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Pedro de Tena

Panorámica urgente sobre el legado socialista en España ante el 23-J

Seguimos a la espera de que surja un nuevo socialismo que apueste por la convivencia y la lealtad.

Seguimos a la espera de que surja un nuevo socialismo que apueste por la convivencia y la lealtad.
Pedro Sánchez y Felipe González, durante el acto para conmemorar el 40 aniversario de la victoria electoral de 1982. | EFE

Cuando se le pregunta a uno de estos motores de inteligencia artificial, en nuestro caso al de Bing, por el PSOE y su historia, responde:

El PSOE es uno de los partidos políticos más antiguos de España, fundado en 1879 por Pablo Iglesias Posse como un partido de clase obrera, socialista y marxista. A lo largo de su historia, ha participado en diferentes etapas de la vida política española, desde la Restauración hasta la actualidad, pasando por la Segunda República, la Guerra Civil, el franquismo y la transición democrática. Ha gobernado el país en varias ocasiones, con las presidencias de Felipe González (1982-1996), José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011) y Pedro Sánchez (2018-presente). Su ideología se ha ido adaptando a los cambios sociales y políticos, abandonando el marxismo en 1979 y adoptando posturas socialdemócratas, socioliberales, progresistas y federalistas. Actualmente se define como un partido de centroizquierda que forma parte de la Internacional Socialista y del Partido de los Socialistas Europeos.

Es entonces cuando se descubre que llamar inteligencia a este artificio es otra tontería de las muchas que han inundado la cabeza de millones de personas desde la aparición del bendito, por otra parte, Internet. Más que artificial, que lo es, esta descripción es sobre todo superficial y benévola, por cuanto suministra una versión azucarada y falsificadora de lo que relata. ¿Centro izquierda quien se alía con exterroristas, separatistas y comunistas de todo tipo en un gobierno?

El PSOE lleva la E de España en sus siglas, pero es una E de referencia geográfica y jurídica, no de significado político relevante. De hecho, en el acta fundacional de 1879 no aparece la palabra España ni tampoco "español". Los reunidos, en su mayoría tipógrafos como su líder, Pablo Iglesias Posse, querían fundar un partido socialista y obrero. Entonces, la influencia de la I Internacional, ya dominada por Marx y Engels, no concedían importancia real a las naciones históricas, consideradas invenciones o ficciones "burguesas". Tampoco, por cierto, hay referencia alguna al carácter marxista de la organización.

La corriente ideológica inicial del fundador no procedía de Marx sino del idealista y masón alemán K. Ch. F. Krause, inspirador del oscuro krausismo español, y del francés Jules Guesde, fundador del socialismo, este sí nacional, francés. Finalmente, Laura Marx y su marido, Paul Lafargue, le inclinaron hacia el marxismo, de donde derivó su hostilidad hacia la democracia, su incomprensión por la creación de riqueza y los derechos humanos, entre los que figuran a propiedad y la familia, hacia toda moral que no sea la que conduce al poder y su aceptación de la violencia como elemento lícito de la lucha política. Iglesias inauguró la estrategia de la tensión contra todos los elementos constitutivos de la España de entonces.

Pablo Iglesias, obrerista decidido, se negó a componendas con cualquier otra fuerza política, convencido de que "la sociedad presente no tiene más fundamento ni más base que el antagonismo mortal de dos clases: una, que posee la riqueza (de la cual no ha sido creadora), que disfruta de todo, que de todo goza, y otra (la productora de la riqueza social), completamente desposeída, falta de alimento intelectual, de educación, de comodidades", recoge su biógrafo Juan José Morato.

Ello le convirtió en un referente moral. Para él, ser socialista "significaba también adherirse y vivir conforme a una serie de principios morales entre los que se contaban la austeridad, la honradez o la capacidad de sacrificio, valores sin los cuales no servía de nada la mera adscripción ideológica". Esto es, no había entendido el marxismo, para el que la clase trabajadora es meramente el elemento instrumental de una historia que escriben las fuerzas productivas y las relaciones técnicas y sociales de producción en continua tensión.

Ortega le llamó el "santo laico" como otros muchos llamaron del mismo modo al también obrero y anarquista inspirador de la CNT, Anselmo Lorenzo, el primero en percibir que los enemigos de las aspiraciones de los trabajadores a una sociedad más justa eran los mismos que la predicaban, en referencia expresa a Marx, que lo decepcionó profundamente por su autoritarismo y su marrullería para dominar la I Internacional.

Pablo Iglesias y el primer PSOE consagraron la estrategia de la tensión a través de PSOE-UGT penetradas por el narcisismo ideológico del marxismo, autoproclamado ciencia absoluta de la historia y de la sociedad, y el dogmatismo inflexible del fundador. Iglesias implantó el inexplicable sentimiento de superioridad científica y moral que sigue afectando patológicamente al PSOE actual, gracias al cual puede justificarse cualquier cosa, incluso la violencia revolucionaria y el atentado personal, como advirtió el "santo laico" al conservador Antonio Maura en el propio Congreso de los Diputados.

El desprecio de la democracia y la aceptación de la violencia organizada llegaron explícitamente de la mano de dos sucesores del fundador, Indalecio Prieto y Francisco Largo Caballero, tras una colaboración expresa con la dictadura de Primo de Rivera por parte del segundo que dejó claro que la conquista de la hegemonía del socialismo justificaba todo tipo de medios. Algo se dejó entrever ya en mayo de 1931 con la quema de conventos, periódicos conservadores y elementos del patrimonio nacional, acciones nunca condenadas y a veces alentadas por la nueva estrategia condicionada ya por el comunismo dependiente de Moscú, un sistema no aceptable para socialistas como Fernando de los Ríos.

La aprobación de una Constitución no concebida para la totalidad de los españoles, marcó el camino. Que en solo unos años se produjeran 8 golpes de estado, seis de las izquierdas y los separatismos y dos de las derechas (el de Franco fue el único que triunfó) y miles de víctimas mortales desde 1931 a 1936 bien por atentados, huelgas o represión, da una idea de su fragilidad e inconsistencia.

El golpe revolucionario armado de 1934 contra la II República, del que luego se arrepentiría Prieto por motivos tácticos, que no por respeto a la democracia liberal, y su voluntad decidida de imponer sus políticas a la media España que no concordaba con ellas, llevaría a la Guerra Civil, inevitable y deseada por Largo Caballero explícitamente después de aquel golpe de estado fallido. El mismo Prieto dijo: "Tras la represión de Asturias toda concordia parecía imposible". Adviértase que no consideraba el golpe como un elemento vertebral de la discordia desencadenada. La causa fue la represión, señaló, torturando los hechos y el lenguaje.

Tras las elecciones fraudulentas de 1936, el deterioro de los valores cívicos elementales para la convivencia fue tan alarmante que causó un miedo insoportable en quienes se consideraban futuras víctimas del llamado "terror rojo". Fue el propio Manuel lrujo, peneuvista destacado y ministro del gobierno republicano durante la Guerra Civil, quien en marzo de 1936 escribió esto:

Que en Madrid, Extremadura, Andalucía, Levante, se queman iglesias, conventos, fábricas, almacenes, casinos, casas particulares, archivos del Juzgado y del Registro; que se hace salir desnudas a las religiosas y se las somete al trato que no se da a las mujeres profesionales; que después de deshonrar a las hijas y a las esposas, son paseadas en pico las cabezas de sus maridos y padres por oponerse al "regocijo"; que las gentes arriendan hoteles de invierno en los pueblos del Bidasoa, en la costa guipuzcoana o en las montañas laburdinas, huyendo de la "alegría" de sus tierras; que se asaltan y ocupan fincas por alcaldes, asociaciones o bandas de pistoleros; que se asesina a la Guardia Civil, haciendo "picadillo" de sus restos exánimes; ...no hay novedad en el frente. Pero ¿puede vivirse así? ¿Es todo esto tolerable? El estampido "se masca". Lo exige el ambiente. Y no tardando. (El Día de San Sebastián, 31 de marzo de 1936).

Puede compararse este texto, con sorpresa, con el que Franco leyó el 17 de julio de 1936:

…La situación de España es cada día más crítica; la anarquía reina en la mayoría de los campos y pueblos; autoridades de nombramiento gubernativo presiden, cuando no fomentan, las revueltas; a tiro de pistola y ametralladoras se dirimen las diferencias entre los asesinos que alevosa y traidoramente se asesinan, sin que los poderes públicos impongan la paz y la justicia. [...] La Constitución por todos suspendida y vulnerada, sufre un eclipse total: ni igualdad ante la ley; ni libertad, aherrojada por la tiranía; ni la fraternidad, cuando el odio y el crimen han sustituido el mutuo respeto; ni la unidad de la Patria…

Durante la Guerra Civil ya desatada, se produjeron nuevos escándalos, como las matanzas de derechistas (e incluso de anarquistas y disidentes comunistas) en la retaguardia; como el abandono de la Málaga republicana sin defensa militar; como el caso del yate Vita, con dinero y joyas de los depósitos bancarios requisados a los particulares; como el caso del oro enviado a la URSS… Todos ellos abundaron en la percepción de que el socialismo español, en su fase revolucionaria, había descarrilado hasta tal punto que el propio Julián Besteiro, junto con el coronel Casado y el anarquista Cipriano Mera dieron el golpe final a una república dominada por los comunistas y la URSS rindiéndola al vencedor, Francisco Franco, para evitar más víctimas.

¿Cuál fue el legado principal del PSOE en estos años? El desprecio por la débil democracia republicana con muy pocas excepciones, algo congénito, y la ciega irreflexión acerca de las consecuencias de la reacción popular ante una revolución que acababa con el derecho a la continuidad física y civil de la media España que no la quería.

Tras la Guerra Civil y la larga dictadura de casi 40 años, se abría el horizonte español a la democracia de manos de la monarquía y de los propios próceres del Movimiento Nacional. Como consecuencia de la aprobación de la Constitución, el socialismo liderado por Felipe González, inicialmente muy radicalizado, fue evolucionando hacia lo que muchos consideraron una socialdemocracia al estilo de las existentes en los parlamentos europeos. Aunque no se renunció formalmente al marxismo, se aceptó la entrada en la OTAN tras un hipócrita referéndum y se aseguró una mayoría absoluta que permitiría a los españoles comprobar, o no, las virtudes del bálsamo socialista.

Pronto se vio que el PSOE no deseaba la independencia judicial descrita en la Constitución y que la estrategia revolucionaria del pasado era sustituida por una ocupación paulatina de las instituciones públicas y del Estado que aspiraba a convertir al socialismo organizado en el eje vertebrador de la nueva España autonómica y municipal, aunque volviendo a aceptar como regiones privilegiadas a Cataluña y al País Vasco, catalanizando incluso a su federación regional en el territorio.

Se mantuvo la firmeza en la lucha contra el terrorismo etarra, incluso por medios ilegales y extremos, y se comenzaba a influir en la educación, en la sanidad y en las pensiones públicas, identificándolas más con las conquistas del socialismo que con las prescripciones democráticas de la Constitución y la historia anterior de España.

La ausencia de controles adecuados y el poder desmesurado de barones y dirigentes socialistas sobrevenidos condujo a una extensión escandalosa de la corrupción que inició el deterioro del cesarismo felipista, que maniobró siempre demonizando al primer partido de la oposición identificándolo con el franquismo y los "dóbermans", costumbre no abandonada hasta el momento. Cuando, tras las elecciones de 1993, quedó en minoría, no dudó un momento siquiera en aliarse con el nacionalismo catalán favoreciendo así la irrupción del separatismo más agresivo.

Felipe González, con la economía cada vez más atascada, no supo culminar la evolución del socialismo español hacia una socialdemocracia con todas las consecuencias, esto es, respeto por las formas, aceptación natural de la alternancia de gobierno, neutralidad de las instituciones básicas y la administración, primacía del mérito y la capacidad sobre la afinidad ideológica. Tampoco supo desarrollar en su propio partido las nuevas maneras de comportamiento social y político, si bien mantuvo un cierto nivel intelectual y profesional en sus gobiernos, más alejado del obrerismo y el autodidactismo de etapas anteriores.

Tras el paréntesis de ocho años de gobierno del Partido Popular, lo que podría haber sido ya un PSOE asentado en la democracia constitucional y sus costumbres, a pesar de sus salidas de tono y tics del pasado al modo "Arfonso" de la Transición, mutó de repente en la campaña electoral de 2004 hacia actitudes ofensivas, desafiantes y escasamente patrióticas. No le importó acusar al gobierno del PP de ser la causa del mayor atentado terrorista de la historia de la Unión Europea para ganar unas elecciones mientras hablaba de "talante" y cordialidad.

Tras las elecciones, José Luis Rodriguez Zapatero, de ascenso inexplicable en el seno del partido, comenzó una labor sistemática de banalización conceptual, de simplificación histórica y de esloganismo ideológico. A pesar de los socialistas asesinados por ETA, apostó por el diálogo con la organización terrorista, los separatismos y los mismos comunistas, tabú para Felipe González, prefigurando lo que con el tiempo iría fraguando como un nuevo Frente Popular, única manera contemplada al parecer de ganar elecciones.

Dedicado a las maniobras orquestales en la oscuridad en temas civilmente complejos como la homosexualidad, la eutanasia, el aborto y otros, y a los juegos de salón internacionales nada inofensivos para la integridad nacional, no vio la gravedad de la crisis económica que se apoderó del mundo con graves consecuencias para España. El nivel de sus ministros era manifiestamente mejorable y la economía española encendió sus luces rojas que sólo atendió cuando se lo recomendaron las altas instancias europeas y norteamericanas. Nos legó eso sí, la ofensiva ideológica contra la educación pública, la vuelta al guerracivilismo con la esperanza de blanquear la II República y el papel de la izquierda y el olvido de las víctimas de ETA en un infame baile con sus verdugos.

El resultado final fue un batacazo electoral de máximo calado y el triunfo por mayoría absolutísima de un PP que ya controlaba la mayor parte de las Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. El PSOE se adentró en una crisis interna, en parte originada por la deriva izquierdista de Rodríguez Zapatero que culminó en 2016 con la entronización de quien se suponía un socialista liberal, un tal Pedro Sánchez, no el protagonista de la novela de José María de Pereda, sino un oscuro socialista que ascendió aparentemente por casualidad.

El nuevo líder, el único secretario general electo depuesto por el máximo órgano socialista entre Congresos, el Comité Federal, logró finalmente derrotar a sus adversarios internos, barones e "históricos" del PSOE que adivinaron pronto que seguiría, corregidos y aumentados, los pasos de Zapatero. Una vez dominador absoluto del poder de la organización del partido, liquidó a sus oponentes y decidió blanquear el pasado de la corrupción en el PSOE iniciando una campaña exhaustiva de acusaciones contra el PP y definiendo como extrema derecha a Vox, partido nuevo y democrático nacido de los genes populares más combativos.

Sánchez continuó y acentuó el pacto con los exmiembros de la banda terrorista ETA. Es más, aceptó coaligarse con ellos sumando sus votos para seguir gobernando, al igual que ha hecho con Esquerra Republicana y otros regionalismos. A pesar de sus desacuerdos, finalmente Pedro Sánchez logró forjar una alianza con los viejos comunistas y con los nuevos comunistas de Podemos.

Lo que ha caracterizado sobre todo su presencia en el gobierno, tras una fétida moción de censura contra el PP de Rajoy urdida en las cloacas judiciales, son la mentira sistemática y los incumplimientos de promesas, una tras otra. Además, acentuó el encalado de la II República y su herencia en un programa de gestos vacuos como la salida de los restos de Franco del Valle de los Caídos y la acotación de la memoria democrática al 18 de julio de 1936, como si todo lo anterior no hubiera existido.

Para no alargar mucho este apartado, bastará transcribir lo que un grupo de socialistas del colectivo Fernando de los Ríos ha dicho de él en su reciente encuentro de Madrid, tal como lo ha recogido la prensa nacional:

  • En vez de grandes acuerdos con el PP para asentar la democracia española, Sánchez está propiciando el riesgo de que el país se vaya "por el desagüe" debido a "comportamientos populistas y extremistas", en alusión implícita a Unidas Podemos y los socios parlamentarios de la coalición al frente de La Moncloa.
  • Ha rendido al PSOE a sus pies y está "dispuesto a cualquier aritmética estrambótica para gobernar" sin gana, aludiendo a la estrategia que Ferraz ha mantenido hasta ahora de plantear las elecciones generales como un ticket electoral con el Sumar de Yolanda Díaz dando por hecho que no conseguiría la mayoría en solitario.
  • Ha adelantado la cita electoral al 23 de julio sin haber dado "la oportunidad de debatir" sobre los errores cometidos en las autonómicas y municipales y que, a pesar de haber querido ser "actor" de esa campaña que ha acabado en "derrota", se rodeara el miércoles de sus diputados y senadores para que le dieran "un aplauso exagerado". Y subrayó Nicolás Redondo Terreros: "No se puede hacer de un partido una organización personal".
  • Es absolutamente censurable que haya hecho concesiones al independentismo catalán en esta legislatura. Ha instrumentalizado, para ello, sin precedentes conocidos, nada menos que el Código Penal con la modificación de los delitos de sedición y malversación "con nombre y apellido" para beneficiar a los condenados por el referéndum ilegal de Cataluña, una aberración propia de gobiernos bolivarianos.
  • Ha pactado con los sucesores de ETA que no han renunciado a su "herencia macabra" y siguen reivindicando el terror "dándole un tinte épico a aquella acción terrorista que nos causó tanto dolor", según Redondo Terreros: "No ha hecho ninguna rectificación, ninguna matización, al contrario: cuanto más fácil se lo ponemos, más envalentonados están".
  • Nicolás Redondo, portavoz del colectivo Fernando de los Ríos, enjuició que este Gobierno ha tenido "una sobrecarga ideológica tan extenuante" que ha provocado que "lo que se ha hecho bien no se aprecia" y ha afeado a Sánchez que haya hecho una campaña con anuncios de medidas "mitin tras mitin" que han hecho parecer que "más que de una política determinada" se trataba de "una tómbola". "Lo peor que se puede hacer es tomar a los ciudadanos por tontos, pensar que son un rebaño de ovejas que se pueden dirigir con el ladrido de un perro".
  • Para rematar, recordó que en el PSOE, quien pierde, se va, como "hemos hecho muchos". Y desde luego, en el acto se recordó que hay que desarrollar una política de consenso y no de disenso social. También se subrayó la debilidad de la división democrática de poderes y el abuso de los decretos leyes (129 aprobados en esta legislatura) lo que acaba con lo normal y lo reemplaza por lo excepcional.

En este caso, el ya tradicional narcisismo ideológico del PSOE ha sumado un narcicismo personal descontrolado que obstaculiza una necesaria reflexión sobre la entidad de la nación española y el abandono definitivo del marxismo de tan oscuros recuerdos en la reciente historia de España. Si lo que se quiere es convivir, no hay otro camino que la aceptación de la democracia constitucional y las vías reformistas con respeto a las formas y a las leyes. Seguimos a la espera y deseamos que de los resultados de las próximas elecciones del 23 de julio surja un nuevo socialismo que apueste por la convivencia y la lealtad.

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