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Pedro de Tena

España: rebelión en las granjas, ¿síntoma o nadería?

Hay más rebeliones humildes, cotidianas, incluso regionales, en marcha soterrada. La virtud va a estar en saber si son síntomas de una rebelión más amplia.

Hay más rebeliones humildes, cotidianas, incluso regionales, en marcha soterrada. La virtud va a estar en saber si son síntomas de una rebelión más amplia.
George Orwell. | George Orwell

Sabido, o sospechado, es que, cuando una nación se descompone, la corrupción de sus elementos —símbolos, justicia, orden, gobierno—, llega hasta los municipios, las aldeas y, cómo no, hasta las granjas, último reducto donde sobrevivir en tiempos de caos y desorganización. En las granjas hay familia, hay comida y bebida, hay trabajo y funciona, sobre todas las demás, la ley de las cosas como son, pero puede llegar hasta ellas el desconsuelo por ausencia de futuro.

En nuestra terrible guerra civil, hambre, lo que se dice hambre, se pasó en las grandes y medianas ciudades, nunca en los pueblos pequeños, donde los huertos, los rebaños, los gallineros y los semilleros permitían la supervivencia de sus habitantes y de algún círculo periférico urbano próximo. Lo que no se pudo impedir fue la desolación sentada por el sacrificio inútil y la incertidumbre.

Por ello, en esta hora de España en la que el trastorno y la perturbación parecen apoderarse de las instituciones que se creían asentadas desde la democracia, hay dos maneras principales de enfrentarse a la aflicción: el llanto o el humor. Por esta vez, y sin que sepa si será o no un precedente, elijo el camino de la ocurrencia, espero que graciosa, para eludir el destino de llorar por los rincones.

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