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Marcel Gascón Barberá

Transnistria y Ucrania como escudo de Moldavia

Una de las aspiraciones de Rusia en la guerra es tomar Odesa, dejar a Ucrania sin acceso al mar y extender la llamada Nueva Rusia desde las repúblicas títere que ya controla.

Una de las aspiraciones de Rusia en la guerra es tomar Odesa, dejar a Ucrania sin acceso al mar y extender la llamada Nueva Rusia desde las repúblicas títere que ya controla.
Calle de Tiraspol, capital de la república fantasma de Transnistria. | Flickr/CC/Konrad Lembcke

Hace unos meses, la república fantasma de Transnistria fue noticia por su principal club de fútbol. El Sheriff de Tiraspol, la capital de este enclave separatista prorruso situado en lo que es aún sobre el papel territorio de Moldavia, se había clasificado por primera vez en su historia para la Champions. La fortuna quiso que le tocara jugar contra el Madrid en la fase de grupos, y todos los medios del mundo escribieron sobre Transnistria con la excusa del Sheriff.

Transnistria vuelve a ser noticia hoy por hechos mucho menos festivos. Situada en el extremo oriental de Moldavia, con frontera con Ucrania y a menos de cien kilómetros de Odesa, este pedazo de tierra que funciona como un Estado aunque nadie lo reconozca como tal podría desempeñar un papel importante en la invasión rusa de Ucrania.

Transnistria existe como Estado de facto desde principios de los noventa, cuando los soldados rusos que había estacionados en el territorio se negaron a integrarse en la recién independizada Moldavia, de la que había formado parte cuando ésta era una república soviética.

Más de treinta años después, cerca de dos mil militares rusos siguen allí protegiendo la independencia ilegal de la región. Aunque la oligarquía local que controla el enclave preferiría no verse metida en ninguna guerra, y seguir comerciando y traficando a cuatro bandas con Moldavia, Ucrania, Rusia y la UE con toda clase de bienes, Transnistria debe su existencia a Moscú, y no puede negarse a ejecutar las órdenes del Kremlin.

Hasta hace poco, las autoridades de Tiraspol habían mostrado por la guerra contra Ucrania un entusiasmo mucho menor que el de otros aliados de Putin, como Lukashenko. Pero en los últimos días han pasado cosas en Transnistria, cuyo Gobierno ha denunciado haber sufrido varios ataques contra infraestructuras estratégicas. Tiraspol los atribuye al Ejército de Ucrania, pero nadie cree a Tiraspol y todos los expertos apuntan a un montaje para elevar la tensión y, probablemente, justificar acciones futuras.

La hipótesis más evidente es que estas operaciones de falsa bandera buscan allanar el camino para la entrada en el conflicto de las tropas rusas de Transnistria. Aunque fuera de forma y mal preparados, los soldados rusos del enclave servirían para abrir un nuevo frente desde el oeste que distraiga al Ejército ucraniano de otras amenazas más importantes, ya sea en el Donbás o en su avance, de momento infructuoso, hacia el codiciado puerto de Odesa.

La maniobra entraña un riesgo mayor, que podría exceder con creces los beneficios. Ucrania ya ha dejado claro que no tendría reparos ni demasiados problemas en atacar esta republiqueta si empieza a crearles problemas. Según dijo hace poco un asesor de Zelenski, el Ejército ucraniano lo habría hecho ya si Moldavia le hubiera pedido ayuda.

Se meta o no Transnistria en la guerra, los ataques terroristas sin víctimas de los que Tiraspol ha asegurado ser víctima ya crean nerviosismo e inseguridad en la indefensa Moldavia, que busca encarrilar un rumbo europeo truncado hasta ahora por la corrupción, el desencanto y los sucesivos triunfos electorales de sus fuerzas prorrusas.

Moldavia casi no tiene ejército y sería un objetivo fácil para los planes imperialistas del Kremlin. Invadir esta exrepública soviética no parece entrar, de momento, en los planes de Moscú. Pero el Kremlin tiene suficientes instrumentos a su alcance para recuperar el control sobre el país sin necesidad de enviar soldados.

Una de las aspiraciones de Rusia en la guerra es tomar Odesa, dejar a Ucrania sin acceso al mar y extender la llamada Nueva Rusia desde las repúblicas títere que ya controla en el este de Ucrania hasta la propia Transnistria.

Nadie cree que un Rusia victoriosa vaya a conformarse con extender su dominio desde el Donbás a Transnistria y a renunciar a recuperar también su tutela sobre Moldavia, donde todos los que aspiran a vivir en democracia lo tienen claro: Ucrania es su escudo y Odesa el último baluarte para un futuro en libertad conectado a Europa.

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