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Marcelo Wio

Yira, yira, y no te enteres

Los "periodistas" colaboradores llenan incansables páginas y espacios para generar un clima sociopolítico particular, para instalar el marco de pensamiento.

Los "periodistas" colaboradores llenan incansables páginas y espacios para generar un clima sociopolítico particular, para instalar el marco de pensamiento.
Un grupo de iraníes queman una bandera israelí durante una manifestación antiisraelí para mostrar solidaridad con el pueblo palestino, en Teherán, Irán, 13 de octubre de 2023. Miles de israelíes y palestinos han muerto después de que el grupo militante Hamás lanzara un ataque sin precedentes contra Israel desde la Franja de Gaza el 7 de octubre de 2023. EFE/ABEDIN TAHERKENAREH | EFE

No es novedad. Ni sorpresa. Pero ahora, como nunca, adentrarse en una considerable porción de la cobertura mediática sobre el conflicto República Islámica iraní/árabe-israelí resulta una inmisericorde excursión por los alevosos salones de la espesa estupidez, la rácana medianía, el prejuicio, el desconocimiento adepto y la vulgaridad.

Un museo anticipado erigido por un periodismo que ya no es tal: galería de la vocinglera degradación no sólo de una profesión, sino de la moral rebajada a muletilla para acallar rivales.

Subidos a las redes sociales, tantos cabalgan sus prepotentes berretines montados a una pretendida "causa" que los conduce en dirección contraria a la gloria de la que ya creen estar gozando: desertores del escrúpulo, sirven a totalitarismos de diversa factura, aunque de igual crueldad. Quedan, en definitiva, reducidos a una complicidad de machaconería accesoria –mas no por ello menos perjudicial—: facilitadores de la entrenada y adocenada predisposición de parte de los líderes y la sociedad occidental al expansionismo de la República Islámica iraní, catarí, rusa, china, turca...

El futuro, sugieren los alcahuetes –a veces inconscientemente—, sucederá en forma de obediente utopía cuando la retrógrada doctrina de esos regímenes se adopte, se imponga, en occidente.

Para ello, los "periodistas" colaboradores, desvelados por el ensalzamiento, llenan incansables páginas y espacios para generar un clima sociopolítico particular, para instalar el marco de pensamiento. Para ello, también, hay tanto "profesor" abocado al adoctrinamiento. Para ello acampan los tontos aprendices. Para ello tanto "artista" dispuesto a ofrecer su colorido y el retuiteo de sus fieles seguidores. Para ello tanto gobierno se ha dejado infiltrar por adeptos a la ideología supremacista que empuja a occidente a su conversión.

No es novedad. Y, aun así, no quiere percibírsela: tan ocupada en inmolarse está buena parte de la sociedad occidental. Se acepta esa penetración como algo de lo más inocente: un signo de los tiempos, una moda "ideológica", una sincera inquietud. Y de la misma manera se acepta la inversión del periodismo adepto a al autoproclamado "progresismo" como algo ya propio de la profesión: descartada la verificación, con omisiones sistemáticas, tergiversaciones, fabricaciones, descontextualizaciones y unas pésimas redacción y capacidad analítica. Se descarta el periodismo, vamos.

Todo vaciado. O viciado. O ambos. Troceada buena parte de una profesión. Troceada una sociedad, una cultura. Para que, como monolitos, surjan los "salvadores" con sus fórmulas impecables. En eso andan, aún sin saberlo algunos: facilitando, allanando la debacle. Y en eso andan otros: callando, justificando, contemporizando o, sencillamente, negando —negándose—.

Decía Hilas –en realidad, el cuate George Berkeley– que había estado considerando "el extraño destino de esos hombres que en todas las épocas y debido al deseo de distinguirse del vulgo o a alguna disposición inexplicable del pensamiento pretenden o no creer en nada en absoluto o creer en las cosas más extravagantes del mundo". Sostenía Hilas que ellos podría tolerarse si no fuese porque aquello que trae consigo supone consecuencias desventajosas en general para la humanidad. Claro que cuando uno se percata de ello, el daño está hecho: "cuando hombres con menos tiempo libre ven que quienes se supone que han empleado todo su tiempo en la búsqueda del conocimiento profesan una completa ignorancia de todas las cosas, o proponen nociones que son contrarias a principios claros y comúnmente admitidos, se sentirán tentados a mantener sospechas acerca de las verdades más importantes, que hasta ahora habían tenido por sagradas e incuestionables".

El daño efectivamente ya es un hecho. Las tomas de campus universitarios demuestran el fracaso de una parte importante de esa educación superior. El bochorno mediático al que conduce un grupo de medios entregado a los disfraces "cautivadores" de la desintegración social occidental, no hace sino reflejar el abandono ya pretérito de sus valores, sus metodologías, sus estándares de excelencia. Y qué decir de los organismos internacionales, devenidos en meras fachadas de regímenes totalitarios, y en instrumento para "validar" o "universalizar" su propaganda, para maquillar de diplomacia lo que es abuso.

En el imperio del engaño y la mentira que han instalado los aliados de la infamia, andamos yirando, "sin rumbo, desesperao[s]’", gritando a oídos que no quiere escuchar:

Verás que todo es mentira …

Que al mundo nada le importa…

Aunque te quiebre la vida

Aunque te muerda un dolor

No esperes nunca una ayuda

Ni una mano, ni un favor.

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