y ordena que se quemen las copias en circulación de El judío internacional. Instruye además a los editores extranjeros que detengan la publicación de su libro, aunque eso no sucede. En 1938, el sacerdote estadounidense Charles E. Coughlin, una personalidad mediática, serializa Los Protocolos en su periódico Social Justice.

En 1943, apareció una edición de Los Protocolos en la Polonia ocupada por los nazis. En 1971, el profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, Walter Beveraggi Allende, se inspiró en Los Protocolos para anunciar la supuesta existencia del "Plan Andinia", según el cual el pueblo judío planeaba apoderarse de la Patagonia argentina y chilena. Tres años después, en 1974, Los Protocolos se editaron en la India con el título Conspiración internacional contra los indios.

El Medio Oriente árabe lo abrazó con entusiasmo. La primera traducción al árabe de Los Protocolos que ganó fama general fue la de Muhammad Khalifa at-Tunisi, publicada por primera vez en 1951; aun sigue circulando. El político libanés Ajjaj Nuwayhid publicó una famosa traducción árabe de Los Protocolos que los introduce con un mensaje al lector: "Es importante que conozcas la 'judería internacional' que está tras bambalinas y que ha realizado sus actos criminales durante veinte siglos. El 'sionismo' e 'Israel' no son más que su fachada. ¡Lee estos Protocolos!". Según escribió Carmen Matussek, una académica especializada en estudios islámicos en Alemania, en un artículo en The Israel Journal of Foreign Affairs: "La popularidad de Los Protocolos en el mundo árabe no se limita en absoluto a los círculos islamistas […] Los Protocolos son traducidos, comentados, publicados y promovidos por famosos intelectuales, políticos y profesores árabes. Presentan los Protocolos como un documento auténtico y absolutamente esencial para explicar los asuntos mundiales".

El Movimiento de Resistencia Islámico palestino, Hamas, se aseguró de mencionarlo en su Carta de Alá de 1988: "El plan sionista es ilimitado. Después de Palestina, los sionistas aspiran a expandirse desde el Nilo hasta el Éufrates. Cuando hayan digerido la región que conquistaron, aspirarán a una mayor expansión, y así sucesivamente. Su plan está incorporado en Los Protocolos de los Sabios de Sion, y su conducta actual es la mejor prueba de lo que estamos diciendo". Una edición árabe de Los Protocolos publicada en Egipto en 2002 por la editorial Akhbar al-Youm, listaba treinta y siete países a los que se exportaba. Ese mismo año, la televisión satelital egipcia transmitió una miniserie de 41 capítulos denominada El jinete sin caballo, basada en Los Protocolos. Al año siguiente, Al-Manar TV, de Hezbolá, emitió una miniserie de 29 capítulos llamada Al Shatat ("La Diáspora") sobre la historia sionista de 1812 a 1948 que denunciaba a un "gobierno judío global" y destacaba Los Protocolos. La calumnia fue asimismo editaba en Siria, Irán, Pakistán y otras naciones árabes y musulmanas. El último febrero, el historiador egipcio Mahmoud Salem afirmó en el Canal 9 de Turquía, afiliado a la Hermandad Musulmana Egipcia, que Wikipedia dice erróneamente que Los Protocolos son una falsificación. El portal del Middle East Media Research Institute ofrece varios ejemplos recientes de la aceptación que gozan en la región, en tanto que Palestinian Media Watch recoge ejemplos de promoción por parte de la Autoridad Palestina.

Los Protocolos parecen haber cautivado además a seres de otros planetas. Una edición de 1991 dio crédito a un extraterrestre de tres metros de altura de las Pléyades llamado Gyeorgos Ceres Hatonn, por el siguiente mensaje traído desde el espacio exterior:

¡Que así sea y, de nuevo, que se os entregue el oído y la comprensión de lo que se os está dando porque son los PROTOCOLOS directos dados por el ANTICRISTO A SU PUEBLO PARA LA TOMA FINAL DEL PLANETA TIERRA! SI NO CONOCÉIS A TU ENEMIGO, ¿CÓMO PODRÉIS ESTAR EN CONTRA DE ÉL? ¡SALÚ!.

Tal como ha descrito Michael Barkun, profesor emérito de ciencias políticas en la Universidad de Syracuse, en su ensayo Antisemitismo del espacio exterior, publicado en la revista Tablet, en el ámbito de la subcultura de OVNIS californiana de la que tomó esta singular versión, Los Protocolos no eran tratados "solo como un documento político, sino como evidencia de una lucha titánica de significado cósmico de la que depende el destino final del planeta". Como él observa, los autores de esta fantasía espacial antisemita combinaron ciencia ficción con elementos de la teosofía y dieron una vuelta de tuerca original al modo en que otros conspirativos terráqueos habían abordado al supuesto complot hebreo hasta ese momento, demostrando así las adaptaciones ilimitadas que el panfleto difamatorio del siglo XIX todavía ofrece.

Los ejemplos citados arriba son apenas algunos de las muchas ediciones de Los Protocolos a lo largo y ancho del mundo.

La refutación

Paradójicamente, una de las primeras refutaciones de Los Protocolos provino de un antisemita: el zar Nicolás. Al leerlo, hizo anotaciones favorables al margen de su ejemplar, pero instruyó a su ministro del Interior que investigara su autenticidad. "Abandonen los Protocolos", ordenó a quienes los estaban promoviendo, luego de ser informado de que éstos eran fraudulentos. "No se puede defender una causa pura por medios sucios". No obstante, la misión de exponer a la calumnia como tal, recayó principalmente, aunque no exclusivamente, en investigadores judíos.

El mismo año en que Los Protocolos comenzaron a alcanzar fama mundial, en 1920, el periodista y diplomático británico Lucien Wolf los expuso como un plagio en su libro El espectro judío y los protocolos falsificados de los sabios de Sion. En febrero de 1921, el reportero del New York Herald, Herman Bernstein, publicó el libro La historia de una mentira: los Protocolos de los Sabios de Sion, donde alegaba que Los Protocolos estaban basados en la narración antijudía de Goedsche. En agosto, el periodista del Times de Londres, Phillip Graves, probó que Los Protocolos eran un plagio de la obra de Joly, en una serie de artículos de alto impacto. Tres años después, en 1924, el periodista alemán Benjamin Segel los presentó como una falsificación en su obra Los Protocolos de los Sabios de Sion, críticamente iluminados. En 1939, Henri Rollin publicó en Francia El apocalipsis de nuestros tiempos, un poderoso exposé que fue trágicamente censurado y sus placas de impresión destruidas con el ingreso de los nazis a Paris al año siguiente (aunque siguió siendo editado eventualmente). En 1967, Norman Cohn escribió Orden de genocidio: el mito de la conspiración mundial judía y los protocolos de los sabios de Sion, considerada la obra cumbre en inglés del incipiente género de refutación, si se puede llamar así, de aquella infamia literaria.

En 1998 salió a la luz La mentira que no ha querido morir: los protocolos de los sabios de Sion, de la jueza y diplomática israelí Hadassa Ben-Itto. En 2004, el renombrado filósofo francés Pierre André Taguieff escribió Los Protocolos de los Sabios de Sion: falsificación y usos de una falsificación. Un año después, el consagrado dibujante estadounidense Will Eisner publicó El complot: la historia secreta de los protocolos de los sabios de Sion en forma de cómic, con una introducción de Umberto Eco. El propio Eco publicará en 2010 la novela El cementerio de Praga, la cual describe a un falsificador del siglo XIX detrás del notorio texto que se transformará en la base Los Protocolos; aunque el autor italiano fue criticado por su abordaje. En las últimas décadas, numerosas monografías académicas, ensayos y libros sumaron su aporte a la verdad histórica.

No obstante, dos acontecimientos cruciales en pos de la demolición de Los Protocolos merecen ser destacados. El primero fue el juicio que se realizó entre 1933 y 1935 en Berna enfocado en Los Protocolos. El juicio había sido iniciado por la comunidad judía de Suiza contra un grupo de nazis que estaba divulgando el texto antisemita. Su objetivo era desacreditar en una corte de ley a Los Protocolos. Lo lograron: el juez Walter Meyer los calificó como "tonterías ridículas". La falsedad de Los Protocolos de los Sabios de Sion quedó legalmente demostrada. El segundo fue el descubrimiento, en 1999, del autor material de la calumnia. En noviembre de aquel año, el historiador de la Academia de Ciencias Rusas de San Petersburgo, Mijaíl Lepejin, hurgó en archivos históricos y dio con Matvei Golovinskii, empleado de la Ojrana en Paris.

La perdurabilidad

En 1917, un ejemplar de Los Protocolos fue dado a Alejandra Fiódorovna Románova, esposa del zar ruso. Tras su asesinato, en julio de 1918, fue uno de tres libros hallados en su casa imperial, junto a la Biblia y Guerra y paz de Tolstoi. Un siglo después, en diciembre de 2018, The New York Times preguntó a Alice Walker —la autora afroamericana de El color púrpura, llevada al cine por Steven Spielberg— qué libros tenía en su mesa de luz. Su respuesta: Y la verdad os hará libres del conspirativo antisemita británico David Icke, en cuyas páginas recicla las acusaciones contenidas en Los Protocolos. Ni digan del poder de las fake news.

Umberto Eco se mostró desconcertado por el bucle en el que viven: "Luego de la aparición del artículo en el Times de Londres en 1921 que revelaba que Los Protocolos eran un plagio, así como cada otra vez que una fuente autorizada confirmó la naturaleza espuria de Los Protocolos, hubo algún otro que los publicó nuevamente reclamando su autenticidad. Y el cuento continúa sin cesar en la internet hoy en día. Es como si, tras Copérnico, Galileo y Kepler, uno siguiera publicando textos escolares aduciendo que el sol gira alrededor de la Tierra". Efectivamente, a pesar de las muchas y sólidas refutaciones a la calumnia, ella pervive. ¿Qué la hace inmortal? ¿Qué la separa de otras conocidas obras antijudías que han caído en desuso?

En un artículo en The Atlantic, Steven J. Zipperstein, profesor de cultura e historia judía en la Universidad de Stanford, recuerda que muy pocos leen en la actualidad Los cimientos del siglo XIX de Houston Stewart Chamberlain o Mein Kampf de Hitler. Uno podría agregar El judaísmo en la música de Richard Wagner, Sobre la cuestión judía de Karl Marx y un largo etcétera. "Pero Los Protocolos han sobrevivido, más que cualquier otro texto de este tipo". En su opinión, al estar relatados en primera persona, personificando al supuesto autor de la conspiración, el texto adquiere entidad. "Los Protocolos no son, supuestamente, la mera narración de un complot diabólico", anota Zipperstein, "son la evidencia de uno".

Ensayando otra respuesta, Michael Barkun introduce el concepto de conocimiento estigmatizado, compuesto por aquellas afirmaciones de conocimiento no reconocidas por instituciones de validación tales como universidades, las comunidades científica y médica, agencias gubernamentales y organizaciones religiosas centrales. En su mirada: "Existe una subcultura de aquellos para quienes las afirmaciones de conocimiento estigmatizadas se consideran autorizadas precisamente porque han sido estigmatizadas. Ser rechazado, ser negado el acceso a los planes de estudios universitarios, a los periódicos respetados, a los púlpitos de las principales organizaciones religiosas, a los libros de texto científicos y médicos: para algunos, es precisamente ese rechazo el que confiere la última forma de validación". Él ve a Los Protocolos como una manifestación típica de conocimiento estigmatizado. Barkun deduce que, aunque tengamos argumentos impecables contra esta difamación colectiva, nunca convencerán a quienes se sienten atraídos por el conocimiento estigmatizado, y postula que la incapacidad para convencer no depende tanto de la magnitud de su antisemitismo (aunque no lo minimiza) como del carácter estigmatizado de Los Protocolos, "lo que lleva a la paradoja de que desacreditarlos es precisamente la característica que los hace atractivos y que, cuanto más convincentes sean nuestros argumentos, menor será su poder de persuasión".

Y así, a doce décadas de su primera publicación en un periódico ruso, Los Protocolos de los sabios de Sion continúan reclamando nuestra atención.


Julián Schvindlerman.

Escritor y profesor universitario argentino. Editor de Coloquio, la publicación insignia del Congreso Judío Latinoamericano.

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