La actualidad política europea está dominada esta semana por el viaje de los líderes de Alemania, Francia e Italia a Kiev, donde, acompañados por el presidente rumano Iohannis, se reunieron el jueves con su homólogo ucraniano Zelenski. La fórmula elegida hacía pensar en una encerrona a Zelenski en su propia casa.
Por su actitud ambivalente durante toda esta guerra, muchos temíamos que los líderes de las tres mayores economías de Europa –para mitigar las percepciones de prepotencia occidental se llevaban con ellas a su aliado más sumiso del Este– ofrecerían a Zelenski su voto a favor del estatuto de candidato a la UE de Ucrania a cambio de que Kiev acepte ceder territorios a Rusia en un eventual acuerdo de paz.
Los temores no se confirmaron. El presidente francés Macron, que llevaba la voz cantante entre los visitantes, anunció que los cuatro países apoyarán la concesión inmediata del estatuto de país candidato en el Consejo Europeo que ha de celebrarse el 23 y el 24 de junio en Bruselas, sin pedirle al Gobierno de Kiev las cesiones a Rusia que esperábamos. Igual de notable fue que Macron anunciara el envío a Ucrania de más armamento pesado.
La visita y sus prolegómenos trajeron un cambio importante de discurso por parte de Francia. De abogar por un final negociado de la guerra del que no salga humillado Putin, el Elíseo ha pasado a defender las negociaciones no como un medio para la paz, sino como el paso inevitable que seguirá al final de la guerra. Será Ucrania, dijo Macron, la que decidirá cuando se dan las condiciones para negociar la paz. Sobre el resultado deseable de la guerra, el presidente francés afirmó que Ucrania "debe ganar".
Que Macron hablara más de la paz que de la victoria de Ucrania que debe precederla me sigue pareciendo un motivo para desconfiar de su sinceridad, pero la visita de los tres pesos pesados continentales dejó un buen sabor de boca en Ucrania, que recibe un espaldarazo a sus aspiraciones europeas sin necesidad de plegarse a compromisos indignos.
Abandone o no Macron su tentación apaciguadora con Putin, y aunque su compañero de viaje Scholz siga incumpliendo sistemáticamente sus promesas de armar a Kiev mientras impide a otros que lo hagan, los resultados del viaje de Macron y Scholz con Draghi y Iohannis a Kiev deben ser celebrados por quienes vemos una victoria total de Ucrania como un imperativo moral y práctico.
Por unas horas el jueves, la vieja Europa que hasta ahora se había visto superada por la realidad que nos impone la guerra anacrónica de Putin le robó el foco a la coalición anglo-eslava que lidera el apoyo a la causa de Ucrania. El ejercicio de imagen en Kiev de París, Berlín y Roma está lejos de ser suficiente para disputarle este liderazgo a la entente Estados Unidos-Reino Unido-Polonia-Bálticos.
Comparando las fotos de la visita de los anglo-eslavos a Kiev con las de la vieja Europa da la sensación que los primeros fueron para arropar a Zelenski, mientras que los segundos hicieron el viaje para afirmarse ante Zelenski. Detalles aparte, el nuevo posicionamiento franco-alemán es una buena noticia desde todos los puntos de vista, que podría espolear la competencia entre bloques transnacionales en beneficio de Ucrania.
Aunque persistan las dudas sobre la apuesta por una paz justa de Macron y Scholz, su protagonismo es bienvenido si se debe a que hayan empezado a decir lo correcto, como es el caso. Lo que prometieron en Kiev, además, acerca a Ucrania a una UE que, a mi modo de ver, necesita tanto a Ucrania como Ucrania la necesita a ella.