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Enrique Navarro

2024, año III de guerra en Ucrania

Rusia ya no busca avanzar más en territorio ucraniano sino afianzar las posiciones para una partición del país.

Rusia ya no busca avanzar más en territorio ucraniano sino afianzar las posiciones para una partición del país.
Un militar ucraniano frente a un edificio administrativo atacado en Nicolaiev. | Cordon Press

Los acontecimientos del día a día, y sobre todo la guerra en Gaza, parecen habernos apartado el foco sobre el conflicto militar más importante del mundo desde 1945, tanto por situarse en Europa como por involucrar a las grandes potencias militares y económicas del globo y por las alianzas creadas alrededor de estos dos contendientes.

El resumen que podemos hacer del último año es muy sencillo: llevamos casi quince meses anclados en las mismas líneas, fortificadas para una defensa permanente por Rusia, que lanza esporádicos ataques sin mayor profundidad para desgastar a los ucranianos e impedir sus avances. El balance es bastante equilibrado, Rusia ya no busca avanzar más en territorio ucraniano sino afianzar las posiciones para una partición del país. Ucrania no ha conseguido ningún avance significativo en los últimos doce meses y no parece que lo vaya a conseguir en los próximos.

¿Qué está pasando ahora?

Debemos analizar esta cuestión sobre tres escenarios de operaciones.

El primero, el del este de Ucrania en la línea que va desde Kupyansk en el norte de Lugansk hasta Zaporiya en el sur, donde se han concentrado el 90% de las operaciones terrestres en el último año.

Rusia continúa sus operaciones ofensivas en media docena de direcciones en Ucrania.

Las tropas rusas continúan su lento avance a lo largo de la línea Kupyansk-Svatove-Kreminna en las provincias de Luhansk y Kharkiv y continúan sus operaciones cerca de Bakhmut, al oeste y suroeste de la ciudad de Donetsk, y en la frontera entre las provincias de Donetsk y Zaporizhzhia. También han avanzado cerca de Avdiivka, la ciudad donde Moscú busca envolver a las tropas ucranianas y anular su capacidad de operativa en el este. Un frente de casi cuatrocientos kilómetros con medio millón de efectivos entre las dos partes combatiendo por cada palmo de terreno.

Las fuerzas rusas también continúan sus operaciones cerca de Bakhmut sin realizar avances confirmados. Ucrania ha repelido al menos once de los ataques de Moscú al suroeste de la ciudad en la última semana, que ha sido ferozmente disputada durante meses. A su vez, el Ministerio de Defensa ruso declaró ayer que sus fuerzas habían repelido cuatro ataques ucranianos al sur y suroeste de Bakhmut. Sin embargo, las fuerzas rusas habrían logrado "avances confirmados" cerca de Avdiivka, el martes día cinco, aunque no hablamos de más de seiscientos metros de profundidad.

Pero todos los analistas militares aseguran que Rusia enfrenta grandes pérdidas durante sus asaltos mientras las fuerzas de Moscú buscan obtener el control total de las dos provincias de Donetsk y Luhansk. Las estimaciones más conservadores hablan de doscientas bajas diarias en el lado ruso.

El segundo frente de batalla es la ribera del Dniéper, al otro lado de Jerson. Ucrania ha establecido algunas cabezas de puente en el lado este, pero no parece que hayan podido trasladar material pesado, que considerando las circunstancias del terreno y bajo la aviación rusa parece una tarea imposible. No obstante, Rusia ve con preocupación la opción de un avance ucraniano a gran escala desde este lado, considerando que se hayan a cincuenta kilómetros de la frontera con Crimea. Un frente al otro lado de Ucrania plantearía un problema logístico enorme para Moscú.

El tercer frente de batalla es más estratégico. Moscú continúa atacando la infraestructura energética de Ucrania utilizando vehículos aéreos no tripulados Shahed de fabricación iraní. La fuerza aérea de Ucrania dijo el miércoles que el día anterior había derribado 41 de 48 drones que habían sido enviados sobre las provincias de Chernihiv, Sumy, Kharkiv, Luhansk, Donetsk, Zaporizhzhia, Lviv y Kherson. A pesar de su baja efectividad, el colapso en amplias zonas de Ucrania comienza a evidenciarse.

Por otra parte, Ucrania ha continuado con golpes muy selectivos con drones contra infraestructuras críticas rusas, algunas muy lejanas, para dificultar el traslado al frente de material y hombres de refuerzo. Rusia ha sido incapaz de evitar estos continuos ataques que han alcanzado Moscú en varias ocasiones, aunque no serán estos ataques muy determinantes del desarrollo de la guerra.

Finalmente existe un cuarto aspecto bastante novedoso que es la quinta columna que Ucrania ha instalado en los territorios ocupados y en la propia Rusia. Fuerzas infiltradas están dañando severamente la retaguardia rusa y cometiendo atentados muy selectivos en la zona de Melitopol, y estas acciones se están extendiendo a las capitales de los dos Oblasts reivindicados por Rusia. Los atentados a políticos y personas relevantes rusas que apoyan la guerra demuestran que Ucrania dispone de una infraestructura bien organizada en el corazón de Rusia que podría generar tensiones añadidas en la sociedad rusa, bastante dañada por las restricciones y la marcha de la guerra que se ha llevado la vida de unos ciento cincuenta mil jóvenes.

La ayuda militar

Otro aspecto muy relevante es la marcha de la ayuda occidental de la que depende la supervivencia de Ucrania en esta guerra. Los 31 M1 Abrams prometidos por Washington ya están operativos en Ucrania desde esta semana, de manera que Kiev dispone de unos cien carros de combate, absolutamente insuficientes para una operación de ruptura.

La llegada de los tanques Abrams a Ucrania se produce cuando Estados Unidos proporcionó hasta 200 millones de dólares en ayuda militar adicional a Ucrania en un paquete la semana pasada. El Pentágono dijo que el paquete incluía armas para la defensa aérea como el misil AIM-9 Sidewinder, municiones de artillería para sistemas de cohetes de artillería de alta movilidad (HIMARS), misiles antitanque TOW y proyectiles de 155 mm y 105 mm. Cada paquete de ellos dura en el frente menos de un mes, por lo que son claramente insuficientes.

Estados Unidos ha proporcionado alrededor de 44 mil millones de dólares en asistencia de seguridad a Ucrania desde el comienzo de la invasión en febrero de 2022. El Pentágono todavía tiene alrededor de 5 mil millones de dólares de fondos aprobados por el Congreso para ayuda militar a Ucrania. Aunque el reto es conseguir una aprobación del Congreso para fondos extraordinarios, lo que constituye un hándicap enorme para la ayuda a Ucrania. Si el Congreso no aprobara nuevos fondos, el margen de maniobra de Biden es muy reducido para conseguir mantener el esfuerzo de ayuda.

Europa no ha conseguido alcanzar el objetivo de entregar 1.000.000 de obuses de artillería para 2024, apenas unos 300.000 serán entregados, lo que es un grave problema. No parece que sean cuestiones políticas, sino que muchos países no disponen de tanta capacidad industrial. Movilizar a la industria de municionamiento de terceros países sería esencial para mantener una producción que satisfaga las necesidades de un conflicto de esta envergadura.

La iniciativa más amplia, lanzada en marzo, ofrecía varios planes para llevar 1 millón de proyectiles y misiles a Ucrania en el plazo de un año para la guerra contra la invasión rusa. En conjunto, esos planes han producido unas 480.000 municiones, según la UE, menos de la mitad del objetivo, cuando faltan unos cuatro meses para la fecha prevista para alcanzar dicha cifra.

Hay que tener en cuenta que los proyectiles de artillería son un elemento crucial en la guerra de desgaste entre las tropas ucranianas y las fuerzas de invasión rusas, en las que cada bando dispara miles de proyectiles cada día.

¿Y cómo está la economía rusa?

Según el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), 2022 fue un mal año para la economía rusa. Se estima que en 2022, el producto interior bruto (PIB) de Rusia cayó un 2,1%. Sin embargo, 2023 no fue un año tan malo y la economía creció un 2%, azuzada por la economía de guerra que ha elevado la capacidad de producción y el empleo así como los salarios. La industria de defensa ha conseguido restaurar su cadena de suministro con China e Irán y ha elevado su producción de forma muy significativa gracias a un incremento significativo de los salarios. La inflación se mantiene el 7% y no existen disrupciones en el suministro a supermercados de las grandes capitales.

Los ingresos por petróleo han crecido en los últimos meses, salvando todas las sanciones gracias a la colaboración de terceros países como India y las economías del Golfo que se están beneficiando de una posición de neutralidad interesada.

Sin embargo, el principal problema que aborda la economía rusa se evidencia en dos decisiones recientes de estas semanas. El gigante petrolero Rosnef no tendrá que publicar sus cuentas por decreto del presidente, lo que evidencia que se ha convertido en un elemento fundamental en la financiación de la guerra; por otra parte el nombramiento de nuevo gobernador del banco central frente al tecnócrata anterior evidencia que la economía puede estar aparentemente sana pero que esconde graves deficiencias que no tardarán en salir a la luz. El problema de este esfuerzo es que ni siquiera una victoria total tendrá una repercusión positiva en la economía, de manera que todo este esfuerzo no se verá compensado en años, cuando afloren los graves problemas estructurales que se han generado para mantener una economía de guerra insostenible. Y todo esto mientras Rusia tiene importante activos congelados : 300.000 millones de euros de reservas del Banco Central ruso están bloqueados en la UE, otros países del G7 y Australia (dos tercios de los cuales están bloqueados en la UE). Y el 70% de los activos del sistema bancario ruso están bajo sanciones y se han congelado alrededor de 20 mil millones de euros de activos de más de 1 500 personas y entidades sancionadas. El margen de maniobra de Rusia es realmente muy escaso y esto puede explicar los últimos comentarios y acciones de Putin buscando vías de negociación.

¿Y qué pasa con los apoyos políticos a Ucrania?

En 2024 se producirán dos hechos que podrían cambiar dramáticamente la situación del conflicto. Si Ucrania recibe un número significativo de F-16, cuando la fuerza aérea rusa está bastante castigada y adquiere los sistemas y armamentos adecuados para estas plataformas, una ofensiva a larga escala sería posible para el próximo verano, pero habrá que ver si hablamos de un número significativo o algo testimonial.

En segunda lugar, una victoria de Trump en las elecciones de noviembre conduciría a una retirada de Estados Unidos de la guerra y la caída de Ucrania en apenas unas semanas, las consecuencias para Europa serían terribles.

Occidente debería asumir una realidad que Rusia comienza a vislumbrar, Ucrania no va a poder derrotar a Rusia ni expulsarla del territorio, ni Moscú va a conseguir avances significativos, teniendo en cuenta especialmente que Occidente considera una intervención militar directa de la OTAN si la existencia del país se viera en peligro. Si los republicanos avanzan en las encuestas y el candidato es Trump, Estados Unidos debería forzar una negociación con una partición del país y otorgar a la parte no ocupada el estatus de país OTAN, para salvaguardar este acuerdo. No es un resultado bueno para nadie, pero quizás en eso consisten los buenos acuerdos.

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