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Santiago Navajas

El dictador, el poeta, los intelectuales y la revolución

Cambian los motivos, pero nunca dejan en la izquierda de silenciar, humillar y perseguir a los que se salen del rebaño políticamente correcto.

Cambian los motivos, pero nunca dejan en la izquierda de silenciar, humillar y perseguir a los que se salen del rebaño políticamente correcto.
Migrado desde el sistema antiguo de imágenes de vídeo, corresponde al vídeo 'Heberto Padilla, poeta expiatorio' | YouTube (posiblemente)

Fidel Castro no solo torturaba a los cubanos a golpes, sino también con discursos larguísimos y enfáticos. A veces, incluso, pedía que la gente votase de manera espontánea sus propuestas, preguntando entre risas si alguien se abstenía o votaba en contra. Por lo que fuese, la totalidad del público estaba con el dirigente revolucionario (pronúnciese la "c" como "s" y alargando todo lo posible la "a" para una mayor autenticidad y fervor). De cara a la galería, la "re-vo-lu-si-ón" caribeña era una fiesta en la que la hoz y el martillo habían sido sustituidos por el mojito y la nueva trova.

Pero debajo de la playa, había adoquines. El primero entre los fieles utópicos que señaló que el dictador estaba desnudo fue un cinéfilo empedernido e ingenioso novelista llamado Guillermo Cabrera Infante que le ponía títulos a sus novelas en forma de juegos de palabras, como Tres tristes tigres y Pavana para un infante difunto. Al hermano de Guillermo el régimen socialista de Castro le había metido un puro por un documental en el que se mostraba el mundo de la noche en La Habana, entonces más que nunca en modo "La flaca duerme de día/Dice que así el hambre engaña/Cuando cae la noche/Baja a bailar a la Tasca" en lugar de estar trabajando siguiendo la máxima de que "de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad". Por cantarle a la Flaca que el hambre engaña, Pau Donés habría sido encarcelado por actividad contrarrevolucionaria.

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