El empresario es para Milei una figura fundamental para el desarrollo económico y tecnológico de una sociedad libre y abierta. Acaso su función moral sea tan relevante como la económica, porque el empresario no sólo esta obligado a ganar más y más dinero, o sea a crear riqueza, sino que debe invertir una parte importante de sus beneficios en combatir intelectualmente a quienes tratan de destruir su principal objetivo. "Hacer dinero", como sugiere Milei siempre que tiene ocasión, no es suficiente. Es menester dar un paso más. El emprendedor debe incluir una parte de su inversión en extender y profundizar los ideales de la libertad, si no lo hace, reitera Milei, a largo plazo las tendencias reguladoras socialistas acabarán destruyendo todo. Dicho en términos abstractos, si Estado y Mercado son categorías inseparables en las sociedades capitalistas desarrolladas, es menester reconocer que gracias al esfuerzo de los empresarios, de los genuinos empresarios, el contenido de racionalidad de esas instituciones son aún viables en el mundo entero.
Es tan importante para el presidente de la Argentina el protagonismo del empresario, en las sociedades capitalistas, que se convierte en un factor clave del desarrollo económico. El estudio de la figura del empresario será una fuente de la que emana tanto su crítica al estatismo como a quienes se aprovechan, escondidos en la maleza de la expresión "libre empresa", de sus perversidades. Frente a los falsos empresarios, llamados por Milei "empresaurios", el presidente de la Argentina no se cansa de ensalzar a quienes arriesgan no sólo su capital, sino también una forma de vida digna de ser imitada por los seres más excelentes que pueblan las sociedades capitalistas. El final del discurso de Milei, en su conferencia de Davos, contiene un canto del empresario como un auténtico héroe social de nuestra época. Sin empresarios, pues, es inconcebible la libertad de la entera humanidad que tiene en la libertad de mercado, si se me permite decirlo así, una de sus principales placentas nutricias.
La Escuela Austriaca de Economía, especialmente Mises y Hayek, y la Escuela de Chicago, representada por la extraordinaria figura de Milton Friedman, han ayudado a Milei a situar y circunstanciar la figura del empresario en el proceso de liberación humana del capitalismo contemporáneo, pero creo que ha sido la obra de Joseph A. Schumpeter la que mayor influencia ha ejercido sobre Milei a la hora de valorar la función decisiva del empresario en la actualidad. La obra de este economista, nacido en Trest, un pueblo a mitad de camino entre Praga y Viena, nacido en 1883 y muerto en 1950 en Estados Unidos, aún sigue siendo muy valiosa en el ámbito de la economía de empresa y, especialmente, en el papel innovador que le concede a la figura del empresario/emprendedor en el desarrollo económico. Eso por no decir nada de su inacabada y enciclopédica obra Historia del Análisis Económico, publicada por su viuda cuatro años después de su muerte.
La peripecia vital de este economista es casi novelesca. Hizo inolvidables algunos de sus viajes por Alemania, Francia e Inglaterra; en 1907 viajó a Inglaterra a ampliar estudios y contrajo matrimonio con una mujer bastante mayor que él, se trasladó con ella a Egipto y allí ejerció como abogado en el Tribunal Internacional del Cairo. Regreso a su país y trabajó en un par de universidades y muy pronto escribió, en 1911, uno de sus libros fundamentales: The Theory of Economic Development (traducido al español con el título de Teoría del desenvolvimiento económico). Tuvo otros dos matrimonios, ejerció como ministro en su país y fracasó en términos políticos. Trabajó como director de un banco. Acusado de estafa, sí, resultó milagroso que se salvara de prisión. Fue el catedrático más joven de la segunda universidad del desaparecido Imperio Austro-Húngaro, la Universidad de Graz; más tarde, también fue catedrático en Bonn, etcétera, etcétera, hasta que en 1932 se trasladó Harvard, donde murió en 1950. Para muchos llevó una vida de novela tan interesante como su propia obra. Ejerció con empeño, según dejó escrito, las tres grandes pasiones de su vida: amante, jinete y economista. Carezco de opinión sobre sus artes amatorias y montando a caballo. Pero sería ridículo cuestionar su grandeza como economista; quiso ser el economista más famoso del mundo, pero Keynes le usurpó el puesto número uno. Algunos de sus mejores biógrafos han estudiado con especial delectación los vínculos y relaciones entre su vida y las aportaciones teóricas de su obra.
Aunque es incluido entre los autores de la Escuela Austriaca, está lejos de ser aceptada esa adscripción por los grandes especialistas en su obra; asistió en 1906 al seminario de Böhm-Bawerk, en el que también participaban Ludwig von Mises y los marxistas Rudolf Hilferding y Otto Bauer, dedicado al estudio de la obra de Karl Marx. Me interesan resaltar aquí dos de sus obras, a saber, la ya citada Teoría del desarrollo económico, publicada en 1912, y Capitalismo, socialismo y democracia, de 1942, porque son de especial relevancia para el asunto que más le preocupa a Milei. Los dos libros tienen temáticas comunes. Sin orillar del todo los asuntos referidos a la inversión empresarial, tratan sobre todo de la innovación y el desarrollo del capitalismo. Diríamos que hay una continuidad temática, sin duda alguna, entre esos libros, pero el segundo tiene más afán divulgativo que el primero, y, además, modula, ahorma, cuando no empequeñece el extraordinario papel que le atribuía Schumpeter al genio creador de los empresarios individuales del primer libro. Capitalismo, socialismo y democracia hace mayor hincapié en la racionalidad cuasi-socialista de los departamentos de I+D de las grandes empresas que la labor abnegada, cuasi épica, al margen de las motivaciones hedonistas de los empresarios.
En cualquier caso, Schumpeter siempre dio más relevancia en su pensamiento al primer libro que al segundo. La teoría del desarrollo económico es una profundísima indagación sobre las motivaciones del hombre de empresa para perseguir el ideal y la voluntad de fundar un reino privado. Según muchos comentaristas de la obra de Schumpeter, el mundo moderno hedonista no sabe mucho de esas motivaciones, pero son las que más acercan al propio hombre de la empresa moderna, o mejor dicho, al genuino empresario a las antiguas aspiraciones del hombre libre de la Edad Media. El éxito industrial o comercial es una vía del que no tiene otro medio para alcanzar la distinción social. Ese es el camino del gran empresario que recuerda tanto al que describe Ayn Rand en La rebelión de Atlas. Schumpeter escudriña la voluntad de conquista, el impulso de lucha, de sentirse y manifestarse superior a los demás, en fin, de tener éxito por el éxito mismo, y no por sus beneficios o frutos. Es el placer creador de hacer cosas, y de hacerlas lo mejor posible, gracias a ejercitar la energía y el ingenio. Quizá ahí resida la sustancia de eso que Schumpeter llama: innovación. Es la acción del empresario determinante de la creación de la mayor parte de las fortunas. Como hará más tarde Keynes, Schumpeter estudia y asocia la actividad del empresario con los períodos de auge y depresión del capitalismo, pero mientras que el británico se refiere a los "empresarios" que toman decisiones sobre la inversión, el austriaco se refiere siempre al empresario innovador.
No es, en efecto, la inversión de un empresario genérico sino la innovación del empresario creador lo que interesa y estudia Schumpeter y, por extensión, Milei: "Schumpeter describió la economía como un proceso de destrucción creadora, en la cual cada una de las firmas que participan en la economía de mercado intenta mediante la innovación obtener una ventaja en el mercado. Así, cada innovación, tal como un diseño más atractivo, una reducción en los costos de producción, un nuevo producto, una nueva fuente de insumos o de materiales básicos, o una mejora en el método de gerenciamiento son llevadas a cabo con la intención de obtener unos beneficios mayores para aquella firma que pone en marcha la innovación. Al mismo tiempo, esta actividad creativa destruye al poder de mercado que otras firmas han ganado por la implementación de innovaciones en el pasado. En este sentido, las ganancias por la innovación tienden a ser del tipo transitorio ya que la innovación creativa de los competidores, más tarde o más temprano, terminará por destruir dicha creación que le confirió a la firma innovadora su actual poder de mercado. Este proceso de destrucción creadora fue, acorde a Schumpeter, la fuente de desarrollo económico que incrementó los niveles de vida observados en los inicios del siglo XX".
Por muchos razones Milei sigue con gusto las teorías de un economista radical como es Schumpeter, pero tiendo a pensar que una de ellas se refiere a las implicaciones políticas que contienen sus tesis económicas, por ejemplo, la teoría de la democracia construida por Schumpeter, seguida y muy desarrollada por Downs en su Teoría económica de la democracia, dista mucho de haber sido superada en puntos esenciales como es el que se refiere a la competencia entre partidos políticos en los procesos electorales. Pero, más allá, o quizá más acá, de las consecuencias schumpeterianas, como diría Downs, de la "teoría económica de la acción política en una democracia", me interesa resaltar la imbricación entre ideas económicas y políticas que aparecen en todas las obras de Schumpeter. Quizá ahí está el secreto que convierte al economista Schumpeter en una fuente inagotable de sabiduría. Si dejo aparte su lúgubre y quizá acertado pronóstico sobre la falta de porvenir del sistema económico que amaba con toda su alma, el capitalismo, mil enseñanzas podemos extraer de su obra. Mas si tuviéramos que elegir una, no dudaría en la siguiente: la incorporación del empresario innovador a la teoría económica es la mayor aportación de Schumpeter a la ciencia económica contemporánea.
Una vez que el análisis marginalista se había consolidado, la teoría del empresario innovador ya no es una cosa extraña, rara, sino que forma parte de la teoría económica. Prosiguió el análisis iniciado por el economista francés Walras, seguramente la figura que más ha influido en el pensamiento de Schumpeter, a quien le dedica un capítulo muy cariñoso pero demasiado breve en su obra Diez grandes economistas de Marx a Keynes. También Schumpeter, de acuerdo con Walras, vincula la actividad del empresario y sus ganancias con el desequilibrio en la economía. No se trata de que el empresario, como podría suponer algún simple, controle o responda al desequilibrio. Al contrario, el empresario es el que lo crea. Son, precisamente, estos desequilibrios originados desde dentro de la economía las causas fundamentales del desarrollo económico. Por este camino, sin duda alguna, romántico, y que también ha visto Milei, aparecen los empresarios como unos individuos excepcionales, que desempeñan la función empresarial por que les gusta trabajar y "formar un imperio" sin importarles, en principio, los beneficios económicos que pudiera reportarles su acción.
Pero, sin entrar ahora en las motivaciones del empresario, lo decisivo es que la ganancia del emprendedor sólo puede existir en el estado de desequilibrio de la economía. Schumpeter va más lejos que Walras, para quien el equilibrio es el estado normal de la economía, porque considera que es el empresario quien provoca los cambios. Es el empresario quien consigue que la economía no se "duerma" en el equilibrio. Ya no se plantea la cuestión de equilibrio-desequilibrio, sino de estancamiento-crecimiento; el empresario pasivo y "adaptativo" tiene sus días contados y da paso a un empresario activo. Creador. El empresario que se adapta a las circunstancias del mundo exterior no tiene futuro. Es menester que arriesgue. Se requiere una teoría de la acción para cambiar esas circunstancias. Para Schumpeter, y este paso es decisivo en su teoría, "estas alteraciones espontáneas y discontinuas en los cauces de la corriente circular, y estas perturbaciones del centro de equilibrio, aparecen en el ámbito de la vida industrial y comercial y no en la esfera de las necesidades de los consumidores de productos acabados. Allí donde aparecen cambios espontáneos y discontinuos en los gustos de los consumidores, el hombre de negocios debe hacer frente a un cambio repentino de los datos (…). Por lo general, las innovaciones en el sistema económico no tienen lugar de tal manera que las nuevas necesidades surjan primero espontáneamente de los consumidores (…). No negamos la presencia de este nexo. Pero, por lo general, es el productor quien inicia el cambio económico, educando incluso a los consumidores si fuera necesario; les enseña a necesitar nuevas cosas, o cosas que difieran en algún respecto de las ya existentes".
Está, pues, fuera de toda lógica, siguiendo el razonamiento de Schumpeter, estudiar las necesidades de los consumidores, si lo que estamos investigando, en verdad, es el cambio económico. La explicación del desarrollo económico en el capitalismo debe hacerse asignándole a la innovación un papel predominante como factor endógeno que impulsa y desarrolla al sistema económico de forma discontinua. En efecto, el desarrollo se define ahora por la "puesta en práctica de nuevas combinaciones", en verdad, innovaciones que surgen de los cinco casos siguientes:
- Por la introducción de un nuevo bien, o la mejora en la calidad de alguno ya producido.
- Con la introducción de nuevos métodos de producción, lo que puede deberse a un un buen aprovechamiento de la experiencia previa.
- Por la apertura de nuevos mercados.
- A través de la conquista de nuevas fuentes de aprovisionamiento de materias primas o bienes semi-manufacturados.
- Con la creación de una nueva organización en cualquier industria.
¿Cómo se realizan y, sobre todo, quién realiza esas innovaciones? El capitalista aporta los recursos frescos vía el crédito, "proveer este crédito", dice Schumpeter, "es claramente la función de la categoría de individuos que denominamos capitalistas. Es obvio que este es el método característico del tipo de sociedad capitalista para obligar al sistema económico a correr por nuevos caminos". Pero las innovaciones son realizadas por otro tipo de sujetos: los empresarios. El concepto de empresario es más restringido que el de capitalista. Empresario es aquel que es capaz de realizar algunas de las cinco combinaciones innovadoras que acabo de citar. El agente que lleve a cabo esas acciones no se le exige que tenga conexiones permanentes con una empresa individual, o que sea gerente, consejero o capitán industrial. Eso ya es historia. El industrial de hace cien años, dice Schumpeter, era a la vez empresario y capitalista, pero eso ya pasó. Hoy, el empresario, el capitalista y el accionista tienen funciones diferentes. El liderazgo que requiere el empresario para romper inercias, el ejercicio de su talento e intuición, son diferentes a los móviles del capitalista y se ubican, repetimos, en el deseo de fundar un reino, en su voluntad de conquista —en la que el impulso de lucha y la búsqueda del éxito son esenciales— así como en el gozo creador que reporta la aplicación del ingenio.
El desarrollo económico, y perdonen que resuma un mensaje tan complejo y rico como el de Schumpeter, se canalizará a través del liderazgo empresarial que vincula, conjuga y aprovecha con inteligencia el crédito y la innovación. Es el asunto central del análisis que lleva a cabo Milei en su libro contra Keynes en el apartado titulado: "el proceso de destrucción creadora y la figura del empresario/emprendedor", quien naturalmente no desconoce la autocrítica, o mejor dicho, los límites que el propio Schumpeter puso a su teoría. En efecto, el austriaco reconoce en su libro que hay factores que surgen en el capitalismo para limitar las posibilidades de la innovación permanente como clave del desarrollo económico. Schumpeter tendió a darle mucha importancia a tres impedimentos para la innovación y, por ende, para el desarrollo económico, a saber: el predominio creciente de los monopolios en el mercado, que rompen la competencia y tratan de preservar el equilibrio que les dio preminencia; las prácticas externas que apoyan a empresas ineficientes; y las disfunciones normales del ciclo ahorro-inversión, por ejemplo la "inflación por crédito".
A esas trabas, junto a las críticas que a partir de los sesenta del siglo pasado recibió la teoría schumpeteriana por parte de la llamada teoría del desarrollo estructuralista, ha tratado de darles respuestas Milei volviendo a analizar con precisión la descripción schumpeteriana de todos los factores que originan la innovación en todo tipo de empresas, o sea, tanto en grandes corporaciones como en pequeñas unidades. La vigencia de sus tesis se sitúa más en el ámbito del análisis microeconómico, es decir, de economía industrial, que en las esfera de la macroeconomía. En todo caso, las oleadas de innovación descriptas por Schumpeter son centrales en la obra de Milei. Valga esta cita del argentino como prueba de mi afirmación: "En el centro de destrucción creadora de Schumpeter está el emprendedor, quien es la persona que inicia, organiza y administra el proceso de innovación (…). El emprendedor es la persona quien reconoce y recoge las oportunidades para introducir nuevos productos, cambios en el sistema de administración de la firma, explorar nuevos mercados, encontrar nuevas fuentes de insumos básicos, tomar medidas que deriven en ahorro en los costos y diseñar mecanismos que conlleven a una mayor motivación de la fuerza laboral (…). El emprendedor no es sólo un administrador de riesgos sino que además es un aventurero dispuesto a enfrentarse a lo desconocido".
En fin, el papel preponderante que desempeña el empresario dentro de la economía, según ha estudiado Schumpeter, es seguido con fervor por Milei al hacerse cargo incluso de la obra de grandes economistas que han desarrollado los modelos schumpeterianos de crecimiento endogéno. El caso más relevante que estudia Milei es el de Romer: "Quien partiendo de Schumpeter desarrolló un modelo matemático basado en el crecimiento tecnológico". Pero de esto, y otros muchos asuntos vinculados a la innovación y al desarrollo que interesa a Milei, ya habrá ocasión de seguir escribiendo. De momento, me conformo con levantar acta en la obra de Milei de la importancia que otorga al liderazgo empresarial siguiendo la obra de Schumpeter.