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Pedro de Tena

El director de orquesta asesinado en Jersón y los "orcos" de Putin

Lo cierto es que Yurii Yerpatenko, director de orquesta, ciudadano de Ucrania y de Jersón, a las que ha sido fiel y leal, fue asesinado por los orcos.

Lo cierto es que Yurii Yerpatenko, director de orquesta, ciudadano de Ucrania y de Jersón, a las que ha sido fiel y leal, fue asesinado por los orcos.
Soldados del ejército ruso, a bordo de un vehículo blindado. | EFE

No es la primera vez que se asesina a un músico. La historia aporta, desgraciadamente, demasiados casos. En este mismo primer cuarto del siglo XXI, algunos directores de orquesta han sido asesinados. El 16 de marzo de 2016 fue asesinado en Ciudad Guayana, Venezuela, el director de la orquesta integrada de Guayana y de su Coral Infantil, Larry Salinas, por una delincuencia callejera que ha crecido con el régimen bolivariano. Su labor se dirigía a niños "especiales" , a los que consideraba iguales a todos los demás y acogía en su orquesta.

Un año y poco después, el director de la Orquesta Académica Juvenil del Teatro San Martín de Córdoba (Argentina) fue encontrado asesinado en su casa del barrio Güemes de la ciudad capital, informaron hoy fuentes policiales. Se trataba del escocés Finlay Ferguson, que recibió un fuerte golpe en la cabeza que le propinó, seguramente para robarle, un taxi boy, Alan Damián Torres, condenado a cadena perpetua por su crimen.

En 2009, el sargento Jeferson Vianna, director de orquesta de la comparsa Portela, una de las más tradicionales escuelas de samba del Carnaval de Río de Janeiro según se informó, fue asesinado a tiros en Cavalcante, un suburbio de Río por delincuentes que intentaban robarle el automóvil y que se asustaron cuando descubrieron que su víctima era militar e iba armada.

En 2014, fue asesinado Luis Fernando Luna Guarneros, el director de la Orquesta Sinfónica Juvenil en Mérida, Yucatán. Y este mismo año, en marzo, el director de orquesta canadiense Boris Brott fue asesinado al ser atropellado por un coche que se dio a la fuga en Hamilton, Ontario. En fin, como se ve, los directores de orquesta no escapan al asesinato.

Si abrimos el abanico y nos referimos a músicos en general, son innumerables los matados en diferentes países y circunstancias, desde su exterminio en los campos de concentración o de trabajo a liquidaciones sumarias por diferentes grupos terroristas o terrorismos de Estado o de gobierno, además de por la delincuencia común. Hay toda una categoría que puede consultarse en Wikipedia: Músicos asesinados.

Muchos asesinatos quedan impunes y se van diluyendo en el tiempo. Pero el caso que nos va a ocupar en las siguientes líneas, el de la muerte a tiros de Yurii (o Yuriy) Yerpatenko (o Kerpatenko), director de la orquesta filarmónica de la ciudad ucraniana de Jersón, la primera de relieve que cayó en manos de los invasores rusos enviados por Vladimir Putin, tiene un aspecto literario que no va a ser fácil de olvidar.

Yerpatenko se había negado a colaborar con los rusos. Ya antes, cuando amenazaba Putin con la invasión, se negó a abandonar su ciudad y su puesto en la orquesta. Según la fiscalía ucraniana encargada del caso, el músico se había negado a que su Orquesta de Cámara perteneciente al teatro, participase en los actos del Día Internacional de la Música del pasado 1 de octubre, día que los invasores rusos querían aprovechar para demostrar la "normalidad" de la vida en la ciudad y en toda Ucrania.

Para exhibir tal "normalidad", los invasores rusos decidieron organizar un concierto y dispusieron que la encargada de organizarlo e interpretarlo fuese la Orquesta que dirigía Yerpatenko. El director se negó a ser cómplice de los rusos –de hecho, había acusado a otros artistas ucranianos de haber colaborado con el enemigo en el último mensaje que pudo incluir en las redes sociales hasta el día 29 de mayo—.

No se ha precisado cuándo el amigo y compañero de Yerpatenko, Terentii Shevchenko, aseguró que los militares rusos le dispararon a través de la puerta de su propia casa cuando intentaban que la abriera. El asesinato se conoció después, el 14 de octubre, gracias a la periodista Olena Vanina que da su muerte por segura, como también lo hizo el novelista ucraniano, Andrei Kurkov.

En su último mensaje conocido, Yurii Yerpatenko había afeado la conducta de un director de teatro que había aceptado colaborar con los invasores. En ese texto dice exactamente: "Hasta donde yo lo entiendo, Valery Sheludko decidió tocar con los Orcos como director de teatro. Eso explica mucho. Especialmente el año 1917 (quién sabe)". Unos días antes había escrito en Facebook: "No fue por nada lo que dijo el samurái: vive como si ya no existieras".

A partir de entonces, nada se supo del director musical del teatro Mikola Kulish desde hace 18 años. Es relevante tener en cuenta que Kulish fue un dramaturgo ucraniano deportado y ejecutado en 1937 en una de las frecuentes purgas estalinistas, pocos años después del Holodomor, el asesinato por hambre de millones de ucranianos por decisión de Stalin.

Pero en esta ocasión, desafiando al olvido, Yerpatenko ha calificado de "orcos" a los invasores rusos. No es algo original porque los ucranianos se refieren a ellos como "orcos". No es amable la referencia porque, si bien orco y orcos pueden tener significaciones distintas, ninguna de ellas resulta halagadora para el que recibe. Por eso, unir literatura y resistencia es un acierto de los ucranianos. La guerra acabará algún día pero en la memoria colectiva permanecerá su leyenda y, en ella, tendrán cabida, por haber sido señalados, los "orcos".

En la Antigüedad clásica, el Orco era un mal engendro de Neptuno (Plutón también se cita) que lo cegó para hacerlo invulnerable al amor sin lograrlo del todo gracias a Luis Barahona de Soto, que le logró una Angélica. Theodor Adorno creía que la filosofía iba a seguir a la religión al "orco", una clase de infierno. San Agustín creía que el Orco, como un averno estéril, era uno de los veinte dioses elegidos. Anatole France dice que Orco es el nombre de un fantástico canal marciano.

En ese sentido, el Orco es tenebroso, fúnebre, funeral, carcelero de los inmundos ángeles caídos, víctimas varias, cómplice de Caronte y de Cancerbero, suministrador el lago Averno, compañero del Caos, el seno de la Tierra y el Demogorgon, de lo más primitivo o, en otros casos, un viejo asqueroso vestido de musgo, una representación de lo maligno, de lo letal y furioso.

Sin embargo, en nuestra época los orcos más famosos son los malvados habitantes de los libros que, sobre El hobbit, El Silmarillion y El Señor de los Anillos y algunos otros, escribió el católico británico J.R.R. Tolkien, cuya creencia era tan densa que logró que su amigo, otro escritor fantástico, C.S. Lewis dejara de ser ateo. Hay otros orcos, pero los de Tolkien son los más presentes.

Si alguien tratase de identificar a los orcos con los rusos, Tolkien respondería muy enfadado que no era partidario de ceder ante las alegorías pero habría reconocido que bajo los orcos se encontraba la verdad de la presencia del mal y de sus horrores. Eso sí, decía, juzgando banales algunas afirmaciones de los "demócratas", que, tal vez, algún Orco "se apodere del anillo del poder y entonces recibiremos, como estamos recibiendo, esclavitud". Los orcos no eran nazis, ni japos, ni tampoco rusos, pero, ¿quién está libre de dejar correr las comparaciones por odiosas que sean?

¿Quién podrá en la Ucrania del futuro combatir la imagen "rusa" del "poder negro", de la fortaleza de hierro de Morgoth, de los repugnantes orcos y los pasos de Mordor, de Sauron, el Nigromante, el Señor oscuro, el Señor de los Anillos, Annatar, Gorthau y demás personajes de la leyenda donde el débil le puede al fuerte perverso?

Los camiones militares rusos que invaden las ciudades de Ucrania llevan una enigmática Z en sus laterales. ¿Cómo impedir que esa letra se relacione con la Z que aparece en el nombre del jefe de los orcos, AZOG, el enemigo principal de los "enanos", con los que necesariamente deberán identificarse los ucranianos en su batalla contra los orcos y su gran capitán, Vladimir Azog Putin?

"…los Enanos buscaban a Azog en cada escondrijo bajo la montaña. Por fin todos los Orcos que huían delante de ellos se reunieron en Moria, y la persecución llevó las huestes de los Enanos a Azanulbizar. Era ése un gran valle que se extendía entre los brazos de las montañas en torno al lago de Kheled-zâram y había sido antaño parte del reino de Khazad-dûm….Pero una gran hueste de enemigos estaba dispuesta en orden de batalla sobre las laderas encima de ellos, y por las puertas salió una multitud de Orcos reservados por Azog en caso de necesidad".

¿Quién se atreverá a insinuar que tal texto de Tolkien no se atiene a los hechos comprobados en la guerra entre Ucrania y Rusia, especialmente, en la cruenta batalla de Jersón? "Al recordarla los Orcos se estremecen todavía y los Enanos lloran", sigue el genio fantástico. Aunque tal vez, "el pueblo de las Colinas de Hierro decidió la suerte del día. Llegados últimos y descansados al campo, los guerreros de Náin, hijo de Grór, vestidos de cota de malla, se abrieron paso a través de los Orcos hasta los umbrales mismos de Moria al grito de ‘¡Azog, Azog!’, derribando con sus piquetas a todos cuantos se les pusieron en el camino".

¿Cómo impedir que la esperanza se una a los Enanos que, una vez muerto su general Náin a manos de Azog, vieron cómo su hijo, Dáin Pie de Hierro, enano con hacha roja, volaba escaleras arriba y "Justo ante las puertas atrapó a Azog, y allí le dio muerte, y le rebanó la cabeza. Esto se consideró una gran hazaña, pues Dáin era entonces sólo un muchacho en las cuentas de los Enanos". Aquella noche, sin embargo, no se celebró la victoria a causa de la gran cantidad de muertos que habían cubierto los campos.

Azog, para Tolkien, era pura mezquindad y orgullo sin fin. "Tener el poder para detener miles de muertes y de sufrimiento, y quedarse sentado... es bastante peor que lo que sucedió en Alqualondë y desde luego más reprochable". ¿Qu qué sucedió en Alqualondë? Esa es otra historia.

Lo cierto es que Yurii Yerpatenko, director de orquesta, ciudadano de Ucrania y de Jersón, a las que ha sido fiel y leal, fue asesinado por los orcos. Pero ni estos seres deformes y monstruosos ni su jefe, el Azog del Kremlin, pueden ni podrán soportar la música sonriente que un día por venir, alguien, compondrá para ser cantada en el teatro de la ciudad recordando aquella guerra y a sus víctimas.

No sabemos cómo será pero sí que sonarán "todas las trompetas… en medio de la música de las arpas y las violas y las flautas y el canto de las voces claras". Será el retorno de la paz y de la Ucrania libre, que inspirarán tantas canciones… Es lo que tiene dejar la música en manos de los héroes, sobre todo si están muertos.

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