"Si vas a hacerlo, hazlo bien. Si vas a darle bombo, hazlo con hechos. No me importa lo que hiciste. Me importa la forma en que lo hiciste". Esta frase la dice alguien en la película All the president’s men, sobre la investigación del caso Watergate. Una labor periodística –chivatazo mediante– que se ha erigido en imagen cabal de una suerte de canon del quehacer indagador de la profesión.
Así, podría decirse, "si vas a darle bombo a la guerra de Israel contra Hamás –en detrimento de la situación, por ejemplo, en Sudán; o de los uigures en China—, hazlo con los hechos".
Y los hechos son lo que faltan. Eso y su verificación, la exploración incansable de voces y fuentes diversas que permitan que las piezas encajen naturalmente y no mediante fuerza bruta o el atajo de una tijera que reformule las siluetas. Porque "importa la forma en que se hace el trabajo". El periodístico, claro, no el de altavoz, voluntario o inconsciente, de infames "causas" (ya se sabe, "del río al mar"; "erradicación de la existencia económica, política, militar, cultural sionista" porque la "existencia israelí en Palestina es una invasión sionista").