Menú
Agapito Maestre

El futuro de Israel

El Estado de Israel es el resultado de un esfuerzo intelectual y político digno de ser estudiado en los grandes centros del pensamiento político de Oriente y Occidente.

El Estado de Israel es el resultado de un esfuerzo intelectual y político digno de ser estudiado en los grandes centros del pensamiento político de Oriente y Occidente.
Bandera de Israel en la Torre Eiffel. | Europa Press

Digo Estado de Israel y asocio esta expresión a la palabra libertad. O mejor dicho, libertades. Israel representa todo tipo de libertades en Oriente Medio. No existe ningún otro país en esa zona del mundo que pueda compararse a Israel. Es un caso aislado, único y singular para saber cuál es el significado de la palabra libertad. Israel es una isla de ideas rodeado de un inmenso, oscuro y feroz mar lleno de múltiples peligros. Israel es una grandiosa metáfora de la libertad del pensamiento frente a la necesidad. Y, sin embargo, Israel enseña al mundo que no existe concepto capaz de agotar la complejidad de la realidad. Israel ha mostrado en estos 75 años de vida que la idea jamás agota la materia. El fundamento del Estado de Israel es a todas luces de carácter realista, o mejor dicho, materialista. El Estado de Israel es fruto de un pensamiento maduro, o sea, genuinamente judío que "hace de la necesidad", como han dicho en todos los tiempos los estoicos españoles, virtud". Filosofía popular. O sea judía. ¡Sionismo laico!

¿Sionismo laico? Sí, su principal fruto es el Estado de Israel. Fue creado el 14 de mayo de 1948, enfrentándose a mil reticencias surgidas del propio seno del judaísmo, superando la ambigua opinión de las grandes potencias ganadoras de la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, desmintiendo el mandato del Antiguo Testamento que niega cualquier tipo de legitimidad a un Estado judío antes de la llegada del Mesías. El Estado de Israel es, sin duda alguna, el resultado de un esfuerzo intelectual y político digno de ser estudiado en todos los grandes centros del pensamiento político de Oriente y Occidente. El Estado de Israel es, en verdad, la rebelión del pensamiento enfrentado a un destino fatal marcado por el mesianismo judío. Eso es, en efecto, el sionismo, surgido a finales del siglo XIX, una genuina secularización del mesianismo religioso, en cierto sentido, una terrible blasfemia contra la ortodoxia judaica que nunca reconocerá un Estado sin Mesías.

En todo caso, el objetivo fundamental del sionismo se hizo urgente, después de la Segunda Guerra mundial, para los supervivientes de la Shoá. ¿Dónde hallar un lugar digno para los supervivientes? ¿Era realista volver allí donde fueron perseguidos? ¿Buscar otros países, quizá no menos antisemitas que sus lugares originarios, para su acogida? Y ¿por qué no el retorno a su origen, a Palestina? Se optó por esta última vía. Ahí reside la fuerza e inteligencia del sionismo laico: transformar las fuerzas de las ideas mesiánicas del judaísmo en potencias sociales, políticas y económicas para resolver asuntos vitales y de mera supervivencia de una "nación", de un pueblo, en peligro de extinción. Este judaísmo sin Mesías ha requerido de mucho pensamiento… Ideas. Y, por muy críticos que seamos con algunas de esas ideas y, naturalmente, siempre condenemos las acciones violentas en la historia del sionismo, tendremos que reconocer su principal mérito: idear, sí, pensar en una sociedad de individuos libres a la par que se resolvía los más elementales problemas para su supervivencia.

El Estado de Israel es fruto del entrecruzamiento de pensamiento y necesidad, de idea y materia, de razón y la vida. Ese feliz cruce, Israel, nos exige, demanda, en fin, nos exhorta a quienes nos dedicamos a eso de la filosofía, al esfuerzo por pensar sin anteojeras e ideologías, detenerse en su pasado, presente y futuro. Extraña, pues, el silencio de muchos intelectuales sobre Israel. ¿Cómo una nación surgida más de una idea que de un destino no preocupa a los que se dedican al trabajo con las ideas? ¿Cómo tanto pensador e historiador del pensamiento judío no dice una sola palabra sobre el Estado de Israel? ¿Cómo es posible que tanto sabio de la historia de la filosofía occidental calle ante el Estado de Israel? ¿No quedarán en esas actitudes restos dramáticos de antisemitismo?… Pero, más allá o más acá de los problemas teológicos y religiosos, políticos y económicos, sociales y culturales, militares y civiles, surgidos de la creación y desarrollo del Estado de Israel, existe en el llamado mundo occidental un fenómeno aún más extraño que el del silencio. Se trata del desprecio de ciento de intelectuales al país de las ideas. Quizá esta actitud refleje bien la decadencia de la civilización occidental. Sí, casi desde la creación del Estado de Israel, ha habido siempre un número considerables de intelectuales, escritores y profesores europeos, especialmente franceses, que prefieren el feudalismo árabe, el socialismo árabe y el comunismo chino a Israel. En verdad, prefieren cualquier cosa con tal de que no sea Israel. Luchan histérica y fanáticamente por la desaparición del Estado de Israel.

Resulta extraño ese comportamiento irracional, al margen de cualquier mínima ilustración, pero así es desde la creación del Estado de Israel. He ahí, pues, una muestra clave del declive casi inexorable de la civilización occidental que el Estado Israel, con todas sus contradicciones y contra viento y marea, está dispuesto a detener. Así las cosas, tengo el firme convencimiento de que Israel es algo más valioso que un representante de la cultura de la libertad en Oriente. Eso fue, sin duda alguna, su rol más decisivo durante décadas, pero, hoy por hoy, si tenemos en cuenta la decadencia de la civilización europea y americana es el primer acicate para defender la cultura de la libertad en el planeta tierra. Convertir Israel en el centro de la nueva civilización, objetivo fundamental que propusieron a finales de los setenta algunos escritores y pensadores judíos, es hoy una necesidad imperiosa, pragmática, para detener la barbarie occidental y oriental. El Estado de Israel es el principal centro de gravedad para detener no sólo la Yihad, es decir, un gran dique de contención que nos proteja de la barbarie de la Yihad, sino para mostrarnos los caminos principales para defendernos del mayor peligro que corren nuestras libertades: las alianzas terribles que, en las últimas décadas, se tejieron entre el islamismo más radical y el comunismo.

Seamos críticos con Israel, pero no olvidemos su contribución para detener el declive de la civilización occidental. Huyamos de las opiniones unánimes, como si se tratara de la peste, a la hora de defender Israel, porque destruyen casi siempre la genuina vida social y personal, basada en que somos diferentes por naturaleza y convicciones; porque la unanimidad de las masas, lejos de ser el resultado del acuerdo racional, es la expresión del fanatismo y la histeria, tendamos al escepticismo sobre las posiciones más cercanas a las nuestras a la hora de hablar de Israel; procuremos ser muy críticos con los que se acerquen a nuestras posiciones, por ejemplo, no creamos que todos los críticos del sionismo, y menos aún, todos los antisionistas sean partidarios de la desaparición del Estado de Israel. Mas, y para que nadie confunda y tergiverse nuestras objeciones a quiene identifican con simpleza sionismo y Estado de Israel, no dejemos de recordar lo fundamental: si cayera Israel, desaparecería la referencia histórica clave, desde 1948 hasta hoy, para seguir creyendo en los ideales democráticos occidentales de convivencia y de gobierno. Si cayera Israel, las duras alianzas actuales entre el islamismo y el comunismo terminarían con el escaso sentido, o razón de ser, que aún le queda al mundo occidental. O sea Israel, el Estado de Israel, con todas sus contradicciones, paradojas y antinomias, es un estro, un grandioso estímulo, para seguir luchando a favor del mundo libre. Israel nos insufla energía para combatir al comunismo, el populismo y el islamismo. Si cayera Israel, habría, como dijera mi llorado Horacio Vázquez Rial, un Reich de mil años, un terrible retorno a las edades más oscuras de la humanidad.

Pero, más allá de nuestras discusiones sobre el estrecho vínculo entre sionismo y Estado de Israel, y sin entrar ahora en el debate sobre los dos modelos paradigmáticos y extremos, o sea el nacionalismo y la diáspora cosmopolita, ensayados por los judíos para vertebrar y organizar grupos étnicos a escala planetaria, hay una experiencia fascinante en términos intelectuales que no podemos pasar por alto. Me refiero a la pluralidad y profusión de ideas y pensamientos, teorías y creencias, cultura en general, que ciento de intelectuales y creadores judíos han generado en los últimos 75 años sobre el futuro de Israel. Desde los teóricos críticos de la llamada Escuela de Fráncfort (Horkheimer, Adorno y Marcuse), hasta los grandes novelistas judíos norteamericanos contemporáneos, como Saúl Bellow, Philip Roth y Paul Auster, pasando por sociólogos franceses, como Raymon Aron, historiadores de las ideas, como Isaiah Berlin, por no citar a la siempre bulliciosa Hannah Arendt, y así podíamos seguir citando un ciento, pocos han sido los judíos que hayan dejado de pensar y proponer mil ideas sobre el futuro del Estado de Israel. También en el mundo hispánico hay una extensa nómina de autores que han pensado ese futuro. Pues bien, sólo por eso, por esas miles de opiniones, resulta obsceno el silencio de determinadas "camarillas" del llamado mundo intelectual, emboscadas en miles de universidades y medios de comunicación, sobre el futuro de Israel.

El porvenir del Estado de Israel no es un asunto de unos pocos sino que a todos nos concierne, empezando por quienes se dedican al estudio de las Ideas y, especialmente, de la historia del pensamiento, y terminando por los políticos, que deberían hacerse cargo de la viabilidad práctica de las ideas. Entre los miles de libros que hay sobre el futuro del Estado de Israel, hoy, cuando estamos inmersos en uno de los mayores atentados terroristas que jamás haya sufrido este pueblo, desearía exhortarles a que lean uno de Saul Bellow: Jerusalén. Fue escrito en la segunda década de los setenta, pero su actualidad tiende a ser eterna, absolutamente inactual. Filosófica. Después de mostrarnos el trabajo que cuesta entender cualquier pensamiento acerca de un enemigo destructivo, nadie como Bellow ha sido capaz de decirnos con belleza que existe una cosa segura. Todos podemos saber que "existe una realidad en la vida de los judíos, a saber, que uno jamás podrá dar por sabido su derecho a la vida. Otros pueden: tú no. No quiero decir con esto que todos los demás lleven una vida placentera bajo un régimen decente. No, tan sólo quiero decir que los judíos, por el hecho de serlo, nunca han podido tomarse el derecho a la vida como un derecho natural".

Impresionante es la reflexión de Bellow sobre los judíos y el futuro del Estado de Israel. Alguna vez, hace ya años, escribí algo sobre este libro. Es "algo" de lo que aún no me siento muy descontento. Ahí va: Jerusalén es una novela de viaje sobre el pasado, el presente y el futuro del Estado de Israel. Es la novela de un país, de una nación, de un Estado en permanente construcción. La nación con más visiones del cielo de la que ningún extranjero, según Bellow, podría imaginar. Todo el que visitó Israel llegó con su propio Paraíso soñado. Bellow describe lo que ve con tanta distancia escéptica como curiosidad intelectual. Se limita a escribir lo visto. Prodigioso. El autor viaja a Israel como acompañante de su esposa, una matemática, que va a dar una conferencia a Jerusalén, la única ciudad antigua, escribe Bellow, en la que las antigüedades no están expuestas cual reliquias, sino que se hallan imbricadas en la vida cotidiana y en constante uso. Con una prosa limpia, transparente, no afectada, este libro de viajar y ver justifica la existencia de un país con sangre fría, en cierto sentido, sin inmiscuirse en la tragedia del pueblo judío. El mayor peligro de Israel es que vive pendiente de su supervivencia. O resiste o desaparece. Así está todo la civilización occidental. He aquí, en fin, un libro, na narración extraordinaria llena de ideas sobre el lugar de Israel en el mundo, o mejor, sobre el lugar del mundo civilizado en el Estado de Israel.

Temas

0
comentarios