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Pedro de Tena

El golpe anticonstitucional del 11-M: dos tragedias españolas y un futuro incierto

El 11-M debería ser estudiado como una nueva variedad del asalto a un Estado democrático.

El 11-M debería ser estudiado como una nueva variedad del asalto a un Estado democrático.
Desguace de uno de los trenes del 11-M. | Cordon Press

193 asesinados y más de 2.000 heridos muestran de por sí lo que fue y es una horrible tragedia nacional. El jueves 11 de marzo de 2004, miles de españoles, sobre todo madrileños, se levantaron temprano para ir como todos los días a trabajar o estudiar o a lo que fuese y se subieron a los trenes de cercanías que les conducían a su destino. Como si fuera un preciso ataque militar a un convoy, en un primer tren estacionado en Atocha se produjo una explosión y luego, en cadena, y mientras iban parando en otras estaciones próximas, vagones de otros tres trenes sufrieron otros estallidos.

Es la primera y más olvidada de las tragedias de aquel día. Pocos recordamos sus nombres, sus sufrimientos, sus pérdidas, su desgarro vital. Hijos, padres, hermanos, nietos, sobrinos…Como en el caso de las víctimas de terrorismo separatista de ETA, sus vidas y familias fueron destrozadas pero la nación española, representada por unos políticos desprovistos de la estatura moral necesaria, no ha querido o no ha sabido mantenerlas en la memoria como es debido.

Este próximo 15 de marzo de 2024 se cerrará definitivamente la Asociación de Víctimas del 11-M. Tal ha sido el olvido. "Tras muchos años prestando apoyo a las víctimas y luchando por su memoria, la falta de medios económicos así como de personas que quieran continuar como Junta Directiva, nos lleva a esta disolución. No podemos dejar de dar las gracias a toda la sociedad y nuestros donantes, por haber caminado de nuestra mano estos 20 años, sin ese sostén, jamás habríamos llegado tan lejos ni ayudado a tantas personas".

Y añade en su comunicado: "Así mismo, queremos agradecer al Ministerio del Interior, la Comunidad de Madrid, la Fundación de Víctimas del Terrorismo, el Ayuntamiento de Madrid y la Junta de Distrito de San Blas, sus aportaciones en forma de subvenciones y el empuje en los proyectos que hemos realizado durante estas dos décadas". Y me pregunto: ¿Y las demás instituciones y organizaciones económicas sociales, políticas y culturales de España? Es la primera de las tragedias españolas del 11-M, que sigue y seguirá en la memoria.

Esta catástrofe no ha sido una obra de teatro en la que los dioses rigen y destruyen los destinos humanos. Fue concebida y puesta en escena minuciosamente por autores intelectuales y materiales que seguimos sin conocer con precisión. Que diez bombas estallen una detrás de otra el mismo día, en minutos muy próximos y en trenes estacionados en Atocha, calle Téllez, Santa Eugenia y El Pozo, todos en la misma vía, no puede ser una casualidad ni una coincidencia ni una obra de la improvisación.

Alguien con poder bastante había decidido en alguna parte del mundo, sin excluir a España, que las elecciones generales democráticas de 2004, que se iban a celebrar el domingo 14 de marzo, o bien se suspendieran o bien precipitaran un resultado diferente al que pronosticaban las encuestas. Según el estudio de Salomé Berrocal y Clara Fernández, lo que iba a ser un triunfo del PP por una ajustada mayoría absoluta se convirtió en una victoria del PSOE.

Un porcentaje relevante de ciudadanos decidió cambiar su voto o se animó a acudir a las urnas por causa del atentado más sangriento de la historia de la Europa democrática. Como consecuencia, aunque el PP perdió sólo 700.000 votos, el PSOE ganó 3.000.000 tras una campaña que ha pasado a la Historia por su mezquindad y ausencia de sentido nacional y democrático. Por una exigua minoría mayoritaria (164 escaños frente a 148), se impuso el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

La segunda de las tragedias fue la infame decisión de los partidos constitucionalistas de interpretar lo ocurrido en clave política partidista con amnesia supina del interés nacional amenazado. Cierto es que uno, el PSOE, más que el otro, el PP, pero ambos actuaron según la fórmula que arrojaba la conclusión de que si el atentado había sido obra de ETA el PP ganaría las elecciones y si había sido un atentado islamista las ganaría el PSOE, porque este último caso haría que, sobre todo, la guerra de Irak desatara la reacción visceral de muchos españoles, como así fue.

Por extraño que parezca, el PSOE aceptó de inmediato que la autoría del atentado correspondía a ETA, como sostenía el Gobierno. El exhaustivo documental de Terra Ignota evidencia que Zapatero lo tenía claro antes de las nueve de la mañana del día 11. Igualmente, el jefe del gobierno vasco, Ibarreche. El líder de IU, Gaspar Llamazares llegó a llamar "nazi" a ETA. El País lanzó una edición especial con el titular "Matanza de ETA en Madrid", del que luego renegó atribuyendo al gobierno una mentira general. Nadie dudaba de que ETA era la organización asesina.

Pero Javier Rupérez, entonces embajador de España en Washington, ha reconocido en un insidioso reportaje de autobombo de la RTVE, que el presidente George Bush le dijo en su propio despacho, tras conceder una insólita entrevista a la primera cadena pública de televisión al día siguiente de las explosiones, que, según los datos de la inteligencia americana, los autores del atentado podrían ser otros distintos de ETA. En la entrevista con Bush, que inexplicadamente no se emitió tal cual, el presidente norteamericano rehuyó concretar quién había sido el autor de la carnicería.

Independientemente de las versiones, lo absolutamente indiscutible es que hubo un partido político, hasta entonces de vocación constitucional, el PSOE, que culpó directamente al otro partido constitucional, el PP, de ser el causante principal del acto terrorista, de ser culpable político de la muerte de casi dos centenares de españoles y de dos mil heridos. Podría haberse comportado de otra forma, anteponiendo la defensa de la democracia española y del interés nacional –así lo pidió expresamente Zapatero cuando creyó que ETA era la asesina—, posponiendo la aclaración pertinente de lo ocurrido.

En el golpe de estado del 23-F, todos los partidos se manifestaron juntos en defensa de la Constitución. En este golpe constitucional, como luego se ha visto que ha sido, también fue así mientras se creyó que ETA estaba detrás de las bombas. Pero en cuanto lo que algunos llaman la "intelligentsia" del PSOE y sus conexiones dentro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de Estado vieron la oportunidad de ganar utilizando el crimen a su favor, la aprovecharon sin escrúpulos.

Sólo dos días más tarde de los asesinatos, y cuando la experiencia histórica en agresiones parecidas, el 11-S por ejemplo, enseñaba que el conocimiento preciso de su autoría podría demorarse en investigaciones minuciosas durante meses y tal vez años, el PSOE decidió acusar al PP de mentir. Tras una chocante declaración de Arnaldo Otegui descartando la participación de ETA, las torpezas del PP y la aparición de una sospechosa y oportuna mochila de escaso crédito, como se supo luego, los socialistas, todos, prefirieron alinearse contra el Gobierno.

La declaración de Otegui era llamativa porque, en el caso de haber sido obra de ETA el bárbaro atentado, o instigado por ella, habría dicho lo mismo, visto el escándalo que suscitó incluso en el nacionalismo vasco, que calificó de "alimañas" a los terroristas, e incluso en Esquerra Republicana de Cataluña que estaban inicialmente convencidos de la autoría etarra, como todo el mundo.

Indicios había. Y precedentes. De hecho, mi admirado Fernando Múgica[i] puso el dedo en la llaga de que dos caravanas de la muerte con explosivos, una de ETA y otra de los presuntos autores materiales del 11-M circularan por España el mismo día. Una llegó a destino en Morata de Tajuña, localidad donde se juzgó se prepararon las bombas del 11-M y la otra, de ETA, con media tonelada de explosivos, fue interceptada quince días antes de las elecciones. O sea, se sabía que ETA preparaba un gran atentado.

Sin embargo, se le dio credibilidad tanto a Otegui como a la, ahora se sabe, fraudulenta mochila, y se acusó al gobierno en funciones de José María Aznar de mentir a los ciudadanos. Será inolvidable para siempre jamás la intervención de Alfredo Pérez Rubalcaba, considerado un "hombre de Estado" incluso por el PP, aquel día 13 de marzo de 2004, jornada de reflexión, exponiendo que "los españoles se merecen un gobierno que no les mienta".

Fue el detonante del golpe constitucional. O de régimen, si se quiere[ii], como lo califica nuestro admirable compañero de fatigas Luis del Pino. Fue la segunda tragedia española de aquel día: el principio del fin del espíritu de concordia de la Transición y la recuperación de la estrategia guerracivilista de la izquierda en su conjunto, apoyada por los aliados separatistas. EL PSOE decidió que el poder compartido con los enemigos de la nación para aislar al centro derecha era el nuevo camino.

Sobre la versión oficial, recogida en el juicio presidido por el juez Javier Gómez Bermúdez, que insiste en no reconsiderar nada a pesar de las evidencias, basta que se mediten críticamente algunos elementos para, cuando menos, suscitar serias dudas. Por ejemplo, se señalan en todos los libros sobre el tema de Luis del Pino y más escuetamente en el libro Los agujeros negros del 11-M y en otros más, elementos como éstos:

  • 1. Los explosivos de los trenes fueron Titadyn, el usado por ETA, no Goma 2 Eco.
  • 2. Fueron falsificadas las pruebas del Skoda Fabia, la furgoneta Kangoo y la mochila de Vallecas.
  • 3. Alguien que no se sabe aún ordenó destruir los trenes afectados, eliminando innumerables pruebas forenses, lo que resulta inaudito.
  • 4. Los Tedax se saltaron sus protocolos, como si alguien quisiera boicotear la investigación.
  • 5. Entre los implicados y condenados aparecen muchos confidentes de la Policía y de la Guardia Civil.
  • 6. Se utilizaron testimonios de personas que ya habían sido condenadas por mentir para inculpar a Jamal Zougan, uno de los acusados.

Es un pequeño ejemplo. Hay muchos libros en los que se exponen las contradicciones, las inexactitudes y los falseamientos presentes en la versión oficial. Gabriel Moris, Lorenzo Ramírez, Jaime Ignacio del Burgo, Ignacio López Brú, Carlos Sánchez de Roda, además de los ya citados de Luis del Pino y Fernando Múgica, son autores de algunos de ellos. Igualmente hay otros que defienden posiciones contrarias o diferentes. De todos cabe deducir que lo ocurrido no tiene todavía una explicación concluyente a día de hoy, 20 años después de los hechos cuyo horizonte judicial prescribe en unos días.

La más verosímil es que un grupo de mercenarios, tal vez algunos de los condenados en el juicio o tal vez no, al servicio de o dirigidos por no se sabe quién perpetró los atentados con el propósito de desestabilizar o herir al gobierno de España y dar paso a una nueva situación política más favorable a los intereses de sus promotores. Los que lo saben, si es que los hay, callan o barruntan metáforas sobre montañas no muy lejanas para no explicitar santos y señas.

Otros más locuaces, cualificados traficantes de información como el excomisario José Manuel Villarejo, se han referido a los servicios secretos de Francia y Marruecos y sus peones negros por recelar del impulso internacional que España estaba teniendo de la mano del Reino Unido de Tony Blair y de los USA de George Bush jr. Recuérdese el caso del islote de El Perejil o cómo ETA se cobijó siempre en Francia.

La versión oficialista es que los autores sólo fueron parte de o todos los condenados en el famoso y discutible juicio, contratados por Al Qaeda en venganza por el apoyo de España a la guerra de Irak. En otros libros, como el del abogado de las víctimas, José María de Pablo, La cuarta trama, se cree que justo lo que está bien claro es que Al Qaeda no tuvo nada que ver con ninguna de las tres tramas visibles, la de Asturias, la de "El Chino" y la de la banda de "El Tunecino", apodos populares para los señalados por la instrucción judicial.

Independientemente de todas las versiones seriamente fundadas, hay un hecho evidente y poco discutible. Desde aquel 11-M de 2004, España ha sufrido un deterioro constitucional e institucional que podemos llamar abiertamente "golpe", si se quiere por etapas, ya sea de régimen, ya sea constitucional y ya veremos si de Estado, perpetrado por una trama oculta todavía cuyos propósitos, fuesen los que fuesen, tuvieron como consecuencia el desalojo del PP del gobierno y la entrada del flamante nuevo PSOE de Rodríguez Zapatero.

Curzio Malaparte en su famoso ensayo sobre las técnicas del golpe de Estado se propuso mostrar cómo pueden apoderarse algunos del Estado moderno, o cómo defenderlo, superando a Maquiavelo. Llama "catilinarios" a los extremistas de derecha e izquierda para los cuales donde hay libertad no hay Estado, que son los más aptos para imponer sus golpes. Hoy hay otros extremismos que no consideró, como el islamista, que puede aliarse con los tradicionales.

"A la táctica revolucionaria de los catilinarios, los Gobiernos, revelando con ello su ignorancia absoluta de los más elementales principios del arte de conquistar y de defender un Estado moderno, siguen oponiendo una táctica defensiva basada en medidas policíacas. Una ignorancia semejante es peligrosa", dice Malaparte. El 11-M debería ser estudiado como una nueva variedad del asalto a un Estado democrático.

Lo cierto es que desde el infame atentado del 2004 el deterioro de la libertad y el acoso político, cultural y moral a sus defensores, "cordón sanitario", ha sido una constante. Del combate liberal y democrático contra ETA se pasó al "diálogo" con la banda asesina. Del respeto a la libertad de costumbres se pasó a la imposición de una ingeniería social asfixiante.

De la libertad de pensamiento y crítica se pasó a lo "políticamente correcto". De la reconciliación nacional se pasó a la recuperación del odio previo a la Guerra Civil. Del apoyo a las democracias liberales se pasó al auxilio de las dictaduras neocomunistas y, para no eternizarnos, de la defensa de la unidad nacional se pasó a poner en duda qué es eso de la nación, singularmente la española (no otras), renunciando a la solidaridad e igualdad de los ciudadanos vivan donde vivan.

Tras el fracaso económico y social de su gobierno, Zapatero fue derrotado en las urnas con la segunda mayoría absoluta más relevante de la historia reciente, tras la victoria socialista de 1982. Pero Mariano Rajoy, en lugar de enderezar el entuerto, renunció a ello, miró para otro lado y dentro de su propio partido, hizo renunciar a quienes querían defender el liberalismo, conservador, o no tanto, apostando por un conformismo servil ante la izquierda y los separatismos cada vez más crecidos.

Como si el 11-M lo hubiera amedrentado, renunció a derogar la Ley de Memoria Histórica; no quiso rectificar el desorden constitucional de la Ley de Violencia de Género; se negó a recuperar el Plan Hidrológico Nacional, una estrategia nacional de energía y a rescatar la reforma de la educación como se opuso a desarrollar una batalla cultural para combatir la primacía ideológica de las izquierdas y los separatismos, entre otras deserciones.

Tras el golpe de estado del nacionalismo catalán en 2017, Pedro Sánchez, tras imponerse en un cuarteado partido que advirtió su peligro, lo desalojó del gobierno mediante una moción de censura. Desde entonces se han allanado todos los caminos a los separatismos, se han blanqueado los asesinatos de ETA y se acaba de amnistiar con todos los honores, como hemos comprobado este pasado jueves, a los golpistas, instigadores de terrorismo y corruptos catalanes. ¡Hasta a los Pujol!

Se sigue además sosteniendo diplomáticamente al populismos antidemocráticos; se insiste en la ingeniería social hasta el punto de querer regular desde las bolsas de plásticos a los horarios de los restaurantes o las inclinaciones y usos sexuales de los niños y, lo que es peor, se degradan las instituciones democráticas eliminando la independencia del poder judicial, invadiendo el poder legislativo desde la fórmula del Decreto ley o la suspensión de las sesiones y se centraliza todo el poder real en una persona.

Por si fuera poco, la corrupción institucional y política está alcanzado cotas inimaginables y una abyección moral nunca vista, como nunca vista hasta ahora ha sido la sumisión de un gobierno español a los intereses de otro gobierno como el marroquí.

En la antigua disciplina Filosofía de la Naturaleza, hoy en retirada, se distinguía entre la prueba científica propiamente dicha de la Física, el experimento crucial, decisivo y clarificador, de la convicción generada por la teoría de la evolución, imposible de demostrar por ese procedimiento. Se aludía a la fecundidad de la explicación que se alcanzaba con la teoría evolucionista para justificar su aceptación.

¿Cuál es el sentido del 11-M desde esta perspectiva? No sabemos quién lo planeó, si tenía intención de dinamitar la democracia española o si tenía o no aliados internos y quiénes fueron. Sabemos quiénes fueron los que lo aprovecharon en beneficio propio, de acuerdo o no con los promotores, para hacer explotar la transición democrática y su proyecto de convivencia. En este sentido y a tenor de sus consecuencias, podemos afirmar que el 11-M fue el inicio de un golpe anticonstitucional que aún no ha terminado.

Sólo si se observan aquellos terribles acontecimientos desde esta perspectiva, se ve cómo tras el 11-M, las izquierdas, las viejas y las nuevas nacidas el 15-M de 2011, comprendieron que sólo la alianza de todas ellas con los separatismos podría darles la oportunidad de gobernar España aunque el precio fuera la descomposición nacional y la deriva hacia un Estado Confederal con regiones privilegiadas y la desigualdad como norma básica.

Naturalmente, una España así será una España débil, fácilmente penetrable por poderes fácticos interesados en agrietar la posición geoestratégica nacional (ya se ha visto la presencia rusa en el golpe de estado del separatismo catalán o la inexplicable influencia alauita o la incalificable diplomacia pro bolivariana en Sudamérica). La fecundidad de esta explicación hace que la teoría del 11-M como golpe anticonstitucional sea, cuando menos, digna de ser tenida en cuenta.

Otra cosa es que lleguemos a saber alguna vez quiénes lo desencadenaron y si tales objetivos ya estuvieron en el meollo de su decisión. Tampoco sabemos si el golpe anticonstitucional en marcha desembocará finalmente en un intento de eliminación formal de la Constitución de 1978 y en su reemplazo por otra diferente. De momento, se ha dicho, estamos en un "proceso constituyente", no declarado oficialmente, y tampoco sabemos si hay alguna voluntad política de oponerse seriamente a esta intención. Las consecuencias del atentado del 11-M siguen presentes.


[i] El periodista de El Mundo fue el primero en sospechar de la veracidad de la versión "oficial" sobre el atentado en una famosa serie titulada Los agujeros negros del 11 M. Una versión policial repleta de incongruencias

[ii] Es la consideración de nuestro amigo Luis del Pino, uno de los investigadores más sistemáticos y tenaces de la barbarie. Sus tres libros principales sobre el atentado más grave de la historia europea son 11-M: golpe de régimen, Las mentiras del 11-M y Los enigmas del 11-M.

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