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Marcel Gascón Barberá

Princesas contra la Monarquía

Como diría Samuel Eto'o, se trata de entrar en un club de carcas para vivir como estrellas progres.

Como diría Samuel Eto'o, se trata de entrar en un club de carcas para vivir como estrellas progres.
Cordon Press

Los tabloides británicos andan estos días revueltos con la mujer del príncipe Harry, después de que se haya conocido la portada que ha elegido como editora invitada de la revista Vogue.

Meghan Markle tituló el número de septiembre "Fuerzas para el cambio" e ilustró la primera página con las fotografías de 15 mujeres a las que admira por su papel a la hora de "romper barreras".

Nadie separa lo banal de lo fundamental como los tabloides británicos, que también en esta ocasión han sabido resaltar lo significativo de que la Duquesa de Sussex juegue a ser directora de Vogue por un día.

La primera crítica que ha recibido en las páginas de The Sun o el Daily Mail tiene que ver con la hipocresía. "Es sorprendente cómo una mujer cuyas irritantes demandas de privacidad hacen parecer una banda juvenil desesperada al ultrasecreto grupo Bilderberg puede de repente solazarse en una revista y una web leída y devorada por millones de personas", ha escrito Jan Moir en el Daily Mail. La exactriz estadounidense desató la polémica el mes pasado al hacer que el servicio de seguridad de la Casa Real británica prohibiera a los espectadores de Wimbledon que se hicieran fotos con ella con el argumento de que se encontraba allí como una ciudadana corriente para ver jugar a su amiga Serena.

Moir ha destacado asimismo la explicación que ha dado al hecho de no haberse incluido ella misma en la portada: habría sido "presuntuoso" y el objetivo no era mimar el ego de la duquesa, sino, a quién podría sorprenderle, inspirar al prójimo con ejemplos de mujeres de su tiempo que trabajan por un mundo mejor.

La selección de personajes de Meghan responde por completo al canon progre imperante. Son, como ya se ha dicho, todas mujeres, y todas representan valores de izquierdas. Activistas feministas y del Me Too, varias figuras públicas críticas con Trump y la repelente niña mascota del fundamentalismo climático, Greta Thunberg, son algunas de las figuras que aparecen en la portada. También tienen su lugar la actriz Jameela Jamil, que en su día bromeó sobre los pechos "gigantes" de la reina de Inglaterra después de reunirse con ella, y la primera ministra neozelandesa, quien se puso el velo musulmán tras una masacre en una mezquita de su país y planteó retirar a la reina la condición de jefa de Estado del mismo.

Por si fuera poco, la nuera del príncipe Carlos ha incluido en las páginas interiores una entrevista con la ex primera dama estadounidense Michelle Obama.

Con su elección, que cumple con el dogma de la diversidad, Meghan dice promover la "igualdad", algo curioso en quien vive de una institución elitista por definición a la que ha ingresado por voluntad propia.

Al dar publicidad a Vogue, Meghan rompe el principio de neutralidad exigible a quienes forman parte de una familia real a sueldo del erario, algo que hace también cuando favorece una agenda política con el mensaje que da a la hora de elegir los nombres.

"Meghan está desesperada por ser tratada como realeza mientras actúa exactamente igual que una famosa consentida, y no puede tenerlo todo", ha escrito Dan Wootton en The Sun.

La actitud de Meghan Markle nos recuerda a los españoles a la de nuestra reina Letizia, otra princesa plebeya que muestra constantemente su desagrado por la estética y el espíritu de la monarquía pero no tiene empacho en aprovecharse de su posición para parecer la progre sofisticada y glamurosa que nunca habría sido sin casarse con un príncipe.

Meghan desprecia a los súbditos que la sufragan mandando a sus seguratas que les mantengan alejados de ella, pero después presta su nombre y su fama a una revista pija para hacer propaganda de causas contrarias a todos los principios que sustentan la Monarquía. Letizia hace patente su fastidio por la exposición pública y las obligaciones propias de la Corona y al mismo tiempo utiliza el poder que le confiere ser reina para cortar calles enteras y jugar a ser una más asistiendo a espectáculos de culturetas de izquierdas.

La manera de actuar de ambas es paradigmática de estos tiempos líquidos de compromisos débiles que siempre se doblegan ante el capricho. Como diría Samuel Eto'o, se trata de entrar en un club de carcas para vivir como estrellas progres.

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