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Julián Schvindlerman

¿Adiós a la 'Pax Americana'?

Si la Administración Biden profundizara la tendencia y EEUU abandonara su misión esencial, entonces ¿quién estaría llamado a preservar el orden mundial?

Si la Administración Biden profundizara la tendencia y EEUU abandonara su misión esencial, entonces ¿quién estaría llamado a preservar el orden mundial?
Bandera de Estados Unidos. | David Alonso Rincón

La ofensiva rusa sobre Ucrania es mucho más que un ataque a la soberanía de esta nación. Es un acto de agresión contra el orden mundial de la posguerra fría.

Este ordenamiento global encuentra su origen, en efecto, décadas atrás. Durante la Segunda Guerra Mundial, Washington y Moscú se unieron para enfrentar a la Alemania nazi. Esa curiosa alianza entre el máximo exponente del capitalismo global y el principal promotor de la revolución proletaria internacional fue, en la caracterización del académico John MacMahon, un matrimonio de conveniencia afectado por la sospecha y la rivalidad desde su nacimiento. Con la derrota del nazismo creció la mutua suspicacia entre esas dos potencias dispares. En un famoso memorando, conocido como el Telegrama Largo (febrero de 1946), el encargado de negocios en la embajada de Estados Unidos en Moscú, George F. Kennan, señaló que el desprecio soviético por el capitalismo y la democracia norteamericanos era inmutable, advirtió de que una política de apaciguamiento sería estéril y aconsejó a Washington afirmarse ante la expansión del poder soviético.

Los gobernantes estadounidenses percibieron que el verdadero poder de Moscú residía no tanto en el tamaño de su ejército y su arsenal sino en su capacidad de exportar el comunismo hacia otras regiones del mundo. La Unión Soviética podía expandir su influencia global y socavar el estatus de Estados Unidos aun sin disparar un solo tiro. Ese reconocimiento de la amenaza real soviética no significó, sin embargo, un desconocimiento de su amenaza militar, al punto de que apenas cuatro años después del fin de la Segunda Guerra Mundial se creó la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Establecida en abril de 1949 como una alianza de defensa occidental, tenía por objetivo "mantener a los estadounidenses adentro, a los soviéticos afuera y a los alemanes abajo", como MacMahon recuerda que se dijo entonces, poco diplomáticamente. La Guerra Fría pronto cruzó las fronteras europeas e impactó en Asia, Medio Oriente, África y América Latina.

Para comienzos de la década de 1990, la Guerra Fría había concluido con el impresionante desmoronamiento de la URSS. Advino una nueva era signada por la influencia global de EEUU, la única nación con capacidad militar, política, económica y diplomática de inclinar la balanza considerablemente en cualquier conflicto en cualquier parte del mundo. En un ensayo publicado a fines de 1990 en Foreign Affairs, el analista político Charles Krauthammer definió la fase geopolítica emergente como "el momento unipolar". Con precisión profética, escribió:

La característica más impactante del mundo de la posguerra fría es su unipolaridad. Sin dudas, la multipolaridad vendrá con el correr del tiempo. Quizás dentro de una generación aproximadamente habrá grandes potencias equiparables a los Estados Unidos, y el mundo se parecerá, en su estructura, al de la era previa a la Primera Guerra Mundial. Pero no estamos allí todavía. Ahora es el momento unipolar.

Estados Unidos como único garante de la estabilidad global, heredando el rol del Imperio británico, ejerciendo poder duro y blando con el propósito de preservar la democracia liberal, la paz mundial y el comercio internacional, era entonces una realidad. La tarea era desafiante, pero no muy costosa: con un presupuesto en defensa del 5,4% del PIB y en caída, "no es para nada exorbitante", indicaba Krauthammer (hoy representa el 3,7% del PIB norteramericano).

Pero no todos aprobaban que EEUU ejerciera ese papel y despectivamente lo tachaban de "sheriff global". Dentro y fuera de Estados Unidos, muchos criticaron el ejercicio del poder unipolar, particularmente durante la presidencia de George W. Bush. Hubo una época no muy lejana, incluso, en la cual se mencionaba a Japón, Alemania, Brasil y otras naciones económicamente fuertes como legítimas candidatas al podio de la multipolaridad. Quienes así pensaron confundieron poder económico con poder político-militar de proyección internacional, pero la moda duró un tiempo. A lo largo de un proceso que cubrió las Administraciones de Barack Obama y Donald Trump, Washington pareció complacer a los cuestionadores del ejercicio crudo del poder norteamericano al replegarse de ciertos conflictos (Obama en Siria y Libia) y embanderarse con la consiga aislacionista y antiglobalista del America First (Trump).

Si la Administración Biden ahondara en la tendencia y EEUU abandonara su misión esencial, entonces ¿quién estaría llamado a preservar el orden mundial? ¿Las Naciones Unidas, que han incorporado a Irán y a Venezuela a su Consejo de Derechos Humanos? ¿La Unión Europea, que no puede comprometerse a aportar el 2% de su economía a su propia defensa colectiva? ¿Algún país o algún líder puntual? ¿Gran Bretaña, si es que Boris Johnson no está de juerga? ¿La Francia de Emmanuel Macron, que acaba de anunciar su retirada militar de… Mali? ¿La Alemania del novato Olaf Scholz? (Joe Biden no es un león, pero su respuesta a la amenaza de Vladímir Putin estuvo a la altura de las circunstancias, aun cuando no haya podido evitar la invasión de Ucrania). Ante un escenario que muestra una China, una Rusia y un Irán con ambiciones imperiales regionales o globales, ¿qué país o qué alianza desprovista del liderazgo norteamericano podría efectivamente enfrentarlos?

"La estabilidad internacional nunca está asegurada. Nunca es la norma. Cuando se alcanza, es el producto de una acción consciente por parte de las grandes potencias, y muy particularmente de la más grande de ellas, que por ahora y el futuro predecible es Estados Unidos", anotó Krauthammer en el artículo ya citado de 1990. Y añadió:

Si Estados Unidos quiere estabilidad, tendrá que crearla. El comunismo está acabado, eso seguro; el último de los credos mesiánicos que han acechado este siglo [XX] está bastante muerto. Pero constantemente habrá nuevas amenazas que perturbarán nuestra paz.

Hoy Vladímir Putin está desafiando la tan odiada Pax Americana. Esperemos que no llegue el día en que la añoremos con pesar.



Julián Schvindlerman, profesor titular de Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Palermo (Buenos Aires).

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