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Pedro de Tena

España: rebelión en las granjas, ¿síntoma o nadería?

Hay más rebeliones humildes, cotidianas, incluso regionales, en marcha soterrada. La virtud va a estar en saber si son síntomas de una rebelión más amplia.

Hay más rebeliones humildes, cotidianas, incluso regionales, en marcha soterrada. La virtud va a estar en saber si son síntomas de una rebelión más amplia.
George Orwell. | George Orwell

Sabido, o sospechado, es que, cuando una nación se descompone, la corrupción de sus elementos —símbolos, justicia, orden, gobierno—, llega hasta los municipios, las aldeas y, cómo no, hasta las granjas, último reducto donde sobrevivir en tiempos de caos y desorganización. En las granjas hay familia, hay comida y bebida, hay trabajo y funciona, sobre todas las demás, la ley de las cosas como son, pero puede llegar hasta ellas el desconsuelo por ausencia de futuro.

En nuestra terrible guerra civil, hambre, lo que se dice hambre, se pasó en las grandes y medianas ciudades, nunca en los pueblos pequeños, donde los huertos, los rebaños, los gallineros y los semilleros permitían la supervivencia de sus habitantes y de algún círculo periférico urbano próximo. Lo que no se pudo impedir fue la desolación sentada por el sacrificio inútil y la incertidumbre.

Por ello, en esta hora de España en la que el trastorno y la perturbación parecen apoderarse de las instituciones que se creían asentadas desde la democracia, hay dos maneras principales de enfrentarse a la aflicción: el llanto o el humor. Por esta vez, y sin que sepa si será o no un precedente, elijo el camino de la ocurrencia, espero que graciosa, para eludir el destino de llorar por los rincones.

En estos días se habla del galardonado Michael lgnatieff, que, además escribir libros de interés entre otros, el que armó sobre el liberal Isaiah Berlin, acaba de meditar sobre el consuelo. Y escribe en este último, En busca de consuelo: "El elemento esencial del consuelo es la esperanza: la convicción de que podemos recuperarnos de la pérdida, la derrota y el desengaño, y de que el tiempo que nos queda, por corto que sea, nos permite volver a empezar (ay, Garci), fracasando quizá, pero, como decía Beckett, fracasando mejor".

El consuelo puede buscarse de muchas maneras. Una vez expulsados del paraíso de la infancia, en el sentido de inocencia, ignorancia e ingenuidad —qué tres íes—, se siente la necesidad de la consolación, de algo que nos despene de esta incógnita del vivir. En tanto que español, pasado ya el sueño obsesivo de las revoluciones y los paraísos, nos empezamos a encontrar con el consuelo de la convivencia y la tolerancia. Pero es que todo parece irse por las alcantarillas.

El consuelo puede hallarse incluso en la resistencia ante las penalidades como Job, en el advenimiento mesiánico como forma insuperable de la religión, en la mirada del estoico, en el horror por la barbarie ajena, en las ensoñaciones de saber de la filosofía, en el arte, en la resignación ante la hegemonía del cuerpo, en la confianza en el tiempo de la historia, en la guerra, que siempre creemos la última, en la vocación como refugio, en el propio testimonio ante la tiranía, en la consideración del destino como desgracia, en la decisión de vivir en la verdad pase lo que pase, en la muerte como frontera…

Pero hay ocasiones en las que puede hallarse, si no el consuelo, sí un cierto alivio, y aquí empieza la broma, en encontrarse a uno mismo ridículo, sí, pero menos ridículo que otros. En esta España de hoy, un resto de la España que fue grande porque hizo algo grande, en la que la instrucción sobre los hechos básicos de la realidad ha dado paso a la ideologización sobre cualquier cosa y a cualquier hora, yo encuentro algo de confortación en la comparación odiosa de percibirme como un ser menos estrambótico y chusco que otros.

Nunca en España la descomposición llegó tan lejos. En la Gloriosa se quedó en los cantones, si se quiere en municipios donde lo burlesco llegó a tal punto que había pueblos que exigían a Francia el establecimiento de relaciones diplomáticas. En nuestros días parece que la devastación está llegando a las granjas, si entendemos a éstas en sentido figurado, como entidades menores, unas más grandes e importantes que otras. Eso sí, comprendiendo que hay veces se producen rebeliones en las granjas que pueden ser el síntoma de que tormentas mayores empiezan a fraguarse.

Una de estas granjas, tal vez de las mayores, es la Iglesia, trasversal, universal y aún potente. No me dirán que el anuncio de unas Clarisas, una orden religiosa de gran relevancia, por sus orígenes, santa Clara de Asís, y por sus batallas mil, no les ha conmovido. Todavía recordamos algunos su defensa de la central nuclear de Garoña, que les daba sustento lavando monos de trabajo y enseres varios de sus instalaciones.

Cuando este Papa nuestro recibe hasta a Salvador Illa y esposa —¿y si lo imputan?—, van las Clarisas de Belorado (Burgos) y Orduña (Vizcaya), abandonan a Bergoglio y a sus subalternos y se ponen, con las abadesas a la cabeza, bajo la jurisdicción de Pablo de Rojas Sánchez-Franco, excomulgado en 2019, en una tal Pía Unión Sancti Pauli Apostoli. No salgo de mi asombro y me pregunto si esto, que no se veía desde Monseñor Guerra Campos en 1975, es un signo de los tiempos. Tal vez un día sin dosis digital provea con la indulgencia plenaria. Y para colmo, la rebelión de una parroquia contra el Cardenal Omella, con suspensión a divinis, del párroco, ya riza el rizo. Y todo por la pela de un negocio.

Pero hay más granjas. Por ejemplo, la de los abogados, bien revuelta por dos causas. Una, la relevante, porque sus mutualidades, obligatorias en origen, han devenido en compañías de seguros sin informar adecuadamente a los colegiados. Ahora, abogados y procuradores que llevan cotizando décadas para disponer de una pensión digna, se encuentran con que su futuro más probable está en los comedores de Cáritas porque sus pensiones apenas sobrepasarán los 200 ó 300 euros. La rebelión era obligada.

Por si fuera poco, el sentimiento de amenaza —denso en estos tiempos de ataques a la Justicia—, ha prendido en el ánimo de los letrados cuando algunos de ellos confesaron no aceptar la acusación de Begoña de Sánchez por temor a inspecciones fiscales salvajes y a la carta, lo que por otra parte, no es nada extraño desde aquello del novio de Isabel Díaz Ayuso, lo que a su vez está provocando una rebelión en los inspectores de Hacienda. Otra. ¿Consecuencia? Quince o más despachos se han postulado voluntariamente para ejercer la acusación de la señora del Presidente. Principio de acción y reacción.

En las granjas comunistas, que saben de rebeliones desde George Orwell y su Napoleón, los levantamientos están a la orden del día. Era de esperar porque con esas puñaladas de libro que Yolanda Díaz asestó en el costado de Pablo Iglesias y luego en la yugular de Irene Montero, nadie en su sano juicio dudó de las venganzas. Esta dama, dama roja, vestida de papel cuché, que ha dejado en la cuneta a casi todos, ve cómo se desmorona su invento político que no ha sumado nada más que desastres y gansadas.

Pero ahora la rebelión le ha venido de la vieja y desvencijada Izquierda Unida que montara el esforzado Anguita. Tras sus mil y unos absurdos y batacazos, el antiguo líder de IU en Andalucía y luego coordinador nacional, Antonio Maíllo, que ya vivió sucesos con Teresa Rodríguez y con Alberto Garzón, humorista sin par por las gracietas que parió, se ha visto impelido a devolver algo de sentido común al comunismo patrio.

No quiero hablar de las granjas políticas más grandes, porque en ellas siempre hay rebeliones incluso mutuas. Desde la insurrección de Abascal hacia el contrarreloj de Rajoy, todo parecía encauzable hasta el navajazo de Pablo Casado en plena moción de censura contra el enemigo común. Y va a peor, por lo que vemos, tanto que ya ni se irá a las manifestaciones, si no son conjuntas, de todo el movimiento antisanchista.

Y esa es otra, las rebeliones, aún leves contra el nuevo trilero de la granja socio-podemita. Ya se han visto las de Redondo, Leguina, Corcuera, Cosculluela, incluso las de González, Guerra, Cebrián… En esos días, la de Lambán. No, no la de Page. ¿O es paje disfrazado? Se vio además la de Ábalos, pero eso fue más que nada un numerito. Y ya veremos si Iceta no tremola alguna bandera insurgente en este carajal de Cataluña.

Por cierto, menuda revuelta la de Esquerra Republicana contra sí misma. ¿Dónde está Rufián, matarile, rile, rile? Aragonés y Junqueras se han muerto más al otro que al uno y ahora nadie sabe si habrá rebelión con mascarIlla o sin ella, que a lo mejor el propio marido de Begoña hace el trabajo sucio. De Puigdemont ni hablamos porque ya no se puede rebelar más contra el Código Penal, contra el Tribunal Supremo e incluso contra Esquerra. Se podría rebelar contra Sánchez pero no le salen las cuentas ni los cuentos, por ahora.

Lo que no llega a las granjas de la izquierda es la rebelión contra Hamás, no ya porque haya asesinado de manera brutal a mil y pico de civiles y soldados de Israel matando gente como ETA soñó pero no pudo. Tampoco se rebelan contra el relato, como se dice ahora, propagandístico de esta rama de los Hermanos Musulmanes amparados por Irán. Más bien, sus universitarios se rebelan contra los judíos en todos los campus que pueden. Serían creíbles si antes lo hubieran hecho por las víctimas de Israel, pero quía.

Vamos a ver. Oigan. Que es que la propia ONU de Antonio Guterres, que no se pone la kufiya, el pañuelo palestino, porque está feo que se vea tanta media luna, ha tenido que aceptar que el número de víctimas civiles que propaga Hamás es una trola gigantesca, como lo fue siempre. Pero ni por ésas. Los ideópatas, esa rara mezcla de ideologistas y psicópatas que abunda sobre todo en la izquierda española, siguen rebelándose contra la verdad. Lo que diga el Partido. O los partidos, que ya nadie sabe quién manda aquí. O los ayatolás. O Rusia. O China.

Además, no están finos. Su rebelión contra los toros —a su lidia en el ruedo sí la llaman asesinatos mientras colocan matarifes de humanos en las listas electorales o los aplauden en otros lares—, cerrando plazas o quitando premios, lejos de acojonar al respetable los está haciendo volver a los tendidos. Urtasun no se ha enterado de que la cultura de los toros, que es una gran cultura, le guste o no, ha dado hasta zarzuelas y poesía y novelas y películas.

A mí no me importa que un toro me mate
que el alma la tengo de angustia cormá,
pues la maresita de la que yo quiero,
si no soy torero no me la quié dá.

Y va a conseguir que la torería se rebele contra él:

Cojo el estoque
y la muleta
y al Presidente
voy a brindar,
Y muy sereno
digo al usía
con la cabeza
desatapá...

(Dirigiéndose al público, que son versos de la zarzuela[i] de Federico Chueca, Paso y Jiménez Prieto, estrenada en Madrid, Teatro Eslava, 15-11-1902.)

Brindo por la presidencia,
por la fiesta nacional,
por los palcos, las butacas
y la entrada general.

De la sedición del gobierno contra el poder judicial y de los fiscales contra el gobierno, será mejor hablar otro día, así que mencionaré otras dos rebeliones en marcha, sigilosas, abstractas si se quiere porque no hay forma de concretarlas. La primera, la de la abstención electoral y política, que no son la misma, contra esta democracia de cartón piedra.

En las elecciones catalanas, 42 de cada cien catalanes (y catalanas) con derecho a voto no fueron a las urnas. O sea, les importa un pimiento el partido que gobierne, lo que haga o lo que deje de hacer. Los abstencionistas son el partido más importante de Cataluña. Piénsese porque todo eso de hacer patria parece hacer aguas por todas partes.

Y luego hay otra rebelión en la granja de la comunicación de la que nadie se atreve a hablar. No, del pronunciamiento del Gobierno contra la libertad de expresión y comunicación, no. Eso, también otro día.

Me refiero a la sublevación de Internet contra la imprenta y las ondas clásicas, y muy notablemente en España desde el estallido del caso Begoña, Koldo, Ábalos o como se quiera llamar, a la rebelión de los periódicos digitales, youtubers, podcasts, y demás artefactos y productos de la redes sociales. Se han disparado al alza. Puede subrayarse que muy bien no parece irle al gobierno social-comunista-separatista en esta gresca. ¿Cuál es su influencia real? Hombre, más que la de RTVE a sueldo, seguro.

Hay más rebeliones humildes, cotidianas, incluso regionales, en marcha soterrada. La virtud va a estar en saber si son síntomas de una rebelión más amplia, estructurada y decisiva para sanar las heridas de la democracia y de la nación española o si, por el contrario, no son más que naderías de ocasión.

Con otros muchos, pertenezco a la multitud sin partido que espera que alguna vez arribe un gobierno que nos respete, que no incumpla ni mienta ni maltrate, que tenga sentido del tiempo y del espacio, que aproveche nuestras energías para prosperar y que abra debates nobles, limpios y fundados sobre lo que haya que reformar sin caprichos ni imposiciones . No hace falta que haga milagros. Sencillamente es preciso que sea cabal.

Mientras tanto, y esto puede durar un eternidad, me consuela pensar que somos muchos los tontos, pero que hay unos mucho más tontos que otros. ¿Que cómo consuela tal cosa? No lo sé, pero consuela. A mí, por lo menos, me apacigua que haya estas rebeliones, por pequeñas e inofensivas que parezcan.


[i] La corría de toros.

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