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Agapito Maestre

Historia y memoria del terrorismo en la España de Sánchez

Hoy como ayer, debemos ser muy críticos con todos aquellos que intenten manipular, desviar y denigrar la tarea democrática de las víctimas.

Hoy como ayer, debemos ser muy críticos con todos aquellos que intenten manipular, desviar y denigrar la tarea democrática de las víctimas.
El secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, y el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, reciben a la portavoz proetarra de Bildu en el Congreso de los Diputados, Mertxe Aizpurua. | Europa Press

La Universidad Complutense, en colaboración con el Ministerio del Interior, promueve en estos días una exposición, en el el vestíbulo del Edificio B de la Facultad de Historia, titulada Historia y memoria del terrorismo en España. El visitante no hallará grandes falsedades en lo expuesto. Dominan las medias verdades. Es la mejor manera de rendirle pleitesía a las mentiras. El engaño de situar a ETA al lado de otras organizaciones criminales es su principal cometido. Se pasa de puntillas por su mayor crimen: matar ciudadanos españoles, simple y llanamente, porque eran españoles. Matar España, especialmente a la España democrática de la Constitución de 1978, cometido clave de ETA, cuya herencia siguen desarrollando los separatistas vascos desaparece de la exposición. El ocultamiento de la singularidad de ETA y su brazo político, Bildu, hiere la sensibilidad de cualquier ciudadano de bien. Parece que todo está hecho para mayor gloria del gobierno de Zapatero y Sánchez. La Exposición blanquea los enjuagues y las negociaciones oscuras del gobierno de Zapatero con ETA, que hoy prosigue Sánchez con gran éxito, pues que nadie debe olvidar que el gobierno sanchista está apoyado por Bildu.

En este desgraciado contexto de medias verdades y ambigüedades electoralistas, desaparecen casi por completo las luchas democráticas de las víctimas del terrorismo para acabar con ETA. Porque todo es oscuro y atrabiliario en este tipo de cuentos y falsos relatos oficiales sobre ETA, es menester recordar las luchas y fracasos de sus víctimas para saber qué fue y qué es hoy ETA. Creo que es un capítulo decisivo para estudiar la transformación de la organización criminal vasca en el partido político Bildu. Frente al crimen de ETA y sus apoyos políticos y mediáticos siempre hallaremos la grandiosa lección de democracia que nos dieron las víctimas. Las manifestaciones convocadas por la Asociación de la Víctimas del Terrorismo, a partir de 2004, serán referentes morales y políticos de la democracia española. En esas manifestaciones no se demandaban recursos sociales ni económicos. Sólo querían ser sujetos políticos de una nación. España.

La aportación cívica de las asociaciones de víctimas del terrorismo fue, más allá de cualquier otra consideración de piedad, un valor fundamental de nuestra democracia. Gracias a su lucha, la sociedad española más desarrollada en términos morales y políticos ha aprendido que la ciudadanía es un ejercicio permanente en favor del Estado de Derecho; en verdad, las asociaciones de víctimas nos han enseñado que el Estado de derecho no es algo acabado de una vez por todas, sino que es una institución civilizadora en permanente construcción. He ahí el salto cualitativo de la democracia española: sus víctimas no sólo conmueven nuestro más profundo sentimiento de compasión, e incluso nos ofrecen la oportunidad de hacernos mejores seres morales, sino que también nos persuaden políticamente con sus argumentos a favor de más y mejor democracia. Las víctimas no dejaron jamás de denunciar que los objetivos de ETA y Bildu eran y son idénticos: acabar con España como nación.

Ese fue el argumento fundamental de las víctimas contra quienes querían acabar con el terrorismo por vías tortuosas, o peor, bordeando la legitimidad que las propias víctimas habían dado a la democracia española. Sin embargo, los gobiernos socialistas de Zapatero siempre soslayaron, e incluso combatieron, el proceso de transformación ciudadana de la víctima. Nunca vieron con buenos ojos que las víctimas consiguieran superar el estatuto de ciudadanos de segunda, casi objetos de compasión y piedad, para convertirse en ciudadanos de referencia, sujetos políticos, que nos daban la oportunidad al resto de los españoles de vivir en democracia. Eso es lo que desaparece de la exposición de la Facultad de Historia. Y, precisamente, porque las víctimas jamás han exigido venganza contra el terrorismo, sino más democracia y mejor funcionamiento del Estado de derecho, sin ellas es imposible reconstruir ninguna historia sobre el pasado y el presente de ETA. Por eso, hoy como ayer, debemos ser muy críticos con todos aquellos que intenten manipular, desviar y denigrar la tarea democrática de las víctimas.

La segunda gran manifestación convocada por la AVT, en Madrid el día 4 de junio de 2005, y todas las que vinieron después, estaban dirigidas contra esos intentos oscuros del gobierno para ceder a las presiones de ETA. Las víctimas tenían el absoluto convencimiento de que Zapatero negociaría con ETA sin contar con las víctimas; una opción, por desgracia, apoyada por periodistas e intelectuales que siempre se habían mostrado reticentes a ese tipo de cambalaches con los terroristas; en efecto, a finales de mayo de 2005, el diario ABC publicó que Zapatero había tenido una reunión con algunas personas que antaño fueron muy críticas a cualquier tipo de negociación con ETA, pero que ahora estarían dispuestas a prestarle su apoyo. El propio ABC filtraba un fax de uno de ellos, Fernando Savater, que confirmaría la noticia toda vez que habría salido del complejo de la Moncloa. Cuando leí esa información sentí un escalofrío terrible por todo el cuerpo. Pasé rápidamente de la irritación al desánimo. Era como si un amigo me clavara un puñal a traición, pero en mi fuero interno intenté justificar su conducta porque, después de todo, él era un luchador insobornable contra ETA. Quizá tuviese datos que los demás desconocíamos. A pesar de todo, no conseguí comprender su visita a Zapatero en La Moncloa. Me repuse al rato de mi desconcierto y opté por escribir. Me pareció más elegante, y sobre todo más liberador, que pudrirme con mis soliloquios dubitativos. Me senté ante el ordenador y escribí una columna que, lejos de expresar reproches al amigo, muestra el estado de ánimo con el que mucho españoles asistimos a la manifestación de junio de 2005 y todas las que vinieron después (cfr. en este periódico mi columna Nostalgia del Kursaal).

Era obvio, en mayo de 2005 y hoy, en 2024, lo es aún más, que Zapatero intentaba dividir a las víctimas, mientras el Gobierno negociaba con ETA. La pieza clave de esa operación era la figura del Alto Comisionado de las Víctimas del Terrorismo. En esas circunstancias plantear, como alguien propuso, su asistencia a la manifestación del 4-J de 2005 convocada por la AVT era una ingenuidad. La carencia de legitimidad moral de la institución del Alto Comisionado competía con su estulticia política al intentar expulsar de la vida pública a las víctimas de ETA. Alejar a las víctimas de la vida ciudadana, es decir, de cualquier exigencia de justicia, de funcionamiento cabal y sin trampas del Estado de derecho para todos los españoles, y no sólo para las víctimas como algunos se empeñaban en tergiversar, fue el principal y perverso objetivo del gobierno de Zapatero.

Reducir, casi maniatar, a meros objetos de compasión, un poco de piedad y mucho de limosneo anticristiano, a las víctimas fue la principal estrategia de Peces-Barba, aunque a decir verdad el personaje nunca fue pródigo en el abrazo cariñoso a las víctimas. Recuerdo en ese sentido las declaraciones de una mujer sencilla y valiente sobre la inoperancia y falta de sensibilidad del Alto Comisionado de las Víctimas del Terrorismo; Pilar Elías, de Azcoitia, se quejaba amargamente de que el asesino de su marido, Ramón Baglieto, había instalado un negocio en los bajos de su edificio y cada día la intimidaba con su mirada, pero el Alto Comisionado para las Víctimas, Peces-Barba, nunca se dirigió a ella con una palabra de cariño o solidaridad. Este lamento de Pilar Elías siempre me hizo pensar en el triste destino de Occidente. El terrorismo de nuestro tiempo tergiversa por completo la noción de civilización. No puedo dejar de sentir que el terrorismo de ETA fue tan perverso que nos trastocó principios morales básicos; por ejemplo, hubo y hay personas que el sentimiento de vergüenza, no digamos el de culpa, lo perdieron y lo siguen perdiendo al hablar de ETA y sus crímenes contra los españoles.

Pareciera que estuviésemos asistiendo al derrumbe de una civilización. Es como si el quinto mandamiento de los cristianos se hubiera vaciado: "No matarás". Muchos clérigos del País Vasco siguen ocultando el citado mandamiento. Si el terrorismo de ETA ha puesto en cuestión el principio, seguramente más universal de nuestra civilización, entonces el resto de categorías morales se tambalea. De ahí que sea tan difícil, quizá imposible, negociar con quien solo quiere la destrucción del Otro. Digo más: quien dialoga con un terrorista, velis nolis, está justificando, aunque sea indirectamente, la acción terrorista. Es una manera desculpabilizada de contribuir a la desaparición de la civilización.

Exactamente a eso están contribuyendo ese tipo de exposiciones patrocinadas por el Ministerio del Interior en el Edificio B de la Facultad de Historia de la Complutense. Son fundamentalmente hipócritas y cínicas. Por un lado, se condena con la boca chica a ETA y se negocia con su maraca blanca Bildu. Se trata al terrorismo como una aleve pesadilla y se desprecia a las víctimas del terrorismo con una palmada falsa de consuelo. Y, sobre todo, no se penetra en el alma de las víctimas del terrorismo por ser ciudadanos ejemplares de una democracia herida. Pareciera que la víctima, el caído por el terrorismo de ETA, tuvieran que reconocerle al asesino su absoluta derrota. La inmoralidad ambiente era y es de tal envergadura que la gente cierra los ojos ante esta la impostura política. Se sigue negando el rol de la víctima en la vida pública. Para los miles de comisarios políticos del PSOE, instalados por todas las universidades de España, los españoles asesinados por la banda terrorista ETA no son sujetos de la historia de España. Demencial. Pues en eso seguimos: el gobierno socialista de hoy tanto como el de ayer persiste en la mentira: ETA ha muerto y Bildu es un aliado fiable.

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