El Wall Street Journal llamaba la atención recientemente sobre la preocupante realidad de las capacidades militares europeas sirviéndose del conflicto de Ucrania para alertar sobre estas deficiencias. Es uno más de los numerosos análisis que se vienen publicando desde este verano que concluyen en esta cercanía al colapso de la Defensa en Europa. La situación es infinitamente peor. Las lecciones de la guerra de Ucrania son rotundas y la principal es que el sistema de defensa occidental no es sostenible.
Europa no solo ha venido gastando menos de la mitad que Estados Unidos en su defensa desde 1945, sino que en 1992 decidió que la defensa europea se orientaría a misiones Petesberg, o de bajo perfil y ya. ¿Por qué? debido a la desaparición de la URSS, todo el esfuerzo de preparación, acopio, fabricación y reclutamiento se orientó hacia la creación de pools de capacidades sin requerir de mayores esfuerzos, hacia estas mini-preocupaciones bélicas. El abandono de la idea de una potencial confrontación de bloques conllevó el desmantelamiento de la defensa occidental.
La principal diferencia entre 1995 y la actualidad es que entonces las fuerzas militares de los países de la URSS estaban colapsadas y el control de las armas atómicas estaba en la manos de Occidente. Sin embargo, Putin llevará el año que viene veinticinco años en el poder y se acaba de posicionar para un quinto mandato, es decir, que morirá de viejo en la cama del Kremlin, con una cohorte de sucesores totalmente abducidos por sus ideas
Desde el primer día de su mandato se propuso hacer grande a Rusia otra vez. Con lentitud pero con decisión comenzó una expansión estratégica en muchos sentidos y el eje vertebral era recuperar la capacidad militar, un proceso que lleva mucho tiempo para un país con una economía en vías de desarrollo con alta dependencia de las exportaciones de materias primas y petróleo. Reorganizó las fuerzas armadas y la industria, depuró a cientos de generales para colocar a los más adeptos y mostró su fuerza en conflictos regionales alrededor de sus fronteras.
¿Dónde estamos hoy?. El mayor inversor europeo en defensa, Reino Unido, dispone de apenas 150 carros de combate operativos, los que Rusia pierde cada mes de combates. Francia no dispone de más de cien piezas de artillería de largo calibre, las que pierde Rusia cada dos meses y Alemania apenas tiene stock de munición para una semana de combates. Y estos son los más dotados. Hay países sin defensa antiaérea y sin muchas capacidades que se han visto tremendamente relevantes en Ucrania. Si analizamos cada plataforma en operación en Europa, los ratios de disponibilidad son tremendamente bajos. El sostenimiento y la continua preparación para el combate han sido los grandes perjudicados del estancamiento europeo. Si Europa entera hubiera estado en el lugar de Rusia, no nos habría ido mucho mejor.
Rusia ha perdido en Ucrania carros, vehículos, artillería en un número superior a todas las unidades realmente operativas en Europa. Cada mes, Rusia pierde cien piezas de artillería y unos tres carros de combate diarios frente a las débiles fuerzas ucranianas. Aviones no pierde más porque casi no aparecen. Cada pieza de artillería de diferente calibre dispara en Ucrania una media de 500 disparos diarios, con lo que su vida útil se reduce a la décima parte. Para hacer frente a esta realidad, Europa tiene una capacidad para producir 300.000 disparos de 155 mm al año con unas demoras en las entregas de veinte meses al menos. En Ucrania se disparan más de un millón al año por cada bando. Rusia, que disponía de una capacidad para fabricar unos 40 misiles de crucero por año, ya lleva lanzados unos 1.200 sobre Ucrania, lo que indica que su ratio de producción se ha debido multiplicar por diez. Esto explica que Europa no pueda cumplir con sus compromisos porque exceden en mucho a sus capacidades actuales.
¿Por qué debemos preocuparnos ahora? En primer lugar, por el enorme incremento de la capacidad de producción de armamento en Rusia. Las imágenes satelitales y los datos de consumo de energía y materias primas, indican que Rusia ha duplicado su capacidad de producción de aviones, carros, artillería y ha multiplicado por tres la fabricación de munición de todos los calibres. Las plantas de aviación de Kazan, Irkust y Ural han duplicado sus instalaciones y la fábrica de Dubna de drones fabrica cinco veces más unidades que hace un año. Después de escuchar a Putin indicar que la guerra continuará y viendo que el incremento de producción continúa creciendo, está claro que la guerra de Ucrania puede dar un vuelco trascendental si se ralentiza la ayuda occidental.
Rusia ha anunciado un gasto militar de 80.000 millones de dólares para el año que viene a los que se suman los cincuenta mil millones adicionales que le cuesta la guerra en Ucrania. Con estas capacidades Rusia estará en una situación óptima para abalanzarse sobre el Báltico o sobre Moldavia en dirección al Bósforo. Rusia dispone ahora de casi un millón de efectivos en su ejército, más que toda Europa, más capacidad de producción industrial y lo que es más relevante, ha perdido en los combates decenas de miles de jóvenes y el sistema político no se ha resquebrajado. Si esto ocurriera en Europa, ¿cuál sería la respuesta de la opinión pública?
El peligro es que Putin ya descuenta la victoria de Trump en noviembre y la retirada de la ayuda americana, y esto supondrá la derrota total en Ucrania. Y lo peor es que mientras Putin no tiene que discutir con nadie, los Veintisiete deben consensuar posiciones de supervivencia, incluyendo a países que ya son arietes del enemigo en Europa. Si queremos sobrevivir, los grandes países deben liderar un proceso que evite los consensos en materia de defensa y seguridad. La defensa de Occidente no puede basarse en la visión de Orban ni en los intereses de un solo país que sobrevive saltándose los embargos internacionales.
La única manera de evitar un conflicto es volver a tener una clara superioridad militar sobre Rusia y para que en caso de una guerra, no tengamos que sacrificar la vida de millones de jóvenes. Europa debe multiplicar por cinco sus stocks de munición y de misiles, lo que implica triplicar la capacidad de producción actual y ya vamos tarde. Necesita una inversión de decenas de miles de millones para estar preparada cuando en unos tres años Rusia dé su siguiente paso sobre Europa. Putin nunca engaña cuando dice cuáles son sus intenciones. Debemos asumir un escenario de conflicto en el que perdamos cincuenta carros diarios y veinte aviones de combate y mantener la capacidad de combate durante seis meses, y los números actuales no cuadran. Si Rusia se adentrase en la llanura polaca, en quince días habríamos agotado toda nuestra capacidad militar.
Europa necesita duplicar su número de plataformas operativas y de forma acelerada; mejorar en un 100% los niveles de operatividad de los sistemas existentes y disponer de un millón de efectivos militares alistados y preparados.
¿Puede producirse este escenario? Si la ayuda occidental no se incrementa de forma significativa y si el nuevo paquete de ayuda de 60.000 millones de dólares no es aprobado en el Congreso de los Estados Unidos, es cuestión de unos meses que Ucrania se rinda. La percepción es que Putin no quiere negociar sino solo esperar a noviembre y asistir al espectáculo grotesco de Europa para su siguiente zarpazo.
Si Putin vence en Ucrania, no hay ninguna razón para pensar que no va a aprovechar la capacidad generada y la superioridad industrial para lanzarse sobre otras piezas de la tarta, los países bálticos y Moldavia los primeros. Debemos entender que el artículo V del tratado de la OTAN ya no es disuasorio ni suficiente, salvo que reforcemos nuestra capacidad de disuasión nuclear en Europa y asumamos las consecuencias de dicha decisión.
Pero Estados Unidos no está mucho mejor, entre otras cosas porque además tiene que atender a otro escenario tan explosivo como el Europeo, pero con una economía ya de su tamaño como es China. Si Estados Unidos no incrementa de forma rápida y significativa su poderío naval y aéreo y su capacidad de despliegue terrestre, para cuando estén preparados, veremos la Estrella Roja ondeando en la Opera de París.
Putin tiene muchas lecciones aprendidas del libro de la guerra de Ucrania y nosotros todavía no hemos abierto el libro de texto. Cuando vengan los rusos llamaremos a Trump para que nos ayude y entonces la pedorreta será monumental. Los republicanos tienen una cosa clara, incapaces de una victoria militar en dos frentes, con ideologías conservadoras que no son del disgusto de Beijing y Moscú, no van a enfrascarse en guerras que no le beneficiarán, cuando podrían negociar el reparto del mundo y de sus recursos con Putin y Xi Jinping. El precio será la decadente Europa que seguirá alimentada por este frentismo político que ha roto los consensos democráticos básicos y que busca la división social entre europeos. El caso de España no es único. Europa va camino de convertir a la otra mitad de la población en enemiga ante la incapacidad de gestionar la democracia representativa y de eliminar el radicalismo que se ha convertido en arma de los partidos políticos para controlar el poder al servicio de sus fines. Putin solo necesita esperar a que el cocido europeo esté preparado y se lo vamos a entregar en bandeja. No solo no hemos sabido ver la amenaza del radicalismo religioso, social, nacionalista o político, sino que todos estos han sido alimentados hasta convertirse en los ejes sobre los que gira la política europea. Todo esto no es una entelequia o un juego de guerra, ocurrirá porque la historia nos ha enseñado que cuando se combinan estos factores siempre alguien acaba destruido, generalmente el más débil.