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Marcel Gascón Barberá

Ucrania y el auge del Estado nacional

La reacción europea contra la invasión rusa de Ucrania no se debe a la unidad de la UE como bloque, sino a que unos pocos Estados nacionales han arrastrado a otros con su ejemplo a hacer lo correcto.

La reacción europea contra la invasión rusa de Ucrania no se debe a la unidad de la UE como bloque, sino a que unos pocos Estados nacionales han arrastrado a otros con su ejemplo a hacer lo correcto.
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Contra lo que, comprensiblemente, pretende Bruselas, la reacción europea contra la invasión rusa de Ucrania no se debe a la unidad de la UE como bloque, sino a que unos pocos Estados nacionales han arrastrado a otros con su ejemplo a hacer lo correcto. Vista la resistencia que están mostrando a todas las iniciativas que puedan enfadar a Putin, cabe pensar que Francia y Alemania habrían entregado gustosamente a Ucrania de no haber sido por Polonia y los países del Báltico, cuya postura moral sobre esta guerra forzó a los demás a ennoblecer la suya aunque sólo fuera para no quedar mal.

Aunque más retórica que concreta, comparada con el compromiso que están mostrando los grandes países anglos, la cuasi unanimidad europea contra Putin y a favor de Ucrania no sirve como argumento a favor de más integración y menos naciones. Bien al contrario, el vigor en la respuesta que –al menos para los estándares europeos– estamos viendo en Europa se debe a la pervivencia de Estados independientes y con iniciativa, más que al empuje de unas instituciones europeas eminentemente simbólicas que en lo fundamental siguen controladas por quienes menos claridad ética están demostrando estos días sobre lo de Ucrania.

Por múltiples razones de sobra conocidas, Francia y Alemania tienen una influencia abrumadora sobre las decisiones que toma el conjunto de la Unión. De haberse fijado en Bruselas la posición sobre Ucrania, es muy posible que la UE hubiera optado por seguir pasteleando con Rusia a costa de los ucranianos, como pide la parte podémica de nuestro Gobierno en nombre de la misma paz por la que abogan sus amigos abertzales en el País Vasco.

Una Polonia –o cualquiera de los tres Estados bálticos– sin todas sus atribuciones de Estado, sin plena autonomía para decidir sus políticas y alianzas, no habría sido capaz de marcar el compás moral de una Europa cuyos centros de poder habrían sometido los mejores instintos idealistas de quienes conocen bien a Rusia en favor del statu quo que viene engordando la máquina de matar de Putin desde hace años.

Putin es, con razón, la nueva bestia negra del europeísmo, que sin embargo yerra al querer emparentar al autócrata ruso con sus viejos enemigos del Brexit. A pesar de la insistencia de Bruselas, la Gran Bretaña extracomunitaria está demostrando ser una vez un pilar inestimable para la libertad, la estabilidad y la seguridad en Europa.

Nadie en el Viejo Continente está haciendo tanto por armar a Ucrania y defender su causa frente al ejército de violadores, asesinos, saqueadores y robagallinas de Putin. Puede que ser parte de la UE ayudara a los británicos a pasar con más facilidad unos controles de pasaportes que acabarán de todas formas eliminándose. Pero a buen seguro no habría hecho más ágil, ni más sólida, la respuesta británica a la guerra en Ucrania.

A este panorama favorable al Estado nacional como forma de organización política de Europa se suma la emergencia de alianzas que traspasan las fronteras de la UE, como la entente para la cooperación en defensa que ya han establecido Polonia, Ucrania y Gran Bretaña.

Además, la apuesta de Finlandia y Suecia por entrar en la OTAN dará más protagonismo en la arquitectura geopolítica y de seguridad de la UE a dos Estados cada vez más conscientes de sus propias necesidades, que difícilmente estarán dispuestos a ceder soberanía a quienes tan poca sensibilidad han demostrado a los miedos más que justificados de las víctimas históricas de Rusia.

Y está, por supuesto, la propia Ucrania, cuya costosísima y heroica resistencia a la agresión rusa es una vacuna infalible contra futuras pretensiones de sometimiento por parte de Bruselas. Porque ¿alguien cree que los ucranianos aceptarán reprimendas en nombre de los falsos dioses posmodernos, cuando están dejándose la vida por valores auténticos?

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