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Pedro de Tena

La crisis del sanchismo aviva la refundación de una izquierda nacional

El camino exigirá el distanciamiento de los comunismos y los separatismos así como la afirmación democrática interna y externa de la nueva orientación.

El camino exigirá el distanciamiento de los comunismos y los separatismos así como la afirmación democrática interna y externa de la nueva orientación.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

Tras las elecciones gallegas, se ha hecho evidente para muchos que el sanchismo está llegando a su fin. Aunque no se ha expedido el certificado de defunción, los síntomas de su agonía son ya imposibles de ocultar. Su desaparición paulatina en Galicia y País Vasco, devorado poco a poco por sus aliados separatistas, su insostenible situación en Cataluña por las mismas razones y su ausencia política en los gobiernos de las demás Comunidades Autónomas (salvo en Castilla-La Mancha, cuyo presidente socialista le acusa ya públicamente del desastre nacional del PSOE) refleja el peligro de una degeneración que podría ser fatal.

Si a ello le unimos el caso Ábalos, que ya veremos si acaba siendo el caso Sánchez, sobre las comisiones ilegales en la compra de mascarillas en plena pandemia con la gente muriendo a puñados; el caso Marlaska, con su incomprensible disolución del grupo de la Guardia Civil que combatía el narcotráfico procedente de Marruecos con dos agentes asesinados, que no muertos sin más, y el infame desprecio a estas víctimas por parte de los socios del gobierno y de su propio partido en Cataluña; y el caso Pegasus, que evidencia que algo raro hay en la asombrosa sumisión de Sánchez a Marruecos (al que promete ahora inversiones de 45.000 millones de euros hasta 2050 a cambio de no se sabe qué, mientras se niegan 37 a los enfermos de ELA, por ejemplo, o se desatiende el problema del agua en España), parecen pintar bastos para el "resistente" (se le olvidó decir "resiliente").

Con ello, el sanchismo resucita la corrupción de los "asistentes" (ahora Koldo García pero en memoria de Juan Guerra) quedando en evidencia la falacia de su autopostulación "ética" y extiende la sospecha general sobre la licitud y la legalidad de sus comportamientos, no sólo en el gobierno de España –economía mal gestionada, sociedad civil ignorada, ideologismos absurdos, asfixia fiscal, salarios reales menguantes—, sino en la gestión de su propio partido, que ya recuerda al estalinismo según el propio profesor de Economía de Zapatero, Jordi Sevilla.

La circunstancia electoral –País Vasco y comicios europeos—, y el chantaje permanente de los separatismos, sobre todo el catalán por ahora, que ya ha anunciado, en pleno proceso de la amnistía indigerible para la Justicia y para sectores socialistas, que volverá a las andadas golpistas desde el Parlamento catalán, deja en solfa la posibilidad de aprobar unos presupuestos que serán agujereados sistemáticamente por los intereses antiespañoles con Putin al fondo.

Si bien la política frentepopulista, impulsada por Sánchez para mantener el gobierno, ya suscitó reacciones alarmadas dentro de la izquierda socialista española, esta última etapa, culminada por el revelador resultado de las elecciones en Galicia, ha abierto la puerta a las preguntas por el futuro de este espacio político real, y por ello, necesario, para el equilibrio y la alternancia política en la democracia española.

Si la izquierda va a seguir desandando el camino de la transición hacia la fracasada, por sectaria, republicanización de 1931 que condujo a la Guerra Civil, esta vez, además, con propósitos disgregadores de la nación y del Estado, o si va a afrontar su propia transición reconsiderando su comportamiento histórico, sus ideas hostiles a la democracia liberal a causa de su raíz marxista, su desdén por la defensa de la nación española y su anómalo hábito de situar a la organización y el poder por encima de todo, incluso de la moral más común, es el tema de su tiempo.

Sólo caben dos opciones generales. O la reforma del itinerario se hace dentro del propio PSOE –algo que no hicieron ni Felipe González ni Alfonso Guerra cuando pudieron—, rectificando el camino excluyente y desvertebrador, cuando no obviamente anticonstitucional, iniciado por Jose Luis Rodríguez Zapatero y acentuado por Pedro Sánchez, o la rectificación deberá venir de fuera. En todo caso, el camino exigirá el distanciamiento de los comunismos y los separatismos así como la afirmación democrática interna y externa de la nueva orientación.

La limpieza orgánica perpetrada por la camarilla que apoya al "icono" de Ferraz (se ha expulsado a Leguina, a Redondo Terreros y se ha forzado la baja de Corcuera, de Sáenz de Cosculluela y de otros junto a la marginación de los propios Guerra y González) y el desprecio por el diálogo y el debate consumado por el control de puestos y colocaciones, ofrece un panorama en el que sólo Emiliano García-Page, con poder institucional relevante, podría empeñarse, sin garantías de éxito, en una regeneración interna sonora y sonada.

Pero parece que ni es ese su carácter (de sus dichos a sus hechos hay demasiados trechos) ni tiene aliados suficientemente musculados para intentarlo. Tampoco se adivina en él ni en otros afines un programa claro para la renacionalización y la redemocratización del partido que desemboque en la consolidación de una socialdemocracia que sirva, por fin, al triunfo de la mitificada "Tercera España".

Tal utopía nacional, gestada en plena II República de una minoría de católicos, liberales y algunos socialdemócratas y fundada en la convicción de que una izquierda moderada y una derecha reformista, no frente a frente, sino codo a codo, podrían convivir en una España unida y fecunda, pareció que podía cuajar históricamente a partir de la Transición y la Constitución de 1978.

Pero el sueño de una armonía civil, social y política fue aguijoneada por un PSOE sólo epidérmicamente demócrata debido a un marxismo nunca repudiado en serio, enfermo de superioridad moral e incapaz de un examen de conciencia sobre su conducta histórica y por un PP centrado siempre más en la economía que en los valores, gobernado al modo leninista, sí, torpedeado por el inexplicado 11-M e incapaz de enderezar el entuerto cuando tuvo ocasión en 2011.

O sea, que 46 años después de la aprobación de la Constitución nos vemos abocados a volver a hablar de la "tercera España" que, sobre todo Zapatero y Sánchez, con la pasividad enfermiza de un PP sin sentido histórico, han deteriorado hasta el punto de que parece precisa la refundación del espíritu de reconciliación nacional de la Transición, esta vez corrigiendo los errores institucionales manifiestos que han hecho posible su descomposición.

Tan es así que una de las tres propuestas de renovación de la izquierda en España, en pleno deterioro del sanchismo y por el exterior el PSOE, se llama precisamente La Tercera España, que ocupa un lugar centrado entre la Plataforma Nexo, más próxima a cierto progresismo social-liberal e Izquierda Española, identificada, no muy tranquilizadoramente, con el jacobinismo[i] social y político. Este paisaje ya fue descrito en parte por Pedro Buenaventura en 20 minutos.

En septiembre de 2023, un grupo de 41 personas firmaron el compromiso de dar a luz un nuevo partido político llamado La Tercera España. Entre ellos estaban el procurador en las Cortes de Castilla y León por Ciudadanos, Francisco Igea; el fundador de Ciudadanos y jurista Francesc de Carreras; el ex europarlamentario de UPyD y catedrático Francisco Sosa Wagner; el filósofo Fernando Savater; el escritor Andrés Trapiello; la abogada Elvira Marcos; la escritora Gabriela Bustelo; y el periodista y expresidente del Foro de Ermua, Iñaki Ezkerra, entre otros.

Aunque más que una tercera España lo que parece querer ser es un tercer partido entre PP y PSOE, algunos de los puntos programáticos eran muy prometedores. Lejos de sacralizar la Transición y la Constitución, reconocían que algo tiene que haber fallado para que la deriva perpetrada, sobre todo por Sánchez aunque oxigenada por un PP sin ideas reformistas, haya tenido lugar. Por tanto apuestan por modificar algunas estructuras institucionales de la Transición. Estas son esquemáticamente sus propuestas:

  • 1. La separación de los tres poderes debe estar protegida en nuestra legislación.
  • 2. Reducir las ventajas de los políticos y revisar los privilegios del aforamiento.
  • 3. Corregir las ventajas formales y electorales que gozan los partidos.
  • 4 . La política exterior debe ser aprobada por las Cortes en sus grandes líneas.
  • 5. La educación debe favorecer el mérito, el rigor histórico y la cohesión nacional con defensa del español.
  • 6. Recuperar y publicar las cifras verdaderas de paro, como base de una política económica laboral racional y justa.
  • 7. Reconocimiento de que la economía de mercado ha resultado históricamente el medio más eficaz para promover el desarrollo económico pero puede ser necesaria una intervención, que será ocasional y no permanente, para evitar asimetrías sociales.
  • 8. Hay que abandonar los prejuicios contra la empresa privada que condena sin pruebas y empobrece.
  • 9.Hay que terminar con la elefantiasis funcionarial que sólo beneficia a "los capitostes de los partidos" y limitar el número de ministerios.
  • 10. Un gobierno no puede tomar nunca medidas de importancia o trascendencia que no hayan sido previamente incluidas en su programa electoral o no hayan sido aprobadas en referéndum.

La Plataforma Nexo, que preside Edmundo Bal, ex alto dirigente de Ciudadanos que acaba de decidir convertirse en partido político a comienzos de este mes de febrero, es decididamente más instrumental y táctica que ideológica. De hecho, pretende "ocupar, con fuerza y sin complejos, el espacio entre la derecha del PSOE y la izquierda del PP que actualmente está vacío" y "dar voz a todos aquellos ciudadanos que creen que hay que salir de las trincheras y del enfrentamiento en que se encuentra la política y pasar a hacer cosas de útiles para las personas y el conjunto del país".

Bal y su grupo buscan conscientemente ser el partido bisagra que, a la manera de UPyD y Ciudadanos, logre pactos con PP y PSOE evitando que caigan así presos en las telas de araña separatistas, comunistas extremos o derechistas. Esto es, la política de los grandes partidos debe evitar los pactos con Vox, con Junts, ERC, Bildu o PNV.

Sus rasgos primordiales son:

  • 1. Los derechos civiles, igualdad de oportunidades y libertades individuales no pueden estar supeditados ni limitados por políticas territoriales o identitarias de ningún tipo.
  • 2. Mejora y fortalecimiento del estado de bienestar (educación, sanidad, pensiones y vivienda).
  • 3. Confianza en la economía de mercado y en la competencia real y efectiva.
  • 4. Fiscalidad justa, progresiva, común y armonizada en España y en Europa.
  • 5. Modelo industrializador, economía verde, I+D impulsado por el Estado.
  • 6. Aceptación de las políticas de género, que chirría con el punto 1.
  • 7. Defensa de los derechos humanos y la dignidad de todas las personas, sea cual sea su condición o procedencia.
  • 8. Fortalecer las competencias del Gobierno de España para evitar discriminaciones y asimetrías territoriales.
  • 9. Reforma del sistema electoral y de la ley electoral: un ciudadano un voto.
  • 10. Política exterior: fortalecer la Unión Europea y los vínculos con los países de Latinoamérica y de la región mediterránea.
  • 11. No se opone a las agendas internacionales de desarrollo sostenible. Cree en la lucha contra el cambio climático.
  • 12. Separación de poderes, la independencia judicial y de los organismos reguladores, la transparencia, la participación ciudadana, la rendición de cuentas y la lucha contra la corrupción.

Como puede apreciarse, adolece de un alto grado de inconcreción y de ambigüedad, tal vez necesarias dados sus propósitos de ser muleta a derecha e izquierda.

Nos queda examinar la propuesta de Izquierda Española, un partido surgido del think tank El Jacobino, impulsado por el abogado y ex dirigente de UPyD, Guillermo del Valle, que afirma tener conversaciones con Nicolas Redondo Terreros y estar apoyado por Félix Ovejero, por Soraya Rodríguez, por el ex de Cs, Francisco Igea (que pasea por varios alambres como otros más), Juan Francisco Martín Seco, por el escritor españolista Pedro Insúa, por los exdiputados de IU, Ángel Pérez y Marisa Castro y otros menos conocidos.

Más a la izquierda clásica que los anteriores, no se siente representado ni por PSOE ni por Sumar y rechaza un gobierno de PP y Vox por su visión "neoliberal" de la economía. Abominan de los pactos con nacionalistas de todo tipo, que "han demostrado ser racistas, xenófobos, haber hablado de baches en el ADN, de bestias taradas. No parece una política de fraternidad, ni de solidaridad interterritorial".

No creen en un estado confederal asimétrico que no asegura la igualdad y rompe la Seguridad Social. "Cuando hay quien considera que un extremeño o un andaluz tienen que ser privados de derechos políticos en una parte de España, me parece profundamente reaccionario", ha dicho del Valle. Tampoco creen en la socialdemocracia cómplice del neoliberalismo.

Algunos puntos muy destacables de su programa son:

  • 1. La defensa del español como lengua común de todos los españoles y promover su uso prioritario en las instituciones estatales, el derecho a su uso en todos los ámbitos, así como el derecho a estudiar en esta lengua como vehicular en todo el territorio de España.
  • 2. Promover una reforma constitucional que elimine privilegios. históricos, anacrónicos y predemocráticos, así como corregir todas las asimetrías territoriales y singularidades del ordenamiento jurídico, como son fueros, cupos y convenios fiscales.
  • 3. Defensa de un feminismo de la igualdad, , asentado sobre el ideal de ciudadanía no en la ideología de género, parece entenderse, sin que ello merme la lucha contra la violencia machista.
  • 4. Combatir los delitos de odio y la apología de extrema derecha sin referencia alguna a la apología de la extrema izquierda o el terrorismo.
  • 5. Promover un sistema electoral en el que el reparto de escaños se haga de manera proporcional a los votos obtenidos, evitando la sobrerrepresentación de unos territorios sobre otros.
  • 6. Promover un modelo energético público…que persiga el objetivo de la soberanía energética española.
  • 7. Aceptar la inmigración segura, ordenada y regular mediante una política común europea de asilo y refugio.
  • 8. La sanidad, junto la educación, la seguridad, la justicia, la fiscalidad y la política medioambiental deben ser de la "competencia exclusiva" del Estado.

De los tres, el más poderoso, en personas y medios, parece ser el proyecto de Edmundo Bal, que está procurando "vaciar de personas" el proyecto de La Tercera España. Por ejemplo, Iñaki Ezquerra se ha fugado a su predio. Esto es, ambos bocetos se parecen por lo que sólo puede quedar uno o fundirse en uno de aquí a las elecciones europeas de junio, evento elegido por todos ellos para irrumpir en la vida política nacional.

Todos ellos se disputan el curioso grupo de los "deseados" socialistas históricos apartados que va desde Nicolás Redondo a Javier Corcuera llegando incluso hasta Alfonso Guerra en algunos casos. También aparece en este colectivo el ex secretario general de UGT, Cándido Méndez y otros socialistas discrepantes con la deriva de un partido puesto a los pies de un líder absoluto y sus ambiciones que amenaza seriamente su continuidad histórica.

Salvo Izquierda Española, que parece una neoversión españolista de IU antes de su seducción por Podemos y Sumar y que no explica cómo sus intenciones se compaginan con una democracia liberal, los otros dos, Nexo y La Tercera España, podrían aspirar a consolidar una socialdemocracia por el exterior del PSOE si es que antes no se despedazan mutuamente. Todo ello da una idea de la dificultad del intento y de la debilidad que exhiben ante un sanchismo que, aunque tocado, no está hundido. De todos modos, aunque falten letras, algunas de sus músicas suenan bien para reformas nacionales futuras.

Queda pendiente la aclaración sobre el abandono definitivo del marxismo, el compromiso con la democracia, el respeto escrupuloso a la división de poderes, la aceptación de la experiencia y la prueba como valoración de las políticas, el reconocimiento del derecho a la existencia del opositor y su legitimidad moral y el compromiso de no alterar las reglas de juego institucionales sin acuerdos de mayorías muy cualificadas, entre otras muchas cosas.

Tras el calvario nacional que ha supuesto la andadura del menos resistente de todos los presidentes del gobierno habidos a los chantajes comunistas y separatistas (a pesar de su grosera propaganda), tal vez haya llegado el momento de que esa "tercera España" común y deseada en la que pueda convivirse en paz, libertad e igualdad ante la ley y en la que el diálogo y el acuerdo sean lo normal, con la autoridad de la prueba experimental como norma, prime y reduzca a sus enemigos al tamaño que realmente tienen. Lo iremos viendo.

Pero también hará falta que esa otra "tercera España", de la que habló el jefe del ejército republicano perdedor de la Guerra Civil, el "católico, apostólico y romano", Vicente Rojo[ii], persona que me ha subrayado Agapito Maestre, salga de su apatía. En la reflexiones sobre su vivencia, escribió que "había también una tercera España, la anodina, la amorfa, la abstrusa, la que… optó, consecuentemente, por esperar a que los demás resolvieran, bien o mal, la cuestión, esperando a descargar sus críticas sobre uno u otro según fueran los resultados del suceso".


[i] El jacobinismo trae amargos recuerdos de la Revolución Francesa e invita a imaginar un autocratismo moral insoportable.

[ii] Historia de la Guerra Civil Española, III, Las operaciones iniciales

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