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Pedro de Tena

La urgente refundación democrática española en el País Vasco y Cataluña

Tras las elecciones vascas y catalanas, cuyo resultado no será favorable, el futuro de la democracia española empezará a escribirse.

Tras las elecciones vascas y catalanas, cuyo resultado no será favorable, el futuro de la democracia española empezará a escribirse.
Nicolas Redondo Terreros, Fernando Savater y Jaime Mayor Oreja en un acto político celebrado en San Sebastián en 2001. | EFE

Jaime Mayor Oreja y María San Gil [i] siguen llevando razón. La llevan desde hace mucho tiempo. Los análisis que han hecho de la situación política española y de la evolución de los nacionalismos en Cataluña y País Vasco siguen vigentes. Anunciaron que ETA era la capitana del Frente Popular que hoy gobierna España y ahora invitan a la refundación de un espacio democrático nacional en ambas regiones con la vista puesta en toda España, uniendo las fuerzas de PP, Vox y las voces de intelectuales, periodistas, asociaciones, fundaciones y entidades que inundan Internet.

Jaime Mayor, como ministro del Interior, redujo a ETA y sus tentáculos políticos a la mínima expresión y su conocimiento de la realidad sin florituras ya le hizo deducir, hace mucho, que ETA y los separatismos serían los grandes ganadores tras la destrucción de la opción vascoespañola y catalanoespañola.

María San Gil, que vivió el terrorismo etarra en calidad de testigo directo cuando Txapote asesinó a su amigo Gregorio Ordóñez, diputado vasco del PP y teniente de alcalde de San Sebastián, de un tiro en la nuca. Desde hace años, dejó el PP y codirige con Mayor Oreja la Fundación Neos, de orientación católica, que defiende los valores cristianos. Acaba de dar a conocer un Informe en el Centro de Estudios Ceu-Cefas sobre la legitimación democrática de ETA. [ii]

La liquidación de opciones políticas españolas en País Vasco y Cataluña fue consumada inicialmente en 2001, no por el sanchismo, ni por el "bambismo" (solemne tal vez pero no tan tonto), sino por "prisocialismo" de Felipe González y Juan Luis Cebrián.

En las próximas elecciones vascas, la gran mayoría oficial, esto es, el número de diputados del independentismo más los seguramente menguantes de su detergente blanqueador, el partido de Pedro Sánchez, obtendrán una mayoría bastante por encima de la absoluta. Sobre el total de 75 escaños, el trío Bildu (29), PNV (28) y PSE (10) lograrán alrededor de 67 actas según la media de las encuestas publicadas. Nada menos, y con la expectativa consistente de que Bildu sea el partido con mayor presencia en el Parlamento vasco. El PP tendrá 6 ó 7 dependiendo de si Vox pierde o no su actual diputado. Sumar desaparecerá políticamente aunque obtenga un escaño.

En las elecciones catalanas de mayo, según la información provisional de la media de las encuestas publicadas, sobre un total de 135 escaños, el trío PSC (39), Junts (31) y Esquerra (29) lograrán alrededor de 99 diputados. Si se suman los escaños afines de Comúns y la CUP estaríamos en el umbral de las 113-114 actas parlamentarias. El PP podría llegar a los 13 diputados y Vox tal vez a los 10. La diferencia es que la dirección, muy condicionada, del proceso, paralelo esencialmente al del País Vasco, podría estar en manos del mismo sanchismo que ha resucitado legalmente al prófugo Puigdemont y sigue abierto a cualquier deslealtad o felonía a cambio de los siete votos que necesita Sánchez en Madrid.

Puede comprenderse que muchos ciudadanos culpen de todo lo que está pasando a quien hoy es el principal responsable de la deriva socialista hacia quién sabe dónde. Pero no puede olvidarse —a pesar de las entrevistas lavadoras que ahora perpetran al alimón Cebrián y González, ambos ajusticiados por el bambi-sanchismo—, que fueron ellos los que reventaron con saña, mala leche y grave miopía política lo que podría haber sido la primera expresión de una opción vasco-española en el País Vasco y una gran esperanza nacional. Para los más jóvenes, recordemos que en las elecciones autonómicas del año 2001, PP y PSE prometieron a los vascos tal alternativa conjunta y la respuesta fue muy esperanzadora.

Una ventaja tiene el papel escrito y su combinación con Internet. Todo pasa pero todo queda. En un más que famoso artículo titulado ¡nada menos! como el gran libro de Descartes, El discurso del método, Juan Luis Cebrián, tras el que se adivinó enseguida el aliento de Felipe González, hizo, como dijo el poeta, camino al andar. Mejor dicho, deshizo un camino, liquidó a Nicolás Redondo Terreros y, de paso, debilitó a Jaime Mayor Oreja empedrando el camino que nos ha conducido a este infierno.

En aquel artículo, aquel dúo de "estadistas" machacó sin piedad la nueva opción vasco- española y transversal, socialista y centrista, que pretendía representar la oportunidad de todos los vascos que se sentían españoles, que eran muchos, y que sufrían la persecución política y cultural del PNV y los asesinatos de ETA, como el propio redactor dejó escrito. Tildó el intento de "equivocación política".

No sólo afirmó que Redondo había sucumbido de forma "ancilar" (esclava, sierva) ante el gobierno de Aznar, sino que prefería la alianza ambigua para "ir tirando, clarificando, comprendiendo, conviviendo en medio de un panorama endiabladamente complejo" con el PNV, calificando la opción vasco-española de Redondo y Mayor como "nacionalismo español", algo despreciable para el autor.

Añadiré que aquellas elecciones, en las que el PP y el PSE anticiparon su voluntad de gobernar en coalición para impedir otro gobierno del PNV se saldaron con una igualdad casi total de votos (600.000 para nacionalistas y 575.000 para Mayor Oreja y Redondo) y una diferencia de un solo escaño (33 a 32).

Las esperanzas de Cebrián en la colaboración PNV-PSOE fueron desacreditadas por el mismo Javier Pradera: "Esas esperanzas, sin embargo, carecen de respaldo empírico: de un lado, los pactos arrastraron al PSOE a una caída electoral desde el 23,8% de 1984 hasta el 16,8% de 1994; de otro, esa colaboración ancilar no impidió que los nacionalistas fueran cocinando al tiempo sus acuerdos soberanistas de 1998 con ETA y con Batasuna". Tuvo mejor vista y mayor agudeza.

Todavía en 2004 y 2009, años después del listísimo discursazo del método de Cebrián, socialistas, populares y la reciente UPyD superaron en votos y escaños al PNV. En 2012 el retroceso del PNV fue tal que Pachi López, el "helador de sangre", pudo gobernar en el País Vasco con los votos del PP pero de rodillas ante el PNV. A partir del "diálogo", algo más que ancilar de Zapatero con Otegui, muy bien explicado al parecer a Mariano Rajoy, tanto socialistas como populares quedaron relegados a la cuarta y a la quinta posición, por detrás incluso de Bildu y Podemos.

En 2016, PNV, Bildu y Podemos, todos ellos artífices del gobierno Sánchez, lograron una gran mayoría de votos frente a la suma de PP y PSOE. En 2020, el ascenso del separatismo heredero de ETA, que devoró a Podemos, comenzó a amenazar incluso al PNV mientras el PP se hundía y el PSOE seguía perdiendo votos. Tan dura es la situación que Mayor Oreja considera que las opciones constitucionalistas, incluso si admitimos en ellas al PSOE sanchista, carecen de utilidad social en un País Vasco por no aportar un valor añadido visible.

En Cataluña, donde no se olvide que Ciudadanos llegó a ser la primera fuerza electoral en los comicios de 2017, año del golpe de estado de octubre, las opciones de los catalanes que se sienten españoles, casi dos millones ese año, fueron desbaratadas por errores de unos y mala intención política de otros que han terminado beneficiando levemente a un PSC, esa versión light del nacionalismo, que nada podrá hacer, si es que quiere hacer algo, sin Esquerra o Junts y demás compañeros de viaje.

En el País Vasco, el voto constitucionalista tenía la utilidad y el valor añadido de poner freno al sectarismo peneuvista, acabar con el terrorismo y devolver la igualdad y la libertad a los ciudadanos. En Cataluña, aquel voto constitucionalista representado por Ciudadanos tenía la misma utilidad social e idéntico valor añadido: acabar con el pujolismo y su corrupción y disputar a los nacional-separatistas el derecho a la existencia política y social. Todo eso, gracias a los "diálogos" de Zapatero, la fuga de Rajoy y el entreguismo vergonzoso de Sánchez, tardará mucho tiempo en recuperarse.

Veintitrés años después de aquel memorable intento de que la España constitucional estuviera presente en un País Vasco dominado por el nacionalismo, político o terrorista, ¿qué tenemos? Según la reflexión de Jaime Mayor Oreja y María San Gil, expresada en artículos e intervenciones públicas, lo que tenemos gracias a aquella demolición del intento transversal socialista-centrista de promover una alternativa nacional y constitucional, son dos regiones, la vasca y la catalana, en la que el voto de los que se sienten españoles fue destruido y desanimado por las alianzas del socialismo del peligroso Bambi de la Moncloa con el PNV, Batasuna y el pujolismo y sus acólitos. No faltó la ayuda de un PP acéfalo y desnortado.

Durante casi cuarenta años, el dominio de la cultura, de la enseñanza y de la Universidad vía subvenciones, imposiciones sectarias, desfiguraciones históricas y estructuras endogámicas y el dominio de los medios de comunicación vía financiación y nombramientos, ha estado en manos de los discursos nacionalistas y separatistas. Hay nuevas generaciones, lejanas ya al franquismo y a la Transición, que tienen sembradas semillas de odio a España y que no pueden, y tal vez ni quieren por el fanatismo contagiado, contrastar la veracidad de lo que afirman o niegan porque no hay debate. No lo hay además porque lo constitucional y lo español no están en él. Viven en estado de incomparecencia, salvo excepciones.

Como consecuencia de todo ésto, de los escándalos sanchistas sucesivos, políticos y económicos —han habido expulsiones y desafecciones en el PSOE (incluso de González, Guerra y Cebrián)—, del nacimiento de nuevos partidos como Vox, una derecha nacional clara en sus comienzos, lejana a la tibieza rajoyana, y de la aparición de una izquierda nacional aún débil y poco definida, La Tercera España, Plataforma Nexo e Izquierda Española, la pregunta oportuna es qué puede hacerse para que España no desaparezca como nación y consolide su voluntad democrática de unidad, de convivencia, de tolerancia recíproca, de legalidad, de igualdad y de libertades, expresada en la Transición.

Pero es evidente que es muy poca cosa en la vida llevar razón, cuando ésta se topa con la ceguera, con el poder, con el miedo o con la estupidez. Mayor Oreja y María San Gil, para el caso vasco, tienen un análisis claro de la necesidad de una confluencia constitucional española, no sólo porque la realidad histórica demostró que sólo la refundación del centro derecha —suarista, democristiano, liberal y fraguista—, podía alcanzar significación social y sentido de utilidad en el País Vasco.

Finalmente, a pesar de los obstáculos, aquel intento se consumó también a nivel nacional en 1990, dando origen al PP, que avanzó notablemente en las elecciones vascas, hasta alcanzar, junto con el PSOE, el valor añadido de ser alternativa posible a la hegemonía asfixiante del nacionalismo. Y por cierto, con mucho valor moral, dignidad democrática y víctimas. Aquel sacrificio heroico quiere ser sepultado hoy de forma miserable. Aquella era otra España, precisamente la que se quiere enterrar ahora.

Vivimos un momento histórico de extraordinaria gravedad. Está puesta en duda la identidad nacional. Se pretende la ruptura de España. La ley y la Justicia se ocupan con el propósito de destrozar la igualdad de los ciudadanos e indultar o amnistiar a golpistas y terroristas. Los dineros de todos se usan con propósitos democráticamente indecentes, favoreciendo a territorios, a partidos y a clanes de partidos. Las instituciones no sirven a la democracia y sus valores sino a quienes no quieren democracia alguna ni en España ni en las regiones en que ejercen su poder. Tras casi mil asesinatos de los terrorismos comunistas[i] y separatistas, sus víctimas son despreciadas por gobiernos que han vendido su dignidad por un puñado de votos.

¿Con qué contamos frente a esta degeneración política e institucional? Con el PP, un partido que se ruboriza por sus orígenes, que se empeña en ser más acomodaticio que nadie y que pretende erigirse en la única voz posible de los defensores de la España constitucional. Con Vox, un partido nacido del PP que, aunque coherente con sus ideas y sus propuestas, parece poco dispuesto a distinguir entre lo factible y lo deseable. La consecuencia es que la confluencia política de lo que llamamos centro derecha no parece posible, al menos a corto plazo.

Por el lado de la izquierda socialdemócrata que nunca ha existido del todo en España, al menos formalmente, parece que la mayor dificultad que tiene es la del parto. No termina de nacer un partido socialdemócrata con el que todos los demás españoles podamos convivir en paz, de forma tolerante y alternante. Lo principal de su nacimiento es el reconocimiento de los errores del pasado y la aceptación de la democracia liberal y el Estado de derecho como tablero único y sincero donde respetar sus reglas de juego.

Luego hay muchos medios de comunicación tradicionales, muchos nuevos medios, desde webs a blogs, asociaciones, fundaciones e instituciones que, bien oscurecidos por personalismos, nublados por egoísmos, aturdidos por ser cabezas de ratón o sencillamente inconscientes de la trascendencia que tiene su aportación, no contribuyen a la confluencia del centro derecha ni de un nuevo centro izquierda, por usar términos coloquiales.

Lo que queda fuera de ello, sanchismo tiránico y desleal, comunismo en descomposición y separatismos políticos o terroristas o golpistas no son opciones democráticas, ni lo van a ser en el futuro. Es un remedo de Frente Popular. Podemos hacernos las ilusiones que queramos, como muchos se las hicieron en abril de 1931 y en 1978, tras la aprobación de la Constitución. Los derivados del marxismo original y sus sucedáneos o la herencia del nacionalismo supremacista o terrorista, sólo aceptarán un marco legal, el que sea, cuando les convenga y tratarán de demolerlo cuando no les agrade o impida sus intenciones.

Para decirlo en palabras del propio Jaime Mayor recogidas en la prensa española, el "frente popular no tendrá ni límites morales ni éticos" y su objetivo es únicamente la permanencia en el poder. El derecho de autodeterminación al que se encamina España no será ni abierto, ni directo ni frontal, sino que habrá "pasos intermedios". La amnistía a la carta de unos delincuentes es la gota reciente de esta ocupación del vaso nacional. Las elecciones vascas y catalanas darán como resultado la inexistencia nacional española con opciones a derecha e izquierda con utilidad electoral.

La situación es de extrema gravedad, cierto. Una de las razones de esta "extrema gravedad" reside en la "maldad" de los que gobiernan. Pero el mal reside asimismo en la falta de comprensión y de diagnóstico de lo que se estaba gestando en España, que ha facilitado esta crítica situación. Cuando "no se comprende, no se quiere entender, no se diagnostica, se sustituye el diagnóstico por la sorpresa, la incredulidad, lo que significa incluso el escándalo, incluso la indignación". Ya dijo Jaime Mayor en 2007 en Libertad Digital que "nuestro drama es que el PSOE ha renunciado al proyecto de España".

Podría haberse ensayado en el País Vasco en este campaña electoral una alternativa política y cultural contraria al proyecto de ruptura que dirige ETA. Se trataba de una refundación del espacio cultural y político que dio vida a la Transición y esperanza a varias generaciones. No se trata sólo de partidos, que son necesarios pero no únicos actores, sino de un movimiento complejo, plural y cooperativo que tiene como argamasa los valores democráticos y la articulación constitucional. No se ha querido y no se ha intentado.

En el nuevo País Vasco del próximo domingo se habrá consumado el tránsito de un nacionalismo tradicional, entre el autonomismo y el independentismo, con fundamentos sociales conservadores y valores cristianos a un separatismo comunista de extrema izquierda, triunfante por el miedo que aún causa y por la ausencia cultural de cualquier otro modelo. El modelo bilduetarra opta a la hegemonía total, lo que implica la destrucción mediata del PNV en todas las provincias vascas, salvo Bilbao, y por un tiempo. Naturalmente, hará lo posible para impedir toda alternancia política en el futuro.

Algo parecido ocurrirá en mayo en las elecciones catalanas, una vez consumada la desafección constitucional del sanchismo y su precisa ocupación de las instituciones estatales claves, desde la Fiscalía General al Tribunal Constitucional, para posibilitar el proceso que el nacionalismo requiera para que sea legal lo que no lo es ni debiera serlo. Pero tampoco allí se ha propuesto una refundación de nuevo cuño en la que el sentimiento real de dos millones de catalanes que en 2017 arrebataron la mayoría a los nacionalistas, pueda encontrar un cauce práctico y útil para la defensa de la nación española en Cataluña.

Ya ocurrió en julio de 2023. PP y Vox creían que cada uno por su lado obtendrían sumados una mayoría suficiente para gobernar y no fue así tras sus pueriles y escandalosos desencuentros. Con el País Vasco y Cataluña dominadas por el discurso antiespañol e independentista y con un sanchismo vendido por el plato de lentejas de su titular, hay que temer que la reversión innovadora de los valores constitucionales exija algo más que la reyerta irresponsable de dos partidos.

Lo he dicho antes. Empiece por donde empiece, será preciso que dé el primer paso un movimiento democrático nacional donde puedan oírse también voces como las de Fernando Savater, Rosa Díez, Maite Pagazaurtundúa, Mikel Buesa, Jon Juaristi, José María Múgica, Nicolás Redondo, Antonio Robles, Pablo Planas, Albert Boadella, Félix de Azúa, Agapito Maestre, Ignacio y Javier Gómez de Liaño, Mario Vargas Llosa, Ramón Tamames, Jaime Mayor, María San Gil, José María Marco, Francisco José Contreras, y de tantísimos otros (perdón a los no mencionados que son muchísimos). Un primer encuentro nacional de la mayor parte posible de ellos sería un buen paso. Cualquiera de ellos podría tomar la iniciativa de su convocatoria.

Además de las personas relevantes, hay un conjunto de nuevos instrumentos mediáticos en Internet y asociaciones e instituciones de todo tipo con los que habría que empezar a desarrollar una agenda nacional de presencia e interpretación cultural de la historia de la nación española y la relevancia de su Transición para la consolidación democrática de Occidente. Trabajos como La primera globalización o el más reciente sobre Hispanoamérica de José Luis López Linares son ejemplos de esa batalla cultural sin cuya aportación frente a todo tipo de leyendas negras será imposible la recuperación nacional de España.

Nada está escrito. Tras las elecciones vascas y catalanas, cuyo resultado no será favorable, el futuro de la democracia española empezará a escribirse. Sólo es menester que hagamos lo que la prudencia exige: hacer lo que se debe de la mejor manera, que decía mi viejo profesor de Filosofía en la Universidad de Sevilla, don Jesús Arellano.


[i] Es de sumo interés ver la entrevista que Sandra León realizó este miércoles a Jaime Mayor y a María San Gil en Libertad Digital.

[ii] El informe ha sido preparado por Carlos de Urquijo, Rogelio Alonso y Fernando Lázaro.

[i] [i] Pocos se acuerdan pero los proetarras llegaron a utilizar diversos nombres para designar a sus correas de transmisión política. Uno de ellos fue Partido Comunista de las Tierras Vascas, en 2005.

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