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Agapito Maestre

Democracia y resistencia de los medios de comunicación

O vomitamos a los tibios de la boca de los medios de comunicación libres o fenece la democracia.

O vomitamos a los tibios de la boca de los medios de comunicación libres o fenece la democracia.
Pedro Sánchez atendiendo a los periodistas de madrugada en el Congreso | EFE

La democracia aún resiste en algunos Medios de Comunicación. El poder de resistencia de algunos medios de comunicación en España al proceso totalitario impuesto por el sanchismo (suma de socialismo, comunismo, separatismo y cinismo) para hacer pasar por verdades lo que son solo mentiras, y por democracia lo que es la instauración de una dictadura, no sólo es digno de respeto sino de estudio a la hora de crear conciencia nacional. Democrática.

Me explico: abruma a los ciudadanos españoles saber cuántos medios de comunicación son dependientes del Gobierno socialista-comunista-separatista, incluso algunos de esos buenos españoles están tentados de caer en la abulia, el pasotismo y la desafección de la vida política, pero anímense pensando que más le molesta a este gobierno conocer, saber de primera mano, que los pocos medios que resisten a su proceso de desguace total del sistema democrático tienen la principal razón de su parte. O sea, siempre existe la posibilidad de que la racionalidad democrática, inserta tanto en la Constitución española como en la historia de la lucha de los españoles por la democracia, que defiende los medios de la resistencia, el día menos pensado, se instale en ese mundo político que, hoy, está "dirigido" o "gobernado" por mentirosos, traidores y cínicos. La razón democrática, más tarde o más temprano, pudiera acabar con este Gobierno, presidido por un traidor a sus propias promesas: "Nunca pactaré con los golpistas catalanes ni con Bildu".

A esos medios resistentes les asisten múltiples razones, movidas siempre por el ansia incesante de la búsqueda de la verdad, para sentirse seguros de su destino político: crear las condiciones históricas, o sea reales, para el desarrollo de una nación de ciudadanos libres e iguales ante la ley. Exactamente en este punto se plantea la batalla entre los medios de comunicación libres por un lado, y los dependientes del Gobierno de Sánchez por otro: la verdad contra la mentira, la búsqueda de consensos universales y públicos contra el disimulo de cambalaches entre fuerzas políticas heterogéneas. El ciudadano medio español, no importa ahora a quién vote, sabe, gracias a esos escasos medios autónomos y libres, que la alianza de socialista-comunistas-separatistas, vamos, el Gobierno de Sánchez, representa la mentira, el engaño y el cinismo. No es poca conquista. Millones de españoles tienen a su alcance una verdad y se universaliza, merced a unos pocos medios de comunicación. Gracias a ellos, sabemos, tanto los votantes y los simpatizantes del Gobierno como los ciudadanos que votan a otras fuerzas políticas, que la clave de la maldad sanchista no es otra que consumar la ruptura de España, es decir, continuar hasta llevar al final un proceso de separación de Cataluña y el País Vasco de España.

Sí, merced a los genuinos medios de creación de opinión pública política, veraz y contrastable, sabemos que Sánchez le concede el cielo y la luna al separatismo catalán y vasco, les concede todo salvo el enriquecimiento personal que se lo reserva para él mismo. No es un asunto menor que esos pocos y frágiles medios de comunicación de España, comparados con los muchos y potentes al servicio del gobierno de Sánchez, pongan nerviosos a quienes se han apoderado con malas mañas políticas del sistema democrático. Sin olvidar que son también esos medios la fuente básica de información veraz de la ciudadanía. Nutren de energías democráticas, argumentos incontestables y pruebas empíricas, a la ciudadanía para combatir los desmanes de Sánchez y sus socios. Y, sobre todo, dan ánimos a quienes se sienten desalentados y fatigados porque el cinismo sanchista esté terminando con el sistema democrático.

Además, y este asunto es clave, esos medios de la resistencia obligan al Ejecutivo a intentar racionalizar (sic) sus perversidades utilizando el lenguaje de los resistentes, incluso los "escribidores" y asesores de Sánchez se ven obligados a defenderse del reproche clave de los medios de comunicación de la resistencia. La carta de Sánchez dirigida a sus ministros es tan reveladora de sus intenciones como la de ese superministro que empieza diciendo: "Haremos la amnistía de acuerdo a la ley"… Y es que, como nos enseña el dicho latino, excusatio no petita, accusatio manifesta (el que se excusa sin necesidad, demuestra que es culpable). Ciertamente, también la carta de Sánchez a sus correliginarios en el Consejo de Ministros demuestra su culpabilidad: se trata de un gobierno que carece de legitimidad de origen, hasta González y Guerra han tenido que reconocerlo; y jamás tendrá legitimidad de ejercicio, entre otras razones, porque los ministros nombrados no tienen ni capacidades ni méritos para ejercer sus cargos. El mundo entero sabe, y no es lección menor de los medios de comunicación de la resistencia, que detrás de este Gobierno están mandando los Puigdemont y Otegi… El resto son soflamas de medios de comunicación pagados por el Gobierno de Sánchez como El País, La Vanguardia, la Ser, RTVE y toda esa inmensa red de medios de comunicación al servicio del sanchismo.

Por lo tanto, reconozcamos que frente a esa inmensa red de grandes, poderosos y ricos medios de comunicación al servicio del Gobierno, es decir, dispuestos a justificar las tropelías más horribles, especialmente la negación de lo real, hay otros medios que no sólo resisten y aguantan las embestidas de los poderosos, sino que crean opinión pública-política madura y creíble. Esos medios de comunicación libres, especialmente independientes y autónomos de las cargas que les impone el gobierno de Sánchez a sus lacayos y vasallos, han conseguido vincularse con gran decencia, sin duda alguna, a ese movimiento ciudadano que recorre España en defensa de la democracia. Ese movimiento es, antes que nada, un espíritu democrático que a veces nutre a los medios de comunicación de la resistencia y, en otros casos, son esos medios los que le dan voz a un espíritu imparable para sacar a Sánchez de La Moncloa. En resolución, creo que medios de comunicación son tanto causa como efecto de ese espíritu ciudadano que por nada del mundo va a dejarse arrebatar el Estado democrático de derecho.

Estos medios combativos de comunicación son, en fin, una manifestación más de esa vitalidad democrática que está demostrando España frente al proceso dictatorial puesto en marcha por Sánchez, los separatistas y los comunistas. Dejen, pues, de llorar los demócratas de boquilla y extraigan de esas realidades, fuerzas históricas muy concretas con nombres y apellidos, potencias para combatir la dictadura. Esos medios de comunicación son, sin duda alguna, tan esperanzadores como las protestas de jueces y fiscales, de asociaciones profesionales, así como las manifestaciones de miles de ciudadanos en la calles. Todas esas formas críticas contra el Gobierno deberían ser tratadas con respeto por los medios de comunicación, sencillamente porque buscan la verdad. Por desgracia, los medios dependientes del Gobierno las desprecian y combaten. Sin embargo, los peligros más graves no proceden de los medios del Gobierno, sino de la llamada prensa amiga de la democracia, como he dicho en otra ocasión, de esa prensa que permite todo tipo de opiniones a favor y en contra del gobierno golpista. Sospecho que en esos medios aparecerán pocas columnas a favor del gobierno de Sánchez, pero habrá muchas de carácter melifluo, escondidas bajo el escudo de la objetividad, que se resistirán a utilizar el lenguaje del sentido común, o sea el democrático, y negarán lo evidente: vivimos una situación de excepción, más parecida a una dictadura de nuevo cuño que a una anomalía democrática.

Sí, y es uno de los peligros inherentes a los medios de comunicación de la resistencia, ya están apareciendo cientos de tibios periodistas y escritores que no sólo niegan lo real, el asalto a la democracia del comunismo separatista, sino que son la vanguardia del espíritu totalitario del sanchismo. Esta gente no son los mansos de espíritu de la Biblia, sino los mansos marrajos, toros que blandean en tablas, y cornean cuando menos uno lo espera. Son aquellos de los que el Señor Jesús, en el Apocalípsis, nos previene. Sus palabras contra ellos son reveladoras para irnos preparando para el Día del Juicio: "Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca" (Ap, 4, 15-16).

No queda, pues, otra: o vomitamos a los tibios de la boca de los medios de comunicación libres o fenece la democracia. Esos medios que luchan denodadamente por encontrar la verdad, a pesar de todas sus limitaciones económicas, sociales, tecnológicas, en fin, fácticas, no pueden permitirse el lujo de albergar en su seno a los suavecitos y moderaditos, porque se enfrentan a una maquinaría muy engrasada y en pleno funcionamiento, desde hace cinco años por lo menos, para imponer una dictadura de nuevo cuño, pero con un único fin: el triunfo de un Estado totalitario capaz de controlar todos los movimientos públicos y, sobre todo, privados e íntimos de la ciudadanía. Digo totalitario, y digo bien, se trata de imponer un Estado totalitario para que nadie lo confunda con un Estado autoritario, o una autocracia, o incluso un despotismo. Totalitarismo no es autoritarismo ni tampoco autocracia ni despotismo. Conviene repetir este asunto las veces que haga falta, porque por malos que sean esos regímenes políticos nunca subordinan al Estado toda realidad individual y colectiva.

El totalitarismo, por el contrario, subordina todo al Estado: se trata de imponer un régimen revolucionario de corte comunista, en el caso de España, o de corte nacional-socialista, o sea, nazi, como son ejemplos paradigmáticos Cataluña y el País Vasco, que invade el alma del ser humano para hacerla depender del Estado. El totalitarismo es, en efecto, un fenómeno del siglo XX y XXI, sencillamente, porque para llevarse a cabo de modo integral son necesarias las técnicas de comunicación de nuestro tiempo. Y esas, hoy por hoy, están en su mayor parte en manos del Gobierno. Sin embargo, a la prensa libre le queda algo que nunca tendrá el sanchismo: "Afán de descubrir la Verdad". No me extraña que la resistencia invoque las palabras del Apocalipsis: "¡Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras, y todo el que ame y practique la mentira!" (Ap 22, 15).

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