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Agapito Maestre

Rafael Tomero Alarcón y el exilio de María Zambrano

Las posiciones de Zambrano sobre el exilio están más cercanas a las versiones tópicas que a la más sutil y de un filósofo del estilo de Julián Marías.

Las posiciones de Zambrano sobre el exilio están más cercanas a las versiones tópicas que a la más sutil y de un filósofo del estilo de Julián Marías.
María Zambrano

Un suceso personal me obliga a seguir escribiendo sobre el exilio de María Zambrano. Es una sorpresa absoluta. Todo un hallazgo absolutamente inesperado. Tiene que ver con un libro. Mientras revisaba viejas carpetas llenas de papeles, me encuentro con una de color rojo que creía haber perdido en uno de mis traslados de domicilio. Al verla me ha dado un vuelco el corazón. He recordado la sonrisa bondadosa de quien me la entregó. Su rostro conformaba la esencia de un ser auténtico, bueno e inteligente. La cara es, definitivamente, el espejo del alma. Un verano le encomendé a mi hijo mayor para que guiará sus pasos por Washington. Era su lugar de residencia habitual en Estados Unidos. Se hicieron grandes amigos. Toda mi familia guarda los mejores recuerdos de sus visitas a nuestra casa. Nada más llegar a Madrid se plantaba en casa como los ángeles. Se presentaba de improviso y, naturalmente, sin avisar. Había llegado nuestro ángel risueño. En su compañía, como él decía de nosotros, "el sol amanecía". Era uno más de la familia. Le enseñó a leer Antonio Machado y era uno de los niños que acompañaba a Manuel Muñoz Martínez, Director General de Seguridad en la Segunda República, a cruzar a Francia por la frontera de La Junquera, en enero del año 1939.

Un día de primavera de comienzo del siglo XXI nuestro ángel vino a casa. Portaba un bolso pesado del que sacó una abultada carpeta. Me pidió que la custodiará o algo parecido. Le advertí de que había elegido a la peor persona del mundo para ese cometido. Mis despistes son de premio. Pierdo todo. Soy, sí, un genuino perdedor. A pesar de todo, insistió en que solo se fiaba de mí. Contenía información personal, cartas privadas y oficiales, recibos de pagos de alquileres en Roma, Ginebra y Madrid; había en fin muchos papeles que demostraban con claridad las relaciones de Rafael y su esposa con María Zambrano. En el haz del archivador está escrita a mano la siguiente nota: "Ayuda dineraria y atenciones personales a María Zambrano de Rafael Tomero y Judith Bradfield". Sin duda, es la letra de mi amigo Rafael Tomero Alarcón, alias Salvita como le llamara Aquilino Duque en una de sus excelentes novelas. Es la misma persona que recogió el Premio Cervantes en nombre de María Zambrano ausente por enfermedad. Rafael, primo hermano de María, fue durante décadas el "ángel tutelar de toda la familia Zambrano".

Después de la muerte de María, fue también un "ángel tutelar" no sólo de la memoria de su prima sino de sus papeles, aunque pronto una Fundación intentara ocupar su lugar. Nadie que quisiera saber de María Zambrano podía prescindir de una charla con Salvita. Rafael fue, como dijera el filósofo Agustín Andreu, "biblioteca viva en la vida terrena de María. ¡Anda y danos los papeles que te quedan, y verás con que alegría nos pondrías!". He ahí la dedicatoria que le puso a Rafael el bueno Andreu en un ejemplar de su libro María Zambrano. El Dios de su alma. Da una mínima idea de la importancia que tuvo este hombre en la vida y obra de María Zambrano. Yo tardé mucho tiempo en enterarme de la cosa. Perdí la carpeta y ahora la recupero. Albricias. El cielo me ha sonreído. En fin, superada la primera impresión, abro el abultado cartapacio como si fuera un objeto sagrado. Lo primero que me encuentro es un libro forrado con un plástico rojo. Debajo aparece una fotocopia del pasaporte de la escritora y un documento mecanografiado, fechado en Ginebra el 21 de noviembre de 1983 y firmado por María Zambrano Alarcón, dirigido al Ministerio de Justicia, a través del Consulado de España en Ginebra, para que le sea concedido el divorcio de Don Alfonso Rodríguez Aldave, con quien permaneció more uxorio hasta julio de 1950. Después de una rápida revisión de tanta documentación, que hasta incluye una copia completa de su testamento, me detengo en el libro. Se trata de la primera edición de Delirio y destino (Los veinte años de una española), en la editorial Mondadori en 1989.

Dentro de la llamada "literatura del yo", esta obra de María Zambrano ocupa un puesto especial. Es curiosa. Hay más embrollo, oscuridad y ocultamiento que sencillez, claridad y esencia. Se trata de una narración arbitraria, parcial y por momentos lírica de un período de la historia de España, especialmente el que corresponde al final de la Dictadura de Primo de Rivera y el advenimiento de la Segunda República. Son exactamente delirios, "confesiones de siglo", de una escritora española para lectores con ínfulas filosóficas. No es propiamente una autobiografía, tampoco contiene unas memorias y recuerdos al uso, y menos aún tienen algo de unos diarios filosóficos o unas confesiones profesionales, pero algo de todos esos géneros literarios contienen estos delirios. Es literatura híbrida. Representa lo mejor y, seguramente, también lo peor de un mestizaje entre lo castizo español y el cosmopolitismo vacío del que no es capaz de integrar la España real en el mundo. Pretende, pues, darnos cuenta de las vivencias y pensamientos fundamentales de veinte años de su vida adulta.

En cualquier caso, es una obra mayor de la pensadora. Escrita a comienzos de los años cincuenta, durante su exilio en La Habana, es imposible entenderla sin su experiencia del exilio. Quiero decir que sin este texto apenas entenderíamos la importancia de la categoría, concepto o, sencillamente, la idea de exilio que ha desarrollado a lo largo de su obra María Zambrano. Dicho sea de paso, las posiciones de Zambrano sobre el exilio de España y la Guerra Civil están más cercanas a las versiones tópicas que a la más sutil y elaborada por un filósofo del estilo de Julián Marías, quien distinguió siempre con precisión y grandeza moral entre el exilio del 36 y el del 39. "El primero se produce con la llegada de la guerra y por temor a la pérdida de libertades. El segundo tiene que ver con el desenlace de la guerra". Marías, un filósofo que sufrió cárcel y exilio interior, durante el franquismo, jamás dejó de insistir en este asunto: "Hay un hecho importante, que alguna vez he recordado pero del que nadie que yo sepa se ha dado por enterado: la gran mayoría de la emigración intelectual no se produjo en 1939, al final de la guerra, sino en 1936, a su comienzo. Es decir, consideraron los escritores o profesores que optaron por salir de España que la libertad estaba perdida en todo caso, que no se podía trabajar —acaso simplemente vivir— con algún decoro. Algunos salieron de España con misiones diplomáticas o análogas (Américo Castro, Sánchez Albornoz, por ejemplo); otros, con invitaciones a cátedras extranjeras (Salinas, luego Guillén, Montesinos, Menéndez Pidal, Juan Ramón Jiménez); los más, a la buena ventura (Ortega, Marañón, Baroja, Azorín). A otros los había sorprendido la guerra en la otra zona, y su suerte fue varia, de mejor o peor forma".

Salvo algunos capítulos, el libro Delirio y destino no fue publicado hasta 1989 con la siguiente advertencia de la autora: "Aunque escribí este libro a principios de los años cincuenta quiero mostrar mi gratitud a la Fundación María Zambrano de Vélez-Málaga por haberme dado serenidad y tiempo para sacarlo ahora a la luz debidamente actualizado". El ejemplar de este libro de forro rojo que está en mi poder está muy subrayado a lápiz. Las múltiples erratas, así como los signos de puntuación, están corregidas por alguien que conoce muy bien el texto. También aparecen muchas anotaciones sobre circunstancias y personajes. Tiendo a pensar que el texto fue ampliamente corregido por la propia María Zambrano. Hay mil detalles, empezando por la letra, que me llevan a concluir que la pensadora ya estaba pensando en una segunda edición. Creo que Rafael me había regalado una joya. Más aún, un grandioso tesoro. Dios lo tenga en su seno. Administremos con prudencia este legado. Y para ello nada mejor que intentar contestar a la siguiente pregunta: ¿Cuáles son las diferencias significativas entre la primera edición de Delirio y destino y la segunda que publicó la Fundación María Zambrano y la Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, en 1998, después de muerta la autora?

Creo que la primera y fundamental es no haber respetado el texto tal y como lo publicó María Zambrano en vida, especialmente no fueron tenidas en cuenta las supresiones del texto original que hiciera la autora. Esas omisiones, sin duda alguna, muy importantes respecto al texto original fueron pisoteadas con alevosía e incluso con el cínico recurso de una cita de la autora perteneciente a un librito de combate de corte guerracivilista escrito por Zambrano en 1937: "Cuando se ha producido una obra, ya poco importa lo que su propio autor diga o dictamine de ella; la obra tiene ya su propio sentido por encima de los caprichos u obcecaciones de su autor, que puede haber incluso perdido su clave". Pero de todo esto ya escribiremos en una próxima entrega.

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