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Marcel Gascón Barberá

El despertar parisino de Martin Varsavsky

Uno de los retos de Occidente es protegerse de las minorías que se consideran nuestras víctimas y nos odian.

Uno de los retos de Occidente es protegerse de las minorías que se consideran nuestras víctimas y nos odian.
El empresario hispano-argentino Martín Varsavski. | Mikel Agirregabiria - Flickr

El emprendedor español de origen argentino Martín Varsavsky ha sido protagonista esta semana por una serie de tuits en los que contaba el acoso que sufrió con su familia en el extrarradio parisino de Saint-Denis a manos de la horda de jóvenes, parece que de origen mayoritariamente magrebí, que sembró el miedo y el caos a la entrada y la salida de los aficionados que acudieron al Estadio de Francia a ver la final de la Liga de Campeones.

Casi a tiempo real, y con una candidez admirable, el fundador de empresas como Jazztel o Gogo Network relató cómo, junto a sus hijos aterrorizados, fue rodeado por una muchedumbre de violentos que les robaron parte de las entradas mientras amenazaban con agredirles, como hicieron con otros muchos espectadores españoles y, sobre todo, ingleses que habían comprado entradas para el Real Madrid-Liverpool.

A juzgar por sus tuits, lo que más impactó a Varsavsky fue el odio racista que, según su impresión, mostraron sus agresores hacia la familia del empresario y el resto de los aficionados. "Cientos de parisinos africanos atacando a los fans riéndose de nosotros y [de] vernos en pánico. Era racismo, contra los europeos", escribió en uno de sus mensajes.

Al asumir que el origen étnico de sus acosadores explicaba su actitud hacia las víctimas, Varsavsky estaba haciendo suyo una parte de un discurso que él mismo había descalificado como extremista y racista. Algunos tuiteros se encargaron de recordárselo con capturas de pantalla de un tuit suyo del 7 de mayo en el que celebraba la victoria de Macron en Francia como una victoria de Francia contra el "racismo" que representaría Marine Le Pen:

Aunque considerar a Le Pen racista no es incompatible con denunciar los peligros de ciertos tipos de inmigración, es muy probable que el Varsavsky de antes de la final de París hubiera llamado racista a quien publicara en su cuenta de Twitter las mismas cosas que él ha escrito y retuiteado desde entonces.

Son, por tanto, naturales, y casi inevitables, las chanzas de muchos tuiteros de derecha, que han visto cómo gente como Varsavsky les llamaba fachas por decir cosas que dice Varsavsky ahora. Pero esto no debe hacernos olvidar lo fundamental, que es que todo el mundo tiene derecho a cambiar de opinión y que hacerlo puede ser un signo de buena fe y honradez intelectual, como creo que es el caso de Varsavsky.

Es verdad que el despertar parisino del empresario español puede verse como una muestra de egoísmo de quien solo reacciona a los problemas cuando le afectan directamente a él –o a los suyos–. Pero también puede ser que Varsavsky creyera genuinamente que el revanchismo de minorías era un invento de haters malintencionados, y que necesitara verlo de cerca para darse cuenta de que es una realidad.

Quienes creemos que uno de los retos de Occidente es protegerse de las minorías religiosas o ideologizadas que se consideran nuestras víctimas y nos odian debemos celebrar que gente inteligente e influyente como Varsavsky coincida con nosotros en ver el peligro. Por razones prácticas, pero también porque no hay que menospreciar la valentía de rectificar y asumir una posición incómoda, como ha hecho Varsavsky, aunque la enmienda se deba a un agravio sufrido en sus propias carnes.

Para recordárnoslo tenemos el caso del Gobierno de Francia, tanto o más perjudicado que los Varsavsky por lo que ocurrió en Saint-Denis el sábado y que, sin embargo, ha optado por seguir ignorando la realidad y culpa a los aficionados del Liverpool de lo que hicieron sus propios hooligans.

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