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Santiago Navajas

El dictador, el poeta, los intelectuales y la revolución

Cambian los motivos, pero nunca dejan en la izquierda de silenciar, humillar y perseguir a los que se salen del rebaño políticamente correcto.

Cambian los motivos, pero nunca dejan en la izquierda de silenciar, humillar y perseguir a los que se salen del rebaño políticamente correcto.
Migrado desde el sistema antiguo de imágenes de vídeo, corresponde al vídeo 'Heberto Padilla, poeta expiatorio' | YouTube (posiblemente)

Fidel Castro no solo torturaba a los cubanos a golpes, sino también con discursos larguísimos y enfáticos. A veces, incluso, pedía que la gente votase de manera espontánea sus propuestas, preguntando entre risas si alguien se abstenía o votaba en contra. Por lo que fuese, la totalidad del público estaba con el dirigente revolucionario (pronúnciese la "c" como "s" y alargando todo lo posible la "a" para una mayor autenticidad y fervor). De cara a la galería, la "re-vo-lu-si-ón" caribeña era una fiesta en la que la hoz y el martillo habían sido sustituidos por el mojito y la nueva trova.

Pero debajo de la playa, había adoquines. El primero entre los fieles utópicos que señaló que el dictador estaba desnudo fue un cinéfilo empedernido e ingenioso novelista llamado Guillermo Cabrera Infante que le ponía títulos a sus novelas en forma de juegos de palabras, como Tres tristes tigres y Pavana para un infante difunto. Al hermano de Guillermo el régimen socialista de Castro le había metido un puro por un documental en el que se mostraba el mundo de la noche en La Habana, entonces más que nunca en modo "La flaca duerme de día/Dice que así el hambre engaña/Cuando cae la noche/Baja a bailar a la Tasca" en lugar de estar trabajando siguiendo la máxima de que "de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad". Por cantarle a la Flaca que el hambre engaña, Pau Donés habría sido encarcelado por actividad contrarrevolucionaria.

El que sí fue acusado de contrarrevolucionario en 1971 fue Heberto Padilla, un poeta y novelista que pasará a la historia no tanto por la calidad de sus poemas, que no son malos en absoluto, sino porque sus versos cabrearon mucho a Fidel Castro. Habían pasado cuarenta años desde que Stalin casi fusila a Shostakovich por Lady Macbeth de Mtsensk, pero intelectuales y artistas seguían con la ensoñación de que el comunismo era un reino de libertad, amor y paz. La declaración contra Padilla parece calcada de la crítica feroz de Stalin contra el compositor ruso:

Nuestra convicción revolucionaria nos permite señalar que esa poesía y ese teatro sirven a nuestros enemigos, y sus autores son los artistas que ellos necesitan para alimentar su caballo de Troya a la hora en que el imperialismo se decida a poner en práctica su política de agresión bélica frontal contra Cuba.

El poemario acusado de reaccionario se titulaba Fuera del juego. Los comunistas, en un rapto de cruel humor, pusieron al poeta literalmente fuera del juego revolucionario. Lo encarcelaron durante unos meses y cuando salió le obligaron a hacer una feroz autocrítica en público, concretamente en la sede de la Asociación de Escritores Cubanos, que estaba a rebosar de escritores comprometidos, con la notabilísima excepción del más grande de ellos, Lezama Lima. No importó, Padilla también le nombró cuando su autocrítica la extendió a los compañeros escritores socialistas que también se habían mostrado tibios o críticos en apoyar a los hermanos Castro. Con compañeros socialistas como estos, ¿quién necesita enemigos capitalistas?.

La autocrítica de Padilla fue grabada con varias cámaras, quizás para emitirla como modelo ejemplarizante, pero nunca se hizo pública. Ahora, no se sabe bien cómo ni quién (y más le vale al responsable que no se sepa en la isla bonita y devastada), ha salido a la luz (aquí la pueden ver tal cual) y Pavel Giroud la ha convertido en documental, El caso Padilla, dándole algo de contexto histórico porque más de medio siglo después contemplar a los comunistas despedazándose entre ellos por quítame allá algo de compromiso "revolusionario" puede ser que no se entienda muy bien por las generaciones nacidas en el siglo XXI, a pesar de que la nueva izquierda "progre" –la inqueersición y diversos movimientos como el woke, el metoo y el BLM– han vuelto a poner de moda el acoso político y la inquisición moralista, salvando las distancias. Es divertido aunque patético que muchos críticos de cine abonados a la cultura del cancelamiento se echen ahora las manos a la cabeza ante la caza de brujas de los comunistas cubanos. Cambian los motivos, pero nunca dejan en la izquierda de silenciar, humillar y perseguir a los que se salen del rebaño políticamente correcto.

Giroud denunció en la presentación del documental que la izquierda española, salvo excepciones como Muñoz Molina presente en la sala, ha tratado de justificar siempre la dictadura comunista castrista echando mano de los mitos de la educación y la sanidad, así como el dogma del bloqueo estadounidense. Acusó Giroud a la izquierda de haber tratado a las víctimas castristas como si tuvieran menos valor que las de Pinochet y Videla. Nada nuevo, por otra parte, esta asimetría en la izquierda, que cuya balanza han pesado siempre más cada uno de los asesinados por Hitler y Pinochet que por Lenin y Che Guevara.

El caso Padilla, la extorsión al poeta para que confesase lo contrarrevolucionario que eran sus versos y sus críticas, abrieron los ojos a algunos, como Vargas Llosa, pero otros siguieron fieles a la dictadura como horizonte "revolusionario". El caso más célebre fue el de García Márquez, hasta el final de sus vidas bufón literario favorito de Fidel Castro. También Mario Benedetti, Eduardo Galeano y Julio Cortázar, que defendió a Padilla de la manera más infame, aprovechando su inteligencia literaria con un ingenioso y vil juego conceptual, tirando la piedra y escondiendo la mano: "ni mártir, ni traidor".

Padilla se adivina en el documental como un hombre complejo, contradictorio e incluso retorcido, pero Giroud no profundiza en su trayectoria, ya que se mantiene centrado en la charla autoinculpatoria.

Yo he difamado, he injuriado constantemente la revolución, con cubanos y con extranjeros. Yo he llegado sumamente lejos en mis errores y en mis actividades contrarrevolucionarias.

El documento grabado es fascinante. Una sala llena de escritores, a las nueve de la noche, un 27 de abril de 1971 en La Habana. Como he dicho, Lezama Lima no ha ido, pero sí está Reinaldo Arenas, no señalado entonces por Padilla, pero que se suicidará más tarde en el exilio y en su carta culpará de su muerte a Fidel Castro. Antes, le dio tiempo a escribir en su autobiografía

La noche en que Padilla hizo su confesión fue una noche siniestramente inolvidable. Aquel hombre vital, que había escrito hermosos poemas, se arrepentía de todo lo que había hecho, de toda su obra anterior, renegando de sí mismo, autotildándose de cobarde, miserable y traidor.

El documental contiene extractos de las cuatro horas de deposición de Padilla. El hombre a medida que va exponiendo lo rastrero que ha sido para con la revolución, Fidel y sus "compañeros" va empapando la camisa de sudor, de modo que pasa de ser gris a casi negra. Muchos fuman y casi podemos oler el pestazo a tabaco barato envolviendo las alucinadas y sucias palabras de Padilla, que habla como si estuviese en estado de trance. Si no fuera imposible, uno pensaría que se está burlando de Fidel Castro y su manera rimbombante, enfática y vociferante de dar discursos. ¿Está imitando como burla suprema Padilla a Castro? Otra posible explicación es que esté drogado. Otra, que el modelo castrista de pensamiento se ha extendido también a la retórica. En cualquier caso, contrastan los gritos declamatorios de Padilla, cada vez más exaltado consigo mismo y su traición a la revolución, con la congoja, el estupor y el miedo que van apareciendo en los rostros de los allí presentes, que parecen preguntarse cuándo les tocará a ellos. He visto velatorios más animados. Tranquilos, que allí está Padilla para hacerles su propia autocrítica. Cuando empieza a desgranar nombres como si fuera Gary Cooper ante el Comité Anticomunista de McCarthy casi se puede escuchar el sonido de las almas de unos cuantos, los señalados, cuando se han caído al lado, junto a los suspiros de alivio de los que se han librado (por el momento).

Sin embargo, en un inesperado giro de guion, a la realidad le entusiasman las sorpresas de última hora, uno de los señalados, Norberto Fuentes, coge el micrófono y protesta por su inclusión entre los "contrarrevolusionarios", aunque, reconoce, lleva unos años de exilio interior, injusto por supuesto, debido a una obra publicada. Entonces, aparece un tipo, fornido y de mandíbula cuadrada, les arrebata el micrófono a todos, se identifica como teniente del ejército y pone a todos los escribidores firmes y mirando al portentoso horizonte "revolusionario" que les espera cara al sol "castrista".

Actualmente, hay más de mil presos políticos en Cuba. Actualmente, buena parte de la izquierda sigue justificado la revolución cubana y saluda a Fidel Castro en sus póstumos aniversarios. Actualmente, en el Gobierno de España hay ministros que se niegan a describir al régimen cubano como una dictadura.

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