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Agapito Maestre

La dignidad de la sociedad civil contra el sistema de partidos políticos

Los partidos políticos han hecho del robo a la sociedad civil, a la sufrida sociedad española, su principal seña de identidad.

Los partidos políticos han hecho del robo a la sociedad civil, a la sufrida sociedad española, su principal seña de identidad.
Una multitud clama contra la amnistía junto al palacio de la Bolsa y el Instituto Cervantes. | David Alonso Rincón

No recordaré de dónde venimos, aunque la ciencia histórica me merece el mayor de los respetos intelectuales, sino dónde estamos. Esto no es una democracia sino una cleptocracia, porque los partidos políticos han hecho del robo a la sociedad civil, a la sufrida sociedad española, su principal seña de identidad. Los partidos políticos roban, roban y roban sin limitación alguna. Están corrompidos por todas partes. La rapiña a gran escala es su especialidad. Empiezan hurtando la capacidad del ciudadano para controlarlos y terminan haciendo lo contrario de lo que les habían prometido. El partido del presidente del Gobierno es un paradigma universal de ese saqueo a la ciudadanía. No está sólo. Los partidos políticos han impedido sistemáticamente el control por parte de los ciudadanos de las finanzas públicas y de la honradez de sus dirigentes. ¿Quién conoce al diputado por el que ha votado? ¿quién lo ha puesto en una lista? ¿quién lo controla? Los políticos profesionales españoles son una banda de indocumentados sin otro oficio ni beneficio que ocupar el espacio público-político en favor de sus propios intereses personales.

Los políticos profesionales fueron reclutados de una manera sospechosa. Y ejercen su función de modo aún más equívoco. La malversación, el pillaje y el atraco a los ciudadanos son sus principales especialidades: ¿por qué una persona indocumentada que ha sido ministra tiene que cobrar de jubilación más que un forzado escritor o un maestro de escuela? ¿por qué un perfecto idiota, un diputado cualquiera, va a tener más derechos y una pensión de jubilación mil veces superior a la de un honrado policía municipal? ¿por qué salen políticos de las instituciones del Estado y se les nombra asesores y patronos de cien fundaciones que siguen robando a los ciudadanos?

Digámoslo con claridad. Todo ese personal político, hoy por hoy, representa la escoria de una sociedad civil muy desarrollada que ha sido engañada por unas élites políticas nauseabundas. Miserables. Sólo saben ladrar y robar a manos llenas a la luz del día y en la oscuridad de la noches. Al que dice más barbaridades, sí, se le nombra ministro o presidente las Cortes. La única obsesión del profesional de la política es cobrar grandes soldadas. Y, junto a ellos, están unos fieles acompañantes que les bailan el agua: ciento de periodistas a sueldo de esos bandidos políticos llenan de ruidos ridículos las tertulias de televisión y radio. A la casta política española no le importa nada que España esté rota ni que seamos los terceros por la cola, en la UE, en nuestros niveles de pobreza, ni que los salarios de los jóvenes estén muy por debajo de las pensiones de los jubilados, ni que nuestra productividad sea de las peores de los países de nuestro entorno…Todo lo que hacen es un simulacro para justificar sus raterías al pueblo. Por ejemplo, uno pide una hipoteca a un banco y la mitad es para pagarle al Banco de España, o sea, para que el Banco de España nos estafe y, de paso, se lo entregue a la chusma política. El sistema político español está montado, sin duda alguna, para robarle a los ciudadanos hasta su dignidad. Esto no es régimen político democrático sino una cleptocracia, un robo permanente a los ciudadanos, que desnaturaliza permanentemente el funcionamiento del Estado democrático de derecho. Sánchez es, otra vez, el paradigma del régimen cleptocrático. Esto no es un negocio, como creen algunos "ingenuos" periodistas, sino un robo.

Dicho lo cual, recuerdo que yo no insulto a nadie en concreto, y bien que me gustaría, solo levanto acta de lo que hay. O sea de lo que opina la plebe, el gentío, la población, la sociedad o, dicho por hegelianas (Hegel fue el inventor de la expresión "sociedad civil"), la sociedad civil más preparada moral y políticamente a la que pertenezco, y me entrego con delectación siempre que puedo. Sí, soy de los que asiste a las manifestaciones de Colón y Cibeles, también a las de Ferraz, voy a los desfiles del día de la Fiesta Nacional y aprovecho la ocasión para echarle en cara a la casta política sus cobardías y miserias. Soy un manifestante, sí, que sale, a la calle con escepticismo, pero con pasión democrática, es decir, lucho denodadamente por construir una democracia de solitarios-solidarios. Busco "bienes comunes". Y gritaré hasta la afonía: Sánchez, dimisión y Puigdemont a prisión.

Ese grito, exactamente, es la mejor representación de lo más granado de la sociedad civil española. Es a la que está castigando y reprimiendo Sánchez con una violencia inusitada en los países de la UE. Pero Sánchez no está solo. Detrás tiene una casta política. Impresentable. Y que nadie venga ahora a decirme que quizá haya excepciones entre las élites políticas. Solo faltaba, pero lo normal es que si la cabeza está corrompida, el resto del cuerpo esté infectado. Veía los caretos de algunos políticos profesionales, mientras hablaba el Rey, y sentía náuseas. Algunos llevan en el escaño desde la prehistoria. Me daban asco por igual unos y otros. ¿Cómo no plantearse que la apertura de estas Cortes le costará a los españoles millones y millones de euros para validar una tropelía, sí, para "legalizar" por una regla aritmética simplona (que el poder es propiedad de quien tiene la mitad de los votos más uno), todo aquello que Sánchez y una banda de forajidos acuerden al margen de esas Cortes? ¿Habrá mayor cleptocracia que robarle al pueblo la titularidad de la soberanía nacional por uno o siete votos? Lo dudo.

No, no pediré perdón por mis generalizaciones. Pensar es generalizar. Universalizar. No querrán que ahora me desdiga de lo mantenido más arriba. La sociedad civil española, ese magma caótico y fragmentario, plural y diverso, rico en matices y propuestas políticas, intuye a través de algunos de sus miembros que el sistema de partidos políticos, o mejor, el Estado de partidos de España, está saqueando su principal patrimonio: su dignidad. La sagrada dignidad del pueblo español es lo que peligra. La intuición no puede estar mejor tirada. Los actuales partidos políticos no representan ni de lejos a una sociedad civil infinitamente más desarrollada moral y políticamente que sus élites políticas. Resulta de todo punto indudable que la mayoría de los diputados y senadores no se representan ni a sí mismos, menos todavía podrán representar con dignidad al pueblo, o sea, a la sociedad civil. He ahí la gran tragedia de la democracia española: los partidos políticos hace tiempo que dejaron de ser genuinos representantes de la Sociedad Civil. No tienen vergüenza y, por lo tanto, se han prestado a un acto de apertura de Cortes sin ton ni son. El largo aplauso que el Rey recibió al final de su discurso institucional, ajustado y correcto con la realidad del 78, no era sino la certificación de que únicamente lo trivial, lo obvio, es despachado con seriedad por el político. Todo lo grande e importante, todo aquello que da DIGNIDAD a una sociedad, cuando no es ocultado, es pisoteado por el cinismo del político profesional. Los aplausos solo ocultaban lo real: vivimos instalados en un régimen totalitario que va aprobar una ley contra el pueblo español, que es el titular de la soberanía nacional. Eso es todo. Estado de Excepción.

¿Qué otra cosa podían hacer los reunidos en el edificio de la Carrera de San Jerónimo? Mil; pero no seré yo quien las enuncie… ¿o acaso quieren que también hagamos de políticos? Son indignos de un pueblo que sale todos los días a protestar contra un dictadorzuelo de barrio. Sí, muchos o pocos, rezando el rosario o con una pancarta, viejos y jóvenes, soportando a los infiltrados de la "policía" de Marlaska, en fin, todas esas personas que van a Ferraz, como Dios les da a entender, merecen respeto, entre otras razones, porque están hartas de que los partidos políticos, especialmente los llamados nacionales, no los respeten. ¿Qué les hacen la chusca a los de Sánchez? No lo creo, pero si fuera así, por Dios bendito, por qué no correr los riesgos. ¿O acaso es mejor esperar a que las comisiones formadas por el PSOE y el PP certifiquen la muerte entera de la Nación? Sí, los diputados y senadores peperos y voxeros deberían mirarse sus caras en el espejo y contestar la sencilla pregunta de la sociedad civil: ¿qué otra cosa mejor podemos hacer? Intenten responderla con seriedad. Hagan examen de conciencia. Ustedes, sí, se han prestado a una pantomima sin decir esta boca es mía, incluso se han conformado un montón de comisiones entre el PSOE y el PP que terminarán certificando todo lo que Sánchez pacte con los golpistas y los exterroristas.

La casta de los políticos ha vuelto a retratarse el día de la apertura de cortes. La presidenta del Parlamento dejó claro para quién trabaja. Es sólo un ejemplo. La chusma política, sí, sólo quieren cobrar sus sueldos, mientras la nación desaparece. El día a día de esas Cortes no existe. Se abre y se cierra cuándo le apetece al matón de la democracia. El Letrado Mayor es un político al servicio de Sanchez. Habrá que esperar hasta el 22 de diciembre para controlar al Gobierno. ¿A qué Gobierno? ¿al de Sánchez y 22 ministros y miles de asesores, o al de Sánchez con Puigdemont y Otegi? Los parlamentarios españoles no se ganan bien su sueldo. No están a la altura de la sociedad civil. No pueden compararse con los miles de altos funcionarios del Estado, entre los que destacan los jueces y los fiscales, los abogados del Estado, los inspectores de hacienda, etcétera, etcétera, cientos de corporaciones de la sociedad, millones de ciudadanos de toda laya y condición que estamos protestado, día y noche, para que Sánchez no conceda una amnistía a delincuentes y golpistas. Los diputados y senadores se callan exactamente el día que se abre el Parlamento para certificar al instante su muerte… ¿Cómo no llamarles ladrones de la soberanía nacional? ¿cómo no llamar ladrones a quienes le hurtan al pueblo la titularidad de la soberanía nacional?

A partir de ahí, sí, de esas elementales verdades de hecho y sencillos presupuestos argumentativos, podemos utilizar cualquier esquema de análisis político para saber dónde va la sociedad española, pero será imposible prescindir de la diferencia entre la noción de "sociedad civil" y el Estado controlado por un gobierno traidor a la nación y por miles de políticos de la Oposición que sólo se quedan de brazos cruzados, cuando oyen las barbaridades de la Jefa del Poder Legislativo. Sí, toda nación, como es el caso de España, es un laboratorio político único y diferente al resto de Estado-Naciones de la UE. Y, sin embargo, es imposible analizarla sin compararla con otras sociedades. Singularidad y comparación son los ejes de todo análisis político que pretenda aportar alguna luz sobre el porvenir de una nación fracturada, España, respecto a otras naciones que están más o menos unidas por la persistente voluntad de sus élites políticas de mantener el Estado-Nación dentro de la UE.

He ahí la gran diferencia entre España y el resto de los Estados-naciones que componen la Unión Europea. La fractura española no es producto único de las políticas separatistas sino de la ineptitud de los llamados partidos nacionales para construir un genuino Estado democrático basado en la Unidad Nacional. Separatistas y partidos clásicos han jugado siempre con la idea de Nación española. Nuestra debilidad como Estado-nación es incomparable con cualquier otro Estado europeo. Ni siquiera Bélgica es tan débil como España, porque en el primero al menos hay dos posiciones radicalmente enfrentadas, mientras que aquí el peligro es de fragmentación total. Hasta los socialistas de León piden una nación para ellos. La locura de los arévacos y de los vectores o de los reyes de taifas ya no es un sueño de don Marcelino Menéndez Pelayo para prevenirnos de la desaparición de España como Estado-Nación. Es una realidad.

¿Saldrá esto gratis a los criminales que la llevan a cabo? Quizá. Pero, si creen los separatistas y socialistas que la cosa termina en Cataluña, se equivocan. La cosa irá a más. Aquí y en el resto de Europa. Es obvio que asistimos en España a un cambio radical del sistema político. La débil democracia española montada sobre un sistema de partidos estructuralmente cleptocráticos, es decir, basados en el robo sistemático a los ciudadanos terminó por hacer crisis, cuando llegó a la jefatura del PSOE alguien sin escrúpulos democráticos e incapaz de autolimitarse en el ejercicio del poder. Pero este giro lleva preparándose mucho tiempo. Pero nadie se haga ilusiones con el actual sistema de partidos políticos. Es una de las causas del estado de excepción al que nos ha llevado Sánchez. Confíen más, infinitamente más, por mucho que les cueste, en la sociedad española, en los millones de personas que desean vivir en libertad que en los actuales los partidos políticos. En cualquier caso, creo que a los socialistas, a pesar de lo que diga su prensa, esto no les va a salir gratis. Aquí la historia viene en nuestra ayuda: no se hagan muchas ilusiones los separatistas catalanes y vascos. Esto pudiera tener graves costes. Pudiera haber sangre, sin duda, si el golpista Sánchez, alguien que negocia de espaldas al Estado y las instituciones democráticas con los golpistas y exterroristas, se sale con la suya y les da la amnistía y, posteriormente, la separación, nunca la independencia (eso es solo algo al alcance de los seres libres), del resto de España. ¿Que por qué habrá sangre? Porque la gente, la plebe, la población, la sociedad española, la chusma a la que yo pertenezco, en su conjunto prefiere la España manirrota de hoy, con todos sus defectos, a tres o cuatro trozos de la del mañana. Entonces, cuando llegue ese día, quizá no muy lejano, algunos se enterarán bien de cuál es el significado de eso que llaman despectivamente: pueblo. ¿O era sociedad civil?

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