Treinta años después de que Occidente consumara su inapelable victoria sobre la URSS, el choque de las ambiciones imperiales de Putin con el avance hacia el Este del proyecto de democracia liberal euroatlántico ha provocado una nueva Guerra Fría. Esta nueva versión del conflicto que enfrentó a la Unión Soviética con Estados Unidos es de un alcance geográfico menor, sobre todo por la pérdida de poder de Rusia desde el colapso del imperio rojo a principios de los 90. Pero está tomando cada vez más intensidad en el este de Europa y particularmente en su punto más caliente: la región del Mar Negro.
El último síntoma de esta escalada constante de la tensión ha tenido como protagonista a Rumanía, que el mes pasado incluyó a Rusia entre las amenazas a la estabilidad regional citadas en su Estrategia de Defensa Nacional para 2020-2024, provocando el enfado de Moscú. En línea con la postura que ha venido manteniendo la diplomacia rumana, la nueva estrategia de defensa de Bucarest se refiere la invasión rusa de la península de Crimea en 2014 como el acontecimiento que hizo de Moscú un actor "agresivo" en la región.